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Sospecha, presunción y diagnóstico

09/06/2018- Por Abel Langer - Realizar Consulta

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Una memoria obturada, lo traumático que insiste, una familia implicada en lo silenciado, el estallido en tercera generación del horror inconfesable… y el lugar del analista. ¿Cómo conducir un tratamiento evitando caer en lo que cierra? ¿Qué puerta puede abrir el sujeto para que aflore la historia? ¿Qué es preciso sortear para desentrañar lo forcluído en generaciones anteriores que “mortifica” al sujeto y tapona su singularidad? ¿Cómo obrar sin recalar en certezas diagnósticas apresuradas? ¿Cómo se construye un tratamiento desde el lugar del deseo del analista?

 

 

 

           

                            De la serie "Laberinto" - Alejandro Chaskielberg 

 

 

La presunción diagnóstica se define por un tratamiento posible: hacia el uno por uno

 

 

“Lo que no puede decirse no puede dejar de decirse”

                                 Ludwig Wittgenstein

 

“Lo que no se puede decir, no se puede callar”

                                 Francoise Davoine

 

“Lo que no ha llegado a la luz de lo simbólico aparece en lo real”

                                 Jacques Lacan

  

 

  ¿Por qué este título? ¿Es posible diagnosticar? ¿Es posible presumir un diagnóstico? ¿Por qué diagnosticar? ¿Qué presumimos cuando presumimos? Preguntas que conducen a la certeza. Pero ya desde el significante presumir se abre una ventana para poder llegar a la incompletud porque de lo que nos habla todo sujeto es de la incompletud del cachorro humano y será precisamente desde esa incompletud desde donde el sujeto se constituye como tal.

 

  Será desde la incompletud que podremos abrir un campo de interrogantes y poner en absoluta duda todo poder de diagnosticar y ése es el núcleo de esta cuestión porque el diagnóstico lo que hará será abrochar el caso con el que se presenta un sujeto no permitiendo una apertura a la incompletud conjetural con que se presenta el otro.

 

  La incompletud de todo sujeto puede ser generadora de angustia. Ante un sujeto de quien nada sabemos y se nos presenta desnudo de preguntas acerca de sí, vacío de palabras, nos acercarnos con una batería de respuestas que promueven el cierre del caso en lugar de permitir, precisamente, el acceso a una pregunta o a abrir el campo de la palabra para que el sujeto diga, hable y ésta sea la vía regia para poder acercarnos a un diagnóstico posible. Y que el diagnóstico y la dirección de la cura se establezcan de acuerdo al diseño que proponga cada sujeto.

 

  Diseño que éste propiciará con su sintomatología promoviendo el posible tratamiento de una psicosis o una locura, a la vez que esta modalidad lo que proporcionará será que cada caso se pueda ir diagnosticando en el uno por uno en la medida que avance la viabilidad de un tratamiento posible.

 

  Es decir que será el sujeto quien nos irá indicando la posibilidad de un campo de trabajo y de un camino a recorrer, a la vez que será cada sujeto quien nos irá indicando un diagnóstico presuntivo que nunca será cerrado.

 

  Alejandro no puede hablar, será su madre quien llamará para solicitar una hora para que “entretenga” a su hijo. La respuesta será: “que llame Alejandro” (siempre debemos darle una posibilidad al sujeto); llama y, con mucha dificultad para hablar, será él quien pida una hora.

 

  Concurre tartamudo y con dificultades para “articular”su cuerpo “simiesco” así como para entablar un diálogo: ¿cómo “saber” algo de un sujeto que se presenta con esta “sintomatología”?

 

  Las entrevistas continúan y, no existen posibilidades de hacer el diagnóstico presuntivo dada su semimudez, tartamudez y sus dificultades para controlar el-un-su cuerpo… Síntomas que irán marcando un rumbo hacia preguntas y conjeturas acerca de ¿qué le pasó y qué le sucedía a Ale? ¿Qué le había sucedido a él y/o a su familia?

 

  Los indicios se fueron inclinando hacia la familia puesto que ésta tenía dificultades para expresarse en castellano: hablaban con fuerte acento alemán. Primera sospecha: ¿qué sucedió en la familia para que haya acontecido este cercenamiento del inconsciente de un sujeto?

 

  Indicios surgen en entrevistas con fuerte rechazo familiar a reunirse mientras Alejandro seguía con dificultades para coordinar su cuerpo, tics faciales, y hablar tartamudeando.

 

  Primera aproximación diagnóstica: inhibición de funciones psíquicas y sintomatología consecuente de aquélla: cada vez que insinuaba decir una palabra, cuando iba a comenzar a hablar, su cuerpo se movía como un muñeco articulado.

 

  Que así me voy enterando, con dificultad, del diagnóstico médico: epilepsia (sintomatología ¿como consecuencia de aquella primera: inhibición?), medicado desde pequeño y en altas dosis, y la indicación médica: que “debía continuar siemprecon esta dosis farmacológica”, indicación a la que la familia se aferraba como a una condena.

 

  Será desde mi no saber, desde donde comienzo a preguntar a la familia sobre la historia de la misma. El trabajo será ir, lentamente, a pesar de la resistencia familiar, a preguntar conjeturando, intentando construir una historia familiar tanto como del sujeto, a enterarme del “origen” de Alejandro así como de los avatares sufridos por su familia.

 

  Resistencias a vencer para que puedan decir por el sufrimiento que era para ellos hablar, relatar los traumas y los sufrimientos consecuentes: goce implícito en el silencio al que se aferrabantambién como a una condena. Es así que ante la negativa a decir, de hablar de la familia y de los avatares sufridos por ésta, decido suspender el tratamiento produciéndose, durante su interrupciónun intento de suicidio de Alejandro y será ante esta circunstancia -llamado al Otro- que retornan, ya no Alejandro sino sus padres y hermana a la consulta, aceptando las condiciones a las que se comprometen para continuar.

