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Variantes de la práctica entre varios: el deporte inclusivo

11/12/2018- Por Germán Spangenberg - Realizar Consulta

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A partir de las coordenadas de la práctica entre varios, el autor despliega el dispositivo de deporte inclusivo como oportunidad para poner a jugar lo propio. El texto formaliza las condiciones de ese dispositivo específico pero, después, cada quien se pondrá a jugar. Se trata de una experiencia que pone en movimiento el cuerpo, hace lugar a lo multifacético y construye el lazo con otros.

 

 

 

                            

 

               "Les plongeurs circulaires", 1942. Óleo sobre tela de Fenand Léger*

 

 

Anticipaciones

 

  La practica-entre-varios se inicia en la década del ’70 en Bruselas en la institución creada por Antonio Di Ciaccia llamada “L´Antenne 110”. Bajo la consigna de “refutar o probar la afirmación de Lacan de que el niño autista esta en el lenguaje”[1].

 

  Esto implica que la practica-entre-varios se funda a partir de una “exigencia clínica”, descartando cualquier tipo de referencia que pueda reducirla a una forma de hacer meramente institucional. Su política, entonces, será la de “crear un lugar de vida, una atmosfera vivible”[2] para casos de autismo y psicosis infantil, respondiendo desde una estructura de lenguaje y no desde un “ambientalismo”.

 

  Leemos en su estrategia  un atravesamiento de la disyunción exclusiva que implicaría un “psicoanálisis puro o aplicado” apostando a una “praxis” sostenida en la responsabilidad-creativa de diseñar un “setting” que estructure una clínica. Solo de este modo se podría sostener la proposición de Lacan de “no juzgar al loco en términos de déficit y de disociación de funciones”[3] y devolverles a esos sujetos la dignidad que implica habitar el lenguaje.

 

  Es fundamental que una práctica-entre-varios recree una “atmósfera deseante”, hecha de sentido y verdad, en la cual el sujeto pueda habitar. Donde es preciso que “la institución devenga un medio preliminar al surgimiento de la puesta en lógica de los eventuales impasses”[4]. Para finalmente “rendirse a la evidencia de que los niños, incluso los más afectados, están al trabajo”[5], en la construcción de un modo de estar, participar del discurso y hacer lazo.

 

 

Lecturas de “lo contemporáneo” para una práctica-entre-varios

 

  “El rechazo del inconsciente” como efecto de una ideología cientificista es lo que característica nuestra época. Algunos retornos de ese rechazo, nos brindarán coordenadas para presentar nuestra propuesta. Para ello nos remitiremos a la conferencia homónima impartida por Colette Soler[6] en la cual señala diferentes “niveles” de rechazo.

         

“Es todo un problema [tal rechazo] en el discurso contemporáneo… [dice Colette] quizás se percibe menos en Buenos Aires que en Paris porque me parece que en Buenos Aires la suposición transferencial dirigida al psicoanálisis es más fuerte y más extendida que en Europa”.

 

  Dejaremos, para otro lugar, la inquietud por las causas y la actualidad de la distribución geopolítica del discursopsicoanalítico. Sin embargo, este señalamiento especifica que haycondiciones anteriores al encuentro analista-analizante que es importante no olvidar. ¿Cabe preguntarse por la responsabilidad de la comunidad psicoanalítica en la inserción de su discurso en la cultura?

 

“Es verdad que en la actualidad muchos síntomas que ¿deberían? [los signos son nuestros] dirigirse al analista no se dirigen a él sino al médico, al homeópata o a otras terapéuticas”.

 

  La relación entre los síntomas y las praxis que lo abordan se funda en una suposición, esa es una evidencia resaltada por el psicoanálisis. Sin embargo, y por tales motivos, que se efectué esa transferencia depende de la inserción del discurso en la cultura.

 

“Eso es, sencillamente, un rechazo del inconsciente, un nivel de rechazo del inconsciente en la cultura, sin duda bajo el efecto de la ideología científica –porque hay una ideología científica-, y de la idea de que los avatares del sujeto dependen de los genes o del cerebro o de no sé qué, de lo que se preste a este alcance de des-subjetivado”.

 

  Es indudable que una vertiente del rechazo del inconsciente en la cultura que adquiere una fuerza relevante en el avance de la ideóloga cientificista pero no es la única causa. Del lado de la comunidad de analistas hay también responsabilidades, al respecto dice Soler:

 

“Es cierto en este sentido que el discurso analítico, como dice Lacan, “cultiva” –es la palabra que utiliza–, hace cultura del inconsciente”.

