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Jessica Benjamin: psicoanálisis intersubjetivo de las relaciones de género

17/07/2019- Por Irene Meler - Realizar Consulta

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Se exponen algunos conceptos desarrollados por Jessica Benjamin, una destacada psicoanalista norteamericana cuya labor se encuadra en la corriente del psicoanálisis intersubjetivo de las relaciones de objeto, con perspectiva de género.

                              

                                                     Jessica Benjamin

 

 

  Benjamin es una destacada psicoanalista norteamericana, que trabaja en Nueva York. Al igual que Nancy Chodorow, su compromiso político con el feminismo antecedió a su formación psicoanalítica, y la impulsó a realizar estudios sociales con representantes de la escuela de Frankfurt.

 

  Su primer libro, Los lazos de amor (Benjamin, 1996), plantea un interrogante doloroso: ¿cómo se ancla la dominación en el corazón de los dominados? De este modo ha buscado indagar acerca de la estrecha relación existente entre los sentimientos amorosos y las relaciones de poder, los motivos por los cuales la dominación se erotiza, y los sujetos subalternizados consienten en ubicarse en situaciones de  sometimiento.

 

  Este tema es sin duda de importancia crucial para comprender la reproducción transgeneracional de la subordinación social de las mujeres.

 

  Sin cuestionar los estudios psicoanalíticos que adoptan un enfoque intrapsíquico, ha elegido tomar al vínculo como unidad de análisis de sus indagaciones, por lo que su labor se encuadra en un movimiento internacional de psicoanálisis intersubjetivo, y su atención se enfoca, en lugar de hacerlo sobre el conflicto intrapsíquico, sobre el deseo de reconocimiento, una categoría hegeliana que incorpora al psicoanálisis.

 

  Describe el modo en que cada sujeto busca instalarse como soberano, absorbiendo y anulando la subjetividad del semejante. Este intento está destinado al fracaso, ya que el otro sostiene la misma aspiración, y de esta tensión opositora entre ambas subjetividades, emerge la posibilidad de un reconocimiento recíproco, siempre amenazada por la ruptura, que cuando se produce, conduce a las relaciones de dominio/sumisión.

 

  Explora una serie de estructuras complementarias y polaridades familiares, tales como sujeto y objeto; activo y pasivo; observador y participante; investigador y conocido, ya que estas complementariedades reversibles han estructurado la relación analítica. Considera que la primer forma complementaria que estructuró la empresa psicoanalítica, o sea la polaridad entre sujeto cognoscente y objeto de conocimiento, tendió a socavar el objetivo del proyecto psicoanalítico, que consistía en estimular la palabra del sujeto inarticulado.

 

La postura objetivista que desestima la subjetividad del analista, promueve que la identificación del analista con el analizando aparezca como un riesgo, en lugar de ser considerada como un aspecto creativo y necesario del proceso.

Considera que la reintegración de la subjetividad y la mutualidad en la relación analítica puede ser parte de un proyecto intersubjetivo, al cual el feminismo ha contribuido tanto como el psicoanálisis.

 

  La revalorización del diálogo entre el self y el otro va de la mano con la revalorización de la díada materno-filial temprana, con sus posibilidades afectivas y relacionales. La perspectiva psicoanalítica clásica se focalizó en el padre, y el trabajo materno de mantener y producir vida fue dado por sentado. El trabajo materno se refiere a representar, reflejar y contener la mente del niño, lo que también es el trabajo básico del psicoanalista.

 

  Trasponiendo al psicoanálisis un planteo de Kojève acerca de la dialéctica del Amo y del Esclavo, plantea que solo cuando la madre disponga de su propio disfrute como sujeto de deseo, y el sujeto masculino realice su propio trabajo de contener y representar el deseo, se superará la escisión que ha dado lugar a la construcción colectiva de los géneros tal como la conocemos, creando la tercera posición. La intersubjetividad requiere entonces, que cada sujeto posea y disfrute su propio deseo tanto como la actividad que lo realiza.

 

  Este replanteo intersubjetivo de la relación de deseo, desestabiliza la dicotomía activo versus pasivo que tuvo una importancia tan central en la comprensión freudiana acerca de la feminidad y la masculinidad, pese a los intentos de Freud por desasirse de ese nexo, en el cual recayó de forma reiterada.  

 

  Tanto la masculinidad como la feminidad pueden ser construidas como la negación del otro, su opuesto, su complementario. Esto confirma que el género trabaja a través de una determinación mutua y simétrica de términos opuestos, que pueden cambiar en tándem, más que a través de cualidades esenciales y fijas. Sin embargo, esa ambigüedad y falta de contenido es solo parte de la historia, debido a que resulta evidente que la cultura patriarcal ha asignado determinados contenidos a las categorías de género.

