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Alguien es un “Bandersnatch”

03/01/2019- Por Carlos Silva Koppel - Realizar Consulta

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Bandersnatch es la reciente película de […] “Netflix” que lleva el nombre que Lewis Carroll inventó en Alicia a través del espejo, cuya traducción sería “Magnapresa” […] sucio y maloliente animalejo […] En esta película se le brinda la oportunidad al voyeur de ser una Magnapresa, un Bandersnatch […], no solo quedarse en la mera observación de las miserias del otro, sino también intervenir en ellas desde la privacidad […], un paso más allá de los simples shares, likes o dislikes […] Quizás, en la nueva película, tal cual acto fallido, “Netflix” nos dé de probar lo que este hace con nosotros.

 

 

 

     

 

 

 

Ficha técnica y artística

Fecha de estreno: 28 de diciembre de 2018

Director: David Slade, y Charlie Brooker (creador)

Elenco: Will Poulter, Craig Parkinson, Alice Lowe, Asim Chaudhry

Género: Ciencia ficción

 

  

  Bandersnatch es la reciente película de la plataforma de Netflix que lleva el nombre que Lewis Carroll se inventó en Alicia a través del espejo, cuya traducción sería “Magnapresa”, para referirse a un frumioso (sucio y maloliente) animalejo. Monstruo de la mitología de Carroll que también aparece en La caza del Carualo, del mismo autor, en el poema “El destino del banquero”.

 

  El resumen de la historia contada en el poema, es que el avaro y acaudalado banquero no pudo negociar su vida a cambio de descuentos o cheques con tal feroz bestia, que es descrita con grandes fauces y de hambre voraz[1].

 

  Hemos visto de qué va la saga de Black Mirror, que ahora apuesta por una película donde se le brinda la oportunidad al voyeur de ser una Magnapresa, un Bandersnatch. Qué será que, muy apropiado en esta época de Homo Videns, aparezca otra manera de poder ser protagonista y no solo quedarse en la mera observación de las miserias del otro, sino también intervenir en ellas desde la privacidad del que ve, un paso más allá de los simples shares, likes o dislikes.  

 

  Pero al fin y al cabo siempre sabiendo que los devorarán hasta dejar caer sus huesos en el suelo, como el poema de Carroll del monstruo con el banquero. Nos encontramos con un individuo en una posición innegociable, en lo correspondiente a lo online, a su inexorable muerte simbólica.

 

  Es la evolución del Show de Truman que pretende pasar del espectador morboso-inactivo e hipnotizado a otro, quizá a uno un poco más grotesco, ya que el espectador no escribe el guion, pero sí co-dirige uno perverso, en la medida que lo hace cómplice y coautor de las desgracias de quien es observado, como una especie de ayudante del Dios Netflix… Un hermanito del Gran Hermano, pero sin benevolencias y con mucho apetito.

 

  A todo esto, cabe mencionar que la plataforma de entretenimiento posee ya una gran información de nosotros, quiénes seríamos cada uno, como el personaje de la película Bandersnatch. En la organización algorítmica está cómo Netflix “nos da a elegir” lo que queremos ver.

 

  Deberíamos estar alertas de cuáles son las desgracias de pertenecer a ese sistema de entretenimiento, en tanto lo que la plataforma sabe del individuo y lo que se pretende hacer con esa información. ¿Cuáles son los fines? ¿Un nuevo aparato ideológico del capitalismo?

 

  Quizás, en la nueva película, tal cual acto fallido, Netflix nos dé de probar lo que este hace con nosotros. Por ahora se puede adelantar una breve conclusión: que lo peor sería nunca más salir de ahí. Si vamos más allá, es Internet en general el que organizaría qué ver, qué se debe comprar o consumir.

 

  Incluso nos da un panorama del mundo para ser-en-el-mundo y tomar posición sobre el mundo que se nos muestra. Sobre todo los psicoanalistas debemos estar advertidos al respecto cuando llegue el momento de tomar posturas.

 

  Hemos sabido que en el mundo virtual se busca satisfacer todo lo que en el modo off-line está prohibido, quizá hasta convertirse en una somera a-dicción, tal como se puede ver también en Upgrade[2], a personas que han decidido vivir sólo bajo el modo online.