 

  Hay entonces un nivel político del discurso analítico que atañe a la comunidad de analistas. ¿Qué hace la comunidad analítica por sembrar transferencias al psicoanálisis en un determinado territorio? Es una cuestión implícita en el punto “geopolítico” mencionado anteriormente. Nos preguntamos por las posibilidades de transmisión de lo simbólico ofertadas en un régimen social cuya preeminencia pasa por un cuerpo biológico.

 

  En este punto creemos que la creciente realidad del autismo en el mundo nos permite interrogar esa costura entre lo que se trasmite y lo que se oye y la participación que el psicoanálisis pueda o no tener allí donde se juega su subsistencia.

Desde esta perspectiva “el horizonte de la época” adquiere una mayor relevancia y urge preguntarse si la clínica psicoanalítica esta a la altura.

 

 

Perspectivas para lo actual: el lazo social

 

  Presentamos el “deporte inclusivo”, en tanto que variante de la practica-entre-varios, como una posibilidad renovada de poner al trabajo el malestar en la cultura cientificista. Otras prácticas-entre-varios enseñan condiciones estructurales para responder al rechazo del inconsciente de forma singular. En este caso tomaremos “el dispositivo soporte” dirigido por Marita Manzotti[7] que nos dice:

 

“La creación de un dispositivo –el dispositivo soporte– desde el psicoanálisis de orientación lacaniana, articuló desde el inicio una lógica de producción múltiple: para el niño, un consentimiento a su particular modo de arreglárselas, con la insondable decisión de desentenderse del trauma de lalangue, teniendo que re-inventar sus respuestas; para el analista, la pregunta por su propia posición en lo que hace a la dirección de la cura con estos niños, y la utilización de recursos que habiliten su deseo decidido frente a lo incierto de la demanda; para los padres una apuesta a lo posible, ahí donde la vida cotidiana desaloja expectativas; para lo social una concepción que, en la acción misma desplegada por el niño y su familia, cuestiona la exclusión a la que se lo somete en tanto que destino de institucionalización; y para lo institucional, en tanto devuelve la pregunta por la oferta que se realiza, interrogando las practicas en lo que hace la inclusión del niño autista, poniendo en cuestión las políticas que repliquen el desalojo que suele signar a la locura”.

 

  Estamos, entonces, advertidos de que existe una lógica “múltiple” y “simultanea” intrínseca a la producción de un dispositivo. Nótese, según el subrayado, que hay una fuerte apuesta contra lo que se excluye o desaloja y a su vez un señalamiento respecto del saber-hacer con los recursos con queel analista pueda habilitar su acto.

 

  También sería recomendable ubicar un más allá de su acto que concierne a la comunidad psicoanalítica respecto dela responsabilidad de “cultivar” o hacer cultura del psicoanálisis.

 

 

El “setting” del deporte inclusivo:

 

  Nos hemos servido de los dispositivos mencionados anteriormente y enriquecidos de la reflexión que implica leer las condiciones de la época para calcular la oferta y “cultivar” el germen del psicoanálisis que permita alojar a los sujetos afectados por el lenguaje.

 

  A continuación puntuaremos algunas características del deporte inclusivo.

 

1-Un primer engranaje del dispositivo: La perspectiva del lazo social permite un buen corte respecto del paradigma terapéutico y escolar para producir otras versiones del Otro del niño y dar acceso a una apuesta diferente. La interrogación por el jugar, el vinculo con los otros niños fuera del espacio escolar, los usos del cuerpo, etc. permite aproximarnos a lo queda allí de infancia o a intentar producirla.

 

La oferta desde el “obstáculo en la inclusión” permitirá formalizar una demanda que posibilite abordar las condiciones de producción subjetiva.

 

2-Respecto de los actuantes podemos decir que vienen de otros discursos. Principalmente son profesores de educación física que pueden interpelar su rol y diferenciarlo de una práctica educativa.

 

  Esto busca instituir esa “atmosfera deseante” distinguida de un contexto educativo o terapéutico. Por ello, la pareja constitutiva de la actividad es “coordinadores-participantes” de ambos lugares hay más de uno durante los encuentros.

