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Acerca del carácter intrusivo del abuso sexual y sus implicancias en la subjetividad masculina

22/11/2017- Por Romina V. De Lorenzo - Realizar Consulta

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El abuso sexual implica un avasallamiento al psiquismo infantil, y a su identidad de género, a la vez que implica uno de los actos más crueles y desubjetivantes del sistema patriarcal… Para facilitar el entendimiento de los particulares mecanismos que pueden darse en varones abusados sexualmente y pensar qué implicancias tiene esta intromisión en la identidad de género de los mismos, debemos considerar cuestiones vinculadas a la constitución de género masculino…

 

 

 

                  

 

 

Introducción

 

  El presente trabajo busca ahondar en torno al carácter intrusivo que tiene el abuso sexual y sus implicancias en la constitución de la subjetividad masculina de niños con los que se ha trabajado en el dispositivo de cámara Gesell. Esto se sustenta en el hecho de que a través de la práctica mencionada se han evidenciado particulares diferencias en torno al posicionamiento y por ende modo y capacidad de relato, que asumen varones y mujeres frente a hechos de abuso sexual de los que han sido víctimas.

 

  En esta realidad en donde el abuso sexual implica un avasallamiento al psiquismo infantil, y –también– a su identidad de género, a la vez que implica uno de los actos más crueles y desubjetivantes del sistema patriarcal, es que se buscará trabajar ciertos recortes de las entrevistas mencionadas a la luz del corpus teórico psicoanalítico con perspectiva de género.

 

 

Aclaraciones necesarias

 

  Si bien se ha esclarecido que el presente trabajo se enmarca en un posicionamiento psicoanalítico con perspectiva de género, debe anticiparse que no podrán obtenerse de él conclusiones cerradas ni desarrollos de índole clínico por emerger su casuística de un ámbito forense en donde el encuentro con los NNyA víctimas de estos delitos se da una única vez, careciendo de instancias de trabajo posteriores que permitan vislumbrar lo que aquí quedará plasmado al modo de hipótesis de trabajo.

 

  Por ello puede resultar útil al lector un mayor esclarecimiento del encuadre de trabajo en el cual se toma contacto con los niños que posteriormente serán referidos. Puntualmente, se trata de una práctica al interior del Ministerio de Justicia y DDHH, como profesional que realiza entrevistas en Cámara Gesell a NNyA víctimas y/o testigos de abuso sexual y otros delitos en el marco de un proceso de investigación penal. Mayormente suele realizarse una única entrevista, cuyo objetivo es recolectar, -a través de un proceso sistematizado- la mayor cantidad posible de información aportada por el NNyA acerca del/los delito/s en que éste/éstos han sido víctimas y/o testigos.

 

  Sin embargo, esta sistematización se sostiene con miramientos y cuidados frente a cada subjetividad con la que se realizan las entrevistas, de la mano de una escucha psicoanalítica con perspectiva de género que busca evitar caer en prácticas tecnocráticas (Volnovich, 2016) y vacías debido a la aplicación de un enfoque standardizado. De allí emergen cuestionamientos como el que inaugura el presente trabajo.

 

 

Identidad de género masculina

 

  Previo a adentrarnos en la problemática que nos convoca, y sin ánimos de extendernos en grandes desarrollos al respecto, aunque si a los fines de permitir el entendimiento de los particulares mecanismos que pueden darse en varones abusados sexualmente, debemos considerar cuestiones vinculadas a la constitución de género masculino.

 

  Siguiendo los desarrollos realizados por diversos autores (Stoller, 1968; Burin, 1985/1998, Burin y Meler, 1998, entre otros) podemos pensar al género en su doble implicancia: social y subjetiva.

  En términos sociales, el género es aquel “… conjunto de prescripciones y prohibiciones para el ejercicio de una conducta” (Dio Bleichmar, 1992, p. 135) impartidas socio-culturalmente que van consolidando identidades genéricas vinculadas a lo femenino/masculino.

A la vez que puede afirmarse que el “… género es un concepto que pertenece al dominio de la subjetividad y del orden de lo simbólico; (…) Se trata de un componente inseparable del yo, del sí-mismo y del sistema Superyó-ideal del yo” (Dio Bleichmar, 1996, p. 136).

