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Ataque de pánico: Lo intrusivo del terror

13/09/2018- Por Zulma Verón - Realizar Consulta

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Desde finales del siglo XX, los cambios de paradigmas científicos, políticos, culturales y sociales, junto con los hipermodernos desarrollos tecnológicos, sustentan la transformación de la subjetividad contemporánea. Nuevos significantes hacen marca en el sujeto y, a su vez, producen diferentes modos de gozar que comprometen la dimensión del cuerpo, otorgando consistencia a los signos y fenómenos que precipitan allí. En este marco, proponemos el estudio del ataque de pánico como dolencia que convoca al cuerpo, mantiene una particular relación con el terror y del que presumimos una causación traumática.

 

 

 

           

               “Desnudo en llanto”, óleo de Munch realizado entre 1914 - 1919*                    

 

 

Presentación

 

  Desde finales del siglo XX, los cambios de paradigmas científicos, políticos, culturales y sociales, junto con los hipermodernos desarrollos tecnológicos, sustentan la transformación de la subjetividad contemporánea. Nuevos significantes hacen marca en el sujeto y, a su vez, producen diferentes modos de gozar que comprometen la dimensión del cuerpo, otorgando consistencia a los signos y fenómenos que precipitan allí.

 

  Las reformulaciones e innovaciones observables, sobre todo en el campo de las ciencias médicas —como la gestación subrogada con elección del fenotipo del niño por nacer, por mencionar algún ejemplo— nos hacen pensar en una clínica psicoanalítica que promueva nuevos desafíos para el abordaje de fenómenos y síntomas opacos que hacen estruendo en el cuerpo.

 

  Nos servimos de la propuesta de Jacques Lacan en “Psicoanálisis y medicina”, en donde denomina como falla epistemo-somática los efectos que producen los avances de las ciencias médicas en la vida del hombre. Entendemos que hay una discordancia entre la manera en que un sujeto se refiere a su cuerpo y el modo en que lo aborda la ciencia moderna.

 

  El cuerpo no representa solo una extensión anatómica, sino que también goza de sí mismo y del cuerpo del otro, esta vertiente del goce está totalmente excluida de la concepción del saber médico sobre el organismo.

 

  En este marco, proponemos el estudio del ataque de pánico como dolencia que convoca al cuerpo, mantiene una particular relación con el terror y del que presumimos una causación traumática. Sigmund Freud plantea lo ominoso, en su escrito homónimo, dentro del orden de lo terrorífico y destaca un factor común tanto en el terror como en la causa del trauma: el factor sorpresivo (1992b) para el sujeto, quien entra en emergencia ante acontecimientos para los cuales no se encuentra preparado.

 

 

Lo inquietante en lo familiar

 

  Del citado trabajo freudiano rescatamos el concepto de unheimlich, entendido allí como extrañeza, lo que queda por fuera de poder conocerse, lo que permanece oculto, lo que no se puede decir. El término heimlich en cambio, indica lo familiar, conocido e íntimo. La pregunta que se articula es entonces ¿cómo sucede en el sujeto que algo familiar se le torne inquietante?

 

  En este punto de viraje de lo familiar a lo siniestro, lo íntimo se vuelve extranjero, se trata de una experiencia oscura que mantiene nexo con lo que se encuentra fuera de cálculo, el sujeto no puede anticipar, no está advertido, no cuenta con la señal en el yo de que puede sobrevenir una catástrofe (Freud, 1992a).

 

  Precisamente aquí, vamos a valernos de lo que plantea Lacan respecto de la intrusión de lo real como lo extranjero (unheimlich) que va al lugar donde el sujeto debería confrontarse con su barradura, a la que Lacan llama menos –phi (Lacan, 1962, p.45). Falta imaginaria como soporte de la constitución del marco fantasmático, que enmarca lo real imposible de representar.

 

  Algo que no debería estar, el objeto a, se cuela por la ventana fragmentando la escena imaginaria. De esta manera, situaciones de la vida cotidiana, objetos o personajes de la intimidad, cuando aparecen desanclados de lo simbólico se vuelven disruptivos.

