“Coco”: un juego de niños

22/05/2018- Por Elizabeth Ormart - Realizar Consulta

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El cine y las series se han convertido decididamente en estos tiempos en el terreno de la creación fantástica, que no sólo entretiene a multitudes sino que cumple un rol catártico, que como el juego infantil reedita lo que Freud llamó la compulsión a la repetición.

 

 

                              

 

 

Ficha técnica y artística

Título: Coco

Título original: Coco

Dirección: Lee Unkrich

País: Estados Unidos

Año: 2017

Duración: 109 min.

Género: Familiar, Animación, Aventuras

Reparto: Gael García BernalBenjamin Bratt, Renee Victor, Anthony Gonzalez

Distribuidora: Walt Disney Pictures

Productora: Walt Disney Pictures, Pixar Animation Studios

 

 

 

Dedicado a mi papá “Coco” que el 26 de mayo cumple 90 años

                        

                           

 

 

  “La ocupación preferida y más intensa del niño es el juego. Acaso tendríamos derecho a decir: todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio...”

 

  “El adulto deja, pues, de jugar; aparentemente renuncia a la ganancia de placer que extraía del juego. Pero quien conozca la vida anímica del hombre sabe que no hay cosa más difícil para él que la renuncia a un placer que conoció. En verdad no podemos renunciar a nada; sólo permutamos una cosa por otra; lo que parece ser una renuncia es en realidad una formación de sustituto o un subrogado.

 

  Así, el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo que se llama sueños diurnos…”. “Esta diversa conducta del que juega y el que fantasea halla su buen fundamento en los motivos de esas dos actividades, una de las cuales es empero continuación de la otra”.

 

  […] “No olviden ustedes que la insistencia, acaso sorprendente, sobre el recuerdo infantil en la vida del poeta deriva en última instancia de la premisa según la cual la creación poética, como el sueño diurno, es continuación y sustituto de los antiguos juegos del niño”.

 

Freud, S. El creador literario y el fantaseo. Tomo IX. Obras Completas. Amorrortu Editores. Bs. As, 1986, págs. 127-128

 

 

                

 

  El cine y las series se han convertido decididamente en estos tiempos en el terreno de la creación fantástica, que no sólo entretiene a multitudes sino que cumple un rol catártico, que como el juego infantil reedita lo que Freud llamó la compulsión a la repetición.

 

  Freud identifica este mecanismo en el juego del Fort da en que se repite la acción de perder el objeto y reencontrarlo. Lo que más le llama la atención a Freud no es el reencuentro sino la repetición de lo displacentero. La repetición de la pérdida. Se trata de algo estructural: la compulsión a la repetición en torno de la nostalgia por un objeto perdido que nunca estuvo pero espera reencontrarse.

 

  En el film Coco encontramos una producción de Disney Pixar que recrea en el terreno fantástico de los niños, como un juego, una cuestión central para los seres hablantes, los dos extremos de nuestra vida, nuestro origen en un entramado familiar y el duelo por los seres queridos.

 

 

I - La historia de Miguel comienza en el relato de sus orígenes. Su vida se entreteje en esas marcas que el film recrea a modo de rectángulos coloridos que cuelgan de una soga. La historia de su familia se organiza en el universo de los zapateros. Pero no siempre fue así.

 

  El universo de los zapateros existe a condición de reprimir de su relato a los músicos. La familia Rivera está fundada en esa operación en la que se rechaza fuera del relato familiar una marca de origen que es condenada por remitir a una historia dolorosa y moralmente condenable desde la significación que se le dio, que no necesariamente es la verdad histórica de lo ocurrido.

 

  Este precepto se remonta la tatarabuela Imelda, quien despechada por el abandono de su esposo músico decidió elevar a máxima lo vivido en carne propia. La represión fundante es como toda represión, fallida y debe extenderse a todo lo que se conecte metonímicamente con lo reprimido: de rechazar a un músico se pasa a rechazar a la música, la plaza donde van los músicos, los instrumentos musicales, etc. Todo esto está contaminado por evocar lo reprimido.

 

  Al mismo tiempo, esa represión deja huellas que permiten una reconstrucción de lo reprimido y, finalmente, una resignificación del pasado que hace ocioso la represión de la música. Miguel encarna en este punto el síntoma familiar: como formación de compromiso y como retorno de lo reprimido, él es la insistencia enigmática de por qué se rechaza la música en su casa.

 

  La novela familiar entretejida, antes de la llegada de Miguel, funciona como un destino marcado, destino que lo esperaba antes de nacer. Ante el lugar instituido por sus antepasados, Miguel puede revelarse u obedecer. Sin embargo, esta situación no se dirime en el binomio de los caminos que se bifurcan.

 

  La creación de una tercera salida lo conduce al más allá que permite la emergencia de la verdad familiar que los implica a todos en la cadena generacional. Como Orfeo que no dudo en ir al Hades en busca de su amada Eurídice, Miguel decide quedarse en el otro mundo para poder tener el reconocimiento de su tatarabuelo.

