Algunas reflexiones sobre lo azaroso de nuestro destino. Comentario de Minority Reports

02/12/2009- Por Elizabeth Ormart - Realizar Consulta

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El problema del destino y la libertad es un tema que ha desvelado por siglos a numerosos filósofos. La resolución de este problema define, para la filosofía, la posibilidad misma de la responsabilidad por los actos y con ello la existencia de la ética.

 

Ficha técnica y artística

Dirección: Steven Spielberg.
País:
USA.
Año: 2002.
Duración: 145 min.
Interpretación: Tom Cruise (Detective John Anderton), Colin Farrell (Danny Witwer), Max von Sydow (Director Lamar Burgess), Samantha Morton (Agatha), Steve Harris (Jad), Neal McDonough (Oficial Gordon 'Fletch' Fletcher), Patrick Kilpatrick (Oficial Jeff Knott), Jessica Capshaw (Evanna), Mike Binder (Leo Crow).
Guión: Scott Frank y Jon Cohen; basado en un relato de Philip K. Dick.
Producción: Jan De Bont, Bonnie Curtis, Gerald R. Molen y Walter F. Parkes.
Música: John Williams.
Fotografía: Janusz Kaminski.
Montaje: Michael Kahn.
Diseño de producción: Alex McDowell.
Dirección artística: Ramsey Avery, Leslie McDonald y Seth Reed.
Vestuario: Deborah Lynn Scott.

 

 

El problema del destino y la libertad es un tema que ha desvelado por siglos a numerosos filósofos. La resolución de este problema define, para la filosofía, la posibilidad misma de la responsabilidad por los actos y con ello la existencia de la ética.

 

Filosofía y ética

 

Para la filosofía, la ética es una disciplina filosófica, que se ubica dentro de la filosofía práctica y se ocupa de los actos humanos. Estos actos poseen tres características, ser concientes, libres y con uso de razón. Desde esta perspectiva la responsabilidad de un acto se cimienta en la libertad de elección del sujeto. Este planteo no difiere en sus elementos centrales de la concepción jurídica de responsabilidad. De allí, que los filósofos se pregunten ¿Qué sentido tiene hablar de la responsabilidad ética de un acto si no soy libre para decidir su concreción?

Algunos filósofos[1] ubican la primacía de la filosofía teórica sobre la práctica, en tanto que es preciso primero conocer para luego elegir. Otros como Kant o Fichte reconocen el primado de la filosofía práctica sobre la teórica en la medida que la voluntad, encargada de la elección, tiene prioridad sobre la inteligencia.

 

Historia de un dilema sin solución

 

Dentro de las temáticas abordadas por la ética hay una en la que me quisiera detener. Es el problema de la dicotomía destino – libertad. Este problema se planteó en la antigüedad, sin embargo, llegó a su punto culminante en la Edad Media.

Aristóteles, ciertamente, no desconocía este problema, pero a lo largo de las reflexiones morales dirigidas a su hijo Nicómaco, se ve que el acento está puesto en la virtud y su desarrollo como fuente de la felicidad. La escuela estoica ha sido la que ha profundizado en la antigüedad el estudio del destino. Pero solamente a fin de aceptarlo, negando toda posibilidad de libertad humana.

En la Edad Media, el problema central radicaba en compatibilizar la omnisciencia divina y la libertad humana. Desde el punto de vista religioso, ambos eran necesarios. Dentro de los dogmas religiosos es preciso afirmar que el creador sabe todo sobre sus criaturas. Al tiempo que, desde el génesis se plantea que el pecado original es fruto de la libertad del ser humano que ha decidido voluntariamente apartarse de Dios. En el siglo VI Anicio Boecio, escribía La consolación de la Filosofía, obra en la que analiza esta cuestión. Boecio aborda el tema analizando si es posible el azar. A esto responde que si por azar se entiende lo que sucede sin causa alguna, es imposible que exista. Todo acontecimiento emana de una causa, afirma siguiendo al Estagirita. Podemos, sin embargo, hablar de un acontecimiento azaroso para el hombre. Un acontecimiento que sucede sin que lo hayamos previsto. Resulta azaroso para nosotros porque no conocemos la cadena de causas y efectos de los que este acontecimiento procede. Sin embargo, para la Providencia divina no se puede hablar de azar. “Porque si Dios todo lo prevé sin que pueda equivocarse, necesariamente ha de verificarse lo que la providencia ha previsto”  (Boecio, 1977: 191) Pero, desde esta perspectiva, ¿qué ocurre con la libertad humana? En estos términos no tiene sentido hablar de premio o castigo, ya que nuestros vicios y nuestras virtudes tendrían su causa en Dios. Esta vía de resolución no resulta aceptable a Boecio pues por ella negaría el cielo y el infierno y la libertad del ser humano como animal dotado de razón.[2] La explicación que Boecio encuentra, en la antesala de su muerte, consiste en distinguir el modo de conocimiento del futuro que tiene Dios del que tienen los hombres. Dios considera todos los acontecimientos en su conocimiento simplísimo, como si sucedieran en el presente. Este conocimiento divino incluye también todo posible cambio. Así, al modificar nuestros deseos y elecciones, no vamos modificando la ciencia de Dios, ya que Él, en un presente eterno, en una sola mirada, ve lo que ha de ocurrir y todos los cambios que la libertad dispone. De todo esto se sigue que, conservando el hombre su libre albedrío, son merecidos los premios y castigos dispuestos por Dios ya que el hombre es la fuente de sus actos.