 

  En la experiencia traumática el sujeto queda desamparado, sin parapeto fantasmático y expuesto a lo intrusivo de lo real que empuja en la sensación terrorífica del ataque de pánico. Sujeto petrificado por el terror, sin brújula simbólica que lo oriente, en un tembladeral imaginario y con un cuerpo entregado a un goce devastador y mortificante del que no puede dar cuenta.

 

  En acontecimientos de emergencia subjetiva, lo real se define como “[…] el eterno retorno de lo igual -hay un- […] más allá […]” (Freud, 1992b, p. 22), que liga al enfermo con la impresión traumática y lo conmina a experimentar lo terrorífico de estar una y otra vez en el mismo lugar. El trauma tiene su base en la fijación a “[…] un fragmento determinado del pasado […]” (Freud, 1992b, p. 250) que insiste en la compulsión de repetición característico de la efracción traumática a falta de una elaboración posible.

 

  Cabe elevar la siguiente cita de Freud en la “18a Conferencia”, que dice así: “es como si estos enfermos no hubieran podido acabar con la situación traumática, como si ella se les enfrentara a modo de una tarea actual insoslayable” (Freud, 1991, p. 251). Por lo tanto, la suposición que se desgrana es que la vivencia traumática constituye la condición del sentimiento ominoso (lo unheimlich), es requisito para la intrusión del terror que se reactualiza en cada vuelta de la repetición.

 

  Un breve recorte clínico hará ilustración y articulación de aquello que “no cesa de no ser representado” (Lacan, 1972-1973), formulación lacaniana, donde el concepto freudiano de repetición toma todo su valor en la experiencia traumática, gramática que señala el aforismo “no cesa de no escribirse”.

 

  Una muchacha visiblemente afectada describe minuciosamente una y otra vez los fenómenos ominosos que comprometen su cuerpo: falta de aire, ahogo, taquicardia, temblores y sudoración. Da testimonio sobre la vivencia de una dimensión inquietante y traumática que la pone en cercanías de la muerte.

 

  Queda inmóvil y aterrorizada cuando tiene que dar un examen en la facultad. Además, su trabajo requiere que escriba informes sobre situaciones biográficas y ambientales de personas que entrevista. No puede redactarlos y otros compañeros lo hacen por ella. Enfrentar tales circunstancias le produce intensa zozobra, perplejidad y extrañeza de sí. Entregada a las fauces de un terror intempestivo esgrime “no puedo hablar y no puedo escribir”. La joven denuncia la vivencia de un cuerpo fuera de control y un trastabillar subjetivo indomeñable que día a día empobrece su desempeño cotidiano.

 

  Nos interesa subrayar una cuestión que atañe a la temporalidad de lo real del trauma. Tal como aparece formulado en el Seminario 23 de Lacan (2006) “[…] lo real en cuestión tiene el valor de lo que se llama generalmente un traumatismo” en aquello que “no cesa de no escribirse”, sintagma que responde a la reactualización de lo no elaborado. Hay una temporalidad muy particular en juego, lo que no llegó a suceder, un momento anterior que quedó inacabado, el sujeto no termina de liquidar algo de lo traumático para ponerlo a su cuenta, por lo cual retorna en lo real como no realizado.

 

  La muchacha, a poco de transcurrido el tratamiento y superadas las primeras barreras defensivas, ofrece un recuerdo, algo de lo que quedó escrito para este sujeto, acaecido alrededor de sus diez años. Presencia la siguiente escena: un hombre —que no es el padre— sentado en el sofá junto a su madre, a quien ve desaliñada, con las medias de nylon raídas, el pelo revuelto y un pecho al desnudo. La joven queda inmovilizada y muda. La madre le ordena no contarle al padre lo que ha presenciado, “que esto quede entre nosotras”, le dice. La hace presa de un silencio aterrorizante, algo permanece sin cierre, sin representación, lo que “no ceso de no escribirse”.

 

  Estragada por el goce del Otro, hizo silencio ante el padre para resguardar su familia, dice que “ella podía haber perdido a su familia y a su madre si el padre se enteraba”. Se le señala que la madre, responsable de su infidelidad, es quién podría haber perdido no solo la familia, sino en particular a ella.

 

  Algo se conmueve no solo en el sujeto, sino también en ese Otro intocado y se abre la posibilidad de elaborar el lugar que ella tenía para este. A partir de aquí, comienza otro tramo del tratamiento. Ceden significativamente los ataques de pánico, habla más fluidamente y comienza a escribir sus propios textos.