 

  Esta solución que encuentra Miguel está apoyada en un malentendido basado en las marcas equívocas en su lectura de aquello que queda de la borradura de las huellas del pasado: busca el reconocimiento de alguien que no es en verdad su tatarabuelo. Equívoco fructífero porque le permite a Coco reconstruir una verdad y de paso hacer justicia con su tatarabuelo.

 

  Su camino al mundo de los muertos se encontraba guiado por la intención consciente de ser avalado en su carrera de músico por el más grande: Ernesto de la Cruz, al que Miguel consideraba su héroe, su referente musical y su tatarabuelo. Pero su intención se vio burlada cuando se encuentra con un decaído, desinflado y desfalleciente músico que alguna vez tocó con Ernesto.

 

  El brillo fálico de Ernesto contrasta con la escasa energía de Héctor. Miguel está dividió así entre un falso tatarabuelo y usurpador, una figura de padre gozador, y un tatarabuelo castrado a ser salvado… del olvido. Sólo en el momento que habla de su hija, los ojos de Héctor se iluminan.

 

  Esa hermosa niña que más allá del conjuro de su madre, nunca dejó de esperarlo. Deseo de amor trunco, que encarnó Miguel luego de tres generaciones en su deseo de ser músico.

 

 

II

                        

 

  El fantástico mundo de los muertos es la vía por la que el cine recrea el enigma humano del encuentro con la muerte de los seres queridos. La esperanza de que el amor y el recuerdo mantengan vivos a los que no están a nuestro lado, es el mejor de los bálsamos a la angustia de la pérdida.

 

  El sinsentido de la muerte entra en la simbolización del aparato significante y el duelo se pone en marcha. Un duelo que se reedita en la fiesta de los muertos, en el reencuentro que se colma de colores, sonidos y excesos.

 

  Por la vía de la imagen fotográfica los vivos controlan los intercambios con el más allá. Es la foto el pasaporte de entrada a la fiesta del reencuentro. Héctor lleva consigo la foto de sí mismo y le pide auxilio a Miguel para que la lleve al mundo de los vivos. Esto le permitirá seguir vivo en el mundo de los muertos hasta que pueda consumar el encuentro con su hija.

 

  Paradójicamente, además de la muerte real que conduce a los personajes al mundo de los muertos, existe otra muerte más temida: la muerte simbólica.

 

  Así como el lugar de Miguel en su familia, nació antes que él; Héctor teme morir en el mundo de los muertos luego de morir. Se trata de un doble nacimiento y una doble muerte para los seres hablantes.

 

  Miguel lleva consigo la foto de su tatarabuela Imelda, su bisabuela Coco y el cuerpo sin cabeza de quien fuera su tatarabuelo. Hacia el final del film, el inflado Ernesto desfallece y con él su impostura. El amor de Imelda por Héctor se reedita y muestra que el despecho sólo era el negativo del deseo ferviente que estaba encerrado en su corazón.

 

 

III

                          

 

Coco se enfrenta a dos muertes. La muerte de su padre y la muerte del deseo de su madre. La música es el camino que encontró para transitarlas. Remember me es la dulce sonata que tararea en la espera de su padre, perdido en el mundo y desaparecido en su vida. Ella no sabe de su asesinato, de la codicia de Ernesto que lo alejó de ella.

 

  Su padre desapareció y ella no sabe si está vivo o está muerto. No tuvo ocasión de duelarlo, simplemente desapareció y su madre redobló la pérdida con la prohibición de recordarlo. Coco sólo cree en la palabra que le dio su padre, espera que su recuerdo lo traiga a su vida nuevamente.

 

  Espera tres generaciones hasta que su cuerpo empieza a desfallecer. Hasta que su bisnieto encarna el deseo de Héctor, no sólo el de ser músico sino el de reencontrarse con su hija. Su voz y su guitarra trajeron a Coco del mundo irreal en que se hallaba perdida y la hicieron recobrar la memoria de lo más importante en su vida, de lo único que la mantenía en vilo, la historia de su padre.

 

  Cumplió con su promesa de recuerdo porque su vida dependía de ello. Y se reencontró con él en la canción de Miguel. Y como un plus inesperado Miguel se encontró con eso que cantaba en él sin saberlo. Se encontró con su destino de músico más allá de las líneas escritas en su suerte.

 

 

IV - Coco tiene el formato de una película para niños, pero resulta algo tan serio como el juego de niños. Freud, le daba al juego del fort da un estatuto central en su teoría, cuando decide incluirlo en su libro “Más allá del principio de placer”, para referirse a la pulsión de muerte.

 

  El juego de su nieto, lo lleva a Freud a reformular su primera teoría del aparato psíquico cambiando para siempre la concepción misma del sujeto: dividido entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte. Intentando hacer activo aquello que sufre pasivamente. Intentando simbolizar la pérdida del objeto de amor, haciendo un contorno simbólico para la falta en lo real. Algo que se acerca bastante a la experiencia de la muerte.

 


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