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De eso que no se quiere saber

06/06/2018- Por María Agostina Pulice Soler - Realizar Consulta

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A partir del concepto de síntoma y del concepto de goce, la autora nos invita a pensar qué mirada específica posee la teoría Psicoanalítica sobre los mismos. ¿Cómo serían abordados?, teniendo en cuenta que Lacan postula hacia el final de su enseñanza que la clínica es fundamentalmente una clínica de lo real, ya que desde el psicoanálisis tratamos el goce a través de lo simbólico, e intentamos imponerle algún tipo de regulación. En este punto aparece la pregunta en cada análisis: ¿Cuál es la relación del sujeto a su goce?

 

 

 

                   

                                             Artwork- Masato Tsuchiya*

 

 

                                               “Lo mejor de nuestra piel, es que no nos deja huir”.     

 

                                                        “Espejismo”. Los redonditos de Ricota     

 

 

  ¿Qué es un síntoma? ¿Qué lo caracteriza? Desde el psicoanálisis podría pensarse que un síntoma tiene un sentido oculto que exige ser descifrado, una ambigüedad que comporta sufrimiento, pero también satisfacción. Es por eso que hace tan difícil que el sujeto pueda deshacerse de él.

 

  El síntoma es producto de la concatenación significante, un producto del inconsciente, que se halla por fuera del campo de la conciencia. La mirada de los psicoanalistas sobre el síntoma, tiene una diferencia fundamental con otro tipo de psicoterapias, que reside en el hecho de estar advertidos de que la presencia de un síntoma es signo de una satisfacción para quien lo porta.

 

  Lacan en RSI, plantea al síntoma en tanto lo que no es definible de otro modo más que, por la manera como cada quien goza del inconsciente, en tanto el inconsciente lo determina (Lacan 1974-75 P. 14).

 

  Es justamente la satisfacción que encierra el síntoma lo que le impide al sujeto salir de allí, queda empantanado en esa modalidad que comporta para él un goce. Frente a ello el analista deberá (si es que quiere alcanzar algún resultado) “mover” la satisfacción que está en juego.

 

  En el seminario 7, el goce es designado como un mal (Lacan, 1959-60 P. 223) por lo tanto, se expresa lo paradójico de la satisfacción que obtiene el sujeto de su síntoma, el sufrimiento que deriva de su propia satisfacción. En este mismo seminario, establece que el goce se opone al principio del placer, dado que el principio del placer ofrece una regulación que le ordena al sujeto gozar lo menos posible, manteniéndolo alejado de su propio goce.  

 

  Más tarde, en el Seminario Aún se postula que el goce no es más que una instancia negativa, “el goce es lo que no sirve para nada” (Lacan, 1972 P. 11). Mientras que el principio del placer se refiere al goce posible; existe otro goce, un goce imposible que queda por fuera, aquel que es sede de la Cosa, el que es alcanzado por la pulsión.

 

  En el seminario 11 se plantea:

“el camino de la pulsión es la única forma de trasgresión permitida al sujeto con respecto al Principio del placer. El sujeto advertirá que su deseo es sólo un vano rodeo que busca pescar, enganchar el goce del Otro (…) hay un goce más allá del Principio del placer” (Lacan, 1964 P. 188).

 

  Otra instancia de regulación del goce es el complejo de castración. La entrada del sujeto en el mundo simbólico, en el mundo del lenguaje, no implica otra cosa que la pérdida de goce. Porque el objeto se pierde para siempre, deberá ser reencontrado a través de sustituciones. Siguiendo a Lacan:

 

“La transgresión en el sentido del goce sólo se logra apoyándose sobre el principio contrario, sobre las formas de la Ley. Si las vías hacia el goce tienen en sí mismas algo que se amortigua, que tiende a ser impracticable, es porque la interdicción le sirve (…) para salir de esos lazos que vuelven a llevar siempre al hombre, girando en redondo, hacia el camino trillado de una satisfacción corta y estancada”.

 

  El goce quiere transgredir la castración, como prohibición simbólica, intenta alcanzar lo imposible, lo real fuera de la limitación del lenguaje. En el goce se produce una satisfacción, porque el goce mismo es satisfacción, pero no es completa, no es absoluta. No existe el goce oceánico, el goce infinito, en tanto el objeto que colma está perdido.

    

  Lacan postula hacia el final de su enseñanza que la clínica es fundamentalmente una clínica de lo real, tratamos el goce a través de lo simbólico, le imponemos algún tipo de regulación. Tal como menciona Lacan haciendo un paralelismo con la idea de gozar de los bienes, se trata de hacer uso de la herencia a condición de no derrocharla, se capta allí la idea de que el goce como tal es irreductible.

