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Entrevista a Juan Carlos Volnovich (segunda parte)

04/05/2001- Por Emilia Cueto - Realizar Consulta

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E: Pero además la demanda chocaba contra una oferta acotada, porque tampoco había tantos psicoanalistas formados que pudieran cubrir esa demanda..

-V: Por razones de política institucional no se promovían más analistas. En la base de la pirámide estaba la cantera: la Facultad de Psicología. Los psicólogos no podían ingresar a la Asociación y ahí se marcaba un abismo insalvable entre los que podían entrar a la Asociación, porque eran médicos, y los que no podían, porque eran psicólogos. Pero los psicólogos conformaban una multitud de clientes potenciales que querían analizarse con analistas de la Asociación. En esa primera fila de la cantera estaban Isabel Calvo, Tesi Calvo, María Rosa Glasserman, Susana Pravaz, todas las psicólogas de la primera generación que estudiaban y se analizaban con didactas de la Asociación.

-E: ¿Y los didactas, tomaban otros pacientes que no fueran candidatos?

-V: Cada didacta tenía entre cinco y seis candidatos. Además, claro está tenían otros pacientes.

-E: Pero esos cinco o seis candidatos ya les demandaban cuatro horas diarias de consultorio..

-V: Ah, pero trabajaban todo el día. Mis sesiones de análisis empezaban a las siete y media de la mañana. Después me enteré (porque cuando terminé mi análisis tuve una relación menos formal) que Diego me atendía tan temprano porque tenía insomnio.

Mi historia, además, duró muy poco en el sentido de que entré muy rápido a la Asociación -a diferencia de casi todo el mundo que tenía que esperar- y salí muy rápido, porque vos sabés que el ritual es que uno tiene que estar uno o dos años en didáctico hasta que tu analista didacta te habilita a entrar a los seminarios, te firma que estás en condiciones de entrar a los seminarios (eso generalmente no lleva menos de un año y, a menos que estés muy loco, no más de dos).

Entonces empecé los seminarios, pero cuando terminé los seminarios vino Plataforma y me fui de la Asociación. Felizmente, me fui con un grupo en el que estaban casi todos, no sólo mi analista didáctico sino también mis supervisores y la gente con la que yo aprendía, es decir esto era a fines del 71, cuando nos fuimos con Plataforma terminaba el año de seminario.

En el grupo estaba Diego Gilou, Emilio Rodrigué, Marie Langer, Tato Pavlovsky, Armando Bauleo, Hernán Kesselman, todos mis amigos. Rafael Paz, que también había sido ayudante en una materia del seminario. O amigos, o maestros, o supervisores, o analistas.

-E: Hablando de Plataforma, la otra vez, cuando leía un texto en relación a Plataforma, pensaba en los Estados Generales del Psicoanálisis, ¿tienen puntos de conexión, diferencias?

-V: Sí, pero nada tiene que ver una cosa con la otra. Bueno, tiene que ver en el sentido de que es una posición crítica a las instituciones psicoanalíticas y que había algo internacional porque Plataforma era Plataforma Internacional

-E: A diferencia de Documento que era una agrupación local.

-V: Si, pero lo internacional de Plataforma era muy acotado. Algunos italianos, algunos suizos, nosotros y pará de contar. Lo que tuvo de bueno Plataforma fue que nos juntamos, renunciamos a la A.P.A, ese fue el primer acto importante. El segundo fue que nos autodisolvimos enseguida.

-E: Al año

-V: Sí, cuando nos dimos cuenta de que empezábamos a cometer los mismos errores por los que habíamos renunciado. Estados Generales es una asamblea autoconvocada, por encima de las instituciones; que no tiene una vocación de poder, o no tiene una vocación de institucionalizarse. Es autogestiva, muy internacional; y no por casualidad estamos muchos de los que participamos en Plataforma, que sólo existió un año -bueno un poco mas porque existió un tiempo antes, mientras estábamos dentro de la institución ya éramos un grupo, hasta que renunciamos-. Pero desde que renunciamos hasta que nos disolvimos fue un año, muy poco tiempo. Nada. Casi no existió. Y, sin embargo, dejó una marca indeleble en el imaginario social. Por ejemplo, cuando yo regresé a la Argentina en el 84 organicé un congreso de psicoanálisis latinoamericano en Cuba, porque durante los años de la dictadura militar yo estuve exiliado en Cuba. Por primera vez los psicoanalistas iban a una país socialista, y de golpe me di cuenta, en realidad se dió cuenta Marie Langer (consta en una carta que me envió una vez que terminó ese congreso), que al final los que fuimos a Cuba éramos todos los de Plataforma. Que al final en Cuba se pudo concretar el sueño de Plataforma. Porque allí fuimos Gilou, Tato, Fernando Ulloa que era de Documento pero que jugaba como de Plataforma, Marie Langer, Gregorio Baremblitt, Miguel Matrajt, Armando Bauleo. De los catorce miembros de Plataforma, éramos como diez los que habíamos ido a Cuba.

