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Estigmatización del rol materno en la teoría psicoanalítica: De la rectificación subjetiva a la culpabilización yoica. Observaciones del concepto de estrago materno

14/02/2018- Por Johanna Castro - Realizar Consulta

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En la cultura vigente operan visiones encorsetantes del rol materno que son reproducidas por teorizaciones incluso en nuestro campo. La insistencia en el cálculo, en la medida, siempre deja un resto “nunca suficiente” o “estragante” del lado de la madre como generalización. Si tenemos en cuenta el encuadre teórico y formal de la conceptualización lacaniana del Edipo freudiano elucidamos que se trata de lugares simbólicos, nominados como “funciones” que no dependen de la persona que efectivamente encarne ese lugar… Valga este recorrido crítico para seguir pensando sin ataduras.

 

 

                         

                                * “fitting-in”, escultura de Lorenzo Quinn

 

 

Introducción

 

“(…) ahora la madre era ella, la responsable, la culpable, la que había modelado esa arcilla que podría haberse convertido en una obra de arte y tal vez no lo era. ¿Y acaso cualquier desviación, cualquier mínimo error que se alejara del modelo ideal no era culpa suya, enteramente suya?”

                    HIJA (2016), de Ana María Shua

 

  El presente trabajo no pretende hacer una generalización y “ataque” a la teoría psicoanalítica sino, una lectura crítica de la transmisión de la misma ya que en ocasiones (más de las que quisiéramos) ésta lleva a la circulación y reproducción de versiones tergiversadas.

 

  Justamente, el título del trabajo al apoyarse en el concepto de rectificación subjetiva no busca “enjuiciar” a las personas que llevaron adelante estos desarrollos teóricos y desacreditar el valioso aporte de muchas de las producciones a las que les cabría el nombre de “fundacionales”, sino que pretende hacer una lectura de esos textos desde una posible perspectiva de género.

 

  Ahora bien, si se piensa en analizar el concepto de maternidad en la actualidad se puede vislumbrar que ya desde el momento en que se produce la concepción, aparecen diversos actores que se encargan de señalar sobre los cuidados adecuados para ese nuevo ser que acaba de nacer.

 

  Con la figura de la violencia obstétrica, en la ley 26.485 (2009) se enuncia el modo en que se produce el maltrato y vulnerabilización de las madres en el ámbito de la salud definiendo a aquélla como “la que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de la medicalización y patologización de los procesos naturales, de conformidad con la Ley 25.929 (2004)”.

 

  Pero esto también sucede al interior de las familias, desde el discurso médico pediátrico, el ámbito educativo, los medios de comunicación y el marketing al delegar en la figura materna la exclusiva responsabilidad por la salud, los cuidados en la enfermedad, la limpieza de los lugares por donde circulan esas niñxs, etc. Llegando a extremos cuasi cómicos en páginas web y revistas que aconsejan a lxs padres[1] sobre el “mejor cuidado” para sus hijxs, e incluso algunos sectores de la sociedad portadores de un discurso que se podría autodenominar como “progresista” y respetuoso del llamado “parto humanizado”, muchas veces reactualiza el maltrato que denuncia, al sentenciar negativamente a mujeres que prefieren una cesárea o deciden no amamantar a sus hijos por distintos motivos.

 

  Es decir, por un lado se pregona el “respeto” por el cuerpo y lo “natural” y por el otro, se disciplinan los cuerpos de las embarazadas en pos de una postura naturista y anti-medicamentosa. Si bien es sabido que hay una industria farmacéutica pujante y pro-cesárea (por la necesidad de facturar de las prepagas, por ejemplo) detrás de las actitudes descritas, de lo que se trata aquí, no es ni promover ni “atacar” el uso de psicofármacos sino más bien poner en evidencia que la complejidad de las subjetividades. Esto implica pensar cada vez cuál es el mejor abordaje, y sobre todo, teniendo en cuenta la posición y las decisiones del paciente (Ley 26.529, 2009).

 

  En principio, resulta necesario abordar una breve revisión histórica acerca de la construcción cultural del rol materno en su versión ponderada actual.

