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La oscuridad sobre el órgano vaginal

20/07/2017- Por Santiago Thompson y Paula Kah - Realizar Consulta

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¿Podemos hablar de una “significación vaginal”? ¿En qué consistiría? Tales son las preguntas que nos proponemos desplegar. Los genitales femeninos tienen un lugar problemático en la teoría psicoanalítica –sobre todo en aquella de orientación lacaniana–. Se suele simplificar la cuestión ubicando que “no hay inscripción de la vagina en el inconsciente”, clausurando con ello toda elaboración teórica…

 

 

 

                              

                                       Tapa del LP Durazno sangrando de Invisible 

 

 

 “existo eternamente en lo que di”

            Marguerite Yourcenar

 

 

Los genitales femeninos tienen un lugar problemático en la teoría psicoanalítica –sobre todo en aquella de orientación lacaniana–. Se suele simplificar la cuestión ubicando que “no hay inscripción de la vagina en el inconsciente”, clausurando con ello toda elaboración teórica. A pesar de tener ciertas cualidades propias de una zona erógena, Lacan no insinuó siquiera hablar de un objeto a cuestión que alcanzó a ubicar en su seminario 10 respecto del falo, llegando también a hablar de la “pulsión respiratoria”–. Osadías que luego no prosperaron, pero que respecto a la vagina ni siquiera tuvieron un asomo de elaboración en su enseñanza.

En este artículo nos proponemos situar posibles líneas de investigación en torno a lo que Lacan ubicó en sus escritos como “la oscuridad sobre el órgano vaginal.

 

 

Sabor a nada

 

Fenómenos tales como el vaginismo o la frigidez –presentes en la clínica contemporánea– nos instan a no descuidar las consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre sexos del lado de la mujer. Dolto describe a la frigidez como “esa prohibición inconsciente del placer de darse al que se ama” (Dolto 1998, 21). Según Melanie Klein, la frigidez en la mujer adulta sería el correlato del alto grado de ansiedad que se le atribuye al órgano femenino en las ideaciones (fantasías) sádicas de copulación de la pareja parental abonadas en la niñez (Cf. Klein 1932,199). En esta misma línea, Karen Horney, en su artículo “The Flight from Womanhood” (1926) afirma que es la vagina quien carga con el mayor sentimiento de ansiedad y defensa, ya que es la sede de las fantasías inconscientes. Es por estas fantasías que el yo toma revancha y se defiende de ellas, provocando la frigidez. Subrayamos que para estas autoras la vagina es tomada por la fantasía y en función de ésta, es que recae o no sobre ella la frigidez.

 

 

Los caminos de formación de la mujer

 

En su conferencia “La feminidad” (1932) Freud realiza un recorrido que pretende aprehender los caminos de formación de la posición femenina. El clítoris se constituye como la zona erógena directiva pero este es solo un estado de conducción transitorio pues se espera que la feminidad recaiga sobre él. Para la niña esta trasmutación de clítoris por vagina no es liviana ni menor. Recordemos que es precisamente por esta “no renuncia” que el niño sale del complejo de Edipo. Pues de ninguna manera se prefigura siquiera el varoncito la posibilidad de hacer de su “tesoro” un objeto de omisión. Sin embargo, la niña debe realizar esta trasmutación con total naturalidad, pues si no recae sobre el clítoris la feminidad, los destinos de la niña no serán nunca femeninos y ella andará por la vida como una “falsa mujer” y a su vez “será también un falso varoncito”. Quienes pueden echarle una mano a la niña son, pues, las figuras de amor, ya que es a partir de agarrarse fuerte de ellas que podrá conducirse de cara al padre, sirviéndose en este caso de los provechos de los “humores” (pues ama odiando). La niña, corriente alterna, bascula entre el odio y el amor.

