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Fin de la metafísica e historia

17/04/2007- Por Laura Laiseca -

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En este interesantísimo trabajo la filósofa Laura Laiseca revisa los supuestos de la posmodernidad, definida por Lyotard como la incredulidad frente a "los grandes relatos" de la modernidad. La autora analiza cuáles son las consecuencias de considerar a los grandes sistemas filosóficos como “meros relatos” donde se pierden sus distinciones quedando reducidos al estatuto de ficciones literarias.

LA DISCUSIÓN POSMODERNA Y LA CLAUSURA DE LA DIMENSIÓN FUTURA DEL PENSAMIENTO DE MARX, NIETZSCHE Y HEIDEGGER

Ateniéndose al resultado de la filosofía del siglo XX, podría pensarse que una de sus experiencias centrales ha sido la del fin del pensamiento metafísico y su intento de superación, experiencia ligada necesariamente a la consumación de la metafísica de la subjetividad. Por otra parte, el fin de la modernidad trajo consigo la convicción del fin de la era de los grandes sistemas, de la concepción de la metafísica como ciencia primera, dentro de una arquitectónica de la ciencia, donde la metafísica ocupaba el sitial de honor.
Desde distintos puntos de vista se piensa que la metafísica ha llegado a su fin. En su obra La esencia de la filosofía Dilthey señala la decadencia de la metafísica a la cual considera "destruida para siempre" por su pretensión de ser "ciencia" universal, cuando en realidad es sólo una «Weltanschauung» entre otras (1). Si la metafísica ha llegado a su fin, continúa -no obstante- la filosofía pero bajo otra determinación. "Hegel construye metafísicamente: nosotros analizamos lo dado" (2). Lo dado, es decir la vida en su contexto que es "realidad humana, social e histórica" (3). La razón deviene así: "un mero concepto sumario para combinaciones de pensamiento y de experiencia externa e interna" (4). Lo racional no ocupa más el centro sino lo irracional pues: "Impulso (Trieb), sentimiento, pasiones, voliciones son lo central en aquello, que llamamos vida" (5). La filosofía como dadora de sentido renuncia a su pretensión de ser ciencia universal como quiso la metafísica, para pasar a ser literalmente "una función social" (6).
La metafísica de la subjetividad desarrollada por la línea de Descartes, Leibniz, Fichte Schelling y Hegel parece haber llegado a su fin, siendo el sistema hegeliano el último de la modernidad. Por otra parte, la emergencia de un nuevo pensamiento que se autodenomina "posmoderno", trae aparejada la aceptación implícita de que la "modernidad" ha llegado a su fin.
No obstante todo discurso acerca de la posmodernidad se vuelve confuso, si no se distingue dónde, cómo y por qué habría de concluir la modernidad, para dar paso a otra instancia. En La condición postmoderna, caracteriza Lyotard la posmodernidad como la incredulidad frente a "los grandes relatos" (7). Lyotard se refiere principalmente a la "emancipación" del ciudadano, al discurso del Iluminismo, a la dialéctica del espíritu hegeliano y a la llegada de la sociedad sin clases, de Marx.
La toma de distancia operada por la posmodernidad se revela en el lenguaje que considera tan variados e incompatibles pensamientos como simples “relatos”. Porque ciertamente el “relato” de la dialéctica del espíritu absoluto es bien diferente del que corresponde al materialismo histórico. Si para Hegel la Ciencia de la Lógica constituye una restauración de la arquitectónica de las ciencias donde la ciencia primera ocupa el primer lugar, para Marx tal tarea no tiene ningún sentido por la sencilla razón que en su pensamiento toda referencia al espíritu ha desaparecido. Hegel clausura la metafísica de la subjetividad iniciada con Descartes, pero hablando más precisamente viene a clausurar la modernidad en su totalidad con su noción de espíritu, donde tanto la sustancia (noción rectora en Descartes, Spinoza y Leibniz) y el sujeto (Kant, Fichte, Schelling) son reunidos en el espíritu subjetivo, objetivo y finalmente absoluto. La indiferencia del relato posmoderno no presta atención a estas distinciones. Tanto Hegel como Marx son “relatos”, es decir literatura.
