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Oda a la mamá del marica: la terceridad del deseo

03/08/2021- Por Sebastián M. Figueroa - Realizar Consulta

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En este texto nos proponemos abordar una temática poco explorada por el psicoanálisis, al menos en estos términos: el binomio marica-madre. Proponemos revisar las premisas del sentido común psicoanalítico que sostiene una visión heteronormativa de dicha entidad. En primer lugar, recuperaremos las interpretaciones que algunos psicoanálisis han hecho de este binomio. En segundo lugar, revisaremos ‒a partir de algunos ejemplos‒ los sustratos socioculturales que legitiman cierta noción de madre, y que trazan un eje común en la tradición occidental en la que está inserto el psicoanálisis. Por último, propondremos que el binomio marica-madre es más bien una asociación subversiva mediada por el deseo.

 

                                                                                            Escena del film “Prayers for Bobby” (2009)*

 

 

  Desde diversos sectores sociales e institucionales se intenta dar cuenta de un fenómeno aceptado y reproducido por el sentido común. La premisa parece ser la siguiente: los hijos maricas tienen un especial apego por su madre.

 

  Algún psicoanálisis nos dirá que se trata de una identificación imaginaria con la madre que representa el ideal de la mujer y que, a veces, se incorpora en el cuerpo equivocado. Otros, afirman que este apego corresponde al pequeño perverso que rehúsa acreditar la ley paterna y se subsume en el delirio de una madre caníbal. Un último estrato psicoanalítico, que se dice menos ortodoxo, asevera que se trata de una posición envidiosa respecto a la madre; posición que desea ocupar el marica para ser poseído por su padre y que termina con una represión tal que muda los sentimientos hostiles, depositados sobre la madre, en sentimientos tiernos.

 

  Alguna vez Silvia Bleichmar afirmó “las cosas que dicen mis colegas en los medios de comunicación son vergonzosas y quedamos a la derecha del Opus Dei”[1]. Nada más correcto.

 

  La religión resalta la figura de madre como protectora de la familia. La Santa Madre Iglesia (término introducido en el Concilio Vaticano II, en 1962), en tanto que institución, es la guardiana de la familia (Bonnin, 2005, p.45-46). Esta protección se hace, en términos de poder, desde abajo e implica ser la vigilante en la jerarquía familiar.

 

  Este amor de madre heterosexual se fundamenta, según los sectores conservadores, en la benevolencia innata de la mujer que se basa en el “derecho natural”. La madre es la encargada de dar curso a la ternura y la sensibilidad.

  Nadie supone que, en gran parte de esas historias, esas madres religiosas y patriarcales han sido las buchonas del padre. Sacando información, acusando, culpando, decidiendo quién tiene o no la razón. Al fin, esa madre es, aún contra su voluntad, la extensión del padre y de su poder. Esa madre encarna el ideal del Dios judeocristiano que es “padre y madre”[2] a la vez.

 

  A nivel cultural, occidente reproduce el imperativo mítico del amor maternal que lo describe como un “sentimiento ahistórico, universal, propio de todas las mujeres, o un hecho instintivo o natural propio de la feminidad o de la naturaleza femenina” (Ávila, 2004, p.25). No se trata de entrar en una disputa de ejemplos, sino de encontrar regularidades en los sentidos con los que se interpreta la realidad. Estas son las madres de la modernidad que el patriarcado estableció como verdad social y política.

 

  Sin embargo, la madre no es tal sino tiene un agente sobre quien ejercer su poder/función: en este caso el marica. El poder heterosexual se asegura de que, en ausencia de narrativas comunes, la historia de los maricas[3] no se inscriba en la realidad y le asigna a esta una fijeza determinada. En psicoanálisis esta fijeza se expresa a partir del apriorismo mítico de la heterosexualidad como marca indeleble[4] de los sujetos. Para cierto psicoanálisis, en el fondo y aunque lo encubramos, todos somos heterosexuales.

 

  Histórica y socialmente la premisa del sentido común que aglutina la figura de los maricas y sus madres ha realizado grandes aportes al imaginario social. La imagen del solterón que a los cuarenta aún convivía con su madre se asoció a la homosexualidad del hijo. Podía haber otras significaciones ante este hecho. Seguramente las hubo. Lo que se esconde aquí es una lectura lineal y heterosexual.

