» Colaboraciones

El Otro Yo

14/04/2018- Por Lucila Gambino - Realizar Consulta

Imprimir Imprimir    Tamaño texto:

La autora nos propone -basándose en el famoso cuento de Benedetti "El Otro yo"- pensar algunas consideraciones psicoanalíticas en relación a la neurosis obsesiva… “El obsesivo, desde la lectura que ofrece Lacan, ubica en el Otro a su amo. Si es que hay un amo, es porque hay un esclavo, y allí estaría Armando, quién cultiva la creencia de que con la muerte de su Otro Yo podría vivir de otra manera… Esperando la muerte del amo, queda su propio ser-para-la-muerte, en una posición de espera”.

 

 

 

                *

 

 

“El Otro yo”

 

  Este Cuento relata la historia de Armando Corriente, un muchacho común, salvo por una cosa, él tenía Otro Yo. El muchacho estaba preocupado, esta particular presencia, lo incomodaba frente a sus amigos. Su Otro Yo era melancólico, tenía cierta poesía en la mirada, se enamoraba, mentía, se emocionaba. Con él Armando no podía ser tan vulgar como lo era su deseo.

 

  Una tarde Armando, al despertar de una siesta, encontró al Otro Yo llorando desconsolado. Primero no supo que hacer, pero luego lo insultó concienzudamente. El Otro yo nada dijo. A la mañana siguiente se suicidó.

 

  Para el muchacho fue un golpe duro, pero ahora sí podría ser enteramente vulgar y en este pensamiento se reconfortaba.

 

  Pasados cinco días de luto, Armando iba por la calle, luciendo su nueva y completa vulgaridad, cuando visualizó por lo lejos a sus amigos. Con inmensa felicidad, inmediatamente estalló en risotadas.

 

  Sus amigos, al pasar junto a él, no lo notaron. El muchacho escuchó que comentaban: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y sano.”. Armando dejó de reír y al mismo tiempo sintió, a la altura del esternón, un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. No pudo sentir auténtica melancolía. La melancolía se la había llevado el Otro yo.

 

 

Armando Imposibilidades

 

  En un principio, el cuento plantea una imposibilidad de cumplimiento de deseo de ser vulgar de Armando por su Otro Yo. Sin embargo, parece que la relación entre Armando y su Otro Yo no es reciente, y a pesar de que su Otro Yo lo hiciese sentir incómodo y preocupado, Armando no demostró grandes esfuerzos por cambiar esta realidad.

 

  El obsesivo, desde la lectura que ofrece Lacan, ubica en el Otro a su amo. Si es que hay un amo, es porque hay un esclavo, y allí estaría Armando, quién cultiva la creencia de que con la muerte de su Otro Yo podría vivir de otra manera. Es por esto que cree que con la muerte de este Otro podrá ser enteramente vulgar. Esperando la muerte del amo, queda su propio ser-para-la-muerte, en una posición de espera.

 

  Armando espera la muerte del Otro Yo, y de esta manera logra no comprometerse y refugiarse de su deseo. Le atribuye a su Otro Yo el impedimento de su conducta y así se desliga de su responsabilidad en la vida, evita correr algún riesgo y el acto determinado por el deseo.

 

  Sería el Otro Yo el que le impide ser quien quiere ser. De igual manera que hay un amo que ordena, si hay un esclavo, es porque hay alguien que obedece. Al ponerse en dependencia del Otro Yo, logra hacerlo existir. Y al hacerse prohibir la vulgaridad de su deseo, logra reducir el deseo a la demanda, y de esta manera evitar el encuentro con el mismo.

        

  En la posición neurótica del obsesivo, estructuralmente el deseo se encuentra apoyado en la imposibilidad del mismo. Como un espejismo en el asfalto de una ruta, cuanto más próximo está el obsesivo a su deseo, más cerca se encuentra de que se desvanezca.

