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Fragilidad: la grieta, el odio y lo mudo

06/08/2021- Por Mónica Fudin Govednik - Realizar Consulta

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Se puede sumar un número infinito de miembros de una masa a condición de tener por fuera de ella a quien odiar… La diferencia es vista como una maldición que debe ser extirpada, no dejando ver como tramitar con las limitaciones, como mortales incompletos que somos… El costo es alto por mantener la distancia con ese Otro a través del odio, pero da también una razón de vivir. El odio en la medida en que se anuda al yo puede estar también ligado a los ideales y hacer que un sujeto pueda evitar la depresión latente debajo de tanta hostilidad. Enemigo que hace de barrera a la melancolización de un sujeto que con tal de no sentir su vacío encuentra en el otro al culpable que le funciona como sinthome, como eso que anuda…

  

                           *

 

  

“Mañana ya, la sangre no estará
 Al caer la lluvia se la llevara
 Acero y piel, combinación tan cruel
 Pero algo en nuestras mentes quedara”.       

 

              “Fragilidad” de Sting

 

 

  La práctica del psicoanálisis implica en primera instancia hablar a otro que sedispone a escuchar y hablar tiene consecuencias en el decir. Un significante enigmático “la grieta” opera como cuerda que enhebra un decir popular, y no tanto, pero que recae en el cuerpo social compeliéndolo a estar en uno de sus bordes.

 

  Bombardeados de palabras que nos horadan, terminan naturalizándose e invitan a pensarnos de un lado u otro en ese discurso. Acero y piel, algo en nuestras mentes quedará en esa combinación tan cruel como dice el tema.

Somos frágiles, la época nos lo ha marcado. La esperanza de “aprender” de la tragedia del encierro, de la amenaza, parece diluirse ante la rivalidad especular.[1]

  

  Efervescencia, enfrentamiento ante disparadores banales o indispensables que sirven al propósito de la confrontación y marcar la grieta. “Encierro si, encierro no” “Barbijos, anti barbijos” “Salud pública vs confabulación para privarnos de la libertad” y así al infinito.

 

  La grieta es definida como “una hendidura alargada que se produce en un cuerpo sólido y tiene lugar cuando se separan dos materiales”. A nivel simbólico, la noción de grieta nombra las falencias que atentan contra la solidez o la unidad de algo. Una grieta también puede ser un defecto en una obra. Puede ser un problema aislado o continuará creciendo, la solución no siempre es taparla sino también atacar directamente su origen.  

 

  Aun si se decide que esa grieta es necesaria, es una señal que debe ser reconocida como tal y sea cual sea el punto de la reparación, hablar de ella, hacerla evidente es un comienzo, profundizarla no es la única alternativa, pero nunca será el silencio impuesto la forma de repararla, ni conectar ambas orillas si fuera posible.

 

  En la mudez ineludible entre la muerte y su muda oscuridad, no asoma la luz de la palabra. Ningún sonido. Lo mudo, de alguna manera tiene cierta religiosidad. Freud en “El porvenir de una ilusión” dice que las doctrinas religiosas no son más que reliquias neuróticas, guaridas del sentido, “veladuras simbólicas de la verdad, ilusiones, proveedoras de fuerzas consoladoras que delatan la persistencia de los deseos más antiguos, intensos y apremiantes de la humanidad”.

 

  Deseos de los que no se puede hablar. Esa añoranza del Padre, del goce que se le adjudica al Otro como exento de falta.  

Separación y falencia se encuentran en su definición. Como sujetos tenemos una falla estructural, germen de la grieta. Algo nos separa del otro, nos hace diferentes y a la vez nos aúna en lo humano que nos habita.

 

  La cultura pretende ligar a sus miembros con lazos libidinales para reforzar sus vínculos dado que su base es una hostilidad primordial, el “prójimo” precepto cuestionado en “El malestar en la cultura”, es ese otro, un extraño, y por ello es muy difícil amar, alguien que no tiene importancia en nuestra vida afectiva, de quien no nos atraen sus valores, quien no tendrá la minima consideración por mi persona. A su vez, el otro como semejante hace barrera a mis deseos, al principio del placer, nos distancia de nuestro goce pulsional que avanza.