 

 

Antecedentes

 

  El pasaje del feudalismo a la modernidad dio lugar al surgimiento de nuevos actores: familia, individuo, ciudadano. Se comenzó a dar importancia a la lógica de los cuidados para sostener la masa de trabajadores que el mercado demandaba, de allí que comienza a cobrar importancia el rol materno. Pero por otro lado, la modernidad convierte a la maternidad en sinónimo de feminidad, la erótica femenina queda ligada a la procreación. Las mujeres comienzan a tener menos hijos y su crianza les implica mayor dedicación; se presenta una imperativa necesidad de individuación de los sujetos que requieren mayor dedicación simbólica por parte de sus cuidadoras (las mujeres).

 

  Una nueva moralidad femenina aparece destinada a dirigir la subjetividad femenina que se iba consolidando con las nuevas funciones familiares. La institución médica pasó a tener un rol central en elaborar una moralidad de la maternidad, que contribuyó a consolidar la sujeción de la madre y la ausencia del padre en la crianza de los hijos.

Esta transformación simbólica del parentesco sentó las bases de la nueva legitimidad del patriarcado desarrollando una nueva moralidad femenina basada en la postergación del “sí mismo” a favor del “otro”, es decir la mujer asumió una moralidad altruista.

 

  La alta tasa de mortalidad infantil y la baja esperanza de vida adulta en tiempos pre-modernos, generaban débiles lazos afectivos entre madres e hijos. Por el contrario, en la modernidad la “esposa-madre” adquirió un rol central en preservar la estabilidad del núcleo familiar lo cual simultáneamente incrementó su poder al interior de la familia y mantuvo su subordinación al patriarca.

 

  La mujer pasó a cohesionar al grupo, rol que le había correspondido al patriarca en las relaciones de parentesco anteriores a la industrialización, por lo cual se llevó a cabo una inversión de esos roles tradicionales, pero por distintas motivaciones: el patriarca en base a su autoridad y poder y la esposa-madre, por “amor”. La expropiación económica de la esposa se realizó a través del desconocimiento social del aspecto económico de sus roles familiares (SCHMUCKLER, 1982).

 

  El trabajo de Edward Shorter (1977) converge con este desarrollo, al plantear que la aparición del “sentimiento” en la relación madre-hijo, junto con el “amor romántico” y lo que él llama la “domesticidad”, ayudó a liberar a la familia tradicional ya que a partir de la modernidad el hijo ha llegado a tener una importancia suprema para una madre; ningún interés puede sobreponerse al bienestar de su hijo (SHORTER, 1977, p.11).

 

 

El “cocodrilo” lacaniano. Diferencias entre rol materno y madre. La madre “en función” y la madre estragante

 

  En muchos artículos de divulgación en psicoanálisis, circulan enunciados que se desprenden de esta lectura poco revisada de los textos psicoanalíticos. O incluso, se hace referencia indistintamente a “la madre -deseo de la madre- función materna” como equivalentes. Esto se podría desprender de la lectura de los mismos textos, ya que el propio Lacan habla y escribe en estos términos. Por ejemplo, en el seminario El reverso del Psicoanálisis (1970) afirma que: “el deseo de la madre siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre (…) hay un palo que se llama falo. Es el que te protege si, de repente eso se cierra” (p. 118)[2].

 

  En su recorrido de los tres tiempos del Edipo del Seminario V (1998), señala que en el lugar de la madre se fundamenta al padre como mediador de lo que está más allá de su ley, la de ella y su capricho. Figura entonces, el lugar materno como un lugar caprichoso que debe ser limitado por el “padre”, destacándose el factor “protector” del falo.

 

  Incluso en Intervenciones y textos (1985) afirma: “Las madres tienen un carácter mortífero (sic) y muy especialmente en las relaciones madre-hija” (p.22).Miller por su parte acompaña esta versión al señalar que: “al valorizar la función de la madre, estamos valorando la incidencia traumatizante del goce puro” (MILLER, 1986). Todos estos enunciados señalarían el carácter peligroso, devorador y voraz de lo que se podría denominar “lo materno”.

