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Fobia, literatura, cine y leyendas urbanas

02/02/2017- Por Isela Segovia - Realizar Consulta

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El excelente texto nos invita desde los aportes de Freud y Lacan, a pensar en la clínica las fobias infantiles. Analiza su articulación con la sexualidad, con la castración, con la posibilidad de enfrentar la angustia de la existencia, del lugar que el niño tiene en el deseo del Otro. Su significación, los miedos infantiles y la angustia que subyace a ellos, forman parte de lo reprimido y retornarán como formaciones de lo inconsciente. Pasado el tiempo también serán recreados como los cuentos infantiles, el cine y más en la actualidad los videos de internet.

 

 

 

                              

 

 

[…] no cabe duda de que los seres sensibles siempre

estarán entre nosotros, y a veces una curiosa estela de inquietud puede invadir el recóndito rincón de la mente más firme, de modo tal que ningún racionalismo o análisis freudiano puede borrar por completo el estremecimiento causado por un susurro en el rincón de la chimenea o

la soledad en un bosque sombrío.

                                                                               

                                                                             H. P. Lovecraft

 

  En la mitología griega, Fobos (en griego antiguo, pánico) era la personificación del temor y el horror. Era el hijo de Ares, dios de la sangre y la guerra y de Afrodita, diosa del amor. Junto a su hermano gemelo, Deimos, y las diosas Enio y Eris, acompañaban al dios de la guerra en cada batalla. La figura de Fobos aparecía antes de la pelea, en referencia al miedo y pánico de los combatientes para luchar; los contendientes, aterrados, huían de la lucha o fingían su muerte para luego escapar. Deimos hacia su aparición después de su hermano, presentándose en los luchadores que por miedo quedaban paralizados ante el terror al dolor o la muerte.[1] Fobos, la figura mitológica, ha tenido relevancia en el estudio de las fobias.

  El término fobia apareció tempranamente en el interés y en el campo del psicoanálisis, como un tema propio. En 1895, Freud aseguraba que el afecto predominante era la ansiedad y el temor. En ese momento, hablaba de dos grupos de fobias, de acuerdo al objeto que producía el miedo: llamaba fobias comunes al miedo exagerado a las cosas que todo el mundo teme un poco, como la noche, la soledad, la muerte, las enfermedades, los peligros en general, etc.; y fobias ocasionales, al miedo a condiciones especiales, por ejemplo, la agorafobia y otras fobias de la locomoción.[2]


Diferenciaba completamente el mecanismo de las fobias respecto a las obsesiones y aseguraba que podía establecerse una neurosis especial, la neurosis ansiosa (o neurosis de angustia), cuyo síntoma principal es la ansiedad. Las fobias, por tanto, forman parte de la neurosis ansiosa, y casi siempre van acompañadas por otros síntomas de la misma serie.

 

  Freud vuelve a estudiar el tema en el historial clínico del pequeño Hans, publicado en 1909. Introduce una nueva entidad: la histeria de angustia. Las fobias serían consideradas como síndromes que pueden corresponder a diversas neurosis. La histeria de angustia sería un tipo particular de fobia, con mecanismo semejante al de la histeria. Junto con “El hombre de los lobos” (1918), la presentación de estos casos reúne las elaboraciones más completas sobre el término y en ambos, las fobias correspondían a la infancia.[3]

  Posteriormente, en 1915, en “La represión” y en “Lo inconsciente” Freud examina desde la metapsicología el mecanismo que genera las fobias, tanto en la histeria como en la neurosis obsesiva. Y más adelante, en “Inhibición, síntoma y angustia” (1926), hace una reelaboración de las fobias de Hans y de El hombre de los lobos.