 

  Zygmunt Bauman cita a Francis Jauréguiberry en Vida de Consumo, quien dice plenamente lo siguiente: “los internautas pueden experimentar, una y otra vez, con nuevos yoes a elección, y sin temor a las sanciones”[3]. En este sentido, sin tener que ensuciarse las manos, dar sus nombres, mostrar las caras, los cibernautas pueden perpetrarse en la virtualidad haciendo actuar a otros según lo que estos observadores oscuramente desean.

 

  En menor escala, alguna cuenta falsa en la red social que podría utilizarse para escrachar a los pobres inocentes. ¿Es que en el mundo virtual está todo permitido sin que siquiera se despierte la pregunta de por qué yo (o no yo) tengo que decir algo al respecto sobre algún tema en particular? ¿Debo ajusticiar a alguien, tendría que ver las catástrofes de otros, etc.? La respuesta puede surgir de dos hipótesis: 1. porque alguien lo quiere así o 2. porque simplemente se puede.

 

  Damos cuenta de la intersubjetividad propuesta por Lacan acerca de la perversión en tanto esta no puede ser sin Otro. Pero no se sabe cómo se dan las perversiones, solo sabemos que el neurótico las busca para encontrar satisfacción y así poder participar a duras penas de alguna transgresión siendo esta a su vez un espejismo[4]. Asimismo hemos participado del experimento de Netflix y en las demás ofertas del mercado virtual, tal como explicita Bauman[5].

 

  ¿Quién carga la verdadera máscara de la perversión, Netflix o el espectador? Cabría preguntarnos. La plataforma virtual sabe lo que quiere el espectador cual gobernante del medioevo: hacer vivir o hacer morir… pegar desde el anonimato. Solo le da al consumidor-espectador-voyeur lo que necesita, dejar de ser yo y habitar otros ¿yoes? O, mejor podría decirse, un yo-no–soy ese que pega, maltrata, mata, escracha al otro.

 

  Ninguna fórmula, mathesis o phsysis, puede representar cuándo alguien es pegado (es ultrajado, es victimado, etc.), solo es mostrable[6] a través de la estructura gramatical. Es decir, lo que es mostrado es el fantasma en la estructura gramatical “es pegado[7], “es devorado”, sin que esta vaya a necesitar de ningún metalenguaje. El ser pegado es cómo el fantasma da dinamismo a la pulsión sadomasoquista y no hay otra forma de hacer funcionar al yo (excluido del fantasma) como ser-en-el-mundo, con esta fórmula que es la esencia del ello[8].

 

  La oferta del yo-no-soy que se brinda a través de diferentes plataformas tecnológicas ¿permiten funcionar al yo, excluido del fantasma, como ser en el mundo? En todo caso, lo que queda perdido es ese yo-no-soy… el que pega, el que decide hacer morir o vivir, el que escracha, el que devora.

 

  Al final del poema, el monstruo huye sin que sea visto. ¿Es el Bandersnatch el ello y su desaparición… el inconsciente? En el sentido de: no se sabe -¿no se quiere saber?- nada de eso que ha devorado al incauto, mas se está ahí, devorándole.



[1] Carrol, L. (2016). La caza del Carualo. Madrid: Nórdica Libros. (Edición original publicada en 1876).

[2] Película futurista sobre A.I. y cyborgs

[3] Citado en: Bauman, Z. (2007). Vida de consumo. México: Fondo de Cultura Económica. (p. 156).

[4] Lacan, J. (1975). “Conclusiones en las Jornadas de noviembre 8 y 9”. Recuperado de: http://elpsicoanalistalector.blogspot.com/2009/01/jacques-lacan-conclusiones-en-las.html

[5] Íbid.

[6] Lacan, J. Seminario 14: La Lógica del fantasma. Clase 7: 11 de enero de 1967. Traducción R. Rodríguez Ponte.

[7] Íbid. Lacan haciendo referencia al texto Pegan a un niño de Freud.

[8] Íbid.

 


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