Continúa:[2]

 

“la existencia de tales tendencias agresivas, que podemos percibir en nosotros mismos y cuya existencia suponemos con toda razón en el prójimo, es el factor que perturba nuestra relación con el semejante, imponiendo a la cultura tal despliegue de preceptos”.[3]

 

  Es muy difícil sortear la grieta cuando se convierte por ejemplo en un estandarte, en un incentivo para la destrucción y ahondar la separación con el semejante Efectos sobre el otro que no será sin sufrimiento y confrontación agresiva ante la ausencia de respuesta o la imposibilidad de hablar de ello. Se construye un síntoma.

 

Lacan en la Conferencia 23 dice como celebre definición freudiana:

 

“… Los síntomas… son actos perjudiciales o, al menos, inútiles para la vida en su conjunto… conllevan displacer o sufrimiento para ella… pueden traer como consecuencia un extraordinario empobrecimiento de la persona…” ‒subrayo esto último‒.

 

  Esta disposición agresiva con que juega la introducción de la palabra en determinado contexto, arrastra la injuria y el agravio hacia el que se supone está “del otro lado” “del lado malo” convirtiéndolo muchas veces en un motivo de tentación para satisfacer la agresividad, la explotación, el aprovechamiento y provocando la humillación y el sufrimiento, “hasta matarlo” como da cuenta la historia, y como estimulan muchos “asesores mediáticos” como técnica de poder,  hasta llevar a una persona al suicidio enorgulleciéndose de instrumentar estos dispositivos.

 

  El imperativo sadeano aporta la fórmula del mal: gozar de cualquier prójimo como instrumento de nuestro placer, fuera de todo orden de sentimientos, de toda consideración al dolor.

 

  Lacan se ocupó de diferenciar al semejante del prójimo. El semejante, lo parecido a nosotros, lo homo, similar, del prójimo al que hay que lograr poder amar, un ajeno al que le adosamos nuestra parte desconocida e impresentable que habita en nuestro interior, deseos que ponemos en la cuenta del objeto odiado convirtiendo a ese otro en ladrón, aprovechador, etc…

 

“Un acto así terminará
Con una vida, y nada más
Nada se logra con violencia
Ni se lograra”.

 

  Una vida y nada más… nada más que eso se terminara. Pero en la serie de la repetición infinita se tratará de inventar enemigos que cohesionen la masa y adhieran complicidades. Un líder carismático, gurú, otro de la fascinación, que insta a deponer el propio ideal personal, en post de un ideal lleno de pureza: la raza, la ideología, trama la ilusión de poner cierre a una hendija del deseo por “lo otro” se imputa y se lo culpa de la impureza que pone en jaque la ilusión de perfección por el solo hecho de existir.

 

  Se ridiculiza lo homogéneo de la masa, ese objeto depositado en el “negro, cabeza”, comunista, judío, el yankee, discapacitado, homosexual, “la grasa” del otro. Se puede sumar un número infinito de miembros de una masa a condición de tener por fuera de ella a quien odiar.

 

  La teoría de la comunicación diferencia imaginariamente las alianzas, la unión a favor de algo, de las coaliciones, la unión en contra de… que reaseguran que lo que se dice es cierto y puro. Sentirse vivo  a consecuencia de pensar al otro un muerto

 

  Autoengendramiento con tal de arrasar con los impedimentos y desconocer lo fallido de nuestra condición. Pregonar por un igualitarismo banal, en cualquier plano que desconoce la falta, renegar de lo diverso, horizontalizar funciones, homogeneizar lo heterogéneo

 

  Ahora bien para aceptar lo heterogéneo debemos considerar que este puede enriquecer, airear nuestra chatura, causar deseo, renovar las fijaciones de goce, clave para el psicoanálisis y observable en nuestra clínica. Pero no todo objeto se deja cubrir, queda en los integrantes de la masa algo que no se deja masificar, domesticar, es lo heterogéneo frente al todo, y está en el interior de cada uno de sus miembros.

 

  Heterogéneo viene del griego hetero-genés, lo otro, lo distinto “compuesto de partes distintas”, refutando lo uno, la una sola pieza, indiviso, total y completo ilusión de ser “como Dioses”,[4] bailando todos para el mismo lado, con el mismo pie, en un lugar inadecuado para visible, eso que encandila a los asimilados a ese Otro que nos marca el paso y nos invita a transgredir, prometiendo lo imposible, inviable o inconveniente.