 

 

La sustitución clítoris-vagina

 

El clítoris sufre un efecto de sustitución, nos dice Freud, en función de la vagina:

 

Podemos, pues mantener que en fase fálica de la niña es el clítoris la zona erógena directiva. Pero no con carácter de permanencia, pues, con el viraje hacia la feminidad, el clítoris debe ceder, total o parcialmente, su sensibilidad y con ella su significación a la vagina(Freud 1932, 3168) (el subrayado es nuestro)[1]


 

Cede su sensibilidad, y con ello su significación (Bedeutung) a la vagina. ¿Podemos hablar entonces de una “significación vaginal”? ¿En qué consistiría? Tales son las preguntas que nos proponemos desplegar en lo que sigue. Lo menos que podemos decir es que tal sustitución implica un pasaje de lo convexo a lo cóncavo. Por este pasaje, la significación queda invertida. Asimismo, la cita nos remite a la conferencia de Lacandictada en alemán– “La significación del falo (Die Bedeutung des Phallus). Sin pretender un paralelismo exhaustivo –que solo puede devenir en un intento de hacer existir la proporción sexual– las resonancias son inevitables.

Melanie Klein sostiene que la niña muestra un conocimiento inconsciente sobre la vagina, que exterioriza mediante sus tempranas fantasías masturbatorias. La representa en su inconsciente “como una cavidad en los genitales que está destinada a recibir el pene del padre (Klein 1932, 199).

La masturbación es una actividad que merece ser considerada a razón de las condiciones de descubrimiento, tratamiento, combate o complacencia por parte de los cuidadores y cese. Solo así y entendiendo los detalles de su ocaso (o no) es que podemos desentrañar la importante contribución de su efecto en la configuración de la neurosis adulta en la mujer. Mientras el varoncito en su adolescencia se jacta de esta actividad y explota todo su provecho, la mujercita –en cambio– dedica una energía notoria en tratar de desligarse de esta actividad. Claro que no siempre lo consigue, y si lo logra ¿cuál es el costo? El costo es una violenta lucha hacia la liberación, se resiste a la satisfacción asequible tramitando la excitación y construye las defensas contra esta “tentación” temida. Es decir que la declinación del vínculo con la madre es posible a partir de que la niña cultivó la pasividad –al darle tratamiento a las pasiones–. El sepultamiento de la actividad fálica alisa el camino hacia la feminidad. La represión funda la pérdida y si el costo no es desmedido resulta fructosa tal renuncia, abriendo camino a una feminidad “normal”. Al calor de la abdicación, brota “el deseo de tener un niño”, lo que compone (ahora) la condición femenina.

Este pasaje implica una serie de desplazamientos: la vagina no solo sufre desplazamientos desde el clítoris, sino también desde la boca y el ano –tal como podemos observar en la figura mitológica griega de “Baubo”–.[2]

Tales desplazamientos significan la vagina como una cavidad “receptiva” donde se espera el falo (pene o niño). Melanie Klein afirma que en la niña podemos observar una fase postfálica en la cual ella decide si retiene o no la posición femenina. Esta decisión afecta a la vagina: una posición maternal y realmente femenina “no es imaginable a menos que la vagina se comporte como un órgano receptivo” (Klein 1932, 205).

Freud destaca el valor estético que tiene para la mujer la conformación de los genitales: “en nuestras mujeres, el orgullo por la conformación de sus genitales es una parte muy especial de su vanidad” (Freud 1901, 57). La medicina contemporánea usufructúa tal vanidad: las cirugías estéticas vaginales están a la orden del día en el ambiente artístico.

 

 

La significación vaginal

 

Si la significación es efecto de la metáfora y la metonimia, es un producto sujeto a las legalidades del proceso primario. Es decir que ésta remite siempre a otra significación. ¿Cuál es la significación que se produce por efecto de las operaciones de sustitución que padece la vagina?

Podemos entender que la significación vaginal es efecto de una serie de sustituciones: la que se produce respecto del clítoris, pero también respecto del ano y la boca. Y se cristaliza como un deseo que, como todo deseo, se sostiene en la fantasía: de penetración y de dar a luz un niño. La lengua popular juega con éstas fantasías –en nuestros días la promesa del encuentro sexual se enuncia con un “te entro”– y hasta el nombre de una agrupación musical –Me darás mil hijos– se hace eco de esta fantasía femenina por excelencia.