La postura de Boecio es un claro esfuerzo por conciliar libertad absoluta y determinación.

En la modernidad también encontramos defensores del libre albedrío y del destino. Este último bajo la forma de la determinación causal, que pretendía la exactitud de las ciencias.

No era Dios el que disponía el destino, sino una cadena de causas y efectos que el soberano poder de la razón buscaba desentrañar.

Es ciertamente Freud quien llevó el planteo de la elección a un terreno insospechado. Freud llevó esta cuestión al extremo, cuando se pregunta si es responsable el sujeto por el contenido de sus sueños.

El sujeto descentrado del yo, es el que elige y él es responsable por sus elecciones. Desde esta postura se plantea lo que llama Lacan “la tiranía de la responsabilidad”. Desde esta perspectiva para ser responsable no hay que ser ni conciente, ni con uso de razón. Siempre somos responsables de lo que elegimos. En términos de Sartre “...el hombre está condenado a ser libre” (Sartre, 1981, 21)

Los términos libertad, responsabilidad, sujeto, elección tienen un sentido diferente al que les venía otorgando la filosofía. El sujeto elige, sin calcular el alcance de sus elecciones y se encuentra respondiendo por una elección de la que resulta responsable.

 

Minority Reports

 

En el lugar de Dios se encuentran los niños oraculares dispuestos en su medio acuoso a “ver” el porvenir. La infalibilidad de este oráculo permite identificar el nombre del asesino y de su víctima sin lugar a dudas. Casualmente (si es que existen las casualidades) estos videntes tenían una falla para el sistema policial, eran capaces de ver distintas posibilidades para un mismo suceso. Digo casualmente, pues esta era una de las virtudes del Dios de Boecio: ver todos los cambios que la libertad dispone. Y ver todos los cambios posibles es otro modo de decir que el azar no existe. Es la lógica de la necesidad que se nos filtra. Es la lógica que sostiene al todo como completo y que guía la reflexión de Boecio que sostiene un Dios omnisciente, colocando del lado del hombre no la imposibilidad sino la impotencia. Restando de este modo todo margen al azar. Rebajando lo real a simbólico.

En el sofisticado sistema del escuadrón preventivo del crimen se acusa y encarcela a los hombres por crímenes que no cometieron, o mejor dicho, por crímenes que aún no cometieron pero que cometerán. El presente y el futuro se entretejen con llamativa certeza y el azar no existe. Al igual que en el mundo de Boecio. Sin embargo, este gran Otro Boeciano tiene en el film la forma de otro causal. Es famosa la crítica de la noción de causalidad de Hume recurriendo a una bola de billar. A una bola de billar recurre el protagonista para convencer a un incrédulo de la determinación causal que rige a los objetos del mundo. ¿Por qué no extender dichas leyes al mundo humano? Numerosos son los filósofos modernos que en su intento por fundamentar las ciencias se hacen esta pregunta. Descartes y Kant esbozan algunas respuestas.

Entonces ¿puede ser culpable un sujeto por un crimen que aún no cometió?

Desde la lógica jurídica la respuesta es no. Desde el sistema judicial que propicia el film, la respuesta es sí. ¿Cuál será la respuesta desde el psicoanálisis?

De hecho sostener que soy responsable de matar a mi padre por haberlo soñado, nos aproxima a contestar afirmativamente esta respuesta.

Lo que nos responsabiliza no es el acto efectivamente cometido sino el deseo que se vehiculiza en ese acto. Pero un acto sólo es tal por sus consecuencias.

Si queremos darle un espacio al sujeto humano no podemos operar desde las leyes de la naturaleza. No podemos sostener un todo sin grietas. No podemos suturar la hiancia entre azar y determinación. El sujeto humano es en esa grieta. Es la sobredeterminación freudiana un modo distinto de abordar la determinación. La determinación desde el punto de vista del destino está por fuera del ámbito humano, inclusive, en los griegos, por encima de los dioses. La sobredeterminación freudiana es la trama de la que está hecho el inconsciente. Somos los que somos por la sobredeterminación. Somos los que somos porque podemos hacer desde ella algo que la supere. Pendulamos en un adentro afuera de esa trama simbólica que nos determina y no nos determina. Es la apuesta del psicoanálisis la más arriesgada jugada por la responsabilidad.

 

Bibliografía

Boecio, Anicio. (1977) La consolación de la Filosofía. Buenos Aires: Aguilar.

Descartes, R. (1965) Meditaciones metafísicas. Buenos Aires: Schapire

Kant. I. (1986) Crítica de la razón práctica. México: Porrúa.

Sartre, Jean Paul (1981) El existencialismo es un humanismo. Buenos Aires: Ediciones del 80.



[1] Por ejemplo, Aristóteles, Santo Tomás, entre otros.

[2] La explicación predeterminista es propia del protestantismo. Tanto Lutero como Calvino sostienen la predestinación. Dios sabe quiénes se salvarán y quiénes no. Las acciones humanas no tienen incidencia en el destino futuro.


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