Aunque comparten mecanismo psíquico, la fobia se diferencia de la histeria en un punto decisivo: “la libido desprendida del material patógeno en virtud de la represión no es convertida, no es aplicada, saliendo de lo anímico, en una inervación corporal, sino que se libera como angustia.”[4] Freud señala que las histerias de angustia son las más comunes entre las psiconeurosis, “pero sobre todo lo son las que aparecen más temprano en la vida: son, directamente, las neurosis de la época infantil.”[5]

  El punto central es la angustia, la esencia de la fobia, y alrededor de la cual habrá un cambio en la perspectiva freudiana: no procede de la represión, “de las investiduras libidinosas de las mociones reprimidas, sino de lo represor mismo; la angustia de la zoofobia [Hans] es la angustia de castración inmutada […] una angustia realista, angustia frente a un peligro que amenaza efectivamente o es considerado real. Aquí la angustia crea a la represión y no […] la represión a la angustia.”[6] Surge entonces como resultado de una representación angustiante, unida a la sexualidad, y produce una huida que guía a la investidura hacia una representación sustitutiva que desempeña el papel simultáneo de señal de angustia.

La resolución de la fobia de Hans, a partir de la intervención de Freud del esclarecimiento del complejo de Edipo, posibilitó su entrada en un orden que rige no sólo su sexualidad, sino también la transmisión y la filiación.

 

  Lacan analiza el caso en su seminario sobre La relación de objeto (1956-1957). Traslada el acento del objeto fóbico al significante fóbico. Éste es una metáfora del padre que permite a Hans simbolizar lo real del goce fálico. El objeto fóbico es ubicado por Lacan como aquello que espacialmente sirve para encubrir la angustia fundamental del sujeto. Es a partir de su elaboración del objeto a, y en particular de la cuestión de la mirada, que puede articularse la relación entre objeto y significante fóbico.

Lacan señala que el mundo de Hans se desmorona ante la llegada de su hermana; es desplazado de su lugar de falo de la madre. Ante los caballos Hans no experimenta angustia sino miedo, pues teme que ocurra algo real, como es ser mordido: “Los caballos surgen de la angustia, pero lo que traen es el miedo. El miedo se refiere siempre a algo articulable, nombrable, real […].”[7] La fobia tendría un sentido, más que una función, el cual sería introducir en el mundo del niño una estructura, situar en “primer plano la función de un interior y un exterior. Hasta ese momento, el niño estaba […] en el interior de su madre, acaba de ser rechazado, o se lo imagina, está angustiado, y entonces, con ayuda de la fobia, instaura un nuevo orden del interior y del exterior, una serie de umbrales que se ponen a estructurar el mundo.”[8]

  La fobia, en tanto significante, es metáfora de un padre que no es temido por Hans, y es a ese lugar donde él lo convoca. Es metonimia, se desplaza y es, además del padre, el caballo, la madre, el falo… En la infancia tendría una articulación con la sexualidad, con la castración, con la posibilidad de enfrentar la angustia de la existencia, del lugar que el niño tiene en el deseo del Otro.

El miedo “pone nombre” a la angustia a través de un objeto al que se puede temer. Si es la angustia la que antecede a la represión, estamos, por supuesto, en el terreno de lo inconsciente. En muchas ocasiones, las fobias infantiles tienen una remisión; en el mejor de los casos, una resolución. Los miedos infantiles, la angustia que subyace a ellos, forman parte de lo reprimido y retornarán como formaciones de lo inconsciente. Material inconsciente que puede formar parte de mitos y leyendas, que puede traducirse en escritura, como en los cuentos infantiles.

  Los cuentos infantiles, escritos por adultos para niños, comparten algunos temas que reflejan esos miedos de la infancia: el abandono; la muerte del padre o la madre y alguien que lo sustituye; ser devorado; la oscuridad y sus peligros; convertirse en otra cosa; la transgresión de la ley y sus consecuencias; perderse y no poder regresar a casa; la pérdida del amor de los padres… Muchas de esas historias, antes de ser publicadas en forma de cuento, formaron parte de un “imaginario colectivo” y fueron transmitidas por vía oral. Tal es el caso de los famosos Cuentos para la infancia y el hogar (Kinder- und Hausmärchen), de los hermanos Grimm.

