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Asfixiados, pisoteados y excluidos. Lo que se mostró en Olavarría

22/03/2017- Por Alejandro Del Carril - Realizar Consulta

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Un interesante análisis del autor, nos propone pensar lo ocurrido en Olavarría como un real incalculable y, por eso mismo, traumático. Ahora bien, ¿qué otras preguntas profundas conlleva este suceso a la luz de la situación actual en nuestro país? ¿Que muestra este fenómeno social? ¿Qué podemos esperar a futuro?

 

 

 

                             

 

 

  Los dos recitales más concurridos del Indio Solari fueron los dos últimos en Tandil y Olavarría. En el último parece haber habido una concurrencia mayor a la que cualquier cálculo razonable podía prever. Vivimos tan aferrados a los cálculos y las estadísticas que ya no podemos creer que existe lo incalculable. Claro que en condiciones normales ocurre lo previsible, pero ¿cuándo hay condiciones normales? Los humores sociales no suelen desarrollarse en forma lineal y progresiva. La deriva libidinal de los seres hablantes se mueve muchas veces en forma imprevista, bajo la presión de múltiples variables, muchas de ellas no cuantificables. Las estadísticas y los pronósticos funcionan muy limitadamente porque la reducción que se realiza del campo, para poder medir a los fenómenos, deja afuera muchos de éstos que siguen transformándose sin que puedan ser tenidos en cuenta. Por eso los psicoanalistas preferimos la lectura, a la letra, de la lógica discursiva, orientada por las fallas que allí se presentan y por las formaciones del inconsciente, antes que por mediciones estadísticas. Esta lectura permite salir de los encierros simbólico-imaginarios para deslizarse hacia los desfiladeros simbólicos que bordean lo real.

  El sentido común, que es estadístico, suponía que a Olavarría iba a concurrir una cantidad de gente un tanto superior a la que lo hizo en Tandil. Pero pareciera ser que la cantidad fue mucho mayor, algo no anticipable según lo que había venido sucediendo hasta ese entonces. Ocurrió un salto allí. Quiénes escandalizados reclaman el castigo del culpable suponen que ese salto debería haber sido calculado y quieren la cabeza del supuesto responsable del error.

Apenas terminado el recital ya se había instalado la noticia de que había varios muertos más de los que en realidad había. Y se repetía, incesantemente y sin un fundamento claro, que habían muerto asfixiados y pisoteados.

  Tenemos así una serie de elementos que claramente no responden a lo esperable ni a la lógica de la transmisión de información, y se repiten incesantemente: concurrentes de más, muertos de más, asfixias y pisotones, todo esto agrupado, por los medios, bajo el mote de “tragedia”. Lo ocurrido en Olavarría, un real incalculable y, por eso mismo, traumático, convocó a estos significantes para intentar simbolizarlo. No se usaba el lenguaje para informar lo sucedido, sino para intentar comprenderlo, hacerlo entrar en una trama que le de algún sentido. Localizados los significantes se nos presentan, entonces, las siguientes preguntas ¿por qué aparecieron esos y no otros? ¿Qué pasaje del caos al sentido intentan producir esos significantes que nos permitan entender algo de lo que sucedió allí y seguramente sigue sucediendo en el entramado social? ¿Qué ordenamiento discursivo podrá convertirlos en una interpretación de lo que aconteció y aun acontece?

  Para poder conjeturar una interpretación hace falta agregar algunos otros datos. Lo que sucede cuando toca el Indio no es sólo un recital que dura un par de horas. Es un fenómeno social que dura varios días e involucra a personas de todas las latitudes del país, de todas las edades, clases sociales, estratos económicos y culturales. No hay tipología del ricotero sino articulación de diversidades. Lo que pasa allí no puede no estar relacionado con lo que pasa en el país. Y me animo a decir que lo que allí sucede muestra algo de lo que pasa en el país. Pero no lo hace directamente ni se lo va a poder deducir haciendo encuestas. Porque allí se muestra lo que en el país se intenta ocultar. Allí se muestra lo que mucha gente, incluso algunos de los involucrados, no quieren saber. Y si lo saben quieren vivir como si no lo supieran.

  Allí sucede, además, un fenómeno específico. No hay plateas ni sectores VIP sino un único campo para todos e incluso suelen ingresar también los que no pagan entrada. Por lo tanto, el número de excluidos se reduce drásticamente en relación a cualquier otra actividad cultural.

  Ahora sí podemos repreguntarnos por qué el salto incalculable en la cantidad de concurrentes que complicó la organización. Y para contestar esta pregunta tenemos que observar el contexto nacional. ¿Qué sucedió en la Argentina en el último año? De la mano de los significantes catapultados por lo real podemos decir que la política de ajuste del gobierno actual viene asfixiando cada vez más a la mayoría de la población. Que el aumento de la desocupación empuja a los trabajadores a la lógica del “sálvese quien pueda” y para eso “pisotear al caído” si hace falta. La asfixia también nos puede orientar hacia la falta de “aire” en los medios de comunicación concentrados, donde podría ventilarse esta política de arrasamiento que produce enfermedades físicas, psíquicas y muertes todos los días. Es decir, que en la Argentina hay cada vez más excluidos. Entonces ¿no resulta lógico que concurran muchas más personas a un lugar donde saben que no se los va a excluir? Y lo hacen como pueden, con o sin dinero, con o sin pasajes, planificando o no el regreso. Cargados de emociones e ilusiones, algunos de broncas y frustraciones. Lanzados a vivir que son dos días.

  Tal vez lo sucedido en Olavarría haya sido, por azar y/o provocación, una pequeña muestra de la tragedia nacional que se está incubando con el aumento de la fuga de dólares y de la exclusión social, producto de una política de destrucción del trabajo y la producción, que vienen horadando cada vez más la trama del tejido social. Lo angustiante es pensar que cuando estalle, a diferencia de Olavarría, es probable que falte la virtud de los que saben, como decía Cerati, sacar belleza de este caos.

 

 


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