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Lo imposible de medir

02/09/2017- Por Daniela Teggi - Realizar Consulta

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El psicoanálisis enseña acerca de la dimensión pulsional del cuerpo. En rigor, no hay otra cosa. La autora nos muestra, a partir de una viñeta, qué se mira, y qué se lee del cuerpo. Si quedamos tomados por el despliegue pulsional descontrolado de los niños, la respuesta será una prohibición que paradojalmente empuja a más desarreglo. Las demandas de control del cuerpo nunca encontrarán respuesta satisfactoria. La intervención de la analista abre a otro modo de registrar el cuerpo: un cuerpo convocado a escribir, a dibujar, a vincularse con los objetos escolares… La escuela es un espacio de regulación posible para la dimensión corporal, a condición de que exista una apuesta a lo pedagógico.

 

 

 

                             

 

 

  En la sociedad actual, cada vez más, somos testigos de políticas orientadas a la primacía de un imperativo de consumo, estandarización y evaluación. La norma establece una medida, una regla que funciona como principio de coerción y homogenización, borrando de este modo las diferencias.

El psicoanálisis se ocupa de lo que la Ciencia excluye, allí donde la Ciencia obtura con una respuesta universalizante y farmacológica en estos días, el Psicoanálisis interroga la subjetividad de cada quien teniendo en cuenta su relación con el goce y con el lenguaje, ya que, hay un real que se resiste a ser cuantificado, homogeneizado.

 

  J. A. Miller en su “Curso de la Orientación Lacaniana” del 16 de enero de 2008, avanza al respecto sobre esta incidencia y ubica la demanda de cuantificación universal, voraz, a la que nos enfrentamos en este tiempo, demanda que forcluye al sujeto, lo destituye, lo trata como una categoría, privándolo de su lugar incomparable.

Niños incontrolables, que no aprenden, no se integran y no consienten a las normas, nos interpelan en la clínica todo el tiempo, en nuestros propios límites.

 

  A continuación presentaré una pequeña viñeta a través de la cual intentaré ejemplificar dicho empuje y dar cuenta de una práctica que aloja una apuesta por las posibilidades de transformación de los sujetos, que contrarresta el forzamiento adaptativo, de imposición, propio de la práctica para todos.

Los padres de un niño de 5 años consultan con urgencia debido a que si no lo hacen “M” será expulsado del colegio al que concurre. El niño había tenido importantes episodios de desregulación de su cuerpo, con agresividad frente a requerimientos del otro que se le tornaban intrusivos. Ante estos episodios los padres son citados por las autoridades del colegio en varias ocasiones. En una de las reuniones les transmiten a los padres que M. será suspendido por unos días y que evalúan su expulsión. La condición para continuar en la escuela es que M. inicie un tratamiento psicológico.

El primer obstáculo con el que nos encontramos en este caso es la urgencia, urgencia del colegio, urgencia de los padres, ante las manifestaciones de M. Un exceso perturbador que produce malestar. Urgencia que compromete la dimensión del tiempo ya que no admite espera y demanda una solución rápida e inmediata. Es allí donde somos convocados.

Sostener la pregunta “¿Qué es lo que M. produce con sus ataques?” con los padres y maestros y alojar su padecimiento, habilitó una escansión permitiendo un margen posible de maniobra.

 

  “En el campo educativo la encrucijada que se plantea es que cuanto más se intenta normativizar menos efectos de regulación se consiguen. El exceso normativo borra la responsabilidad, la implicación subjetiva tanto del niño como del educador”[1]

Eric Laurent refiere “… un intercambio de prácticas que en lugar de aceptar el futuro de las profesiones imposibles que encuentran un imposible de tratar o de reducir lo imposible a una pluralización, a la pulverización por las cifras, alienta prácticas que implican a un profesional formado más allá de la técnica que tiene que aplicar, para que puedan soportar el ‘cuerpo a cuerpo’ y soportar lo que se produce: los afectos que se producen en ese ‘cuerpo a cuerpo’”.

Una práctica considerada así nunca puede reducirse a un protocolo predecible.


  La interlocución con los maestros y directivos de la escuela, permitió habilitar un espacio para conversar. En dichos encuentros se precisó que aun cuando los docentes intentaban alojarlo, o contenerlo, el niño incrementaba su desregulación reforzando de este modo distintas acciones punitivas y disciplinarias, las cuales quedaban sin efecto, incrementando el malestar y la impotencia. El armado de estrategias para incluirlo en el aula se desvanecía, a medida que el temor por su integridad física y la de otros alumnos iba en aumento. La intervención con el colegio fue elaborar un informe en el que además de despejar el diagnóstico, y desestimar la sugerencia de la medicación, se hizo hincapié en la necesariedad de habilitar un cambio subjetivo en el niño y que dicho cambio tenía un tiempo cronológico para ser logrado. Esta maniobra, acompañada de conversaciones con los docentes y directivos, posibilitó que M. permaneciera en la escuela y no fuera expulsado. La inclusión de la dimensión sintomática permitió habilitar otra vía para la tramitación de ese goce que dejaba al niño por fuera del lazo.

  En el caso de M, un dato comienza a decantar, sus maestras trasmitían cierta dificultad en las adquisiciones correspondientes a la motricidad fina, hecho que les preocupaba especialmente en tanto estaba próximo su ingreso a la escuela primaria. Por otra parte, dicha preocupación era un detalle que denotaba una otra mirada que aquella que se dirigía hacia lo más disruptivo de su cuerpo.

Estos dos pequeños detalles que se extrajeron en la conversación con docentes y directivos funcionaron como indicios para la apertura de nuevas lecturas que no dejaran por fuera el cuerpo del niño y lo que expresaba, es decir, su valor de respuesta en tanto funcionamiento que le es propio a cada niño.

  Su dificultad para hacer un uso instrumental de su cuerpo -para escribir, dibujar-, habilitó una lectura diferente, donde se focaliza no ya en lo disruptivo sino en la inhibición. Con el niño, poner en palabras dicha lectura en términos de “ya vas a poder” tuvo como efecto la emergencia de la angustia y que comenzara a hablar sobre lo que le pasaba, al tiempo que su cuerpo comenzaba a aquietarse. En simultaneidad, la estrategia escolar de nombrarlo “asistente de la maestra” quien le encargaba tareas especiales, haciendo hincapié en lo que sí podía, permitió una nueva manera de incluirse en el aula.

  Para concluir soportar la tensión entre ambos discursos,” lo inter” “el cuerpo a cuerpo” y lo que ello conlleva, opera a la manera de un catalizador propiciando las condiciones para que un sujeto pueda encontrar sus propios arreglos ante el empuje previsto para todos, todos iguales. Tal como Lacan hace referencia en su Seminario 7 no puede haber una ética universal ya que esto prepara las condiciones de la segregación y del sacrificio.

 

 

Nota: el material desarrollado, respeta la lógica del caso, pero porta las transformaciones necesarias para sostener la discrecionalidad y reserva correspondientes a cada abordaje clínico.

 

 

Bibliografía

 

Lacan Jacques, El Seminario 7, La Ética del Psicoanálisis Paidós.1986

Miller Jacques Alain, “Curso de la Orientación Lacaniana”. 16 de enero de 2008.

Eric Laurent, “Desencerrar, no predicar”. “Modos de Encierro”. Cuaderno 6. CIEN.2008. Bs.As.

 

 



[1]Aromi, Anna y otros: “Detrás de la norma” Grupo de investigación del ICF y CIEN sobre Psicoanálisis y Pedagogía, Buenos Aires, Julio del 2000.


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