 

  Benjamin (1996) tomando en cuenta este doble anclaje del género y a partir de priorizar la intersubjetividad como modo de explicación de la constitución de género va a plantear que el género es producto de un proceso de escisión mediante el cual el varón disocia de sí mismo todos aquellos aspectos vinculados a la feminidad, atribuyéndoselos proyectivamente a las mujeres. Esto lo hace en virtud de una identificación primaria con la madre, que se disuelve al descubrir que no pueden ser como ella,  solo pueden anhelar tenerla, conduciendo a la ruptura por la cual deben constituirse como el sexo diferente con respecto del objeto originario. Este es punto resulta central para nuestro trabajo, dado que se conjetura que algo de esto es puesto en juego en los casos que pretendemos abordar. 

 

  Es decir, si bien sabemos que “… todos los sujetos construimos nuestra identidad a partir de una relación positiva de inclusión (identificarnos o parecernos a otros) y una relación negativa de exclusión (ser distintos de otros)” (Burin, 2009, p 135), pareciera que la identidad masculina como tal “… deberá afianzarse en tres pilares: que no es mujer, que no es un bebé y que no es un homosexual” (Burin, 2009. P. 135). Pilares de la identidad que podrían entrar en contradicción con lo que el abuso sexual implica para éstos varones.

 

 

Abuso sexual a varones: su efecto intrusivo en la identidad de género masculina

 

  Podemos entender el abuso sexual infantil como un  “… acto sexual impuesto a un niño cuyo desarrollo afectivo y cognitivo es insuficiente para que pueda comprender plenamente la naturaleza del acto propuesto y realizado, y que no está en posibilidad de aportar su consentimiento.” (Giberti, 2015, p. 34)

 

  Se trata de un acto en el que se da la confluencia de tres características: 1) una diferencia de poder, el cual es otorgado al adulto por relaciones de parentesco, vínculos jerárquicos y/o diferencias de índole física; 2) una diferencia de conocimiento, ya que el niño o adolescente aún no posee un desarrollo tal como para la comprensión de la genitalidad adulta; y 3) una diferencia en las necesidades satisfechas, pues el niño y/o adolescente es sometido a los fines de la satisfacción sexual del adulto (Intebi, 2013).

 

  En la problemática del abuso sexual “… la intensidad de la sorpresa como el contacto con el cuerpo adulto, así como la imposibilidad de huir o defenderse configuran una experiencia traumática” (Giberti, 2015, p. 166) y como tal deberemos comprender sus características particulares, pues la intromisión de la genitalidad adulta en la infancia “reviste un nivel de impacto en la subjetividad que le imprime un estatuto singular” (Calvi, 2012 p. 124).

 

  Intromisión que incluye “… todo aquello que ingresa al psiquismo produciendo cortocircuito” (Bleichmar, 2016, p. 156) generando en el niño –entre otras cuestiones– una imposibilidad de simbolizar, sensaciones de inermidad, percepción de falta de recursos para proteger al psiquismo, junto con la imposibilidad de imaginar un futuro diferente.

 

  Más aún, Bleichmar (2016) propone pensar el proceso de desubjetivación propio del abuso como el que se da en la tortura, dado que en ambos se pretende “(…) fracturar la subjetividad de manera que quien lo padece deje de tener autonomía frene al otro que ejerce el poder y termine por aceptar que eso es lo que buscaba” (p. 156). Respecto de esto es interesante traer a colación el juego que se atreve a narrar un adolescente víctima de abuso sexual. “Él [por el abusador] le decía la tortura, si perdían a la mancha o la escondida se tenían que sentar sobre la mesa y te levantaba así [mostrando con los muñecos anatómicos una apertura de piernas] y él me apoyaba y hacía cosquillas”. Es de destacar que este mismo adolescente negó haber sido víctima o testigo de estos abusos, pero todo el tiempo algo de lo vivencial escapaba en su discurso recortado y cuidado.