Y a pesar de que teníamos enormes diferencias entre nosotros quedó una ligazón tipo fraternidad de trinchera. Algunos fallecieron: Marie Langer, Diego García Reinoso, Manucho Braslavsky, pero en general, entre nosotros quedó una relación muy fraterna, muy afectuosa, salvo alguna interna entre algún miembro que conserva enojos y enconos muy especiales, creo que al final de tan peleados son como íntimos enemigos, que no pueden dejar de tenerse como referentes.

Me refiero, claro está, a las diferencias que se hicieron públicas en la presentación del libro de Emilio Rodrigué entre Tato Pavlovsky y Rafael Paz.

-E : ¡Las pasiones del psicoanálisis! ¿Y de qué manera se trabaja con la neurosis hoy en día en Cuba?

-V: Mirá, yo voy mucho a Cuba, ahora tengo que ir el mes que viene y he seguido yendo, pero en Cuba no hay psicoanalistas.

-E: En relación con la psicosis, ellos parecen tener un dispositivo que funciona mejor que el nuestro, pero si no hay un desarrollo del psicoanálisis, ¿cómo se aborda la neurosis?

-V: No sé en este momento. Yo viví 8 años allí y puedo hablar de entonces pero no de ahora. Ellos tienen un sistema de salud que funciona muy bien. La salud mental está incorporada a la salud pública. Eso quiere decir que hay servicios de salud mental y servicios de psicología en todos lados muy bien repartidos porque coinciden con los servicios de salud. Y los psicólogos están formados en una facultad que tiene… Bueno, no se puede entender si no se habla de la historia. Porque cuando triunfó la Revolución Cubana no había facultad de psicología y, por lo tanto, no había psicólogos. Entonces tuvieron que capacitar a los psicólogos a partir de la nada, sin profesores. Había psiquiatras, muy pocos, y como muchos se fueron, no quedó casi nada.

-E: Bueno, pero así como llevaron técnicos médicos, algo de esto hubiera podido pasar respecto de la psicología y del psicoanálisis, sin embargo no había un interés en que esto sucediera .

-V: No, no hubo una posición contraria al psicoanálisis como la hubo en la Unión Soviética y como era dominante en los partidos comunistas de todo el mundo y también de Argentina. Hay que pensar que Bleger fue una víctima del partido comunista argentino, lo echaron del partido por ser psicoanalista, en una época donde el partido tenía mucha fuerza. Toda la polémica con Cabral fue muy dolorosa.

Mucho después, a mi tocó asistir al momento donde el P.C. aceptaba que sus miembros se analizaran, pero esto fue un logro, y algunos psiquiatras del partido empezaron a analizarse. Gervasio Paz se empezó a analizar con Marie Langer, Antonio Caparrós, empezó a analizarse con Fernando Ulloa, yo analicé al hijo de Itzighson. Pero antes, la guerra contra el psicoanálisis fue brutal. En Cuba no había una posición antipsicoanalítica, pero me parece que fue porque no hubo psicoanálisis; sino, a lo mejor, la hubiese habido. Pero el Partido tenía una posición en contra, creo, más por prejuicio e ignorancia que por comprensión. Lo que tampoco se compraron los cubanos fue la reflexología y la psicología que les venía de la ex Unión Soviética

-E: Cuando vos estabas allí, ¿trabajabas con neurosis, trabajabas en hospitales?

-V: No había otra posibilidad

-E: La atención era hospitalaria.

-V: No hay consulta privada. Yo llegué sabiendo esto porque conocía Cuba, había ido varias veces, entonces no podía quedarme a vivir en Cuba a trabajar, porque ahí no había psicoanálisis y yo no estaba dispuesto a renunciar al psicoanálisis, entre otras cosas porque era lo único que había aprendido a hacer en mi vida.

-E: Bueno, pero podríamos pensar que fácilmente podrías haber aprendido otra cosa.

-V: Lo pensé, pero ahí sí me parece que intervinieron limitaciones personales mías. Primero, que yo tengo con el psicoanálisis una relación muy fuerte. Y aparte que tengo en general una relación de fidelidad muy grande con mis convicciones, no estaba dispuesto a renunciar al psicoanálisis.