 

  Ahora bien, si tenemos en cuenta el encuadre teórico y formal de la conceptualización lacaniana del Edipo freudiano elucidamos que se trata de lugares simbólicos, nominados como “funciones” (aunque siempre y necesariamente encarnados por personas) por lo que se podría desprender entonces que no se trata de “madres caprichosas y voraces” sino que allí se juega un más allá, propio del planteo estructuralista. Esto es, no depende de la persona que efectivamente encarne ese lugar sino que es una conceptualización en abstracción del lugar materno que remite a lo pre-edípico.

 

  De hecho Lacan asigna una dimensión significante a ese lugar, que al final de su enseñanza circunscribirá puntualmente al papel de la madre como Deseo de la Madre, nombrándolo como ley. Más allá de lo complicado de la redacción de estos enunciados, no se trataría entonces de la madre en tanto biología, ya que la subjetivación del “cachorro humano” se realiza vía un significante de la ley, representado en el Otro primordial (BATLA et. al, 2014).

 

  Se podría definir entonces al estrago cuando la madre no puede cuestionar su lugar de omnipotencia, ese lugar de amo absoluto. Es decir, aceptar que esté castrada o habitada por una falta: que la habite un deseo otro más allá del niño, que aceptando encarnar a la madre ella es “no-toda” madre.

 

  El problema es cuando, en la transmisión y consecuente divulgación de estas formulaciones, se pierde de vista la singularidad del entramado teórico que dio lugar a estos conceptos facilitando que recaiga sobre la persona-madre la sentencia de “estragante”. Un ejemplo: “(…) observamos que las madres no quieren dejar de ser madres, no quieren que sus hijos crezcan y consienten la eternización de su adolescencia” (SOBRAL, 2011).

 

  De esta forma, muchxs analistas se encuentran degradando el deseo a la voluntad yoica, señalando las dificultades de esa “persona-madre” y de su partenaire, para limitar el goce en juego. El saldo de estas elucubraciones son: por un lado “madres estragantes”, que no “se privan” lo “suficiente” de sus hijos y “padres impotentes-degradados” que no han podido “hacer tope” al exceso materno.

 

 

Del “rol fundamental” al “peligro” de psicosis: el cálculo imposible

 

“Lo llamo distancia de rescate esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola (…)”

      DISTANCIA DE RESCATE (2014), de Samantha Schweblin.

 

  Entre otros autores que destacan la función materna como primordial en el desarrollo psíquico de las personas tenemos los trabajos de Winnicott, quien hace alusión a lo largo de su obra al concepto de “madre lo bastante buena”. Ahora bien, él destaca que es necesaria una función ambiental que debería ser capaz de llevar adelante tres funciones principales: aferrar [holding], manipular y presentar el objeto. Incluso llega a decir que es la madre lo bastante buena (que no tiene por qué ser la madre del niño):

 

  “(…) la que lleva a cabo la adaptación activa a las necesidades de este y que la disminuye poco a poco, según la creciente capacidad del niño (…) el éxito en el cuidado dependen de la devoción, no de la inteligencia o de la ilustración intelectual (…) [la madre] comienza con una adaptación casi total a las necesidades de su hijo”[3] (WINNICOTT, 1971, p. 27-28).

 

  Pero si bien Winnicott destacó la importancia de que la persona que desempeña el rol materno pueda relativizar su omnipotencia en algún momento del desarrollo y así facilitar la independencia del/a niñx (a través del “espacio transicional”) resulta interesante indagar sobre las implicancias que conlleva este “bastante”.

 

  La Real Academia Española (RAE) da numerosas definiciones de “bastante” (aquí se tomará la primera de ellas): 1) adj. Indef. Suficiente, que basta. A menudo con un complemento introducido por la preposición para que expresa un punto de referencia con lo que se cuantifica[4]. Asimismo, la RAE brinda tres acepciones de “suficiente” (proveniente del latín sufficiens,-entis) de las se tomarán las dos primeras que resultan mayormente pertinentes para el análisis: 1. adj. Bastante para lo que se necesita.; 2. adj. Apto o idóneo[5].