Tan evidente como en el caso de Hegel, es la separación del pensamiento de  Marx, si recordamos la conocida frase: “Los filósofos sólo han interpretado el mundo de diferentes maneras, lo que importa es cambiarlo ” (8). Lo único que importa es cambiarlo, lo que nos remite al lugar concreto del cambio, que no es ni la literatura ni la filosofía, sino la economía. Cambiar el mundo no significa encontrar una nueva interpretación del mismo, a la manera de los “ideólogos alemanes” con los que Marx polemiza, sino cambiar el mundo en sus relaciones de producción material. “La producción de ideas, representaciones de la conciencia está inmediatamente enlazada a la acción material...” (9) Los seres humanos son productores de sus representaciones, pero primero y fundamentalmente son productores en su acción material. Lo que distingue al hombre del animal no es su racionalidad como en la tradición metafísica, sino el hecho de ser productores para satisfacer sus necesidades materiales de alimento, vestimenta y vivienda. Satisfechas las primeras necesidades se daría otro paso que sería la “producción de nuevos seres humanos”, donde fiel al lenguaje de la economía Marx se refiere a la familia, a la relación entre hombre y mujer, padre e hijos donde surge la división del trabajo y las ulteriores desigualdades que se perpetúan en la sociedad capitalista. Ahora bien, en este contexto “la conciencia es desde el comienzo un producto social y permanecerá así tanto tiempo como existan seres humanos.” (10) La conciencia es mera conciencia del entorno perceptible por los sentidos y de la conexión con otras personas y cosas. Así se desarrolla lo que tanto Marx como Nietzsche denominan “conciencia de rebaño” (Herdenbewusstsein). Pero lo que distingue al ser humano del animal no es que su conciencia reemplace al instinto, sino que su instinto es conciente. Con el aumento de las necesidades y de la población se incrementará la división del trabajo, lo que conducirá posteriormente a la división y separación del trabajo material con respecto al trabajo espiritual. Esta última conciencia que produce ideas no es independiente de la producción material, sino un producto de ella denominado “superestructura”. La sociedad en el sentido de Marx no consta de individuos, sino de una suma de relaciones, las relaciones de producción, Sólo las relaciones de producción tienen una historia, es más, son la única historia. “La moral, la religión, la metafísica, las demás ideologías, y sus correspondientes formas de la conciencia, no conservan con esto por mucho tiempo la apariencia de su independencia. No tienen una historia, no tienen un desarrollo, sino el de su producción material.” (11) Consecuentemente, los pensamientos de la clase dominante econonómicamente son los pensamientos dominantes. Por eso la clase que posee el poder material dominante, también posee el poder espiritual dominante. Siempre permanecen los filósofos también determinados por las relaciones de producción existentes, aún cuando sus ideas se opongan aparentemente a las de las clases dominantes. “Aún cuando esta teoría, teología, filosofía, moral etc. entre en contradicción con las relaciones existentes, esto sólo puede suceder, porque las relaciones sociales existentes han entrado en contradicción con la fuerza de producción existente. (12)
Ahora bien, la posmodernidad viene a clausurar la dimensión futura prevista por Marx que culminaba en la dictadura del proletariado y la anulación de las clases sociales. La incredulidad de los posmodernos frente al diagnóstico de Marx respecto a la historia de Occidente es tan grande como la incredulidad frente al saber absoluto. Pero, si la incredulidad es un signo de los tiempos posmodernos, es tal caracterización quizás correcta pero no suficiente.
No basta decir que la idea del progreso dialéctico en la historia, o de los grandes sistemas ha llegado a su fin. No sólo la idea del sujeto moderno ha entrado en crisis, sino las tres ideas rectoras de la metafísica de la Edad Moderna: Dios, el alma inmortal y la libertad. Pero quizás esta última referencia tampoco sea suficiente, dado que parece faltar una línea demarcatoria clara entre modernidad y posmodernidad. Por ejemplo, ¿se debe incluir a Nietzsche y a Heidegger en la posmodernidad? ¿Son la línea hermenéutica de Gadamer o el pensamiento de Derrida la continuación de Heidegger o su clausura? ¿Significan las interpretaciones contemporáneas del pensamiento de Nietzsche, la confirmación de su diagnóstico sobre el nihilismo europeo, o bien su abandono? ¿Debe incluirse a Marx dentro de la modernidad? No obstante quizás se pueda indicar otro rasgo de la posmodernidad: a saber, la clausura de la perspectiva futura del pensamiento no sólo de Marx, sino de Nietzsche y Heidegger principalmente (13). Nos referimos a la dimensión futura del ultrahombre y de la llegada del “último Dios” heideggeriano y la humanidad de los advenideros (die Zukünftige).
Comencemos por señalar que los dos se han de separar de la metafísica, pero por razones muy diferentes entre sí.