Entonces, pasó que tuve que salir de aquí por el asunto este de la dictadura militar, el golpe militar, la certeza de que si me quedaba me mataban. A esa altura yo estaba casado y tenía dos hijos. Estoy casado y tengo hijos pero entonces tenían 8 y 5 años y nos avisaron que yo estaba en una lista de la triple A y que mi vida estaba en peligro, así que tenía que salir urgentemente del país. En esa época estaba absolutamente decidido a quedarme a pesar de que teníamos amigos muy próximos que habían desaparecido.

Pensá que Beatriz Perosio, presidenta de la Asociación de Psicólogos había desaparecido, y mi mujer era la secretaria científica. Entonces teníamos muchas dudas, nos vamos, nos quedamos, pero había decidido quedarme.

Fue entonces que nos llegó la noticia de que teníamos que salir ya porque el peligro era inminente. Levanté el consultorio en 24 hs. Eso era bastante frecuente ya en esa época. Avisé a todos mis pacientes que interrumpía, que me iba del país.

Tenía dos ofrecimientos de trabajo: uno en Ginebra porque Rolando García y Emilia Ferreiro estaban trabajando allá en el Centro de Epistemología Genética. Yo había escrito un libro con Emilia Ferreiro, éramos amigos y había posibilidades de que trabajara como psiquiatra infantil en la clínica psiquiátrica de Ginebra. Me daban un año para aprender el idioma y me pagaban un sueldo bajo pero que daba para vivir modestamente. Hubo dos o tres personas, pacientes que se portaron de manera muy generosa a pesar de que era una época muy dura por la represión y me ofrecieron todo, entre otras cosas, las visas.

Uno de los lugares, de las "mecas" para los exiliados era Venezuela por el asunto de los petrodólares. Ahí fueron a parar Hugo y Emilce Bleichmar, Luis Hornstein y un grupo de psicoanalistas espléndidos.

Entonces salimos con eso, con visas para Venezuela y Ginebra, pero antes pasamos por Cuba, porque allí estaba el único familiar que teníamos fuera de la Argentina: el hermano de mi mujer. Pasamos por Cuba, estábamos de tránsito nomás cuando me dijeron

_"Usted se queda".

¿Quiénes me lo dijeron? La gente del Partido Comunista, funcionarios del estado, gente que no tenía ni la menor idea de lo que era el psicoanálisis.

_ "Yo te agradezco mucho, pero no puedo porque soy psicoanalista"

_ "No hay ningún problema. Puedes quedarte y puedes hacer lo que quieras aquí".

Pensé: este tipo está loco, está en las nubes, no sabe de que habla. Toda una vida dedicada a hacer una carrera política y la va a perder así nomás, por una boludez como ésta.

_"Tu estás en las nubes".

_"No chico, tu puedes hacer aquí todo lo que tu quieras"

_"Bueno, pero, por si acaso, averiguá primero"

Averiguó.

_"Tu puedes hacer aquí todo lo que tu quieras ¿Dónde quieres trabajar? ¿Dónde quieres vivir?"

Y así empezó mi exilio. Hubo toda una serie de anécdotas muy divertidas y trágicas al mismo tiempo. Vino a vernos el Ministro de Salud Pública. Eso era muy impresionante, que un Ministro viniera a vernos a la casa donde nosotros estábamos viviendo. Allí, en Cuba, el Ministro de Salud Publica tiene un poder enorme porque la salud pública en Cuba es razón de estado. El acababa de ser nombrado ministro por lo cual había dejado el puesto anterior de Director del Instituto de Hematologia.

A mi mujer le ofreció, como el regalo más preciado, abrir un servicio de psicología en el Instituto de Hematología. Hete aquí que mi mujer fue al Instituto. Solo que allí atendían casi exclusivamente leucemia, hemofilia y ciklemia, (que es como una especie de talasemia, enfermedad típica de los negros). Con la depresión que teníamos, era justo lo que no podía afrontar. Trabajar allí era convivir con niños que uno sabía que se van a morir a plazo fijo. Entonces hubo que decirle que no al ministro. Decirle: muchas gracias, pero no. Y pensar en que podía trabajar. Algo que nos levantara un poco el ánimo.

-E: Que terrible; claro, mucha pérdida, mucha muerte, meterse con tanta muerte resultaba insoportable…

-V: Entonces llegó la idea salvadora: algo que tenga que ver con la vida, y... ¿qué tiene que ver con la vida?

-E: La maternidad.

