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Los psicoanalistas, somos un producto

22/11/2017- Por Sergio Rodríguez - Realizar Consulta

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Ser psicoanalista, no consiste solamente en advertir olvidos, lapsus, equívocos, actos fallidos, repeticiones. También exige, reconocer el contexto, el tiempo y las circunstancias por las que está transcurriendo la singularidad, del o los sujetos en cuestión… El Psicoanálisis no reduce el campo de acción, trata de ampliarlo todo lo posible… Valga entonces este recorte del abordaje sostenido desde “Propuesta Tatú” por colegas con inventiva que intervienen más allá de cualquier encuadre convencional.

 

 

 

           

 

 

  Han pasado más de 130 años, desde los primeros intentos de Freud, por ir más allá de la psiquiatría de su época. La mayor parte de sus descubrimientos, siguen vigentes. Y se le agregaron algunos de sus principales discípulos y de generaciones siguientes.

 

  Ser psicoanalista, no consiste solamente en advertir olvidos, lapsus, equívocos, actos fallidos, repeticiones. También exige, reconocer el contexto, el tiempo y las circunstancias por las que está transcurriendo la singularidad, del o los sujetos en cuestión[1] y como consecuencia, si resulta el momento adecuado para hacérselo notar, y cómo.

 

  Me apoyaré para tratar de elaborar lo que pienso, en partes del escrito: “M y sus 100 cuadras”. Producido, por las Licenciadas Silvia Sisto y Laura Lueiro[2]. Me apoyo en ese escrito, porque fue efecto del trabajo que estas colegas llevan adelante, no en sus consultorios, sino en un barrio muy pobre del conurbano. Barrio que se caracteriza, entre otras cuestiones, por no disponer de lugares estatales que atiendan a pacientes como las que se relatan en el trabajo de ellas.

 

  Del relato de Silvia Sisto: “Una señora robusta y joven, sonriente, llega a la salita de Propuesta Tatú[3], con sus niñas… dos pequeñas, y dos adolescentes. Pero en la casa hay más, son 8… y una es S., recientemente alojada por su situación de desamparo. Esta familia a pesar de sus dificultades la aloja… ¿y nosotras? La sala desborda, esta mujer trae citaciones y derivaciones de las escuelas, hay hijos de diferentes matrimonios, el primer marido murió y ella se quedó con los niños pequeños, sola. Dicen… lo mató una bala. Bien podríamos habernos corrido de esta situación, es un límite importante ser dos psicólogas y varios casos de una sola familia… Sin embargo, pensamos rápidamente una estrategia… ¿Pensamos? No estrictamente. La atención flotante y la confianza que nos tenemos, marcó el rumbo.

 

  ¡Tenemos un taller para niños que hace de entrada a lo que sea! Primero pasan por ahí y algunos en ese espacio logran algunos cambios. Con todas las madres se tiene una entrevista y se aclara el modo de trabajo. No podemos atender tantos niños en forma individual, así que decidimos este modo”

 

  Estas psicoanalistas, tienen la virtud de no encerrarse en lo leído u oído, sino apoyándose en ello y en su experiencia, buscan cómo trabajar en las condiciones que se les van presentando. Se puede observar que no están limitadas al trabajo en sus consultorios, sino que llevan su oficio a lugares muy disímiles. Y ahí lo hacen rendir con gente, que, si no, no tendría acceso al arte y el oficio del Psicoanálisis.

 

  Pero eso pone en cuestión a las creencias tradicionales de muchos psicoanalistas. Para lo cual, toman como frase mágica, ética del psicoanálisis reduciéndola a sólo escuchar, e interpretar. Sin embargo, con que trabajaran el concepto Semblant de Lacan, podrían advertir que no hay que reducirse, a lo que suponen como ética del psicoanálisis.

 

  Cuando atendemos como psicoanalistas, lo hacemos desde nuestra propia forma de ser, no conocida por cada uno de nosotros en todas sus implicancias, por más que nos hallamos psicoanalizado. Las sorpresas y contingencias que presentan la vida, y el paso de los años va incidiendo en ella. No es lo mismo ser un joven soltero, que alguien casado. Más cuando los hijos van haciendo su aparición, y luego los nietos. También, si se producen o no divorcios.

 

  Agreguémosle las modificaciones que va produciendo en los cuerpos, dicho paso de los años. Los duelos que hay que sobrellevar, por la muerte y o enfermedad de seres queridos, o por deterioros de funciones corporales propias. Todo eso y más, nos está trabajando conciente o inconscientemente, en nuestro ser psicoanalistas. A todo eso, en lo posible, debemos estar atentos. Lo que nos exige no atarnos a la moral, o sea “a las buenas costumbres”. No porque optemos por las “las malas costumbres”, sino porque toda atadura a supuestos, opera contra nuestra capacidad de psicoanalizar. O sea, de colaborar con el analizante, para que pueda acercar lo más posible sus deseos inconscientes a sus goces posibles. Para que pueda reaccionar rápida y adecuadamente a lo contingente y no dejar de lado lo necesario. Lo que exige funcionar con el semblante más apropiado, para que se produzca en el analizante la transferencia más adecuada, para analizarse.

 

  Tomo un fragmento de lo que nos cuenta Laura Lueiro: “Pero, el destino vuelve a girar… en los dos últimos años, madre y abuela han fallecido. La madre, por falta de atención médica apropiada. M. llora amargamente… Hace dos meses murió su primo que vivía al lado y a quien todos querían mucho. No sólo ella está en duelo. Toda la familia lo está. M. se escucha en su relato y concluye que ella también necesita tratamiento.

