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La estatua Queer

12/11/2017- Por Solana González Basso - Realizar Consulta

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La autora aborda la noción de cuerpo que construye la teoría queer. Particularmente la espiritualización de la materia referida a la estatua griega que se lee en un doble movimiento: el postulado de una existencia (S-I) y la exclusión de la mueca. La referencia al toque homosexual que en este texto aparece enlazado a la exaltación y la captura del sentido serán los ejes que resonarán en el planteo del cuerpo queer como estatua…

 

 

 

                             

                                Escultura Griega procedente de la Villa Adriana*

 

 

  “¿Quizás el secreto de la estatua griega sea desmentir la castración? También es el secreto de la particular exaltación en el siglo XIX de la civilización griega antigua como una cultura sin malestar. Exaltación que está marcada, según parece, por un innegable toque homosexual. La estatua griega es esta imagen idealizada del cuerpo humano -podemos decir siguiendo a Hegel-, que es utilizada por el artista para expresar, para hacer perceptible materialmente el elemento espiritual de la humanidad (reprimiendo totalmente el elemento físico), incluso para presentarlo bajo una forma impecable”.

                                            J. A. Miller. Realidades y artificios. “Silet”

 

  Sera entonces a partir de lo que Miller llama en este texto “elementos psicoanalíticos de la historia del arte” que abordare la noción de cuerpo que construye la teoría queer. Particularmente la espiritualización de la materia referida a la estatua griega que se lee en un doble movimiento: el postulado de una existencia (S - I) y la exclusión de la mueca. La referencia al toque homosexual que en este texto aparece enlazado a dos vías: la exaltación y la captura del sentido serán los ejes que resonarán en el planteo del cuerpo queer como estatua.

 

  La exaltación de una cultura griega como sin malestar promueve la espiritualización de la materia a partir de una fascinación: “la penetración integral de lo imaginario por lo simbólico, pero también una dominación de lo simbólico por la armonía imaginaria, y sin resto”. El postulado de ésta existencia no es otra cosa que la exclusión de la mueca, lo que permite el sueño de cuerpos no trabajados por el goce.

 

  Un artículo periodístico cuyo título era “Influidos por las teorías del género que calan a cada vez más sectores de la sociedad en Suecia, decidieron no revelar el sexo de su hijo”, presentaba en los diarios del mundo lo que se conoció como el caso Pop. Los padres de Pop reivindicaban la educación neutra orientada en la teoría queer, la elección del nombre Pop sin marca de género, la omisión de los pronombres a la hora de dirigirse a él y un detalle: “Aparte de unos pocos -aquellos que le han cambiado el pañal- nadie sabe el género de Pop, y si alguien pregunta, los padres simplemente se niegan a decirlo”.

 

  ¿No hay en esa presentación de Pop la apelación a una espiritualización de la materia a partir de una particular conexión entre la imagen y la significación no solo por lo que esta esconde sino también por lo que esta excluye? ¿Es posible pensar que la construcción que la fábrica de actus hace en ese detalle cierne lo que la teoría queer instaura como relación entre el cuerpo y el sentido en tanto modo de enmascarar su fuga? La actuación performativa del género en Butler- S1 sobre el que se organiza la noción de cuerpo del campo de las teorías de género- ubica un lugar central a la significación. Si el original se considera tan performativo como la copia, entonces es en la metonimia de la significación -enlazada a lo performativo citacional- que la noción de cuerpo se construye. Esa metonimia sin embargo no ubica un resto en tanto que existe la posibilidad de su absorción por lo simbólico, en ello radica la exaltación de una imagen idealizada del cuerpo aunque su operador fuera la parodia en el drag.  

 

  Parodia que no da lugar a la mueca en tanto que “A partir del sujeto de la representación, la sospecha de irrealidad es siempre legítima; es decir que, de hecho, no hay nada real”. La disputa sobre el ¿qué quiere decir el género?, que lanza la teoría queer se desplaza al infinito, en una lógica donde siempre es posible una interpretación en más. Esta operación no admite sin embargo la existencia de un resto cuya materialidad quede por fuera del lenguaje. Podemos decir aquí parafraseando a Miller que para capturar el sentido se necesitan dos hombres mientras que ¡Un hombre y una mujer son otra cosa! De esto último da cuenta la fuga del sentido como real del lenguaje

 

  “Se trata de percibir las cosas desde un punto de vista superior. Hay un real; el hecho de que el sentido no se deje prever en sus avatares, es lo real del sentido, es lo que del sentido pertenece al lenguaje como real. El sentido, en efecto, no está apresado por ningún significante, no se inscribe con ningún significante. Es allí donde Lacan propone que nos demos cuenta -en esta fuga misma del sentido- del estatuto más cierto, más ‘científico’, de la razón sexual”. J. A. Miller

 

  La espiritualización de la materia que supone la estatua puede ser leída en el cuerpo performativo como signo del modo en que la metonimia del significado tapona la fuga del sentido como real. Por último es la misma Butler la que responde frente a una interpelación sobre la materialidad del cuerpo diciendo “Sin embargo, confieso que no soy muy buena materialista. Cada vez que intento escribir acerca del cuerpo termino escribiendo sobre el lenguaje.” El sueño de una traducción infinita que intenta capturar el sentido no admite la satisfacción como detención el cuerpo performativo paródico y sin mueca se presenta como un monumento de la perfección al estilo de las estatuas griegas.

 

 

*Nota: Busto de Antinous, Dionysos; actualmente emplazado en el Museo de Louvre. Data aproximadamente del año 130 dC.

 

                              Fotografía de Marie-Lan Nguyen (2007)


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