-V: Los embarazos, la maternidad. Entonces fue a hablar con el Ministro y le dijo: "Muchas gracias. No al Instituto de Hematología pero si a trabajar en un servicio de psicología de una maternidad"

_"Maternidad, bueno" dijo el Ministro, y de ahí en más se incorporó al recién formado servicio de psicología en la "González Coro", la maternidad más importante de la Habana. Trabajó allí durante 8 años. Trabajo maravilloso, el que hicieron ahí, con una psicóloga cubana y una psicóloga uruguaya exiliada también. Se hicieron muy amigas las tres e hicieron una proeza en ese servicio.

Y me preguntaron a mí que quería hacer. Yo ya conocía los hospitales porque en los viajes anteriores los había visitado. No había consulta particular, y entonces había visto un hospital pediátrico, el William Soler que es un hospital de niños en la ciudad de La Habana muy bueno que tiene servicio de psiquiatría infantil.

Muy interesante porque el jefe, José Perez Villar, era un psiquiatra cubano que había ido a formarse en Estados Unidos y en Chicago con discípulos de Freud (Alexander, Federn) y tenía bastante idea de lo que era el psicoanálisis. Pertenecía a la generación de Humberto Nagera, el discípulo de Ana Freud. Cuando triunfó la Revolución, Nagera se quedó en los Estados Unidos y el decidió volver a Cuba. Es uno de los pocos médicos cubanos que estando en el exterior cuando triunfa la Revolución, hace el camino inverso, vuelven a Cuba mientras todos se iban de Cuba a los Estados Unidos.

Entonces como yo lo conocía porque había estado en el servicio de él y me había impresionado mucho que tuviera una foto de Freud en su despacho, pedí ir a trabajar ahí con una sola condición: que me permitieran trabajar también con adultos. Me dijeron que hiciera lo que quisiera. Fueron de verdad muy generosos.

Entonces entré a trabajar en el William Soler, me pagaban un sueldo muy bueno. Porque como cuando triunfó la Revolución casi todos los médicos se fueron, los que se quedaron pasaron a recibir muy buenos sueldos (los sueldos más altos en Cuba eran los de los pilotos de aviación y los de los médicos). Igual, el dinero cubano no servía para nada más que para lo que estaba racionado.

-E: Por bonos

-V: Claro. Tenía un sueldo muy bueno que cobraba a fin de mes y hacía lo que quería durante todo el día en el hospital. Atendía a quienes quería, gratis, porque la gente está acostumbrada ahí que la salud es un derecho y a nadie se le ocurre que tiene que pagar. Y decidí aprovechar eso para hacer lo que quería.

-E: ¿Todo este trabajo en relación con los niños, y también lo de tu esposa en relación con la maternidad ha ido influyendo en tu visión de la mujer y de la sexualidad femenina?

-V: Si, pero ya de antes…

-E: Bueno, también supervisar con Marie Langer me parece que habrá sido una marca...

-V: En realidad, vino de ahí. Mucha gente dice: "claro, como estás casado con una feminista entonces vos te sensibilizaste con esas cuestiones", y es al revés. Mi primer contacto con la psicología femenina vino por la relación con Marie Langer. Ella había escrito Maternidad y Sexo. Para mí, Mimí fue una figura que influyó muchísimo. Ahí ya supervisaba con ella, pero después estuvimos juntos en Plataforma y nos hicimos muy amigos. Entonces ella me abrió lo ojos con respecto a la psicología de la mujer (en esa época era la psicología de la mujer y todavía no se hablaba de Estudios de la mujer ni mucho menos de género o de teoría feminista). Mími me anunció: "leí un trabajo" . No se cómo llegó a sus manos ese trabajo de Isabel Larguía y John Dumoulin.

Isabel Larguía, rosarina que había emigrado en la década del 50 a Francia y después fue a parar a Cuba apenas triunfó la Revolución estaba en pareja con John Dumoulin, un norteamericano doctorado en Harvard. Ambos vivían en Cuba y escribieron el primer trabajo del feminismo marxista que se llamaba: "Hacia una concepción científica de la emancipación de la mujer".

Ellos son los que por primera vez introducen el término del "trabajo invisible" para aludir al trabajo que la mujer realiza en el hogar y que es fundamental para la reproducción de la fuerza de trabajo.

Lo que me ocupa actualmente, las relaciones del psicoanálisis con las teorías feministas, viene de allí.

-E: En nombre de ElSigma, te agradezco la generosidad en la transmisión de experiencias que nos permiten articular tu recorrido a la historia del psicoanálisis de las últimas décadas, dando cuenta desde que posiciones y lugares se va constituyendo un analista.
 

 


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