 

  Responsable del decir implica eludir la canallada como la tontería, las valentonadas del bufón o del villano, inseparables al decir de Lacan de la ética y la ideología, herederos de Freud donde el decir tiene efectos por su valor de acto y sus consecuencia, un[5] camino que no abuse del semejante. 

 

  La diferencia es vista como una maldición que debe ser extirpada, no dejando ver como tramitar con las limitaciones, como mortales incompletos que somos operados por la diferencia. Si lo Real de nada carece, lo simbólico y lo imaginario bien anudados harán que un agujero devenga falta y allí se necesita del prójimo. El encuentro con los otros permite que el deseo circule, se articule y se relance.[6]

 

  “Intentar entender al otro significa destruir los clichés que lo rodean sin negar ni borrar su alteridad”, ‒dice Umberto Eco‒[7] implica concebir una idea de lo social que no es el de todos sino la idea de que es la diversidad misma lo amenazante.

 

  A pesar de hacer lazo, a la hora de decisiones vitales hay un punto de soledad en la que cada uno se reconoce uno aun en medio de multitudes, un grano de arena, juntos pero separados.

 

“Aquellos que han nacido
En un mundo así
No olviden su fragilidad”.

 

  Somos frágiles como lo indica el tema, más de lo que nos gustaría. El odio se dirige hacia el ser del otro, y no alcanza con aniquilar su figura sino en aniquilarle el alma. Leemos en Lacan “Aquel que está padeciendo debe saber que su grito no es más que grito mudo, en el vacío porque ninguna otra cosa puede responderle en el Otro, fe ingenua”.

 

  A veces en la rivalidad como puro prestigio[8], solo por ser “el rival” el sujeto está demandando algo que en realidad no quiere, lo va a perjudicar, demanda por prestigio, llevado por su odio y deseo de aniquilamiento, donde ni siquiera le va a convenir dejar al otro en un lugar tan castrado y ridículo[9], se arrastra en su propia destrucción con tal de eliminar el objeto odiado.

 

  El costo es alto por mantener la distancia con ese Otro a través del odio, pero da también una razón de vivir. La agresividad en psicoanálisis no es sinónimo de destrucción, sino que es propia de la relación imaginaria especular del sujeto con los demás, cuestiones que surgen y se visualizan muy claramente a veces en las sesiones familiares.

 

  Resulta enigmática la imposición de silencio para hablar de determinados temas que marcan diferencias entre los sujetos. Y si salen de closet será a través de pasajes al acto, agravios e insultos sin importar el efecto sobre el otro,  lo cierto es que cualquier tipo de acto lesivo, abusivo que transgreda la falta de acuerdo entre las partes es violento y conlleva una sanción.

 

  El no hablemos de eso, aturde por la no inscripción de la muerte, ese azar constante al que Freud se refiere se presenta como una estructura enigmática, que decreta el silencio, una violencia subterránea que va socavando la estima del sujeto.

 

  Se expresa la pulsión de muerte con secretos y pactos que sin haberse pactado se mantienen por generaciones venideras y los hacen escuchar sus síntomas incomprensibles en la actualidad.

 

  Necesidad de un villano en la familia, un grupo, la sociedad, que viene a representar ese objeto tal como el objeto fue registrado en su primera impronta edípica, tratado casi alucinatoriamente con reproches sin correlato con la realidad actual donde se persiste en pensar que el otro lo perjudica.

 

  Ese en quien se encarna en la actualidad, representa a aquel que no aparece hasta que al historizar la genealogía se logra enlazarlo y traerlo. Revisando versiones, recreándolas y generando nuevas alternativas.

 

“Lloras tu y lloro yo,
Y el cielo también”.

 

  El odio en la medida en que se anuda al yo puede estar también anudado a los ideales y hacer que un sujeto pueda evitar la depresión latente debajo de tanta hostilidad. Enemigo que hace de barrera a la melancolización de un sujeto que con tal de no sentir su vacío encuentra en el otro al culpable que le funciona como sinthome, como eso que anuda.  

 

  Así un pequeño disparador, proveniente por ejemplo de un medio de comunicación convoca a un sadismo o masoquismo que como hábitos perversos no dejan de hacer su juego corriendo la valla un poco más cada vez.