 

3-Tomamos la distinción entre lugar y sitio planteada por J-A Miller[8] en su seminario. Podemos decir, entonces, que el espacio es el espacio físico tridimensional para la sustancia. En cambio, el lugar y el sitio corresponden al “moterialismo”[9] de una topología subjetiva. Dice Miller:

 

“En ocasiones peleamos por el sitio, mientras que el lugar es bastante más pacífico, muchos lo frecuentan, y estos incluso puede coordinarse: hete aquí que llega el lazo. Si estos muchos se coordinan, es posible que cada uno tenga su sitio. En el mejor de los casos, pueden presentarse hasta como un sistema, y aun una estructura. Es así como el lugar, bien ordenado, permite distinguir una multiplicidad de sitios, y allí puede girar lo que Lacan llamaba discurso, donde se articulan los sitios y elementos”.

 

4-En continuidad con el punto anterior, la función del coordinador adquiere allí todo su peso. Porque deben ser quienes faciliten con su lectura la coordinación de múltiples sitios y diversas funciones mediante la delimitación del lugar con lo que cada vez cada participante aporte en su hacer. Es desde allí que no pensamos un lugar ordenado sino coordinado donde se sigue el rastro de los detalles que signan a los sujetos y “hete aquí que llega el lazo”.

 

  En este sentido retomamos la esencia lúdica del deporte y las herramientas que ofrece: aceptación de diferentes estilos, la no obligatoriedad de participación, la consideración de diferentes aspectos en la participación como la voz, la mirada, el cuerpo, variedad de elementos, etc. El Otro del deporte inclusivo hace lugar a lo inespecífico de cada sujeto para que se despliegue en una producción propia.

 

5-Una condición emergente de la estructura a la cual se responde con estos dispositivos remite a la lógica del No-todo. Este es el alma mater de lo simbólico en su cara posibilitador de lazo social. Desde diferentes perspectivas reencontramos este no-todo.

 

  Desde la ruptura del paradigma adulto-niño hasta en las condiciones de realización de la actividad donde los participantes se pueden retirar cuando quieran, no solo “del juego” sino del espacio[10]; en la reunión del equipo donde se produce a partir de un no-todo de saber; desde las “reglas” de convivencia donde hay no-todo autoridad y desde la certezas en las hipótesis que deben ser verificadas, etc.

 

  Estas fueron algunas de las características de este dispositivo fundamentado en una práctica-entre-varios. Rescatando la oportunidad estratégica que esta entraña, en tanto, permite no retroceder y desde territorios singulares renovar la oferta que aloje el malestar de una cultura neoliberal que pregona un cientificismo que rechaza al parletre.

 

 

La única regla es jugar

 

  Cristian de 16 años llega a “Viento en Popa” por la preocupación de su padre respecto de su falta de actividad física en general. “Me cuesta mucho que se enganche y haga cosas” dice después de relatar variadas escenas en las que se proponía hacer diferentes y atractivas actividades que terminaba siempre haciendo solo.

 

  El tiempo libre y las vacaciones se trasformaban en momentos de tensión o frustración, debido que al margen de la rutina escolar, el uso del cuerpo para fines placenteros o recreativos no estaba disponible y esto angustia a toda la familia.

 

  Cabe destacar que Cristian tiene desde nacimiento una condición orgánica que le limita la motricidad por lo cual su “cuerpo” siempre estuvo intervenido desde una perspectiva médica. Todas las experiencias corporales que acompañaron su crecimiento son de la índole de la rehabilitación. Encontramos en ello una oportunidad para incorporar a Cristian en el dispositivo de deporte inclusivo.

 

  Al conocer a Cristian no solo constatamos la limitación motriz sino además una fuerte rigidez a ponerse en juego. Su expresión corporal denotaba la construcción de diferentes niveles de alarma: principalmente un fuerte control de la situación para no exponerse hasta llegar a una fuerte angustia inmovilizante.

 

  Los primeros encuentros nos dieron las coordenadas para pensar la forma de que Cristian empiece un recorrido en el dispositivo de deporte inclusivo: construir un cuerpo lúdico que reemplace el cuerpo limitado, frágil y dependiente de la rehabilitación.

 

  La primera etapa consistió en introducirlo en una atmosfera deseante en la cual crear un lazo de confianza y proponerle un lugar diferente: aquí no hay ejercicios ni rutinas, no hay tiempos ni consignas que cumplir, podemos hacer lo que queramos. Esto no se dice expresamente al participante sino que todas las características que conforman los modos de hacer de nuestra actividad se lo hacen notar.