 

  Ahora bien, ya adentrados en la particularidad de varones abusados, algunos autores como Volnovich (2016) indican un achicamiento de la brecha entre abusos sexuales cometidos a niños y niñas; sin embargo en la práctica que se sostiene en la Ciudad de Santa Fe puede indicarse que la denuncia de niños víctimas de abuso sexual continúa siendo notablemente menor. De hecho, de 30 entrevistas que he realizado a lo largo de éste último año, sólo 5 corresponden a varones y de ellos sólo 1 indicó ser víctima de abuso, los demás fueron entrevistados porque al ser testigos de los abusos iniciaron la denuncia, pero ellos no verbalizaron ser víctimas de abuso. Se nos instala al respecto la misma duda que se formula Calvi (2012) en torno a si el abuso sexual en varones es menos frecuente o si es menos denunciado.

 

  Una de las respuestas de Gartner (1999) a esta cuestión se sostiene en la hipótesis de que los varones informan menos el abuso que las mujeres porque “… parece sentirse menos traumatizados, a pesar de manifestar una amplia gama de síntomas relacionados con el abuso” (citado en Calvi, 2012, p. 84). Puntualmente se considera más conveniente considerar el hecho de que más que sentirse menos traumatizados existe algo del orden de una mayor imposibilidad de tomar contacto directo con dichas vivencias que probablemente esté vinculado con cuestiones de género.

 

  En este contexto, es viable que emerja la pregunta ¿Qué implicancias tiene esta intromisión en la identidad de género de los varones? Pues dependen de múltiples factores como la edad, los recursos, el contexto, entre otras variables que se combinan en una configuración única en cada caso. Y aquí es interesante pensar el concepto que aporta Silvia Bleichmar (2008) de metábola, para poder entender que entre aquello que ingresa al psiquismo y lo que realmente aparece a posteriori hay un procesamiento singular que se vincula con el modo subjetivo en que cada sujeto organiza su sufrimiento e inscribe los padecimientos a los que han sido sometidos. Sin embargo, se han presentado ciertas constantes en la casuística, dignas de ser pensadas como propiamente vinculadas a la cuestión de la identidad de género de estos varones, tanto a nivel social como  subjetivo.

 

  Una de las cuestiones que interesa pensar, como se ha anticipado, es el silencio sobre la implicancia y/o participación en torno a hechos de abuso sexual. Si bien tenemos conocimiento de que el silencio es uno de los elementos emergentes de este tipo de actos, vinculado con el secreto, la culpa, la manipulación del adulto y la vulnerabilidad en que se percibe el niño o adolescente; sucede que existen casos en donde pareciera que este silencio se vincula con otras cuestiones.

 

  Al respecto es interesante lo que sucedió en la entrevista con un niño de 7 años, cuyo profesor había realizado tocamientos con él y algunos varones de su grupo de pares. Cuando se indagan los motivos por los que asiste a la entrevista se encierra en un mutismo totalmente antagónico a la expresividad previa. Luego de un tiempo en silencio, con una mirada solicitante por su parte, se le pregunta si quiere escribir eso que pareciera querer decir y escribe “el profesor toca a los chicos”, y llora tímidamente. Posteriormente narra ciertas situaciones y frente a la enunciación de la entrevistadora que afirmó “pero los chicos no entendían, era el profesor el que sabía que estaba actuando mal”[1], él cuenta que también le pasó una vez, y poco a poco pudo decir algo de lo experimentado, muy breve y con una mirada solicitante.

 

  Vale también al respecto pensar cómo “En situaciones traumáticas el empleo de la palabra activa la representación y no necesariamente la liga [aunque en otras sí] (…) al tener que hablar de ciertos temas, uno siento que el sujeto no está preparado porque la sola mención del tema produce desbordes emocionales” (Bleichmar, 2016, p. 155)

 

  Ahora bien, si tomamos en cuenta la identidad de género masculina en términos sociales y subjetivos, podemos conjeturar que ciertas resistencias a narrar esos actos implican correrse de los estereotipos clásicos masculinos. Esto en la línea de entenderlo como una “… lucha por conciliar el abuso sufrido con sus representaciones acerca de lo que es ser hombre” (Calvi, 2012, p. 88). Esto puede pensarse para el caso del adolescente que aclaraba que todas las escenas estaban implicadas las niñas más pequeñas del grupo de amigos, siendo que en sus “tropiezos narrativos” daba cuenta de haber sido víctima.