  Por lo cual, tanto la definición de “bastante” como la de “suficiente” denotan una cuantificación o medida es entonces que se podría cuestionar: a) qué sería “bastante” para “lo que se necesita” b) qué sería “apto o idóneo” para el desarrollo del/a niñx.

 

  El meollo aparece cuando el “bastante”, “lo que se necesita” y lo “apto o idóneo” parecería que corresponden a categorías que buscan cuantificar y medir a modo de un “control de calidad” lo que la persona en el ejercicio de su rol materno debe cumplir. Lo complicado de este planteo es cómo definir la “justa” medida. Se implementan mecanismos de control varios que apuntan a señalar –casi- todo el tiempo el “no-suficiente” del ejercicio del rol materno: ya sea por el exceso o por la carencia.

 

  Lacan en este sentido se refiere a la metáfora paterna siempre en falla, nunca “es” en la medida “justa”. No obstante, ubica también lo que falla en lo materno al referirse a su deseo pero por el lado del “exceso”. Padre en menos - madre en más, ambos vectores de lo que “falla”.

 

  Colette Soler (2008) menciona que con la decadencia de la mediación paterna se ha incrementado la nómina de especialistas que pregonan sobre lo que las madres deben o no hacer, instaurándose como el “Otro del Otro materno”. En estas posiciones ubica a Winnicott y a Dolto.

 

  Refiere que en la asociación libre, el neurótico lanza vociferante sus reproches contra la madre: imperativa, posesiva, obscena o al contrario, indiferente, fría y mortífera; demasiado aquí o demasiado allá, atiborra o priva, se preocupa o descuida. Pero es llamativo, cómo las doctrinas analíticas han traspuesto esta recriminación neurótica a sus producciones teóricas (SOLER, p.130). También ironiza sobre lo trillado de rastrear el “deseo de hijo” y señala que no hay que confundir el deseo de hijo con su anhelo.

 

  Hay numerosos trabajos que se encargan de ejemplificar esta insistencia (¿neurótica?) de lxs analistas, encontrando por ejemplo, preguntas como esta: “¿cómo se juega en el niño sufriente, de deseo de la madre? si fue deseado o no lo fue (…)” (CALCAGNINI, 2003).

 

  Por otro lado, el trabajo de Nancy Chodorow sobre El ejercicio de la maternidad (1978) busca desmitificar el rol materno[6] lo cual no implica quitarle su importancia efectiva[7] pero si repensar el mito social tejido alrededor de la imagen materna (sobre todo respecto de la “predisposición natural” de las mujeres a ser madres) y en especial, poner en cuestión las exigencias que recaen sobre este rol. Refiere que las exposiciones teóricas analíticas insinúan que la madre debe ser sensible en cada etapa del desarrollo del niño adaptándose a lo que éste necesita (incluso menciona que Winnicott habla de “madre mágica”).

 

  Es así que entonces la madre se encuentra en un dilema: o cae en la “sobreprotección maternal” o cae en la “deprivación maternal” (p.131). Estas dos analistas pese a pertenecer a corrientes teóricas diferentes, coinciden en señalar la búsqueda neurótica de muchxs analistas de la “justa medida”, cuando en todo caso de lo que se trata es que cualquiera sea ésta, siempre será leída como fallida.

 

 

¿Rectificación del sujeto o control disciplinar?

 

  Muchas veces se habla en psicoanálisis de “responsabilidad/rectificación subjetiva” pero se desconocen las implicancias de este concepto llegando en ocasiones a pretender que la persona que acude a un psicoanálisis “asuma” (al modo de un delito o confesión): su goce, síntoma, posición subjetiva, etc.

 

  Jacques Alain Miller refiere que lo que Lacan llamaba rectificación subjetiva era pasar del hecho de quejarse de los otros para quejarse de sí mismo. En ocasiones se produce una lectura errónea de este concepto en el esclarecimiento de aquello que se acostumbra llamar “rectificación subjetiva”. Lacan hace alusión a ella en un único texto en donde ubica a la dirección de la cura como un “proceso que va de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real” (LACAN, 1958, p. 571).

