» Cine y Psicoanálisis

“Zama”. El saldo de saber… decir una verdad

17/11/2018- Por Patricio Estroz - Realizar Consulta

Imprimir Imprimir    Tamaño texto:

¿Qué busca Zama? ¿Qué es lo que espera? La novela de Di Benedetto (1956) adaptada por Martel (2017) pone en escena las peripecias y quehaceres de un funcionario de la corona española y su traslado desde el punto fronterizo donde se encuentra, a Lerma. A Diego de Zama la vida misma se le dirige susurrándole una promesa idéntica a las palabras dichas por la deseada y carismática Luciana Piñares de Luenga: “Te mereces un beso, pero no ahora”.

 

       

        

 

  

Ficha técnica y artística

Título original: Zama

Dirección: Lucrecia Martel

País: Francia, Brasil, Argentina, México

Año: 2017

Duración: 0 min.

Género: Drama

Reparto: Matheus Nachtergaele, Nanego Lira, Daniel Giménez CachoLola Dueñas, Juan Minujín, Rafael Spregelburd

Distribuidora: BTeam Pictures

Productora: CNC, Bananeira Filmes, Canana

Decoración: Karen Harley

Dirección: Lucrecia Martel

Montador: Karen Harley

Producción: Vânia Catani

 

 

 

“Estos fríos peces tan apegados al elemento que les repele, emplean todas sus energías en la conquista de la permanencia, nunca les vas a encontrar en la parte central del río, sino en las orillas.” (Zama, 2017)

 

 

  Diego de Zama inaugura la escena; la fijeza de su mirada intenta atravesar el río desde la orilla, partirlo en dos si acaso fuera posible. Sostiene una vigilia incesante, encubriendo en su mirar más que visión. Sus ojos reflejan un vehemente y decidido looking for. ¿Qué busca Zama? ¿Qué es lo que espera?

 

  La novela de Di Benedetto (1956) adaptada por Martel (2017) pone en escena las peripecias y quehaceres de un funcionario de la corona española y su traslado desde el punto fronterizo donde se encuentra, a Lerma. A Diego de Zama la vida misma se le dirige susurrándole una promesa idéntica a las palabras dichas por la deseada y carismática Luciana Piñares de Luenga:

 

“Te mereces un beso, pero no ahora”.

 

  Diego de Zama espera, siempre en la orilla; las “buenas noticias”, una carta de un otro, quien fuera, a veces su rey, a veces su esposa. La espera y la problemática del deseo son ejes fundamentales de la obra, que en ciertos pasajes recuerda al clásico de Samuel Beckett Esperando a Godot (1952), obra donde el aburrimiento, la repetición y la espera son articulados sinérgicamente ilustrando con lucidez, pasividad y una relación dialéctica amo-esclavo establecida por sus protagonistas.

 

  La atmósfera que empaña el entorno de Zama (2017), se sostiene en una repetitiva y frustrante neurotización del deseo, el cual persiste siempre en suspenso constante, postergado y desplazado a un futuro proximísimo, pero detenido. Lo iterativo de una frase con estatuto de real, que no cesa de escribirse (ni siquiera, paradójicamente, contando Zama con un escribiente exclusivo), demarca el punto de anclaje del protagonista:

 

“El gobernador me dice que no falta mucho para mi partida”.

 

  Todo acto deviene proyecto. Para Zama lo que resta es la agonía de la dilatación de los sucesos. El renacer de un volver a empezar, que pronuncia avisando:

 

“Quizás en un futuro, quizás mérito mediante, si esperas…”

 

  El discurso se intrinca en burocracia que pospone, nutriendo la esperanza de un día que pareciera nunca llegar. El paso de los días acrecienta la añoranza del arribo de una carta, de un comprobante que legitime y habilite nuevamente su voluntad de acción.

 

  Diego existe en la espera, no vive. Su ser está en detención y la única alternativa posible para lavar su anestesiada voluntad inhibida, es la autorización simbólica de un Otro, aquel del cual advendrá el reconocimiento necesario para la constitución de su identidad.