 

  Estímulo para violencias físicas y morales neuróticas que muerden, dan palmadas “no cesan de escribirse” en una relación erótica, “si me dice todo esto, si me advierten de supuestos daños, si puedo dar rienda suelta a mi odio porque el otro desde una pantalla me autoriza, es porque me quieren”. Freud lo dejó establecido en “Pegan a un niño”.

 

  En nombre de no se sabe que grieta, “El narcisismo de las pequeñas diferencias” genera efectos alarmantes en las sociedades divididas que pueden llegar a radicalizarse desde las quejas hasta demandas con la crueldad más despiadada. Heridas que no terminan de cicatrizar y que crecen bajo sentimientos y pasajes al acto reivindicativos, explosivos o implosivos  que resisten el olvido y el perdón.

 

  La ofensa es una acción o dicho que hace que el otro se sienta humillado o despreciado, se puede expresar la furia y altivez a partir de agravios que atacan la dignidad. Estas ofensas pueden permanecer agazapadas a través de las generaciones, mudas, hasta que estallan. Paralizan el proceso de duelo y favorecen identificaciones vinculantes y reivindicatorias tanto concientes como inconscientes.

“El porvenir de una ilusión”[10] advierte:

 

“… con demasiada facilidad se tenderá a incluir entre las posesiones psíquicas de una cultura sus ideales… que indican cuáles son sus logros supremos y más apetecibles… la satisfacción que el ideal dispensa a sus miembros es de naturaleza narcisista, descansa en el orgullo por el logro ya conseguido… para ser completa esa satisfacción necesita de la comparación con otras culturas  que se han lanzado a logros diferentes y han desarrollado otros ideales. En virtud de estas diferencias, cada cultura se arroga el derecho de menospreciar a las otras”

 

  De manera que los ideales culturales pasan a ser fuente de discordia y enemistad. Enfrentamientos sociales, culturales, religiosos, políticos, en conflictos que van adquiriendo dimensiones desmesuradas.

 

  Surgen todo tipo de comparaciones que algunos autores denominan comparaciones patógenas que ponen de manifiesto la vulnerabilidad de una identidad precaria. Donde el sujeto y las masas se posicionan como amos que detentan poder absoluto y soberbia.[11]

 

  Para este autor las comparaciones tienen su base en las pulsiones, las estructurantes se hallan guiadas por Eros garantizando la presencia de la diferencia y pluralidad entre los elementos cotejados. En cambio en las comparaciones tanáticas patogénicas guiadas por Tánatos lo diferente es guiado por la intolerancia, provocación desafío hostil afectando la evolución promoviendo enemigos, “construimos nuestro infierno en la tierra”.

 

  Aparecen comparaciones maníacas como la denigración y el triunfo, comparaciones masoquistas con idealización y sometimiento, comparación paranoide con ofensas y contraataques, comparaciones obsesivas de omnipotencia y sofocación y comparaciones histéricas de seducción y retaliación[12]. Estos otros que estimulan el imaginario, la fantasía[13] de un poder unipersonal que inutiliza y avasalla a los demás, deseo de permanecer en el lugar de la gloria, con el poder absoluto que se ha conservado en el inconsciente con sus efectos particulares. 

 

  Edificándose el Yo Ideal sobre la base de desmentidas. Frente a la muerte: pretensión de inmortalidad, frente a la angustia y peligro: invulnerabilidad. El sujeto se cree digno de un amor y reconocimiento ilimitado.

 

“Lloras tu y lloro yo,

Que fragilidad”.

 

  “Conflictos y rivalidades fratricidas se convierten en grietas que se profundizan con los años, los siglos en virtud de antiguas hostilidades. Los sujetos que no logran reelaborar sus duelos, en memorias de rencor del pasado eclipsan el presente, hipotecan el futuro con actos de resentimientos”.[14]

 

  Cuando el rencor supera la esperanza la memoria del miedo que avasalla el futuro, en cambio cuando la memoria del dolor no se olvida del pasado, pero se lo admite y acepta como aquello perdido e irrecuperable permite avanzar. Resignación que permite miradas prospectivas, futuro posible, donde el pasado deja de ser presente para transformarse en una experiencia pasada.