 

  Más aún, contrastando los relatos de los niños y niñas involucrados pudimos arribar a la conclusión de que el abusador los sometía al juego de “la tortura” de modo diferente si eran varones o mujeres. A los primeros los sometía en posiciones más pasivas (apertura de piernas por ejemplo) y a las segundas las tomaba por la espalda.

Cuestión interesante de ser pensada en términos de las implicancias en la identidad de género dado que si este adolescente “iguala abuso con feminidad, cualquier reconocimiento que él realice de haber sido víctima de abuso puede avergonzarlo debido a que asume su incapacidad de ser masculino” (Calvi, 2012, p.98)

 

  Es decir, estos silencios pueden estar en consonancia con las luchas que refiere Calvi (2012)  en el sentido que “… un varón que ha sido víctima debe combatir a menudo una convicción interna que señalaría su falta de virilidad” (p. 88)

 

  Por ello es que nos es permitido conjeturar que “Cuando un hombre acepta haber sido víctima de abuso ingresa en un conflicto importante desde la perspectiva de su identidad de género” (Calvi, 2012, p 99), pues debe volver a conectar también con todo aquello escindido que –tanto social, como subjetivamente– es desmerecido y proyectado al género femenino.

 

 

Interrogantes finales

 

  Muchas son las cuestiones a profundizar, algunas imposibilitadas por la dificultad en el contacto posterior con éstos varones y otras por encontrarse las conjeturas en estadios iniciales, plausibles de profundizarse teóricamente conforme se vayan adquiriendo mayores herramientas.

 

  Sin embargo, algunos anclajes han sido establecidos y serán los que nos posibilitarán avanzar en la comprensión futura de la problemática visibilizada, rescatando las subjetividades con las que uno trabaja y generando aquello que el psicoanálisis garantiza, un miramiento por el sufrimiento subjetivo que se corre de la tecnocracia con la que algunos espacios pretenden abordar realidades tan complejas como las presentadas.

 

 

 

Nota: Este trabajo fue distinguido con una mención en las XIII Jornadas Internacionales del Foro de Psicoanálisis y Género (APBA), realizadas los días 3 y 4 de noviembre de 2017 en la CABA.

 

 

Bibliografía

 

·                    Benjamin, J (1996). Los lazos de amor. Psicoanálisis, feminismo y el problema de la dominación. Buenos Aires, Paidós.

·                    Bleichmar, S. (2016) Vergüenza, culpa, pudor: relaciones entre la psicopatología, la ética y la sexualidad. Buenos Aires, Paidós.

·                    Burin, M y Meler, I. (1998). Género y familia. Buenos Aires: Paidós.

·                    Burín, M y Meler, I. (2009) Varones: género y subjetividad masculina. Buenos Aires, Librería de Mujeres Editoras.

·                    Calvi, B. (2012) Abuso sexual en la infancia: efectos psíquicos. Buenos Aires: Lugar Editorial.

·                    Dio Bleichmar, E. (1992) “Del sexo al género”. Revista de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados N°18, págs. 127 a 155. Buenos Aires.

·                    Dio Bleichmar, E. (1998). La sexualidad femenina. De la niña a la mujer. Barcelona: Paidós.

·                    Giberti, E. (2015) Abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes. Un daño horroroso que persiste al interior de las familias. Buenos Aires: Editorial Noveduc.

·                    Intebi, I (2013). Proteger, reparar, penalizar: evaluación de las sospechas de abuso sexual infantil. Buenos Aires, Granica.

·                    Stoller, R. (1968) Sex & Gender. Nueva York: Jason Aronson.

·                    Volnovich, J. (2016) Abuso sexual en la infancia: el quehacer y la ética. Buenos Aires, Lumen.

 



[1] Es de destacar que no se nos permiten hacer intervenciones y mucho menos interpretaciones por fuera del protocolo acordado para la entrevista, pero en éste caso se percibió como necesario en términos éticos, de allí la brevedad de lo dicho, dado que luego se debieron dar las explicaciones que justificaron el actuar.


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