 

  El goce no puede pensarse por fuera de la palabra, es por eso que si tenemos la posibilidad de captar algo de él es precisamente a través del registro simbólico. Pero al mismo tiempo que lo captamos a través de la palabra, se escapa. El goce por tanto se vehiculiza en la palabra, pero también requiere de un cuerpo que lo aloje, es decir que el goce no se presentifica sino es a través de un cuerpo que le preste el espacio en el cual la sustancia gozante se hará presente para desplegar sus efectos.

 

  Por su parte Miller dirá que “no se puede ni siquiera definir el significante sin el goce y tampoco definir el goce sin el significante (…) el significante se refiere al cuerpo y esa referencia se hace sobre la modalidad del síntoma” (Miller, 1998 P. 69).

 

  ¿Qué posibilita la experiencia de un análisis en relación al goce? Podría decirse que la sesión analítica opera como un espacio de resta de goce, en cada sesión el sujeto cede una porción de su goce. Operamos con el significante, hacemos uso del campo simbólico, para acceder al campo real. En esa operación se articulan el goce y el significante.

 

  Podría plantearse que la ética del análisis consiste en tender un puente entre el sujeto y su deseo. Por tanto, el deseo es un elemento que puede poner un límite al goce. El deseo permite al sujeto advertir que existe una falta ante la cual debe colocarse, ubicar la falta en el Otro para ver en ella el objeto de deseo.

 

 

  La cuestión del goce encarna ciertas particularidades en relación a la clínica de lo femenino, si es posible decirlo así. ¿Qué efectos puede tener el goce en una mujer?

 

  Una paciente a la que designaré “R” plantea en la sesión que no entiende por qué continúa viendo a su ex novio si en definitiva éste siempre la lastima. Menciona que él no puede ser fiel, ese fue el motivo por el cual la relación terminó. Muchas cosas de él “la sacan de quicio”, la hace sentir una mierda, sin embargo, no puede evitar continuar viéndose con él. Incluso ha llegado a consumir cocaína porque él consumía.

 

  En una oportunidad discuten por teléfono, ella había visto una caja de preservativos a la que le faltaba uno y no había sido usado con ella. Lo cual evidencia que había estado con otra. Luego de algunos rodeos, él termina asumiendo que esto era así, con lo cual ella despliega una escena de nervios, llanto y reclamos. Ante los que él responde: “Desde que te conozco a vos te gusta sufrir”.

 

  Esto la deja a R sin palabras y presa de una gran angustia. Lacan en el Seminario 17 plantea que no sólo uno recibe del Otro su propio mensaje en forma invertida, sino que también recibe “su propio goce bajo la forma del goce del Otro” (Lacan, 1992 P.69). La paciente comienza la sesión preguntándose porqué su ex novio la lastima, pero esta misma pregunta vira hacia el preguntarse por qué ella está con alguien que la lastima y más aún, si es cierto que a ella le gusta sufrir.

 

  Advierte que siempre mantuvo relaciones en las cuales ella estaba reclamando el amor del otro, soportando el destrato con tal de que la quieran, aguantando todo tipo de humillaciones, infidelidades, etc.

 

  Esto recuerda a lo planteado en “Televisión” donde se sitúa que en el caso del hombre el goce tiene siempre algo de limitado, a diferencia de la mujer que tiende más bien hacia algo ilimitado:

“Es incluso por eso por lo que no son todas, es decir, no locas-del-todo/ no para-nada-locas, acomodaticias más bien; hasta el punto de que no hay límites a las concesiones que cada una hace para un hombre: de su cuerpo, de su alma, de sus bienes”. Sin embargo, este “no hay límite” concluye con: “pasada la raya, está el límite” (Lacan, 1973 P. 566).

   

  Puede pensarse que este amor sin límites, tenga sus raíces en el amor materno. En el Edipo, la niña, a la primera persona que le dirige su amor es a la madre, este amor está teñido de demanda de amor, esta puede ser la misma demanda que más tarde le exige a su partenaire. Esto recuerda al planteo freudiano sobre ciertas mujeres que “producen la impresión de que la lucha con el marido ocupa su madurez como la lucha con la madre ocupó su juventud” (Freud, 1931 p. 232).

 

  En el seminario 23, se sitúa que una mujer puede ser un síntoma para un hombre, mientras que el hombre para la mujer puede convertirse en un estrago. Siguiendo la propuesta de Miller puede hacerse extensivo el estrago amoroso al masoquismo femenino.

 

  Lacan plantea una vinculación entre el estrago y el goce femenino. El estrago podría situarse como la otra cara del amor, su cara de goce. Si bien la mujer puede estar perfectamente articulada a la castración, eso no impide que tenga una relación que sea para ella un estrago y acceso a un goce que se sitúa más allá.