La oposición bastante trivial entre el goce clitoridiano y la satisfacción vaginal” (Lacan 1960, 691) puede tomar otra dimensión si atendemos al observable clínico: la presencia de un orgasmo “psíquico” que se opone, en los testimonios de nuestras pacientes, a un orgasmo físico. El primero depende de las coordenadas fantasmáticas del encuentro, el segundo, de cierta técnica corporal específica. El primero hace existir a la vagina, el segundo sostiene la posición que Freud declinó bajo el nombre de “complejo de masculinidad”. Gerard Pommier destaca que, si se produce un “cambio de zona”, este sucede al erotismo clitoriano, que no por ello desaparece. El cambio se produce o no, según el compañero y el momento. Se trata en verdad de un problema fantasmático por el cual se engendra una cavidad, un hambre de ser penetrada, de tomar dentro de sí, de tragar. Las mujeres no siempre tienen una vagina: ésta solo se abre con el deseo del pene. La erogenización de un receptáculo se sobreañade gracias a la fantasía e implica un cambio de zona solo relativo (Cf. Pommier 2010, 85). La significación otorgada a la vagina, nutre entonces la fantasía. Implica una gramática pulsional –“ser penetrada”– y se sustituye a otras zonas erógenas susceptibles de esa dialéctica pulsional.

El amor del padre excava una falta que socava el cuerpo. Ese paso de la madre al padre abre un vacío, demanda una cavidad en el cuerpo que hay que colmar. La boca constituye la plataforma giratoria de ese paso; el beso descubre de alguna manera la vagina. Con un amante al que la mujer besa con los labios cerrados esta metamorfosis no está asegurada. (Cf. Pommier 2010, 86-87). La apertura a la significación vaginal implica entonces una metamorfosis a nivel del fantasma. Fantasma que se construye en torno a una ausencia. La envidia al pene toma, en esta vía, otra dimensión: erotiza la vagina como la cavidad que le correspondería (después de la boca y el ano). Esta “envidia” no es de ningún modo consecuencia de la privación de un órgano. La envidia al pene implica, en definitiva, el deseo de poseerlo. Tal deseo no implica estar privado de tenerlo, como lo muestra el deseo frecuente en el varón de ser penetrado por su partenaire –hetero u homosexual–. Para ambos sexos supone deponer una posición masculina inicial. La significación de la vagina como cavidad afecta entonces a ambos sexos y supone una gramática particular del fantasma. Gramática que Schreber llevó a la divinidad cuando soñó con ser la mujer de Dios.

 

 

Bibliografía

 

Dolto, F. (1998) Lo Femenino. Buenos Aires: Paidós, 2015.

Freud, S. (1901) “Fragmento de análisis de un caso de histeria” (caso «Dora: II El primer sueño»p.57)”. En Obras Completas, Vol. VII, 1-98. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1986.

Freud, S. (1932) “Lección XXXIII. —“La Feminidad”. En Obras Completas, Vol 3. Madrid: Biblioteca Nueva, 3146-3164, 1996.

Freud, S. (1932b) Lektion XXXIII “Die Weiblichkeit“ in Neue Folge der Vorslesungen zur Einfuhrung in die Psychoanalyse. Germany: Psychologie Fischer, 110-132, 2005.

Lacan, J. (1960) “Ideas directivas para un Congreso sobre sexualidad femenina”. En Escritos 2, 689-702. Buenos Aires: Siglo XXI, 2008.

Klein, M. (1932) “El psicoanálisis de niños”. En Obras Completas, Vol. 2. Buenos Aires: Paidós, 1987.

Pommier, G. (2010) ¿Qué quiere decir “hacer” el amor? Buenos Aires: Paidós, 2012.

Horney, K. (1926) “The Flight from Womanhood”. International Journal of psychoanalysis. Vol. 7, 324-339.

 



[1] “Wir dürfen darán festhalten, dass in der phallischen Phase des mädchens die Klitoris die leitende erogene Zone ist. Aber so soll es ja nicht bleiben, mit der Wendung zur Weiblichkeit soll die Klitoris ihre Empfindlichkeit und damit ihre Bedeutung ganz oder teilweise an die Vagina abtreten, und dies wäre die eine der beiden Aufgabe, die von der Entwicklung des Weibes zu lösen sind während der glücklichere Mann zur Zeit der Geschlechtsreife nur fortzusetzen braucht, was er in der Periode der sexuellen Frühblüte vorgeübt hatte” (Freud, 1932b, 116) (el subrayado es nuestro)


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