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Rodar un duelo. Una mirada sobre “Nomadland”

04/08/2021- Por Sara Lía Chiavaro y María Carolina Sito - Realizar Consulta

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La película, escrita y dirigida por Chloé Zhao (China) en base a un libro original de Jessica Bruder (EEUU) titulado “Nomadland, Surviving America in the twenty-first century”, cuenta la historia del duelo de una mujer por la muerte de su marido. Su particular forma de transitarlo […] Aunque el libro en el que se basa la película acentúa la problemática social de los adultos mayores que, tras la crisis inmobiliaria del 2008 deben adoptar una vida nómade y seguir trabajando (porque el país del sueño americano no los contempla), es el drama subjetivo, como ocasión de una elección de vida, lo que elige privilegiar Chloé Zhao con su realización.

 

               

                            Escena del film de Chloé Zhao

 

 

Ficha técnica y artística

 

Título original: Nomadland

Año: 2020

Duración: 108 min.

País: Estados Unidos

Dirección: Chloé Zhao

Guion: Chloé Zhao

Libro: Jessica Bruder

Música: Ludovico Einaudi

Fotografía: Joshua James Richards

Reparto: Frances McDormandDavid StrathairnLinda MayCharlene SwankieBob WellsGay DeForestPatricia Grier

Productora: Highwayman Films, Cor Cordium Productions, Hear/Say Productions.

Distribuidora: Searchlight Pictures, Walt Disney Pictures

Género: Drama, Road Movie, Crisis económica 2008, Cine independiente USA

 

 

  La película, escrita y dirigida por Chloé Zhao (China) en base a un libro original de Jessica Bruder (EEUU) titulado Nomadland, Surviving America in the twenty-first century, cuenta la historia del duelo de una mujer por la muerte de su marido. Su particular forma de transitarlo.

Se abre camino en un contexto social y político que impacta en la sociedad, en la cual la protagonista compartirá escenas de la vida cotidiana, arrojando, al paso, múltiples diapositivas del despiadado modelo capitalista.

 

  ¿Dónde y cómo atravesar el dolor?

La respuesta de Fern (Frances Mc Dormand) es: trazando el propio camino. En su caso, literal, se larga a rodar sobre el asfalto en el refugio solitario de una Van, pero acompañada de distintos encuentros, según avanza su andar.

 

  El lazo social se hace presente en la espesura del film, sosteniéndose los compañeros unos a otros según la ocasión, desafiando los embates reales frente a los cuales se han encontrado miles de ciudadanos norteamericanos.

Una metáfora de la vida sobre lo real de la muerte que no se puede eludir, y con la que Fern intenta arreglárselas de un modo singular, rodeando la ausencia de lo amado.

 

  La película comienza con la partida de la protagonista de Empire (Nevada, EEUU), una fábrica de materiales para la construcción que en el 2011 cierra, por la caída de las ventas, después de 88 años de existencia.

 

  Nos enteramos que allí trabajó su marido (Bob), en las minas. Ella fue primero cajera y luego profesora, durante cinco años. Y se quedó, aún luego de la muerte de él, hasta que la fábrica cerró y la localidad misma de Empire desapareció por un acto de defunción civil: el fuera de catálogo de su código postal.

 

  Que un dígito postal sea eliminado cobra relevancia a la luz de una mirada geopolítica, allí donde el modelo neoliberal se obstina en rentabilizar costos, impedir lazos de amor, borrando marcas y signos que representan lo más propio de lo humano: su falta y su deseo.

 

  Vemos que antes de irse, Fern deja los muebles guardados en un depósito del lugar; su pérdida se hace dolorosamente visible al encontrarse allí con el abrigo de su marido, el cual pone junto a su rostro y suspira, angustiada. El encuentro con ese objeto pone en evidencia el sufrimiento que perfora la ausencia de lo amado, un duelo en proceso y la decisión de emprender el viaje. La desolación de su alma se confunde con el desierto de Arizona y el frío cruel del capitalismo.

 

  Lo que parece un ir sin rumbo, buscando trabajos temporarios para sobrevivir, va poco a poco mostrando las preguntas que carga, las respuestas que busca.

La calidez del encuentro humano es una constante ‒ofreciendo al espectador un clima amable‒ que va llevando a la protagonista a formar parte de una red comunitaria, liderada por B. Welles, donde establecerá algunas relaciones muy significativas (Linda, Swankie, Dave).

 

  En el comedor de Amazon, una primera conversación pone el tema sobre la mesa: “¿el hogar es sólo una palabra o es algo que llevás dentro?”. En la escena siguiente, Fern muestra con orgullo a Linda, una compañera de acampe, los objetos que ha decidido conservar para construir su nuevo hogar: la caja de pesca del marido, la vajilla que le regaló su padre.

 

  Generar espacio es un arte que depende de conservar lo esencial. Lynda y Fern se eligen mutuamente; jugar cartas o armar un rompecabezas, puede reembolsar un poco de alegría mientras esperan que finalice la lavadora de ropa.

 

  Encontrar respuestas en la comunidad, no sólo para aquellas preguntas que se va armando esta particular mujer, sino como una oportunidad para aprender. Así, llega un principio fundamental para la vida “afuera”: hacerse cargo de los propios desechos. Algo que no es común encontrar “adentro” de las grandes máquinas de picar gente que, como telón de fondo, se muestran ‒sin inocencia‒ durante toda la película y que constituyen el verdadero paisaje de la desolación, para quienes lo eligen. No es el caso de Fern.

