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La represión

12/04/2017- Por Diego Velázquez - Realizar Consulta

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El autor reflexiona acerca del episodio de represión a los docentes. Las palabras que usamos para designar los hechos no son inocentes. Eufemismos, evitaciones, deslizamientos semánticos, están a la orden del día para no decir represión. Si el acto de hablar desnuda nuestra posición, asumir esa posición se vuelve una necesidad ética.

 

 

 

           

                                               Foto de Nacho Yuchark*

 

 

Pierrre Bourdieu distingue los campos (económico, social, simbólico, etc.) en los cuales se dan las diferentes luchas sociales. No existe por lo tanto, desde el pensamiento marxista hasta el psicoanálisis y el pensamiento social, una posible armonización de los conflictos, que por lo tanto –en su sostenimiento– son el motor de la existencia.

Esto hace que la idea vulgarizada del consenso, el diálogo desde un punto de vista pueril expresado en el “cerrar la grieta”, no pueda merecer desde nuestro campo más que la sospecha, la humorada o la preocupación.

Pretender negar esas diferencias en las posiciones sociales, éticas y políticas, significa no ocupar –con todas las de la ley– la posición desde la ética que cada quien ocupa. Por lo tanto, lejos de dialogar en un sentido vulgar, podemos pensar en afirmar desde qué lugar cada quien dice lo que dice.

Un rápido diccionario de uso mediático y cotidiano puede intentar reemplazar la palabra “represión” (tan cara a nuestro campo), por la expresión “desalojo”, para la represión policial a los docentes ocurrida el domingo 9 de abril en Buenos Aires. Esto que parece redundante, es simplemente llamar como llamamos a estos palazos de la policía sobre el cuerpo de docentes. Nuevamente, ese giro por el cual se reemplaza “docente” por “sindicalista”, o éste por “kirchnerista”, produce un desplazamiento rápido (para algunos lenguajes), de esta última caracterización por la adjetivación “antidemocrático”, por lo tanto el justificativo es directo para que el palazo sea un “desalojo acorde a la ley”. El sobrevuelo del “algo habrán hecho”, o del círculo de evitaciones (por decir poco) que producía la sospecha de “subversivo”, es un retroceso que asusta. Que hace unas décadas, bajo gobiernos también de derecha, se haya podido establecer una “Carpa blanca”[1] sin demonizaciones oficiales ni represión policial, nos habla de actuales imágenes con un triste olor pre-democrático.

¿Consiste la reversión de esta tristeza en convencer a quien utiliza el lenguaje del desalojo policial y el diálogo? Quizás no, y sólo haya que sostenerse en la lucha por hablar desde el lugar desde el que cada uno habla, escuchando al otro en un sentido amplio. Y luchar por el capital simbólico en disputa.

Quien está a la cabeza de uno de estos campos disputados, el ministro de educación Esteban Bullrich, hace poco expresó que la desgracia de Anna Frank se debió a “una dirigencia que no supo unir”. ¿Unir genocidas con exterminados y llegar a un diálogo? ¿Unir el palazo de la policía con el derecho a protesta y huelga? No se puede unir el palazo con un proyecto “a largo palazo”.

Somos una sociedad con una larga tradición e historia que incluye a “la noche de los bastones largos”[2] (el triste episodio reciente también fue de noche y los bastones conservaban su largo), pero también los premios Nobel surgidos de la escuela púbica, donde cayeron, y al parecer, se levantaron bastante. Levantemos las palabras en honor a ellos y a los que están en la trinchera cotidiana de la educación pública.  

 

* http://www.nachoyuchark.com/ Fotografía para "lavaca MU"   

 



[1] Carpa que fue emplazada el 2 de abril de 1997 con la petición del aumento de los fondos para la educación. Fue visitada por casi 3 millones de personas, incluyendo a 7000 alumnos de escuelas argentinas y recibió el apoyo de diferentes. La protesta culminó cuando el Congreso Nacional promulgó una Ley de Financiamiento Educativo que garantizaba un fondo salarial de $660 millones de dólares. La carpa fue retirada el 30 de diciembre de 1999, a 1003 días de su instalación.

 

[2] La Noche de los Bastones Largos fue el desalojo por parte de la DirecciónGeneral de Orden Urbano (Policía) el día 29 de julio de 1966, de cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en Argentina, ocupadas por estudiantes, profesores y graduados, en oposición a la decisión del gobierno militar de intervenir las universidades y anular el régimen de gobierno.


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