 

  Debe haber en toda cultura en todo grupo humano un representante del Nombre del Orden, en las religiones un Dios, en las Sociedades: Gobiernos, y en las familias Padres, que en lo posible pacifiquen, emitan palabras de amor como un manto que frene a Tánatos haciendo su juego. Lugar donde el prójimo y el semejante puedan ser alojados aun a costa de la grieta.

 

  El semejante aquel que se nos parece en las semejanzas y pequeñas diferencias, posible rival de la tensión narcisista, adversario en rencillas domésticas y cotidianas, amigo, espejo, el lugar en el que el yo se reconoce y enfatiza la dimensión imaginaria, debe convivir con el prójimo. “No hay fraternidad que pueda concebirse sino es por estar separado juntos, separados del resto”.[15]

 

  El prójimo que cuenta como ese cuerpo del otro en su inquietante cercanía, el que empuja, el vecino pero el que también ayuda, su presencia en nuestro territorio, no nos atrae ni nos rechaza ya que de forma inquietante nos somos indiferentes, inminencia intolerable del goce según Lacan. Amalgamas que en dimensión de gozar de su cuerpo, se permite disfrutar de las diferencia y acompañar las semejanzas, por el amor donde es posible que esto confluya[16].

 

  Para aceptarlo o segregarlo, discriminarlo como amigo o enemigo debemos producir un revestimiento imaginario o nada lo hará objeto de interés cuando éste se nos presente ajeno. Para Freud “mi amor es algo valioso para mi, no puedo desperdiciarlo sin pedir cuentas… si amo a otro el debe merecerlo de alguna manera”

 

 

Concluyendo

 

  La lectura de la grieta se hace presente de maneras diversas según los tiempos de la experiencia y actuales. La presencia en su diversidad es la que se revela como efecto sobre el otro de lo que se dice.

 

  Culturas que presentan un predominio de la pulsión de muerte con poco acompañamiento de Eros que busca la unión, desregulan y tienden al disolución de lazos sociales, en el miedo a un enemigo común fabricado, un “ser” que tapará el lugar del vacío construyendo un todo.

 

  Hay otras que invitan a la permanencia del vacío a dejar abierto el lugar de la causa. División, grieta, sinónimo de diferencia, apertura, que los slogans y banales promesas de felicidad quieren cerrar lo antes posible. Aspiración a la mudez, a no hablar de ello. El problema no es la división sino la aspiración de que no lo esté.

 

“Aquellos que han nacido
En un mundo así
No olviden su fragilidad”.        

        Sting Fragilidad.

 

 

 

Foto*: Llegada de judíos húngaros al campo de exterminio nazi alemán Auschwitz en Polonia, verano de 1944. Crédito de la imagen: Bundesarchiv, Bild 183-N0827-318 / CC-BY-SA 3.0

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Fudin Mónica, De Familias, Psicosis e Internación Rivalidad y el Odio Ed. Letra Viva, Bs. As. 2016

[2] Freud Sigmund, “El malestar en la cultura”, Obras Completas

 

[4] Levinas PostModernidad

 

[6] “El otro, el semejante y el prójimo solos y juntos” (Beatriz Mattiengeli)

 

[7] Humberto Eco, Contruir al enemigo. Bs. As. Lumen 2013 pag. 35

 

[8] Inspirado en Hegel

[9] Safouan M.

[10] Freud Sigmund, “El porvenir de una ilusión”, 1927, Obras Completas.  Ed. Amorrortu.

[11] Kancyper Luis, “El poder de las ofensas, de las comparaciones y de las memorias del rencor y del pavor”. Imago Agenda 2016 N° 196

[12] Eco Umberto 2012, pag. 39 Construir al Enemigo Lumen Barcelona

[13] Romero J. L. 1956, Las Ideas políticas en la Argentina, Buenos Aires Ed., FCE.

[14] Kancyper L. 2006 Resentimiento y Remordimiento. Ed ampliada  Lumen. Buenos aires

[15] Lacan Jacques Seminario Libro 17 El Reverso del Psicoanálisis, Ed. Paidos, Buenos Aires, 1996

[16] Tenenbaum Enrique. “En defensa prójima”, Rev. Imago N° 196 Letra Viva, Bs. As. 2016

 


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