 

  Ella no sufre por no pertenecer, ni lucha contra ello. Elige los bordes y allí se muestra serena; toma un trabajo si le queda bien, si le pagan bien. No se siente denigrada por limpiar baños, recoger la basura de un camping o servir comida. El trabajo como un medio para obtener dinero suficiente y seguir andando. Todo trabajo puede ser digno si ella lo es. Fern eleva su condición a la dignidad de sujeto, de principio a fin.

 

  Entre los compañeros de acampe corre la moneda de la solidaridad y el trueque. Si te viene bien te lo ofrezco. Si no lo vas a usar me lo llevo. ¿Te gustaría un sándwich? Bueno. ¿Una cerveza? Gracias por el encendedor. Cuando nos volvamos a encontrar tendré otro para darte, con una piedra incrustada, no un encendedor cualquiera. Te regalo mi poema. Algo circula allí, no sólo sus Van; se intercambian gestos, miradas, un modo atemporal de estar disponible. Lo que se recibe, tendrá oportunidad se ser devuelto en el camino. Y en el camino hay rocas, papas, mulas humanas, laverap y pizza.

 

  Hay también una piedra agujereada como signo de amor e invitación al reencuentro, “si vienes de visita, habrá muchas más ahí”, dice Dave. Pero Fern aún parece necesitar tiempo para hacer con su dolor. Reproches que insisten y que ella confiesa a Swankie, colega en esta marcha: “Tal vez debí hacerlo para que se fuera sin tanto sufrimiento”, se lamenta al recordar los últimos días de vida de Bob.

 

  Tiempo. Mucho tiempo, a veces para compartir, otras veces para escuchar o sentir el viento, observar y disfrutar de la naturaleza. Alrededor de un telescopio se puede contemplar el universo o quizás -con sorpresa- mirarse las propias manos, sólo es cuestión de dejarse llevar. Compasión, con pasión y cuidados mutuos.

 

  Aunque el libro en el que se basa la película, acentúa la problemática social de los adultos mayores que, tras la crisis inmobiliaria del 2008 deben adoptar una vida nómade y seguir trabajando (porque el país del sueño americano no los contempla), es el drama subjetivo, como ocasión de una elección de vida, lo que elige privilegiar Chloé Zhao con su realización.

Es hora de cuestionamientos:

 

- “Mi mamá dice que sos una vagabunda, no tenés casa donde vivir”.

- “Sí tengo donde vivir. No tengo casa. No es lo mismo”.

 

  ¿Afuera no es un lugar donde vivir? ¿Adentro sí lo es? A veces no es tan cálido adentro; a veces no hace tanto frío afuera. Depende de la temperatura de cada cuerpo. Calurosa indudablemente para Fern, quien logra invertir el prejuicio de la joven en un recuerdo, en tiempos que ella ejercía como docente. Amor es algo que conoce bien. Amor que se vislumbra en su cara.

 

  En tres oportunidades le ofrecen lugares más confortables: un refugio junto a la iglesia, la casa de su hermana, la casa del hijo de Dave (David Strathairn), pero los rechaza. Prefiere el mar y lanzar (se) “FERN” a los cuatro vientos, en el eco de las olas enormes que la salpican. Las montañas rocosas. Sus sonidos, sus colores. Y la contingencia de los encuentros. Y así, continúa desandando con palabras, lo que de palabras fue hecho.

 

  En la galería de la casa del hijo de Dave, conversa con la nuera de este ‒Emily‒ quien le pregunta por su morada en Empire. “Nada especial… sí que era especial, nuestro jardín daba hacia un espacio abierto”, dice. Su mirada, inquieta y húmeda, nos muestra que precisa continuar su rumbo y así lo hará.

 

  La Van tiene nombre propio, se llama “Van-Guard” (Vanguardia). Y vale ‒como la rosa de El Principito‒ por el tiempo dedicado a ella. Vanguardia es, dice el diccionario, “lo que va adelante anticipándose a una época”; “empuja los límites de lo que se acepta como norma o statu quo”.

“¿El hogar es una palabra o es algo que llevas adentro?”.

 

  Fern le confiesa a Wells que luego de la muerte de su marido se quedó en la fábrica porque sin su presencia-testigo “habría sido como si él nunca hubiese existido”. Freud (“Duelo y Melancolía”), describió cómo la sombra del objeto perdido puede recaer sobre el yo. Poco a poco, ella comienza a desasirse del objeto para seguir viviendo, y lo hace Vanguardia mediante.

 

  En la última escena, vuelve a Empire, regala lo guardado en el depósito, cierra, se va. Caminando, acaso por la que fuera la calle principal, llega hasta su casa; su paso por el silencio frío, el polvo acumulado, le explican que ahí ya no hay hogar. Pero el jardín sigue dando hacia ese espacio abierto, por el cual Fern sale y retoma el asfalto.

 

  No hay para ella tips, sino el de ceñirse a la ruta de su propio deseo: inventar cada vuelta, rodar su falta. Su afuera es un adentro, un lugar. Ha de llevarla por un tiempo aún, quizás ¿para siempre?, por la carretera. Para encontrarse con Bob, al final del camino.

 

 

Bibliografía:

 

Freud, Sigmund. “Duelo y Melancolía” (1917 - 1915). En Obras Completas (VOL. XIV). Buenos Aires, Argentina. Amorrortu editores.

 


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