 

  Una vez muerto el Otro Yo, Armando, desea sentir melancolía. Siendo esta imposible de sentir, dado que toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo. Asimismo, de esta forma logra generar una impotencia, no poder sentir melancolía y sólo nostalgia porque la melancolía la tenía el Otro Yo, y se sirve de esto como coartada ante su deseo. Queda así Armando su propia imposibilidad, por los términos mismos en los que plantea su deseo como imposible.

 

 

Una buena capa, todo lo tapa

 

  El personaje del cuento se cuestiona el no poder ser tan vulgar como desea. No se considerada azaroso que justamente su pregunta sea por el “ser”. La estructura de la neurosis obsesiva es esencialmente una pregunta por la muerte o por el ser, desde lo propuesto por Lacan.

 

  Esta pregunta no se halla extendida, desdoblada, hecha abiertamente, porque ante ella no hay significante. Los significantes del sexo y del ser no se encuentran inscriptos, son el punto en donde la estructura simbólica no responde, donde se encuentra un agujero, la falta en el Otro, la angustia.

 

  La respuesta anticipada a la pregunta no realizada es una defensa entonces, frente a la falta del Otro, una respuesta que quiere taponar esta falta. Esta respuesta se encuentra a nivel del fantasma, el cual es singular a cada sujeto.

 

  Existe un dicho popular que dice que “Una buena capa, todo lo tapa”. Haciendo alusión a esto podríamos decir que un buen fantasma también. Sólo cuando el velo fantasmático ha sufrido una rasgadura la angustia aparece entre dicha grieta.

 

  Es así que Fabián Schejtman (2012) señala que “el neurótico desvía el recorrido, tomando por el cortocircuito del fantasma –por el “circuito corto” del fantasma– y respondiendo así a la pregunta anticipadamente, es decir, preguntándose pero sin hacerlo, no desplegando el interrogante.” (p.67)

 

  En el caso de Armando, el personaje del cuento, se las arregla para construirse este Otro Yo que le prohíba su deseo, así lo torne imposible de cumplir. Este Otro, este amo, no es otro que el que erige en su fantasma. Y con esta capa, tapa la falta en el Otro, responde de forma anticipada a la pregunta no desplegada.

 

 

Nota*: imagen tomada de… https://ar.pinterest.com/pin/347551296226745865/

 

 

Bibliografía

 

- Freud, S., “Inhibición síntoma y angustia”. En Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1926-1925, op. cit., t. XX, caps. 3-7. P. 95-113

- Freud, S., “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”. En Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1896, op. cit., t. III, cap. III.P.169-172

- Godoy, C. “Conciencia y muerte en la neurosis obsesiva” En Schejtman, F. (comp.) y otros, Elaboraciones lacanianas sobre la neurosis, Grama, Buenos Aires, 2013.P.162-171.

- Lacan, J., El seminario. Libro 10: “La angustia”, Paidós, Buenos Aires, 2006.P.313-316.330-332

- Schejtman, F., “Encadenamientos y desencadenamientos neuróticos: inhibición, síntoma y angustia”. En Schejtman, F. (comp.) y otros, Elaboraciones lacanianas sobre la neurosis, 2012, P. 67-97

 

 

Anexo

 

El Otro Yo

De Mario Benedetti

 

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente, se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse incómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo qué hacer, pero después se rehízo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañana siguiente se había suicidado.

Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.

Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas.

Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».

El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.


© elSigma.com - Todos los derechos reservados


Recibí los newsletters de elSigma

Completá este formulario

Actividades Destacadas

La Tercera: Asistencia y Docencia en Psicoanálisis

Programa de Formación Integral en Psicoanálisis
Leer más
Realizar consulta

Del mismo autor

» Que les pasa a los adolescentes hoy en día
» “El policía y el himno”

Búsquedas relacionadas

» "El Otro Yo"
» neurosis obsesiva
» espera
» deseo
» amo
» esclavo
» Benedetti