 

  Existe una constelación psíquica específica que consiste en la postura edípica del niño varón, en la cual se repudia la identificación con su madre y al mismo tiempo, los elementos de pasividad asociados con su propia infancia son proyectados sobre la niña, la hija. Esta postura determina la posición de la hija como continente pasivo de la actividad masculina organizada defensivamente.

 

  Cuando la niña se vuelve hacia el padre y acepta su posición pasiva, en el estilo descrito por Freud, se feminiza del modo que conocemos en la actualidad. La actividad y la pasividad se dividen en la posición edípica, impidiendo la posibilidad de que cada sujeto contenga ambas posibilidades en su self.

Esta escisión es específica de la constelación edípica con su énfasis en la exclusividad de cada posición genérica y el repudio de las identificaciones con el sexo opuesto.

 

  Recapturando las identificaciones bisexuales de la posición preedípica, contrabalanceamos la posición edípica de mutua exclusividad en la cual podemos ser uno o el otro. Esta recuperación de la bisexualidad temprana en la complementariedad postedípica desafía la aparente inmutabilidad de las polaridades actividad y pasividad, masculinidad y feminidad.

 

  Benjamin propone que la autoría u “ownership” (ser dueño de) de nuestro deseo e intención es un tema crucial de la subjetividad, ocluido por la oposición convencional entre actividad y pasividad. Ser un sujeto del deseo requiere autoría y no meramente actividad. La posesión del propio deseo requiere retomar la forma maternal de actividad, el reconocimiento y contención de los estados emocionales, en particular de la excitación.

 

  Si usamos la teoría patricéntrica para explicar la manera en que se forma la subjetividad femenina convencional, debemos recurrir a la teoría matricéntrica para formular la contribución materna a nuestra subjetividad y deseo.

 

  Para esta corriente de pensamiento, la idea de neutralidad analítica está sujeta a redefinición. La representación intersubjetiva de la libertad del analista consiste en utilizar las propias respuestas emocionales, la propia subjetividad, de modo cognoscitivo. Algunos analistas eligen revelar algo de la propia contratransferencia, pero eso varía entre los diversos autores.

 

  La idealización de la simbolización, que es androcéntrica, puede ser contrastada comparando el espacio analítico con una extensión del cuerpo materno continente, que da coherencia al self, lo que hace posible el pensamiento simbólico. Esto incluye la metáfora de la respiración, discutida por analistas influidos por el pensamiento oriental, para sugerir de qué forma el cuerpo contiene la tensión de modo tal que la mente no sea sobrepasada por ella.

 

  Bion caracteriza la actividad maternal que estimula el pensamiento, como continente. Winnicott formula esta cuestión a través del concepto de espacio intermedio y las condiciones del juego simbólico. La persona que es incapaz de procesar la tensión corporal, excepto a través de la descarga motriz o de síntomas somáticos, puede ser descrita no como falta de capacidad simbólica sino como carente de una relación que es la precondición para esa capacidad.

 

  El pensamiento psicoanalítico ha explorado con diversas metáforas: contención, holding, reconocimiento, entonamiento afectivo, la actividad maternal necesaria para formar el sentido somático del self y para devenir en el propio continente, capaz de poseer afectos en lugar de ser sobrepasado por ellos.

 

  La madre actúa como el otro exterior que ayuda al sujeto a tolerar estados de tensión. La experiencia concreta de abrazar, contiene al chico, pero esa experiencia tiene elementos formales tales como timing, movimiento, distancia y cercanía, que luego son traspuestos al lenguaje.

 

  Ese contenedor corporal no debe ser subsumido en un presimbólico irrepresentable, tal como ocurre en la teoría lacaniana, sino que debe ser considerado como algo que alcanza dimensiones metafóricas y permanece como un sustrato de la vida emocional.

 

  El dialogo comunicativo establece un espacio potencialmente exento del control de ambos participantes, y en ese sentido es un “tercer término”. La identificación es considerada, no como un colapso de la diferenciación, sino como la base para comprender la posición del otro.

 

  La clase de separación que permite ese desarrollo simbólico no es considerada como un límite impuesto por otro exterior, sino que es creado sobre la base de una subjetividad maternal que puede representar los afectos y entonces procesar el dolor de la separación entre la madre y el niño.

 

  Esta elaboración acerca del trabajo mental de la madre, trabajo de representación y pensamiento, deviene un punto de apoyo para la noción de un sujeto que se representa activamente el mundo. La habilidad para representar y entonces regular la tensión corporal puede ser vista como el antídoto contra la sujeción pasiva. 

 

  Estas son sólo algunas ideas de Jessica Benjamin, cuya exposición tal vez estimule a adentrarse en el estudio de su obra.

 

 

Bibliografía:

 

Benjamin, Jessica: (1996) Los lazos de amor, Buenos Aires, Paidós.

--------------: (1997) Sujetos iguales, objetos de amor, Buenos Aires, Paidós.

-------------: (2013) La sombra del otro, Madrid, Prismática Editorial.

 

 

 


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