 

  En un intento por reducir aquella tensión sexual producto del confinamiento en el cual se encuentra, Zama aborda bruscamente a una mujer indígena. Aquel hijo nacido de la relación sexual con la nativa Emilia es otro testimonio a la confirmación de su frustrante deambular, un niño que no camina, y solo balbucea algunas palabras. El miserable devenir traslada a Zama a refugiarse en una habitación que no tardará en reconocer como “podrida”.

 

  Este encadenamiento de sucesos demarca progresivamente la construcción de un destino con aura casi maldita para Zama, decantando incluso en lo fortuito del castigo a su escribiente, el cual finalmente es trasladado a Lerma, destino ansiado por Diego.

 

“Mi amigo el oriental, un hombre que desde Montevideo ha visto el futuro”. Avisan, pero al acudir allí, es el hijo de aquel místico que desembarca a orillas del río, el cual se presenta a Diego y le dirige un despliegue discursivo casi acorde a un prócer, a una leyenda viviente. Lo define como: “Un Dios, que nació anciano y no puede morir, su soledad es atroz”.

 

  Zama, sin reconocerse, pregunta: “¿Me hablas a mí?” Como si ese pequeño encarnara por un instante el mismo espejo en el cual se refleja el célebre Travis Bickle, bohemio solitario y huraño personaje de la mítica Taxi Driver (1975) de Scorsese. Se respira el perfume a escena homenaje.

 

  Incluso en ambas películas la temática gira en torno a sujetos situados en un borde, siempre en la orilla, a contramano de la corriente, que entablan una batalla incesante frente a la estructura del sistema que puja por determinarlos. Subjetividades que habitan desencajando, en constante búsqueda de algo que los identifique.

 

  Zama no está dispuesto a pagar el precio del congelamiento que le impone el Otro, ni la frustración que este le produce. Llegado el momento; acontece una fisura en el cristal que lo aprisiona, la rigidez del hielo que lo hace existir sin vivir, se derrite. Allí, el círculo de la repetición deja entrever una brecha; cuando en su intimidad se cierne algo del orden de lo secreto:

 

“La crisis temporal es una crisis identitaria. La falta de tensión narrativa, también imposibilita que la narración se cierre con sentido, va saltando de un acontecimiento a otro sin conseguir avanzar, sin llegar. Solo puede ser interrumpida abruptamente. La interrupción a destiempo sustituye el final con sentido.” (Han, 2015: 48.)

 

  Según Byung-Chul Han, tanto la paralización, como la aceleración del sujeto son dos caras de la misma moneda que atañen a un efecto de desorientación, de un “ya no saber hacia dónde”. Es en ese instante, cuando las coordenadas temporales sufren una suerte de distorsión, arrojando como corolario una crisis identitaria.

 

  La fijeza de la repetición alienante en la vida de Zama, muta en la incursión de un acto que promete el honor, aseverando bombos y platillos para aquel que complete la heroica hazaña. Así, la inscripción en una travesía épica, opera produciendo un corte; desgarrando aquella atmósfera, que, como circuito cerrado neurótico, sostiene todo deseo en suspenso.

 

  El acto final de la película, con el protagonista ya inmerso en una misión casi de cacería, ocasiona la caída de aquellos semblantes que hasta ese momento direccionan, nombran y marcan la vida de Zama. El cuestionamiento de las identidades elimina las dicotomías y los binarismos. Ya no hay héroes ni villanos. Se produce de algún modo un desnudamiento de los emblemas constitutivos e íntimos de cada quien, el velo de la impostura se corre y un significante adviene nombrando el horror de la ruptura del acuerdo, donde una promesa más, entre tantas, se cancela: ¡Traidor!

 

  El cansancio de sostener, de esperar, libera las ataduras de una represión ya incontenible, las malas noticias del sin sentido condenan a Zama que, como portador de la voz de la desesperanza, confronta a Vicuña Porto y sus seguidores con el vacío del disparate, la nada.