  Contar cuentos a los niños tuvo durante mucho tiempo (siglo XIX) un sentido lúdico y de transmisión de una determinada visión del mundo. Con la creación de la industria cinematográfica (siglo XX), algunas de esas historias fueron transformadas en películas: se creó un producto para un grupo social infantil y la posibilidad de tener un impacto masivo, poder que se multiplicó con las reproductoras de video. En el presente siglo, el mundo se ha transformado con la Internet y con las redes sociales, de tal suerte que tenemos acceso a grandes cantidades de información (textos, imágenes, videos) y podemos estar conectados simultáneamente con un gran número de personas. Nuevos medios, nuevos productos, nuevas prácticas, pero donde se movilizan antiguos miedos, ansiedades y angustias…

  La literatura y el cine han tenido en el miedo y la forma de producirlo un gran recurso. Asimismo, numerosos lectores y audiencias. El terror es considerado un género, cuya definición es el efecto que causa. Para H. P. Lovecraft: “El miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad, y el miedo más antiguo y poderoso es el temor a lo desconocido.”[9] Señala que, al ser una forma literaria tan íntimamente relacionada a las emociones primitivas, el evento de terror es tan antiguo como el pensamiento y el habla humanos.  Los mitos y leyendas que tratan temas de horror son los antecedentes más arcaicos de lo que se convertiría en un género a fines del siglo XVIII con la Novela Gótica, algunas de cuyas convenciones fueron utilizadas en los siglos XIX y XX. Representantes respectivos de esas épocas son Edgar Alan Poe y Stephen King. El género de horror ha sido retomado también por la televisión.

  El cine de terror busca provocar en el espectador sensaciones de pavor, terror, miedo, disgusto, repugnancia, horror, incomodidad o preocupación. Frecuentemente, sus argumentos desarrollan una súbita intrusión en un ámbito de “normalidad”, de alguna fuerza, evento o personaje de naturaleza maligna, a menudo de origen criminal o sobrenatural. El cine de terror nació junto con el inicio del cine y se ha convertido en una industria que genera enormes ganancias.

  Freud dedica uno de sus escritos más interesantes al estudio de lo ominoso, publicación de 1919, partiendo del análisis del relato de E. T. A. Hoffman, El hombre de arena. Define el término como “aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo.”[10] La palabra alemana unmheimlich, es opuesta a heimlich, que quiere decir íntimo, a heimisch (doméstico) y a vertraut (familiar). Es algo terrorífico precisamente porque no es consabido ni familiar, aunque no todo lo nuevo y no familiar es terrorífico. “Puede decirse que lo novedoso se vuelve fácilmente terrorífico y ominoso; algo de lo novedoso es ominoso, pero no todo. A lo nuevo y no familiar tiene que agregarse algo que lo vuelva ominoso.”[11] Sería referido siempre a algo dentro de lo cual el sujeto no puede orientarse.

  En el surgimiento del sentimiento ominoso se precisa de algunos factores decisivos. Los ejemplos expuestos por Freud son en su mayoría extraídos del campo de la ficción literaria, por lo cual habría que hacer una distinción entre lo ominoso que es vivenciado y lo que es representado o leído. En el primer caso, lo vivenciado se puede reconducir a lo reprimido familiar de antiguo; es decir, proviene de complejos infantiles que no toman en cuenta la “realidad material”, y que es sustituida por la “realidad psíquica”, que no resisten el “examen de realidad”; es un contenido objeto de la represión y un “retorno de lo reprimido”.