 

  No le pedimos que haga algo en particular, no le enseñamos a hacer algo, no evaluamos ni juzgamos su desempeño sino que preguntamos, sugerimos y hasta incluso damos opiniones diferentes sobre un mismo evento. Este modo de presentar la actividad genera un clima propicio y novedoso ya que la mayoría de los niños solo se relacionan con los adultos bajo un modo “maestro-alumno” o “médico-paciente”.

 

 

La marca de origen: “La pelota me traumo”

 

  Sin realizar acciones que lo comprometan desde la exigencia física pero tampoco abandonando el lazo que motiva los encuentros, empezamos a jugar con pelotas como una invitación a la que respondió bien. Fuimos agregando variantes siempre sensibles a como el límite se ponía en juego, preservando de este modo “lo lúdico” del encuentro.

 

  La amenaza de caerse siempre estuvo latente hasta que en una oportunidad el contacto con una pelota, muy suave aunque preciso, rosó su “pierna débil” y apenas la toco el cuerpo se desplomó como una torre de naipes. Evento que lo haría hablar del miedo como si se hubiera inaugurado un punto de contacto entre ese cuerpo y el Otro.

 

 

El cuerpo en sus diferentes niveles de inclusión:

 

  Un lento recorrido produjo una solida inserción con otros participantes, no sin el consentimiento de los padres. El pasaje de una primera instancia hacia la actividad colectiva se articuló con manifestación de angustia por parte de los padres. Si bien venían comentando que Cristian estaba más contestador y que les había empezado a poner límites fue necesario reafirmar que había cosas que Cristian no podía y el respectivo temor que les suscitaba las actividades.

 

  Para nosotros fue una advertencia respecto del consentimiento de los padres. Tomamos su sugerencia y empezamos a mandarle algunos videos para que pudieran tener alguna referencia de lo que estábamos haciendo. Dado que Cristian había establecido en su casa un límite al ingreso a su cuarto, nosotros debíamos alojarlos y hacerles un lugar para acompañar este proceso.

 

  Es necesario aclarar que el cuerpo, como concepto, es muy diferente a lo que nos podemos imaginar. El cuerpo no es el organismo, no es una unidad cerrada correlativa de una persona. El cuerpo es relacional, abierto a entrecruzamientos que lo afectan. Por lo tanto no es pensable como sustancia biológica sino materia de lenguaje. Es como un condensador de afectos compartidos que va tomando la forma de esas experiencias.

 

  Los movimientos de Cristian tuvieron efecto en “lo materno” ya que las experiencias propiciaron territorios diferentes de los cuidados y miedos medico-maternales. Contemplar estas variables permitió resguardar el proceso de situaciones insoportables que precipiten una interrupción.

 

 

Una inclusión singular: “lo inespecífico”

 

  En la actividad colectiva empezó a vislumbrar un modo especial de participar. Si bien Cristian había accedido a hacer actividades más complejas cuando la dinámica grupal lo proponía –aun si no le gustasen–, así como también nos pedía consejos para aprobar educación física en el colegio, no fue sobre esto que se manifestó un hacer singular.

 

  Dado que nuestro propósito no es lograr una adaptación social o educativa, pusimos énfasis en una cierta forma de “hacer trampa” con la que se entusiasmaba y daba un rasgo particular a la actividad compartida.

 

  Mal interpretar las reglas, manipular las condiciones de juego, alterar turnos, contar diferente los puntos, etc. Cualquier astuto ardid, tanto de su lado como del lado del rival en juego, lo convocaba a la participación de un modo mucho más original. Se incorporaba con vigor y energía para hacer trampa, correr un cono, agarrar a alguien, salpicar con agua, etc.

 

  Todas las picardías posibles para alterar el juego eran ahora el juego. Ni desplegar una habilidad física ni seguir las reglas del deporte sino reinventar el juego sobre el juego mismo lo movilizaba de un modo particularmente vivo.

 

  Un breve ejemplo: durante una actividad que consistía en una especie de futbol sentados. Cristian empezó por esperar al borde de la cancha y mirar. Luego pidió de entrar y se posicionó de arquero. Este rol en otros momentos, o al menos en el futbol tradicional, se adecuaba a sus posibilidades motrices porque no implica correr o patear.

 

  Sin embargo, al armarse una actividad diferente propició su pedido de dejar el arco con una excusa singular. Quería dejar el arco por “ser mal arquero”. Este juzgar su capacidad estuvo muy presente al comienzo de su participación en viento en popa.