 

  El corte de las manos es un castigo que se inflige contra aquel que ha efectuado un robo. De algún modo, Diego de Zama disuelve las expectativas, se convierte en un ladrón de esperanzas. Elimina el intervalo de burocrático suspenso que tanto lo ha hecho padecer pasivamente.

 

  Lacan, en el Seminario El reverso del Psicoanálisis, se encarga de establecer el lugar que ocupa en el psicoanálisis la categoría de verdad, nombrando a esta como “la hermanita querida de la impotencia”. Luego se interroga acerca de la compatibilidad entre saber y verdad:

 

“Nada es incompatible con la verdad, uno mea, escupe en ella. Es un lugar de paso (…) Uno no se casa con la verdad; con ella, no hay contrato, y menos todavía unión libre. No soporta nada de todo esto. La verdad es en primer lugar seducción, y para jorobarle a uno. Para no dejarse coger por ella, es preciso ser fuerte. (…)” (Lacan, 1992: 200).

 

  La pasión por la ignorancia que compele al neurótico a vivir sin anoticiarse, soñando y anestesiado, provoca un estado que solo puede ser conmovido cuando adviene una voluntad de saber: saber de la imposibilidad. El levantamiento del letargo, que suele camuflarse con actos solidarios a la perpetuación de la repetición conocida, y aquellas estrategias coherentes con la conceptualizada “política del avestruz” freudiana, requieren de la puesta en acto de una activación amorosa hacia la falta, un proceso reorganizativo y de revinculación con lo impotente íntimo:

 

“El amor de la verdad es el amor de esa debilidad a la que hemos levantado el velo, es el amor de lo que la verdad esconde y que se llama castración” (Lacan, 1992: 55)

 

  El sinceramiento de un saber y la confesión de que allí donde se hallaba investida tal carga de fe, en realidad no hay nada; implica renunciar al poder que quizás pudo torcer el destino de don Diego. Asimismo, el desenmascaramiento concluye desnudando las identidades constituidas, las cuales solo pueden ser nombradas a medias (como toda verdad), revelando una imagen que es distinta a la del puro semblante y que implica deshacer algo de la fachada mostrada ante el otro.

 

  Zama lucha en el flujo de la vida, mortificado por el efecto rebote de las prohibiciones y los reordenamientos compelidos por una realidad que lo frustra. Sujeto a voluntades ajenas, su vago deambular lo arrastra a corrientes de temperaturas variables. La tibieza del agua lo empuja y él, desorientado, busca hacer pie en un río ambivalente que, sin preguntar, solo le ofrece como destino existir a la deriva.

 

“Hay un pez que pasa la vida en vaivén, luchando para que el agua no le eche afuera, porque el agua le rechaza, el agua no le quiere”. (Zama, 2017)

 

 

Bibliografía consultada

 

Badiou, A, (2000). Reflexiones sobre nuestro tiempo, Ediciones del Cifrado, Buenos Aires.

Beckett, S, (2014). Esperando a Godot, Tusquets Editores, Buenos Aires.

Han, Byung C. (2015). El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse, Herder, Buenos Aires.

Lacan, J. (1992), El reverso del psicoanálisis. Seminario 17, Paidós, Bs. As.

 


© elSigma.com - Todos los derechos reservados


Recibí los newsletters de elSigma

Completá este formulario

Actividades Destacadas

La Tercera: Asistencia y Docencia en Psicoanálisis

Programa de Formación Integral en Psicoanálisis
Leer más
Realizar consulta

Del mismo autor

» La evanescencia del tiempo. El amor desde el cine de Kim Ki-duk

Búsquedas relacionadas

» “Zama”
» Lucrecia Martel
» Matheus Nachtergaele
» Nanego Lira
» Daniel Giménez Cacho
» Lola Dueñas
» Juan Minujín
» Rafael Spregelburd
» poder
» neurosis
» deseo
» frustración