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Preguntas sobre el aborto

02/08/2018- Por Ramiro Ezequiel Bosco - Realizar Consulta

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El presente trabajo tiene como finalidad hacer visibles diferentes aspectos que se encuentran invisibilizados en los discursos actuales sobre la problemática del aborto. A su vez, se mantendrán las tensiones resultantes teniendo en cuenta las diferentes dimensiones que entran en juego en esta compleja temática.

 

 

 

    

                     "Teseo y el Minotauro" (1515)*

 

 

  ¿Qué es lo que hace que cuando está en el centro de la escena la temática del aborto capte tanto nuestra atención? Parece ser que en dicho punto entran en contacto múltiples factores y variables; pero quisiera visibilizar algunos de ellos que están implícitos en muchos de los discursos que se escuchan sobre el tema, y que parece ser que no hay orejas allí donde debería haberlas para escucharlos.

 

  De cualquier modo, según el diccionario de la Real Academia Española, “orto” viene de “ortus”, que significa salida del sol o de otro astro por el horizonte. Ab-orto supondría una no salida del sol por el horizonte. Aborto es el acto de abortar, del latín abortare, que dice de la interrupción de una empresa, lo cual a su vez implica una renuncia y una pérdida.

 

  ¿No es esto algo que podemos trasladar a nuestras acciones de la vida cotidiana? Por supuesto que sí; sin embargo las hay aquellas que llevamos adelante sin siquiera pensar en ellas o sin esfuerzo alguno, y las hay otras que nos conciernen hasta la médula.

 

  Podríamos decir que hay diferentes grados de compromiso de nuestro ser en cada una de nuestras acciones y decisiones. Y cuanto más concierna a nuestro ser la elección en cuestión, hablaremos de acto. Un acto es algo que marca un antes y un después del cual no hay retorno.

 

  Nada de todo esto es sin angustia, la vida en cierto sentido es hacer con la angustia, pero nuestro comportamiento nos muestra que permanentemente queremos escapar y evitar todo tipo de contacto con ella. En efecto, cuanto más le concierna al corazón de nuestro ser lo puesto en juego en aquella decisión, más cerca de la angustia estaremos.

 

  Un aborto puede ser –para un sujeto en situación– un acto, una acción, un horror, un error, un mandato, una elección, un síntoma, una repetición, una pregunta, o simplemente una solución. Pero sin embargo, la pregunta insiste: ¿Qué es, cuál es la materia, el elemento, algo que dé cuenta sobre cuándo comienza la vida humana? ¿La pregunta es cuándo, cómo, o qué?

 

  Se ve claramente no se está preguntando sobre un particular concreto, por ejemplo ésta persona y no otra, tampoco un particular abstracto, por ejemplo una persona en determinada situación y momento; sino que se está implícito una pregunta por un Universal abstracto. Es decir, ¿qué tenemos en común todos los seres humanos que nos dé cuenta de cuándo y de qué manera comienza nuestra existencia?

 

  Cuenta el mito que se construyó un barco al que se lo bautizó bajo el nombre de Teseo. Luego del ritual en donde se rompe la botella sobre la proa del barco, se lo lanza al mar, ese medio inhóspito e inestable que debe afrontar toda su vida.

 

  Resulta que a medida que el Dios Cronos avanza, es decir el tiempo, las piezas del barco se van desgastando y se hace necesario reemplazarlas una por una hasta que, llega el momento en que se han reemplazado todas las piezas. Y así sucede con piezas del “mismo” tipo y material que las originales.

 

  Las piezas reemplazadas se han guardado en un astillero, con la particularidad de que el guardián del astillero es aficionado de las antigüedades y decide re-armar el barco con las viejas piezas, quedando armado Teseo el viejo barco.

 

  Entonces, puede formularse la pregunta: ¿Cuántos Teseos hay? Podríamos decir que hay 3. Teseo bautismo (1), Teseo astillero (2) y Teseo (3) el que aún navega por los mares. Pero… ¿Cuál es Teseo? Podríamos responder que depende del criterio de identidad que cada quién adopte.