 

  Empero, en esta ocasión pudimos inferir que el “soy malo en tal cosa” ahora era un modo de conseguir lo que quería más que una forma de juzgarse. “La excusa” era la trampa del deseo. Ya que al salir a la cancha ofreció un despliegue intenso y comprometido donde, por ejemplo, llevar la pelota con el codo no era “hacer mano” y se desplazaba rolando con total alegría sobre el piso que siempre fue la amenaza de alguna caída.

 

  De alguna manera, esta expresión, nos enseña que el deseo también es, en cierta forma, hacer trampa.

 

  El modo propio es, para nosotros, la esencia del deporte inclusivo ya que lo que nos define no es la metodología del deporte sino la participación en tanto hecha de singularidad. Las actividades son invenciones que se van estructurando sobre los rasgos que cada participante aporta al conjunto y nada más.

 

  No importa ganar o perder, no importa la performance, ni siquiera importa que todos hagan lo mismo, simplemente importan resguardar las condiciones para la construcción de un momento coordinado y multifacético así como espontáneo y estructurado dado que allí vemos culminar el objetivo máximo del deporte inclusivo, nos referimos al lazo social.

 

  Más allá de los condicionamientos de cualquier índole siempre hay un margen para jugar. ¿Qué es jugar? O más bien ¿Cómo se juega? Dando lugar al hacer sin prejuicios, dejando actuar la espontaneidad. Jugar es transformar la realidad al introducir otros modos de hacer.

 

  Cualquier elemento se presta a construir diferencias no indiferentes al sujeto, las cuales, el adulto debe legitimar para hacer de la experiencia una estructura llena de valor. Por que jugar es desplegar lo inespecífico, allí encontramos el signo del sujeto atravesado por el lenguaje.

 

  En este sentido el deporte inclusivo ofrece a “lo inespecífico” de cada participante los materiales y espacios deportivos para desplegar la experiencia. No sin la implicación de los coordinadores en la legitimación que hacen del encuentro para jugar un valor que no sea reductible al mercado y que haga cultura del inconsciente.

 

  A modo de conclusión, encontramos en la práctica entre varios una advertencia que hoy adquiere el color de una urgencia. ¿De qué otra cosa dependería la existencia del psicoanálisis sino de poner en juego sus fundamentos en las coordenadas de la época?

 

  En este sentido, no vemos una amenaza en la ideología cientificista sino una oportunidad que entraña la exigencia de la clínica que interpela incesantemente los efectos del psicoanálisis en la civilización.

 

 

Imagen*: http://museotamayo.org/coleccion

Fenand Léger (1881 – 1955) fue un destacado pintor francés de la primera mitad del siglo XX. Cultor del cubismo se nutrió y fue parte de las vanguardias artísticas de su época.

 

 Nota: el material desarrollado, respeta la lógica del caso, pero porta las

 transformaciones necesarias para sostener la discrecionalidad y reserva

 correspondientes a cada abordaje clínico.

 

 



[1] Di Ciaccia, Antonio. “La pratique à plusieurs” en HABITAR UN DISCURSO. Disponible en http://www.apol.org.mx/descargas/Habitar_el_discurso.pdf

[2] Di Ciaccia, Antonio. “A propósito de una práctica-entre-varios”.Se trata de una intervención pronunciada en la “Rencontre PIPOL” del 20 junio 2003 en París, en la sección RI3. Disponible en https://es.scribd.com/doc/104719152/la-practica-entre-varios-Antonio-Di-Ciaccia

[3] Lacan, J. “Presentación de las Memorias del Presidente Schreber”, Ornicar? Nº38, en “Intervenciones y Textos 2”. Buenos Aires. Ed. Manantial. 1988.

[4] Di Ciaccia, Antonio. “El sujeto y su Otro”. Artículo publicado en “Preliminaire” Nº 11. 

[5] Idem 3

[6] Colette Soler, “El rechazo del inconsciente”. Conferencia dictada en el Hospital Rivadavia, en Buenos Aires, el 22 de julio de 2004.

[7] Marita Manzotti (compiladora). Clínica del autismo infantil. El dispositivo soporte. Grama Ediciones. Buenos Aires, 2008.

[8] Miller, J-A. El lugar y el lazo. Paidos. Buenos Aires, 2013.

[9] Neologismo introducido por Lacan para referir que el materialismo del psicoanálisis remite al significante.

[10] Di Ciaccia, Antonio. (2001). “Una práctica al revés” en Desarrollos actuales en la Investigación del Autismo y Psicosis infantil en el Área Mediterránea. Madrid: Ministero Affari Esteri –Ambasciata d’Italia.

 


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