Nietzsche proclama el advenimiento del nihilismo de la moral como desvalorización de los valores supremos, de la "verdad" como el valor por excelencia. A diferencia de Heidegger, la reflexión de Nietzsche se concentra en la crítica del nihilismo de la moral cristiana, y no en la crítica del nihilismo de la metafísica. Nietzsche se separa de la metafísica a la que considera al igual que la moral y la religión como “formas de la mentira”. “Lo que más me separa fundamentalmente de los metafísicos es lo siguiente: no les admito que el ‘yo’ es el que piensa, por el contrario tomo al yo mismo, como una construcción del pensamiento, del mismo rango que ‘materia’, ‘cosa’, sustancia’, ‘individuo’, ‘fin’, ‘número’, es decir, sólo como una ficción regulativa, con cuya ayuda una especie de constancia, y por lo tanto de cognoscibilidad es puesta e imaginada en el mundo del devenir.”  (14)Conscientemente Nietzsche rechaza las categorías de sustancia, sujeto, cosa en sí, fin, número, causalidad que son reducidas a ficciones o "metáforas" del intelecto, con las cuales se pretende conocer lo incognoscible, la vida en perpetuo devenir. La metafísica es el producto de la mentira de la moral que cree en la "mentira" de "Dios entendido como la verdad" suprema, en la mentira del carácter "divino" de la verdad y de un mundo "verdadero", pensado en contraposición a un mundo "aparente". El platonismo se revela así como una preparación para el advenimiento de la moral cristiana, que para Nietzsche es el "acontecimiento" que condicionará fatalmente la historia de Occidente en varias fases. Al "levantamiento de los esclavos" personificado en la figura de Pablo, le seguirá el "levantamiento de los campesinos" personificado en la figura de Lutero (movimiento contrario al Renacimiento), luego el "levantamiento de los ciudadanos" (Rousseau y la Revolución Francesa), para culminar en el levantamiento de los trabajadores, es decir en el socialismo. Todas estas fases de una y la misma historia, la de la moral cristiana, imposibilitaron el cumplimiento de otro destino en Occidente y lo precipitaron a su caída.
La ciencia positivista no significó tampoco la superación de los valores nihilistas, sino su confirmación. También la ciencia es una forma de la "mentira". El positivismo sólo se opone aparentemente a la metafísica y a la moral. También el positivismo busca una verdad suprema que no puede alcanzar y está determinado en última instancia, por la misma moral que pretende combatir. Nietzsche ve en la ciencia una última forma de la "voluntad de verdad". Por eso, ciencia, metafísica y moral serían todas formas de la "mentira" (Lüge), no sólo del error (Irrtum) inherente al desarrollo del mundo orgánico y también del humano. Nietzsche se separará tanto de la metafísica, así como de la ciencia, en tanto ambas pretenden buscar y llegar a la "verdad" suprema. También en la ciencia descubrirá Nietzsche la antigua fe, a saber: "aquella creencia de los cristianos, que fuera también la creencia de Platón, que Dios es la verdad, que la verdad es divina..." (15) 