 

 

A modo de conclusión

 

  Por lo tanto, la condición para elaborar lo insoportable de un goce devastador y extraño (unheimlich) es que haya deslizamiento significante, que mediante las palabras se desarticule la fijeza de síntomas que aparecen en las turbulencias de un cuerpo extenuado, tal como nos lo ilustra la viñeta clínica.

 

  Que el análisis posibilite que algo de eso aterrador pueda bordearse por el bies de la escritura. Nuestra muchacha contornea mediante inscripción de letras el agujero traumático, -traumatisme estructural-, escribe y reescribe su propia narración, tiempo lógico de que “algo cesa de no escribirse”. Dice Lacan en Encore, “la letra, eso se lee”, es función del analista hacer esa lectura del texto que un paciente ofrece en transferencia.

 

  Del mismo modo que articulamos la necesidad de circundar lo aterrorizante del encuentro con el trauma en la singularidad de un caso, la historia nos enfrenta con hechos traumáticos que retornan al mismo lugar en el colectivo social. En el marco de la Segunda Guerra Mundial y ante la persecución nazi, Ana Frank permanece escondida en la casa de atrás, allí escribe:

 

 “Me parece que […] somos un trozo de cielo azul rodeados por nubes sombrías, pesadas y amenazadoras. Esta islita que nos mantiene a salvo se cierra cada vez más por la presión de los nubarrones hasta casi ahogarnos. Las tinieblas y el peligro se estrechan a nuestro alrededor. Desesperados buscamos una salida” (2008, p 102).

 

  El diario de Ana Frank fue escrito en el silencio del cautiverio, producción escritural como modo de hacer texto de lo real traumático, que se sostiene de lo no exterminado, su deseo.

 

 

Nota*: el pintor y grabador noruego Edvard Munch (1863 – 1944), ha sido uno de los precursores del expresionismo. Se destacó por retratar sentimientos ligados al dolor, la angustia. Su obra más conocida: “El grito”.

 

 

Bibliografía

 

Ana Frank: El diario de Ana Frank. Buenos Aires: Prometeo. (2008)

Sigmund Freud: “18ª conferencia. La fijación al trauma, lo inconsciente”. En: Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu; t. XVI, (1991), p. 250-261.

Sigmund Freud: “25ª conferencia. La angustia”. En: Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu; t. XVI, (1991), p. 357-374.

Sigmund Freud: “Lo ominoso (1919)”. En: Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu; t. XVII, (1992a), p. 215-251.

Sigmund Freud: “Psicología de las masas y análisis del yo (1921)”. En: Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu; t. XVIII, (1992b), p. 63-136.

Sigmund Freud: “Más allá del principio de placer (1920)”. En: Obras completas, Buenos Aires: Amorrortu; t. XVIII, (1992b), p. 1-62.

Sigmund Freud: “Inhibición, síntoma y angustia (1926 [1925])”. En: Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu; t. XVIII, (1992b), p. 71-164.

Sigmund Freud: “Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis”. En Obras Completas. Madrid, Biblioteca Nueva, (1996), t. III.

Sigmund Freud: “La neurastenia y la neurosis de angustia”. En: Obras completas. Madrid: Biblioteca nueva, (1997), t. I.

Victor Iunger: “Pánico” [clase]: Buenos Aires: Escuela Freudiana de Buenos Aires, (1999).

Jacques Lacan: La angustia: Seminario X. Inédito. Versión de Ricardo Rodríguez Ponte para la Escuela Freudiana de Buenos Aires, (1962).

Jacques Lacan: Otra vez (Encore): Seminario XX. Inédito. Versión crítica de Ricardo Rodríguez Ponte para la Escuela Freudiana de Buenos Aires, (1972-1973).

Jacques Lacan: RSI: Seminario XXII. Inédito. Versión de Ricardo Rodríguez Ponte para la Escuela Freudiana de Buenos Aires, (1974-1975).

Jacques Lacan: "Psicoanálisis y Medicina". En Intervenciones y Textos. Buenos Aires: Manantial, (1985).

Jacques Lacan: El seminario. Libro 23: El sinthome. Buenos Aires: Paidós, (2006).    


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