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Más allá del odio… ¿Violencias re-editadas?

18/10/2018- Por José Luis Cáceres Alvarado - Realizar Consulta

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La violencia parece tener estructura de repetición. Como un síntoma de lo inconsciente que no cesa de repetirse en el lazo social… A veces sobre el trasfondo de una pérdida que no ha sido atravesada por la palabra, es decir, un duelo no elaborado. ¿Podríamos pensar que aquello que desde lo inconsciente podría vincular a los sujetos con la guerra sea un intento de resolución patológica de la pérdida mediante la venganza –como sugiere Mario Figueroa–?... El odio expresado a través de la venganza se convierte en una de las manifestaciones del duelo patológico, refiriéndose con esto a la imposibilidad que tiene el sujeto de simbolización y significación de su experiencia…

 

 

           

                        

 

                                    “El cazador”, óleo de Fernando Botero*

 

 

  Se nos recuerda que el odio es una de las formas primordiales del lazo social y la violencia es la manifestación más mortífera del odio, la agresividad y la perversión constitutiva del ser humano, de esa maldad estructural que anida en todos nosotros.

 

  Como dice el escritor colombiano Fernando Vallejo, parafraseando las famosas palabras del filósofo Jean-Jacques Rousseau, no hay que olvidar que el ser humano nace malo y la sociedad lo empeora. En este sentido, las guerras han sido el mayor ejemplo de los extremos a los que puede llegar la violencia del ser humano en su odioso afán por exterminar al otro.

 

  Colombia ha experimentado por más de 60 años un periodo de guerra civil, que aunque menor en el tiempo reciente, no obstante, aún no termina. Los primeros brotes de esta violencia se remontan a 1928, cuando por presiones de los Estados Unidos el gobierno colombiano ordenó al ejército nacional reprimir con las armas la huelga general de trabajadores de la United Fruit Company en Ciénaga, Magdalena. Región en la que nació el también escritor colombiano Gabriel García Márquez.

 

  Se estima que alrededor de 1.800 trabajadores fueron asesinados en sólo dos días. Fueron tantos los muertos que García Márquez, en Cien años de soledad, cuenta que llenaron todos los vagones del tren con los cuerpos de los huelguistas. El mismo tren que debía transportar la carga de fruta para su exportación, se llenaba entonces con los restos de aquellos que no se ajustaron a la lógica de explotación del capital.

 

  Más tarde, durante la década de los 30’s y los 40’s la matanza continuó de forma selectiva. Frecuentemente eran asesinados aquellos líderes sociales, sindicales o políticos que defendían derechos sociales y laborales básicos, o que denunciaban la represión violenta a la que eran sometidos.

 

  En 1948, esta matanza selectiva cobra la vida del entonces candidato presidencial con mayor respaldo popular, Jorge Eliecer Gaitán, baleado en pleno centro de la ciudad de Bogotá por un sicario, el mismo día en el que en esta misma ciudad se constituía la Organización de Estados Americanos bajo el liderazgo de los Estados Unidos.

Fue un hecho que marcó un antes y un después en la historia de Colombia durante el siglo XX y en el que convergieron actores como la CIA, el partido comunista, Gabriel García Márquez y hasta el joven Fidel Castro.

 

  En el marco de la guerra fría y nuevamente por influencia de los Estados Unidos, el gobierno colombiano proscribió el partido comunista y toda asociación política de inclinación socialista. Nacieron entonces las primeras guerrillas, la mayoría lideradas por militares disidentes y conformadas por obreros y campesinos que huían de la persecución política ejecutada por la fuerza pública a órdenes del gobierno nacional, pero orquestada por los intereses norteamericanos.

 

  Luego, en los años 50’s, se dieron dos fallidos procesos de paz, en los cuales muchas de estas pequeñas guerrillas entregaron sus armas por la promesa, jamás cumplida por parte del gobierno, de no continuar con la persecución política. Este incumplimiento llevó a una profundización del conflicto que durante los años 60’s y 70’s, generaron las condiciones para el surgimiento de guerrillas más grandes, organizadas como ejércitos, con jerarquías y batallones móviles, como fueron las FARC-EP, el EPL, el ELN o el M-19.

 

  Desde los años 90’s, cada una de estas guerrillas, luego de varios actos fallidos de paz, lentamente fueron accediendo a entregar las armas a cambio de que se les permitiera su participación política legal. La última de ellas, el ELN, aún está negociando con el gobierno colombiano las condiciones de un eventual acuerdo de paz.