  Lo ominoso de la fantasía, la ficción o de la creación literaria tendría que considerarse por separado. Es mucho más rico que el caso anterior. La oposición entre reprimido y superado no puede establecerse en la creación literaria sin modificarla profundamente, pues el campo de lo fantástico tiene por condición para ser válido que su contenido se sustraiga del examen de realidad. “El resultado, que suena paradójico, es que muchas cosas que si ocurrieran en la vida serían ominosas no lo son en la creación literaria, y en esta existen muchas posibilidades de alcanzar efectos ominosos que están ausentes en la vida real.”[12]

  El creador literario se toma muchas libertades para crear un universo figurativo, que a su vez coincida con una realidad que nos es familiar o que se distancie de alguna manera. El lector lo sigue. Los cuentos tradicionales utilizan el pensamiento animista; por ello es factible el cumplimiento de deseo, las fuerzas secretas, la omnipotencia del pensamiento, la animación de lo inanimado, que no tienen ahí un efecto ominoso.

En su seminario La angustia (1962-1963) Lacan retomará la cuestión de lo ominoso y, de acuerdo con Freud, le otorgará un lugar especial para el abordaje de la angustia. Con la conceptualización del objeto a, no intenta comprender la angustia, sino reconocerla en su posición estructural y en sus componentes significantes, y desde ahí lee a Freud: la angustia como un afecto cuyo lugar es de una señal, no la manifestación de un peligro interno o externo, un afecto que detiene al sujeto en una incertidumbre cuando se confronta con el deseo del Otro.[13]

  Lacan marca claramente la diferencia entre angustia y miedo: no se la puede reducir al segundo. En el miedo se está expuesto a lo que irrumpe bruscamente, algo inesperado que invade, algo que sorprende: la posibilidad de la falta de sentido. “La aparición de lo inesperado rompe el espectáculo de percepción regido por el principio de placer: la escena se ve trastocada, cambia de tono. El objeto mirada está presente en el instante donde surge el miedo que desencadena el pánico, en ese instante falta la explicación lógica que no llega a recubrir el acontecimiento ni a ocultar el objeto. Donde desfallece el significante, aparece el objeto mirada.”[14]

 

  Hace algún tiempo un analizante, un chico de 17 años, llegó a sesión diciendo que se había dormido de madrugada porque había estado viendo creepypastas. Explicaba en qué consistía: tenía que mirarlas durante un determinado tiempo a una determinada hora y entonces empezaría a escuchar ciertos ruidos, a ver y sentir como si “alguien” estuviera a su lado. La idea era sentir miedo… y aguantar lo más posible.

  Las creepypastas son historias cortas de horror recogidas y compartidas a través de Internet con la intención de asustar o inquietar al lector. El nombre se deriva del término “copypaste”, que se refiere al texto que ha sido copiado y pegado por los usuarios en “chats” o “blogs” en múltiples ocasiones. Son similares a las “leyendas urbanas”[15], aunque no siempre tienen forma de texto escrito o narración; algunas son imágenes, videos o videojuegos, supuestamente “encantados”. Ejemplos de ellas son el videojuego llamado “Ben Drowned” o un personaje “sobrenatural” llamado “Slender Man”.[16] Lo interesante es que son creadas por los usuarios de páginas cuyo tema y contenidos giran alrededor del terror y son objetos de consumo no tan solo de adolescentes, sino también de niños y adultos.

  ¿Qué es lo que atrae de la literatura, del cine y de estos sitios de internet que tienen en el miedo su principal señuelo? La angustia no tiene forma; se materializa muchas veces a través del miedo, el pánico y el vértigo. Estas manifestaciones son como los modos de defensa frente a ella; son estas las que crean formas: “o cuerpos o topografías o localizaciones o agujeros que el psicoanálisis y los discursos sociales encuentran en su práctica. El miedo, el pánico y el vértigo son también modos de aprehensión del mundo; constituyen en el hombre los objetos de su interés […] son también coordenadas que ubican al sujeto en su época, su modo de captar y quedar captado por aquello contemporáneo que lo habita.”[17]

  Estas expresiones proporcionan un “objeto del mundo” al cual temer, una representación para la angustia que es estructural. De pronto el sujeto se ve arrastrado, atraído de manera irrefrenable a la experiencia de terror; hay ahí incluso una disolución subjetiva, un sometimiento a una figura “real” o fantaseada, donde el sujeto en lugar de huir, queda atrapado en algo que supone un estrago, su falta.