 

  Si mi criterio de identidad es la sustancia Aristotélica, es decir el compuesto materia-forma, podría sostener que Teseo 2 es el único verdadero y que Teseo 3 ha dejado de ser Teseo desde el primer momento en que se le ha cambiado la primer pieza; sin embargo dicho criterio es muy difícil de sostener porque eso significa que cada vez que me corto el pelo ya no soy el mismo.

 

  Si mi criterio es funcional, diré que Teseo es Teseo 3, el que sigue navegando. ¿Pero no tengo derecho a llamar Teseo a Teseo 2, el viejo barco? ¿Pero qué nos dice el hecho de que tengamos que adoptar un criterio y que no venga dado per-sé?

 

  Una forma de responder es aquello que Sartre llamo la existencia precede a la esencia. No hay nada, ninguna esencia que dé cuenta del ser de lo humano. Ni Dios, ni la naturaleza, ni la moral, ni nada que se nos ocurra puede ir a ese lugar.

 

  Otros autores como Lacan, lo han llamado falta-en-ser, por ello para el psicoanálisis no hay identidad, sino identificación. Y es ésta última que cumple la función de ser un remedio imaginario frente a la falta en ser. Pero no quiero ponerme técnico, no quiero entrar en el lenguaje viciado de los conceptos psicoanalíticos, pues eso me aleja de aquello que me motiva a escribir estas líneas.

 

  Y después de todo: ¿qué hay en mí de idéntico a aquella criatura indefensa que han llamado bajo el nombre que me han dado, el nombre propio, lo más impropio? Se me presenta ahora el término “Alma”. Término antiguo si los hay, y pareciera ser que todos adoptamos de una u otra manera algún sentido que nos guardamos para nosotros mismos sobre ese término que tan ligado a nuestra intimidad está.

 

  Podríamos utilizarlo en el mito de Teseo, y decirnos: ¿Pero… no hay algo en el barco que está dentro de él y que constituye algo así como su armazón? ¿Un alma, al estilo del alma de las guitarras que atraviesa todo el mástil por dentro? A los analistas les pido que no se asusten por el término, anímense a abordar lo que se presenta de manera directa en la experiencia y sin juzgar.

 

  De cualquier moda la pregunta insiste y aún no hay respuesta. ¿Qué hace en mi ser, que pueda decir aquí hay vida, aquí no la hay?

 

  Hay un elemento que se escucha en el medio de todos los debates al respecto, se trata de la idea de potencia. No sabemos a partir de cuándo, pero sabemos que allí hay un posible devenir. Es posible porque la potencia implica la posibilidad de no ser. Pero… ¿no sentimos más “humano” a un dibujo cuando vemos en él alguna expresión humana reflejo de algún tipo de antropomorfismo?

 

  Si nos preguntamos por el ser de lo humano, es porque no lo sabemos. O mejor dicho, el fenómeno del ser se me presenta como conciencia de no saber sobre mi ser. ¿Y entonces, qué hace, dónde, cómo, en qué momento podemos dar una respuesta al respecto?

 

  Si nos bañamos de lenguaje, si nos armamos de una identificación como punto de anclaje en un mar por demás tormentoso e inhóspito –y debería agregar silencioso–:

 

  ¿No es el deseo de deseo lo que nos abriga y aloja? ¿No es con el Otro y a través del Otro cuando alcanzamos nuestra libertad? ¿Cuánto hay en todos los síntomas parlantes que se hacen escuchar en vuestro congreso de la nación, de bandera de una estupefacta autodeterminación y libertad? ¿El derecho es solo el derecho de un sujeto sobre su cuerpo? ¿Por qué hay solo un uno allí donde debería haber al menos 2? ¿Qué lugar hay allí para ese dos?

 

  Sea legal o no legal, nada eximirá al sujeto a la conminación de responder. Un acto va más allá de la Ley, tal fue el acto de Antígona. Sin embargo, la responsabilización del sujeto de lo propiamente ajeno a él mismo, lo llevará ante la puerta del silencio del mundo y de sus signos.

 

  

Nota*: imagen de la obra ubicada en el Museo del Petit Palais de Avignon, perteneciente al pintor anónimo Maestro dei Cassoni Campana quien desarrollara su obra en la región de Florencia.


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