Heidegger piensa la metafísica como onto-teología, a saber como la teoría del ente en su totalidad o teoría del ente supremo. A través de la historia de la metafísica se despliega sólo la pregunta por la esencia del ente. La pregunta que no se ha desplegado ha sido la pregunta por el sentido del ser (que luego se convertirá en la pregunta por la verdad del ser), puesto que el ser mismo se ha retirado. Este carácter de "retirarse" (o retraerse) del ser (Enzug-Charakter) significa también que el ser se conserva (sich bewahrt), lo que Heidegger denomina el "permanecer" retardándose del ser (Ausbleiben) o abandono del ser. El "retirarse" o "abandono" del ser trae como consecuencia el "nihilismo propio". Pero desde la perspectiva del pensamiento tiene lugar el "olvido del ser", que a su vez provoca el advenimiento del llamado "nihilismo impropio" o "nihilismo de la metafísica", la cual a lo largo de su historia consuma el olvido del ser. Desde el platonismo hasta Nietzsche se consuma una y la misma época del ser, la del olvido del ser, que permanece impensado en favor del ente, hasta llegar al horizonte del mundo técnico en el cual en ente como tal no se sostiene más. Abandono del ser (Seinsverlassenheit) y olvido del ser (Seinsvergessenheit) son ambos lados del mismo acontecimiento que determina el presente histórico destinal del advenimiento del nihilismo, el cual se le presenta a Heidegger en una configuración amenazadora como el nihilismo de la técnica o la “época de la devastación de la tierra”, consecuencia del olvido del ser, o del nihilismo impropio de la metafísica  (16).
Ahora bien, Heidegger pensó la superación del nihilismo de la técnica a través del advenimiento de un nuevo pensar, que hasta su última obra luchó por forjarse un nuevo lenguaje, distinto del de la metafísica. Ante la consumación del nihilismo de la técnica en la inminente posibilidad de una guerra nuclear, exclamará Heidegger en 1962 en la entrevista con "Spiegel": "Sólo un dios puede salvarnos." El dios cristiano por cierto no, tampoco es aludido el dios del mundo (Weltgott), el dios de la metafísica; sino "el último dios": "El totalmente Otro con respecto a los ya habidos, más aún con respecto al cristiano.", como Heidegger lo llamara en el período de 1936 a 1938 en sus apuntes, que nunca dieron a luz como obra en vida (17).  No es de extrañar que Heidegger aún siga pensando en su posibilidad treinta años después en 1962. Como Otto Pöggeler señalara, este pensamiento no abandonará a Heidegger hasta el fin de sus días. Heidegger no completó su última gran obra, no halló el lenguaje según su testimonio, o tal vez experimentó lo que él mismo predijera, que la cosa del pensar es finita.