 

  En el texto de la paciente se observa como el hombre puede ubicarse como un estrago para la mujer, siguiendo los desarrollos de Lacan de acuerdo a lo planteado por Miller en El Hueso de un análisis: en la pareja-estrago, el partenaire alojado en el A barrado (en el lugar de lo ilimitado), es decir que se asegura un lugar en el fantasma del hombre, consintiendo a él en posiciones subjetivas donde dolor y humillación están unidos.

 

  El analista advierte a la paciente la sumisión que le supone este vínculo, ella está en una posición sacrificial desde la cual se ofrece para la satisfacción del Otro. En el seminario 17, se caracteriza al deseo insatisfecho propio de su posición como un modo de goce: el "goce de la privación", que se diferenciará radicalmente del goce femenino, abordado posteriormente (Lacan, 1969- P. 70).

 

  El ser no-toda en el Edipo la deja expuesta a la incidencia de un goce traumatizante, superyoico, otro goce propiamente femenino ubicado del lado derecho de las fórmulas: “Por eso que la hace no-toda, la mujer tiene un goce adicional, suplementario respecto de lo que designa como goce la función fálica (…) el ser no toda, no quiere decir que no lo esté del todo. Está del todo allí, pero hay algo más (Lacan 1972-73 P. 88). No se trata de que la mujer esté privada del goce fálico, sino más bien de que esta no queda casada del todo con él.  

 

  Tomando los desarrollos de Colette Soler, podría decirse que la mayor consecuencia subjetiva del goce otro debe buscarse del lado de la posición de una mujer con relación al amor:

“Su goce la compromete en una lógica de la absolutización del amor, que la empuja hacia una insaciable búsqueda del Otro” (Soler, 2015 P. 269).

 

  El amor puede ser entendido como el artificio buscado que permite sortear la separación entre el hombre y la mujer.  

  

  “El no querer saber de eso” nombra la relación del sujeto con el goce que lo causa, de eso que implica como el Otro goza de mi cuerpo. La experiencia del análisis hace que ese “no querer saber” sea transformado en un “Eso de lo que hay que saber”, entendiendo que sólo de este modo hemos de conmover el goce en juego, establecer otro modo de relación con el goce, acotar el goce mortífero que mortifica al sujeto.

 

 

* Masato Tsuchiya es un artista que se enfoca en la pintura. Su tema principal son los retratos femeninos. Nacido en Tokio, Japón. Actualmente reside en Dublín

 

 

Nota: el material desarrollado, respeta la lógica del caso, pero porta las transformaciones necesarias para sostener la discrecionalidad y la reserva correspondiente  al abordaje clínico.

 

 

Referencias

 

Freud, S. (1914) “Introducción al narcisismo”- Obras Completas-Tomo XIV, Buenos Aires, Amorrortu.

Freud, S. (1930) “El malestar en la cultura”. Obras Completas- Tomo XXI, Buenos Aires, Amorrortu.

Freud, S. (1930) “Sobre la sexualidad Femenina”. Obras Completas- Tomo XXI, Buenos Aires, Amorrortu.

Lacan, J.- (1955-1956) El Seminario. Libro 3, “Las Psicosis”, Buenos Aires, Paidós, 1984.

Lacan, J.- (1958-1959 a) El Seminario. Libro 6, “El deseo y su interpretación” Buenos Aires, Paidós, 2014.

Lacan, J.- (1959 b-1960) El Seminario. Libro 7, “La Ética del Psicoanálisis” Buenos Aires, Paidós, 1988.

Lacan, J.- (1963) El seminario. Libro 10: “La angustia”, Buenos Aires, Paidós, 2006.

Lacan, J.- (1964) El Seminario. Libro 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Buenos Aires, Paidós, 1986.

Lacan, J.- (1969) El Seminario. Libro 17, “El reverso del psicoanálisis”, Buenos Aires, Paidós, 1992.

Lacan, J.- (1975) El Seminario. Libro 22, “RSI" (inédito).

Lacan, J.- (1976) El Seminario. Libro 23, “El Sinthome” (inédito).

Lacan, J. (1975) “Lettres de l’École freudienne” - N° 18.

Lacan, J. (1973) “Televisión”, en “Otros Escritos” Buenos Aires, Paidós, 2012.

Miller, J. El hueso de un análisis, Buenos Aires, Tres haches, 1998.

Roudinesco, Elisabeth: Diccionario de Psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1997.

Soler, Collet: Lo que Lacan dijo de las mujeres, Buenos Aires, Paidós, 2015.

Umerez, Osvaldo: Deseo-Demanda, Pulsión y síntoma, Buenos Aires, JVE, 1999.

 

 


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