 

  No obstante, la persecución y el asesinato selectivo de líderes sociales, defensores de derechos humanos y líderes políticos de izquierda ha continuado. Tan sólo desde finales de 2016, luego de la firma del acuerdo de paz con las FARC-EP, se registran más de 300 asesinatos de este tipo.

 

  El tema de este año en Análisis Freudiano, nos plantea la pregunta por lo inédito de la violencia, sin embargo, en el caso colombiano la violencia parece tener estructura de repetición. Como un síntoma de lo inconsciente que no cesa de repetirse en el lazo social. ¿Qué podemos decir desde el psicoanálisis acerca de este fenómeno?

 

  No es la primera vez que se le plantea al psicoanálisis la pregunta respecto del odio y la violencia. Ya en 1933, en los albores del conflicto armado colombiano, época en la que Europa temía el inicio de una nueva guerra mundial, el físico Albert Einstein le pregunta a Freud el por qué de la guerra y si hay algún camino para evitar sus estragos.

 

  Freud (1996/1933) desarrolla su respuesta empezando por analizar la violencia constitutiva de las relaciones de poder en la sociedad. Por una parte, sectores de la clase dominante que intentan ponerse por encima de la ley haciendo uso de la violencia, por otra, los esfuerzos de grupos de oprimidos por reivindicar igualdad de derechos aún mediante el uso de las armas.

 

  De cualquier forma, la confrontación armada tiene por consecuencia el quiebre de las identificaciones y de los lazos sociales, pues el fundamento de la formación del colectivo y del sostenimiento de los sujetos en éste reside en el establecimiento de vínculos afectivos entre los miembros del mismo grupo. Cuando los lazos afectivos se rompen, el individuo no piensa más que en sí mismo, sin atender para nada a los demás (Freud, 1997/1920).

 

  Cuando algún sujeto es incapaz de identificarse con su semejante, con el otro, se da en él el derrumbe del lazo social, pues ya no puede ver al otro como sujeto sino solamente como objeto de goce (Morin, 2004). Y ciertamente, el cuerpo del semejante es el medio para el goce que preferentemente se explota (Díaz, 2002).

 

  La violencia del goce se dirige hacia el cuerpo y, en la guerra, principalmente al cuerpo del otro. Así lo cuenta un médico forense, respecto de una experiencia suya en el marco del conflicto armado colombiano:

 

“[…] cuando tratamos de levantar el cadáver, la masa craneana se desbarató debido a los excesivos disparos de fusil que recibió […] A varias de las víctimas les pusieron el pene en la boca y tal parece que por lo menos una de ellas le abrieron el abdomen a machetazos en pleno estado de conciencia” (Giraldo, Colorado & Pérez, 1997).

 

  Bien se sabe en Chile, por la vivencia de la dictadura, que el maltrato al cuerpo del otro se realiza para apropiarse de sus secretos, para castigarlo por actos de desobediencia o para doblegarlo sumisamente ante aquel que ostenta el poder (Díaz, 2002). Así entonces, la violencia puede enunciarse como una puesta en acto que dice de la trasgresión del cuerpo y de la ley, pues no puede hablarse de violencia sin referirse al goce que ésta implica y al cuerpo sobre el cual se ejerce (Castro, 2002).

 

  Para la psicoanalista colombiana Maria Clemencia Castro, la violencia es un exceso que se regodea en el cuerpo, como emergencia del goce, y que confiere al otro el estatuto de objeto degradado, puesto fuera de lo prohibido, por ende fuera de la ley, y hecho objeto de muerte. “El rebajamiento del otro que, hecho carne deviene objeto militar, compromete la trasgresión de lo intocable del cuerpo otro” (Castro, 2002).

 

  Pero el goce no sólo afecta al otro sobre el cual el sujeto desahoga su agresividad, sino también a sí mismo. El goce forcluye al sujeto de su posición, ya sea víctima o agresor, y se repite compulsivamente generando un malestar emocional que se transforma en queja, en experiencia de la falta en su ser (Gallo, 1999).

 

  Es a través del goce que la violencia se estructura como síntoma, como compulsión de repetición, en la que el acto de agresión se realiza una y otra vez. ¿Pero cómo este síntoma puede pasar a constituirse en social? ¿Cómo es que la violencia en Colombia se ha repetido año tras año por más de tres generaciones?

 

  En su estudio comparativo entre el duelo y la melancolía, Freud (1996/1915) explica que en el duelo patológico la pérdida del objeto amado hace emerger la ambivalencia del sujeto en sus relaciones afectivas. Surge así el odio hacia objetos sustitutivos del objeto perdido, que puede ser inclusive el propio yo, encontrando así el sujeto una satisfacción sádica de su sufrimiento.