 

  Comienza el verdadero tratamiento ante la circunstancia dramática vivida y la posibilidad cierta de la muerte del sujeto: muerte que los hubiera privado del goce de presenciar el horror instalado cotidianamente en la escena familiar. Con la consecuente culpa para los miembros de una familia por el supuesto daño, al no terminar nunca el duelo por lo vivido y por el verdadero lugar perdido, al no haber podido sobrellevar el dolor por haber sido asediados y asesinados por la patria de la que se habían sentidoe, incomprensiblemente para ellos, se seguían sintiendo hijos orgullosos.

 

  Es así como esta familia, que se había salvado del holocausto, siendo este núcleo familiar el único que había podido huir de Alemania, llega a la Argentina y es aquí en donde nacerá Alejandro. Será él quien, desde su patología, guíe el tratamiento posible y será quien ante su sintomatología que implicaba el goce familiar y la denuncia de este goce desde sus síntomas, lleve a que sus padres puedan hablar del horror que estaba silenciado, encapsulado, encriptado por la culpa.

 

  Culpa al ser los únicos miembros de la familia salvados del horror y continuar extrañando su “lugar”. Será desde el posible tratamiento que pueda ir despojándose de su chaleco químico, dejando de representar el horror cotidiano. Será así como podrá realizar tareas para las que deseaba capacitarse.

 

  Será, primero desde su internación y luego en consultorio, a lo largo de su tratamiento y el de su familia que irá construyendo una vida con las dificultades propias de alguien que comienza a relacionarse y a vivir como un sujeto con lenguaje y se apropiará de éste para comunicarse con semejantes, comenzará a soñar y a relatar lo soñado.

 

  Se le irá retirando lentamente la medicación antiepiléptica y psiquiátrica a pesar de las resistencias del “cuerpo” médico y la garantía que desde el vínculo transferencial le otorgaba su analista, será Alejandro quien diga que quiere realizar un curso de fotografía, lo hará y obtendrá –en importante certamen- un premio destacado.

 

  Será quien diga de tomar alcohol y lo hará con gusto, o que exprese su deseo de aprender a conducir un vehículo, todo esto ante la angustia familiar por el nuevo lugar que ocupaba: ya no será un despojo de un campo de concentración, presencia permanente de los ancestros aniquilados y del land perdido.

 

  Nunca se lo diagnosticó porque no había referencias a qué cuadro o a qué estructura correspondía. Quizás lo que se pueda decir es que fue la resistencia o “ignorancia” de diagnosticar ante un cuadro o estructura de un sujeto que se presentaba desprovisto de anclajes subjetivos lo que posibilitó que el sujeto fuera llevando la cuerda del tratamiento y la familia pudiera hablar y trabajar por el lugar que habían tenido, llegando a elaborar una verdadera historia que estaba forcluída de relato a causa del trauma sufrido.

 

  Inhibición y síntoma encarnados en un sujeto producto del trauma de una guerra que soportaba una familia con el peso de la angustia inaudita anclada en la segunda generación y que se expresaba en un sujeto de la tercera generación[1].

 

Es decir que será necesario despojarse de certezas previas o que éstas interfieran teniendo resguardo de estas certezas –resguardo de la falta–, para ir conduciendo un análisis desde el lugar del deseo del analista para encarar un tratamiento posible promoviendo un espacio al sujeto del inconsciente.

 

  Dando lugar a que éste pueda expresar el inconsciente que en esta situación tiene que ver con un caso en donde estaba, como lo plantean Laing y Lacan, una historia forcluída desde las dos generaciones previas.

 

  Fue necesario tirar del ovillo de una memoria obturada para que la historia comenzara a aflorar. Comenzó a emerger un sujeto ni psicótico, ni loco, ni débil mental, que había estado en sintonía sintomatizada con el silencio familiar, producto del trauma y la locura encarnada en una guerra[2].

 

  El único requisito fue que el analista no se presentara con los rasgos fálicos que otorga el saber. Y decir que: si el diagnóstico se define por un tratamiento posible fue el sujeto quién, desde la puesta en acto de su sufrimiento, lo hizo posible.

 

 

* Fotografía tomada de https://chaskielberg.com/portfolios/laberinto

 

Alejandro Chaskielberg. Fotógrafo argentino contemporáneo de relieve internacional. Sus obras son expuestas en diversas metrópolis mundiales del arte. https://chaskielberg.com/biography

 

 

Nota 1: el material desarrollado, respeta la lógica del caso, pero porta las transformaciones necesarias para sostener la discrecionalidad y la reserva correspondiente al abordaje clínico. Para aquellos lectores interesados en el presente abordaje se dictará un seminario análogo desde agosto en el Hospital José T. Borda de Buenos Aires a cargo de Abel Langer.

 


[1] En cuanto al niño… tomando la pertinente observación de Laing: “para obtener un niño psicótico hace falta por lo menos el trabajo de 2 generaciones, ya que él mismo es el fruto en la tercera”. “Symposium de psicosis infantil”, organizado por Maud Mannoní, octubre, año 1967. Pag. 151. “Psicosis infantil”. Maud Mannoni. Ed. Nueva Visión. Bs.As.1980

 

[2] “Historia y trauma. La locura de las guerras”: Francoise Davoine, Jean-Max Gaudelliere. Ed. F.C.E. Bs.As.2011

 

 

 

 


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