Relevante es que, de acuerdo a su origen mitológico, el término fobia, el miedo, surja de la unión entre la guerra y el amor. En ambos casos, el sujeto se enfrenta a una experiencia que atrae pero que también puede suponer una amenaza y un peligro. En ambos, el sujeto se encuentra expuesto y vulnerable.

La literatura, el cine, la obra creativa, cuyo tema fundamental es el terror, podrían ser los “sublimados” de esos miedos de la infancia. Miedos que no se agotan y que permanecen en lo inconsciente, la huella de lo infantil en el sujeto. El niño tiene que lidiar con una serie de experiencias frente a las cuales no tiene palabras para nombrar, con la angustia que implica el no saber cómo situarse en el entramado del deseo del Otro. Las fobias, como los síntomas, convocan a su reconocimiento.

 

 

 

Notas:

 



[1] [https://es.wikipedia.org/wiki/Fobos_(mitolog%C3%ADa)]. Diccionario Etimológico de la Mitología Griega [www.demgol.units.it]. http://demgol.units.it/pdf/demgol_es.pdf].

[2] Freud, Sigmund. “Obsesiones y fobias. Su mecanismo psíquico y su etiología.” (1895 [1894]).”. Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, 1976, Tomo III.

[3] Ibíd.

[4] Freud, Sigmund. “Análisis de la fobia de un niño de cinco años” (1909). Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, 1976, Tomo III, pág. 94.

[5] Ibíd., pág. 95.

[6] Freud, Sigmund. “Inhibición, síntoma y angustia” (1926). Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, 1976, Tomo XX, pág. 104.

[7] Lacan, Jacques. El Seminario 4. La relación de objeto (1956-1957). Bs. As., Paidós, 1994, pág. 247.

[8] Ibíd., pág. 247.

[9] Lovecraft, H. P. El horror sobrenatural en la literatura. Editado por [www.elaleph.com], 1999. [http://190.186.233.212/filebiblioteca/Material%20de%20Interes%20para%20Escritores/Howard%20P.%20Lovecraft%20-%20El%20Horror%20Sobrenatural%20en%20la%20Literatura.pdf], pág. 5.

[10] Freud, Sigmund. “Lo ominoso” (1919). Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, 1976, Tomo XX, pág. 220.

[11] Ibíd., pág. 220.

[12] Ibíd., pág. 248. (Cursivas en el original).

[13] Lacan, Jacques. El Seminario 10. La angustia (1962-1963). Bs. As., Paidós, 2006 (1ª reimp.).

[14] Martin, Julia y Soengas, Estela Elvira (2013). La angustia y el miedo en la dimensión de la ficción. V Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología. XX Jornadas de Investigación. Noveno Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. [http://www.aacademica.org/000-054/766].

[15] “La leyenda urbana (del inglés urban legend) es un relato perteneciente al folclore contemporáneo; se trata de un tipo de leyenda o creencia popular, a veces emparentada con un tipo de superstición que, pese a contener elementos sobrenaturales o inverosímiles, es presentado como hechos reales sucedidos en la actualidad. Algunas parten de hechos reales, pero éstos son exagerados, distorsionados o mezclados con datos ficticios. Circulan a través del boca a boca, correo electrónico o medios de comunicación como prensa, radio, televisión o Internet. Suelen tener como trasfondo una «moraleja».” [https://es.wikipedia.org/wiki/Leyenda_urbana].

[16] [https://es.wikipedia.org/wiki/Creepypasta].

[17] Alejandra Glaze. “El miedo, el pánico, el vértigo”. Página/12, Domingo 29 de enero de 2006.

[http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-62138-2006-01-29.html].



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