Finalmente, para la definición que se expone en el presente trabajo, no bastaría pensar que la posmodernidad significa el fin de los grandes relatos o la clausura de la idea de progreso. La noción de Lyotard de "gran relato" no sólo se le podría adjudicar a Marx, sino también a Nietzsche y Heidegger. Los tres suponen un diagnóstico sobre Occidente en su totalidad, los tres parten de una perspectiva europea, para los tres podría ser válida la imagen de un centro que se expande. Pero aún cuando este punto fuera discutible es importante indicar que la posmodernidad significa a mi parecer la clausura de una dimensión futura prevista como posible. A saber: la sociedad sin clases, la llegada del superhombre y el advenimiento del último Dios. Ningún indicio en la posmodernidad pareciera auspiciar alguna de estas posibilidades para el futuro. La sociedad sin clases no pasó de ser una utopía. Por el contrario, el neoliberalismo pareciera extenderse sin los enemigos de antaño por todo el planeta. El fin de las grandes ideologías es una convicción cada vez más generalizada con la llegada de un nuevo pragmatismo en política. Tal vez ya no existan más ideologías, izquierdas ni derechas. O sólo exista el monopolio de una, pues el mundo se ha simplificado, sólo existen consumidores y consumidos. Por otra parte el Dionisos de Nietzsche no ha pasado de ser un dios encerrado en los confines del arte, pero sin gran trascendencia para la vida del hombre. Nietzsche volvería a proclamar fastidiado: "Dos mil años en vano, y ningún nuevo Dios". Finalmente el nihilismo de la técnica pareciera adueñarse del planeta en la destrucción sistematizada de la naturaleza y de toda cultura no acorde a los fines de la producción globalizada. Unidos a la superpoblación y a los problemas que debe enfrentar el otrora tercer mundo, tal vez Heidegger volvería a exclamar: "Sólo un dios puede salvarnos". ¿El último Dios? ¿Quién sabe?
La pregunta que convocara este simposio, acerca del rumbo a seguir por la filosofía, nos remite a la pregunta por la posmodernidad. Tal pregunta y su respuesta no implican la aceptación pasiva de una nueva corriente europea, sino el trabajo crítico constante, que nos permita analizar los alcances y consecuencias de tal postura en nuestras tierras. Tal vez sea hora que el "nuevo mundo" empiece a contemplarse a sí mismo, tal vez ésto sea sólo posible asumiendo el resultado del nihilismo en todas sus formas y de este gran “final” que desde distintos pensamientos viene augurándose desde el siglo XIX. En este sentido la posmodernidad parece configurarse no como el preludio de una nueva época como fue la modernidad, sino más bien como una fase epigonal. ¿Queda abierta aún hoy la dimensión futura de Nietzsche y Heidegger? Por el contrario la muerte de Dios parece irreparable y el nihilismo de la técnica prepara la “época de la devastación de la tierra”. El enemigo solapado que en Marx era el capital, se convierte en Nietzsche en la moral de la decadencia y en Heidegger en la “Imposición” (Gestell) del objeto de la técnica que parece configurarse como fin en sí mismo e impulso. ¿Pero es este diagnóstico, cierto? ¿Más que ser epígonos, no deberíamos pensar en nuestra propia emancipación? ¿Y si hoy nos tuviéramos que emancipar, dónde se encontraría el centro de la alienación? ¿En el capital, en la moral o en el pensamiento técnico? Dejaremos esta reflexión para el próximo encuentro.

Referencias

 1.- Dilthey, Wilhelm, Gesammelte Schriften, ed. B.G. Verlagsgesellschaft, Stuttgart, 1957, V,371.
 2.- Op. cit., VII,150
 3.- VII,81
 4.- V,pág.XXIX
 5.- V,pág.XC
 6.- V,366
 7.- Lyotard, Jean François, La condición postmoderna, Cátedra, Madrid, 1984.
 8.- Marx Karl, Engels F., Werke, Berlin, Dietz Verlag,1988, III, p. 7
 9.- Op.  cit., p. 26
 10.-  p. 31
11.- p. 26
12.- pp. 31-32
13.- Cf. Boeder, Heribert, Das Vernunft-Gefüge der Moderne, Friburgo, Albert, 1988.
14.- Nietzsche, F., Kritische Gesamtausgabe, ed. por G. Colli y M. Montinari, Berlin-New York, De Gruyter, 1967ss, VII 3,248,5,35[35].
15.- La gaya ciencia, libro V, aforismo 344. 
16.-Heidegger, M., Conferencias y artículos, Barcelona, Odós, p. 64
17.-Heidegger, Martin, Beiträge zur Philosophie, Gesamtausgabe 65, Frankfurt, Klostermann, 1989, pág.403.


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