 

  Esta última expresión suele entenderse hoy en día en términos de concernir al analizante respecto de su padecimiento, que suscriba de modo responsable la parte que le corresponde en aquello de que se queja. Sin embargo, estas versiones de la rectificación subjetiva muchas veces no suelen ir más allá de un mero efecto de culpabilización (LUTEREAU, 2015).

 

  Gabriel Lombardi (2009) refiere que Lacan designa como rectificación subjetiva a ese viraje en el que el sujeto cambia de perspectiva sobre algo real y concreto de su síntoma: su participación en el mismo. La denominación es más bien irónica en el contexto en que la introduce, justamente en ocasión de criticar los intentos de normalización imaginaria y de maduración a la fuerza, promovidos por otras escuelas del psicoanálisis.

 

  Lacan mismo, refiere en el texto citado que muchos analistas se dedican a una “reeducación emocional del paciente” y denuncia que la dirección de la conciencia, en el sentido de “guía moral” queda radicalmente excluida de la práctica analítica (LACAN, 1958, p. 560). El sujeto, dice Miller, no es equivalente a la persona ni al individuo. El sujeto no es un datum.

 

  El acto analítico consiste en implicar al sujeto en aquello de lo que se queja, implicarlo en las cosas de las cuales se queja. La paradoja es que el lugar de la responsabilidad del sujeto es el mismo del inconsciente (MILLER, op.cit., p. 70).Es decir que cualquier intento de hacer “responsable” al yo del analizante al modo de pretender que el paciente “admita” su parte en eso, sólo responderá a un dispositivo de control disciplinario[8] y no a un cambio en la modalidad de goce.

 

 

Reflexiones finales. Madre, ¿hay una sola?

 

“Las madres somos hoy esos monstruos a los que se acusa constantemente (…) de marcar el destino de nuestros hijos con trazos imborrables y destructivos (…) obligadas a controlar cada uno de nuestros gestos o palabras porque todo deja su huella en esa masa arcillosa que es, al parecer, la conciencia de nuestros niños. Somos nosotras, en resumen, las que tenemos la culpa de todo”

                                     (SHUA, Op.cit., pag. 218)

 

  El trabajo presentó señalamientos que apuntan a la revisión crítica permanente de la producción teórica y consecuentemente de la práctica en psicoanálisis. La insistencia en el cálculo, en la medida, siempre deja un resto “nunca suficiente”.

 

  La propuesta de este trabajo es la de estar advertidxs de los lugares de poder que ejercemos y el contexto facilitador de la cultura vigente donde aún operan micromachismos respecto del rol materno.

 

  Sobre todo destacar que entre la madre de quien se habla y la madre que habla hay una larga distancia. La primera es objeto visto a través del prisma del fantasma del que habla, la segunda es sujeto eventualmente analizante, y como tal, preso de la división del hablante-ser. (SOLER, op.cit., pag. 131).

        

  El desafío entonces, y en el caso de lxs sujetxs que así se presenten, será el de facilitar el encuentro singular con su deseo (sea de maternidad o no) promoviendo la multiplicación de voces y las divergencias. Dándole voz y escucha a las nuevas maternidades ya que madres y formas de serlo, por suerte, hay muchas y las “fauces del cocodrilo” como relata el cuento de Vitus Dröscher (1981), también sirven de cochecito de niños.

 

 

* Nota: la imagen pertenece a la escultura del artista italiano Lorenzo Quinn (escultor figurativo de  vanguardia, contemporáneo) quien describe esta obra de la siguiente forma:

Se espera que las mujeres encajen en un mundo de hombres y continuamente intentan cuadrar el círculo”.

                           https://www.lorenzoquinn.com/es/portfolio-items/fitting-in/

 

Bibliografía

 

Ley 26.485 de “Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”. Infoleg, Bs. As., República Argentina, abril de 2009.

Ley 25.929 de “Parto humanizado” Infoleg, Bs. As., República Argentina, 17 de septiembre de 2004.

Ley 26.529 de “Derechos del paciente en su relación con los profesionales e instituciones de la Salud”Infoleg, Bs. As., República Argentina, 19 de noviembre de 2009.