 

  Salgo a la calle y me encuentro con las dos adolescentes (hermanas) con típico gesto “caracúlico”[4]. Ninguna quiere entrar… Luego de algunos chistes sobre mi falta de vocación por morder gente[5], R. accede con cara de resignada.

R. sufre de migrañas de tal intensidad que ha sido internada en varias oportunidades. En la última, en el Garrahan, le hicieron todos los estudios pertinentes: EEG, TAC, y chequeo clínico. Aparentemente no hay causa orgánica. L. también sufre de crisis de angustia en las que no puede respirar. En la escuela le va muy mal.

 

  R. casi no habla, pero unos hermosos ojos negros me miran con muchísima curiosidad. Hago preguntas que contesta con monosílabos. Para salir del impasse le propongo dibujar un árbol. No porque me interese un psicodiagnóstico, sino para utilizarlo como objeto intermediario para facilitar la creación de algún espacio transicional. Luego de muchas reticencias, lo dibuja. ¡Y qué árbol! Lo vamos trabajando y se sorprende de todo lo que un árbol puede decir de ella. El primer puente ha sido tendido…”

 

  Observemos que lo que más ha incidido para que Laura Lueiro tome en análisis a M. y R., fue su disposición a no encerrarse en supuestos protocolos psicoanalíticos, y proceder según lo que los relatos, y el contexto social y familiar le hicieron reflexionar como lo más procedente. Y facilitó la entrada en tratamiento de ambas chicas, el semblante, la apariencia con que ella se les aparecía. Un buen ejemplo es “Ninguna quiere entrar… Luego de algunos chistes sobre mi “falta de vocación por morder gente”, R. accede con cara de resignada.”

 

  Que los Psicoanalistas nos psicoanalicemos en profundidad es muy importante para, desarrollar en nosotros esa posibilidad de ubicarnos y reubicarnos permanentemente e ir desplegando como efecto, el semblante, la apariencia más adecuada para facilitar el psicoanálisis del analizante en cuestión. Por eso mismo, nuestro psicoanálisis no termina nunca, cada dificultad, incidente o novedad, nos llevan a analizar nosotros mismos, las asociaciones que nos trae.

 

  A veces, puede llevarnos a relatarle al analizante, alguna anécdota personal y hasta familiar. O intervenir usando bromas, “mi falta de vocación por morder gente”. A lo que no hay que acudir excepto en situaciones muy excepcionales, que poco pueden ocurrir pero que de ocurrir exigen no vacilar, es a dar opinión y/o indicación. Muchas veces las/los analizantes pueden pedirnos opiniones y lo mejor es no darlas, pero excepcionalmente, es mejor hacerlo. Por ejemplo, si advertimos que la persona está por pasar a un acto con consecuencias nefastas para sí u otros. Creo que es lo que algunos colegas ingleses llamaban acting out.

 

  Psicoanalizar no es enseñar. Es facilitar, utilizando el manejo de las transferencias, que la singularidad del sujeto del Inconsciente, vaya encontrando el objeto que causa su deseo. Recordemos el grafo de Lacan: $<>a.

  ¿Esto es suficiente en todos los casos u ocasiones? ¿Los que padecen, sufren sólo por fantasías inconscientes? ¿O a veces se suman otras cuestiones sobre las que trabajan otras profesiones? Estimo que, si el psicoanalista supone que pueden estar contribuyendo, padecimientos provenientes de otras cuestiones, es conveniente la interconsulta y en muchas oportunidades, el trabajo en común con oficiantes que tratan esas cuestiones.

 

  Es común que ocurra eso con psiquiatras, y es lógico que así sea. Pero también pueden presentarse cuestiones gastroenterológicas, respiratorias, oculares, neurológicas, otorrinolaringológicas, etc. No hay que dudar en proponer intercambio de informaciones. En ciertas ocasiones, trabajar en común. A veces también, con artistas plásticos, escultores, cantantes, u otro tipo de músicos. O con maestros, psicopedagogos, u otros oficios como albañilería, mecánica, etc.

 

  El Psicoanálisis no reduce el campo de acción, trata de ampliarlo todo lo posible. Entiende que el amor, la pareja, el erotismo, y el trabajo, son los componentes esenciales de la vida. Obsérvese que los apellidos (a veces los nombres) suelen proceder de orígenes nacionales, de estilos de pareja, de oficios. Son los que nos hicieron, nos hacen, un nombre.

 

  Recordemos que Lacan, tiempo después de haber tomado al Nudo Borromeo para trabajar y retrabajar los tres registros, Imaginario, Simbólico y Real desembocó, en que lo que finalmente anuda, es lograr hacerse un Nombre. Lo que no se refiere sencillamente al sustantivo, sino a cómo dicho sustantivo o algún otro rasgo pasan a caracterizar al sujeto, por algún valor (adjetivado) que lo distingue. Y como consecuencia, lo afirma socialmente.

 

  En mi barrio de la infancia era muy común decir -me mandaron a lo de don Manolo. Era el que tenía la fiambrería, más apreciada del lugar. Nunca supe su apellido. Él era producto de la calidad de su trabajo.

Es por eso que escribí el título: cada psicoanalista es un producto.

 

 

 



[1] Los sujetos en su escisión $.

[2] sistosil@gmail.com y lueirolaura@gmail.com 

[3] Es el nombre de una salita construida y administrada por los propios vecinos, por iniciativa de Gino Straforini.

[4] Es una forma de decir en Buenos Aires, Argentina, cara de enojada o enojado.

[5] Obsérvese que aquí la psicoanalista hace el “chiste en su relación con el Inconsciente” sin pensar. Forma parte de su ser psicoanalista. Lo que la hace semblantear, sin necesidad de pensar. Está detrás, todo lo que estudió, trabajó, acertó o erró, recaudando experiencia.  


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