 

  Por este camino el sujeto toma venganza de sus objetos amorosos originales. Sin embargo, la fijación del sujeto en el odio y la venganza impide que éste resignifique su experiencia y permita la labor del duelo.

 

  El odio expresado a través de la venganza se convierte en una de las manifestaciones del duelo patológico, refiriéndose con esto a la imposibilidad que tiene el sujeto de simbolización y significación de su experiencia, de rodear lo real de la pérdida con lo simbólico de los ritos, del reconocimiento social del delito y la herida causada y del restablecimiento de su condición de derecho mediante el accionar de la Justicia.

 

  ¿Está la violencia en Colombia sostenida por el deseo de venganza de aquellos sujetos que no han logrado elaborar las pérdidas que el conflicto armado ha dejado?

 

  Sobre la venganza como vía de resolución fallida del conflicto despertado por la pérdida, el también psicoanalista colombiano Mario Bernardo Figueroa (2004) expone una hipótesis muy interesante sobre la violenta historia colombiana. De un análisis que realiza de las principales producciones literarias del país, desde La Vorágine hasta La Virgen de los Sicarios, Figueroa encuentra como elemento constante una pérdida que no ha sido atravesada por la palabra, es decir, un duelo no elaborado. Permite pensar que aquello que desde lo inconsciente podría vincular a los sujetos con la guerra es un intento de resolución patológica de la pérdida mediante la venganza.

 

  No obstante, ¿es la venganza suficiente explicación para la repetición de la violencia a escala social? ¿Cómo se articulan en este caso el goce subjetivo y los intereses políticos internacionales? Esperemos que el trabajo que realicemos durante este año asociativo nos permita dar mayores luces sobre este fenómeno.

 

 

 

Imagen*: Fernando Botero Angulo es uno de los principales artistas figurativos contemporáneos. Nacido en Medellín, Colombia en 1932, este pintor, escultor y dibujante ha transpuesto las fronteras para exponer su obra en los principales museos del mundo.

“El cazador” es un óleo realizado en 1999 que pertenece a una colección compuesta por 67 piezas donadas al Museo Nacional. Retrata sutilmente a la violencia en su país.

 

 

Referencias bibliográficas

 

Castro, M. (2002). “Investiduras, destrozos y cicatrices o del cuerpo en la guerra”. Desde el Jardín de Freud, Revista de psicoanálisis, No 2, p. 38-45. Bogotá D.C., Colombia: Universidad Nacional de Colombia.

Díaz, C. (2002). “Destrucción del cuerpo: de la fantasía al acto”. Desde el Jardín de Freud, Revista de psicoanálisis, No 2, p. 20-37. Bogotá D.C., Colombia: Universidad Nacional de Colombia.

Díaz, C. (2003). “El cuerpo: ese objeto marcado por el exceso del otro”. Desde el Jardín de Freud, Revista de psicoanálisis, No 3, p. 98-105. Bogotá D.C., Colombia: Universidad Nacional de Colombia.

Figueroa, Mario (2004). “El duelo en el duelo. La persecución y la venganza”. Desde el Jardín de Freud, Revista de psicoanálisis, No 4, p. 34-55. Bogotá D.C., Colombia: Universidad Nacional de Colombia.

Freud, S. (1996/1915). “Duelo y melancolía”. Obras Completas; Vol. XIV (1996). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1997/1920). “Psicología de las masas y análisis del yo”. Obras Completas; Vol. XVIII (1997). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1986/1930). “El malestar en la cultura”. Obras Completas; Vol. XXI (1986). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1933/1996). “¿Por qué la guerra?”. Obras Completas; vol. XXII (1996). Buenos Aires: Amorrortu.

Gallo, H. (1999). “Usos y abusos del maltrato: una perspectiva psicoanalítica”. Medellín, Colombia: Universidad de Antioquia.

Giraldo, C., Colorado, J. & Pérez, D. (1997). “Relatos e imágenes”. Bogotá D.C., Colombia: Cinep.

Morin, I. (2004). “¿Qué sueña el mundo?” Desde el Jardín de Freud, Revista de psicoanálisis, No 4, p. 188-194. Bogotá D.C., Colombia: Universidad Nacional de Colombia.

Sanmiguel, Pio (2003). “El objeto en el lazo social”. Desde el Jardín de Freud, Revista de psicoanálisis, No 3, p. 14-23. Bogotá D.C., Colombia: Universidad Nacional de Colombia.

 

 


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