Batla E., Criscaut, J., Favret, E., Freid S., Nermaric A., Rossi L. y Valla D. (2014).Un estrago. La relación madre-hija. Bs. As., Ed. Anáfora.

Calcagnini C (2003). La función materna: entre el deseo y el estrago, recuperado de http://www.efba.org/efbaonline/calcagnini-18.htm

Chodorow, N. (1978).El ejercicio de la maternidad, capítulo 5. Barcelona. Ed. Gedisa.

------------ (s.f). Prefacio de la segunda edición de El ejercicio de la maternidad, traducción libre Irene Meler, en Psiconet (www.psiconet.com).

Dröscher, V. (1981) Un cocodrilo para desayunar: historias sorprendentes de la conducta animal. Ed. Planeta.

Schmuckler,B.(1982). “Familia y dominación patriarcal en el capitalismo”, en Sociedad, subordinación y feminismo, Eds. Magdalena. León y otros. Bogotá: ACEP.

Miller, J. A (1997). Introducción al método psicoanalítico, capítulo III, Bs. As., Ed. Paidós.

---------   (1986). “Clínica del superyó”, en Un recorrido de Lacan, Bs.As., Ed. Manantial.

Lacan, J. (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder, en Escritos I, Bs. As., Siglo XXI Ed.

--------- (1998) Clase del 15 y 22-01-58. Seminario V. Bs, As. Ed. Paidós

---------  (1975) Clase del 11-03-70. Seminario XVII. Bs, As. Ed. Paidós

Lombardi, G. (2009). “Rectificación y destitución del sujeto” en Salud y Psicología, recuperado de http://www.saludypsicologia.com/posts/view/294/name:

Rectificacion-y-destitucion-del-sujeto-por-Gabriel-Lombardi.

Lutereau, L (2015): “¿Qué es la rectificación subjetiva?” En Imago Agenda, recuperado de http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=2015.

Shorter, E. (1977). El nacimiento de la familia moderna. Introducción, Bs. As, Ed. Crea.

Sobral, G. (2011). La papilla asfixiante de mamá, en Página/12 (18-08-11), recuperado de https://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-174725-2011-08-18.html

Horror a ser como ella, en Página/12 (18-08-11), recuperado de https://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/subnotas/174725-55248-2011-08-18.html

Soler, C. (2008).“La madre en el inconsciente”, en Lo que Lacan dijo de las mujeres, Bs. As., Ed. Paidós.

Winnicott, D.W. (1971) Realidad y Juego, caps. 1 y 9, Barcelona, Ed.Gedisa.

 

 



[1]Un estudio realizado por la universidad de California-Irvine estableció que lo más imprescindible para el buen desarrollo del bebé, es la constancia en las emociones de la madre, es decir, que las futuras madres deben procurar un estado de calma y felicidad continuo en lugar de tener abruptos lapsos de felicidad y luego intensos lapsos de tristeza o estrés” en Esto es lo que en realidad siente tu bebé cuando tú lloras de tristeza durante el embarazo (sic). Recuperado de https://familias.com/6491/esto-es-lo-que-en-realidad-siente-tu-bebe-cuando-tu-lloras-de-tristeza-durante-el-embarazo.

[2] El destacado me pertenece.

[3] El destacado me pertenece.

[4] El destacado me pertenece.

[5] Véase: www.dle.rae.es.

[6] Para un desarrollo más exhaustivo de este aspecto véase Fernández Ana M. (1993). “Mujeres en más, mujeres en menos: los mitos sociales de la maternidad” en La mujer de la ilusión, Bs. As., Ed. Paidós.

[7] Este punto fue criticado por la autora años después de la publicación del libro, ya que refiere que se utilizó este cuestionamiento para hacer de la madre un lugar permutable y prescindible y no para ponderar las tareas necesarias de la maternidad. Véase el Prefacio de la segunda edición de El ejercicio de la maternidad.

[8] Para un desarrollo de este concepto, véase Foucault, M. (1976) Vigilar y Castigar.


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