 

  De hecho, se asegura que el hijo es marica para que se le impida a este cualquier tipo de comercio sexual con su progenitora. No podrá coger con su madre, pero tampoco podrá ser cogido en presencia de esta. O la madre es una perversa que se excita con los chongos que lleva su hijo marica a su casa o es un perro guardián que no permite que nadie le toque el culo a su retoño. Una vez más son dos posiciones socialmente reprobables.

 

  El marica ha infectado a su madre, su monstruosidad la ha poseído, o bien la madre le ha traspasado demasiados genes femeninos y ha deformado su creación. El sentido común reza que los jóvenes son maricas por permanecer con sus madres.

 

  Esta realidad se hizo inteligible a partir de diversas interpretaciones. Una de ellas ubica al marica como un paralítico amoroso. La meta de su amor se encuentra vedada y por tal debe permanecer articulado a su madre. Bajo estos supuestos no hay bondad posible. Si el marica vive con mamá, algo raro pasa. El psicoanálisis también ha aportado mucho a esta mirada particular[5].

 

  Hasta ahora, no se puede esperar nada bueno del binomio marica-madre. Las teorías anticipan a un psicótico que acabará cometiendo todos los asesinatos y vejaciones posibles, aun cuando la realidad diga otra cosa[6]. Así, se unifica el dualismo perverso. Y bajo una inagotable corriente libidinosa se establece la unificación de dos seres. De dos se hace uno. El hijo coge por la madre o lo fantasea, en el fondo comparten lo incompartible.

 

  Todas estas son lecturas parciales que a lo largo de los años el poder heterosexual ha hecho de un fenómeno que quedó asociado a una significación unívoca. Con lo dúctil que ha demostrado ser el mundo, esta fijeza se mantiene. Miles de significaciones quedan excluidas.

 

  No puede ser posible que los hijos amen a sus madres, que no tengan posibilidades económicas propicias para huir, que el poder heterosexual haya detenido el decurso de su deseo y que no tengan más remedio que sacrificar por un amor seguro (quizá el más certero de su vida) un amor descalificado que se erige como un imposible por efecto de la heteronorma.

 

  Los grandes medios de comunicación también aportan a este imaginario del binomio marica-madre. Tomaremos dos ejemplos temporalmente lejanos entre sí para ilustrarnos.

 

  En “Prayers for Bobby” (Mulcahy, 2009), vemos a una madre religiosa frente al sufrimiento de su hijo que ha sucumbido al suicidio producto de la discriminación y el homo-odio. La madre ya no puede proteger a su hijo, entonces por culpa protege a miles más. En esa acción, redime su error y se planta contra los verdaderos responsables de la muerte de Bobby.

 

  El sentido común también dice que un marica se hace producto de un error: “Tú lo sobreproteges, lo haces débil…” suele ser la frase del padre a la madre cuando este se entera de las mariconadas de su hijo. En “Alguien tiene que morir” (Caro, 2020) el padre de Gabino, un marica que se enfrenta a la España franquista, le dice a su madre: “Tú eres la culpable de esto”. Frase que hace que la madre de Gabino intente solucionar la vida familiar, pero acabe por embarullarla aún más.

 

  En esta miniserie también se verifica un acto que se ha popularizado. Se dice que la madre es buena interpretadora de sus hijos, que sabe bien qué desean, y por ello, anticipa el coming out de su hijo marica. En la historia Gabino no debe realizar este acto con su madre. Ella ya lo sabe, porque “una madre sabe todo”.

 

  Los esencialismos abundan en estos imaginarios. Así la madre se debe hacer responsable de “preparar el campo” para que el marica marque la cancha y le pueda decir a todos lo que desea. Puede ser tan perjudicial que alguien anticipe un acto tan fundante como el coming out, que me atrevo a decir que esas actitudes sí pueden ser tildadas de devoradoras.

 

  Esa madre que anticipa a sus hijos es la verdadera caníbal de la historia. Seguro que quiere ayudar, pero al fin, lo que hace es eliminar la fuerza penetrante que tiene un decir veraz: “soy marica”.

 

  Lo que parece escapar de estas breves e incompletas elucidaciones, es lo que llamaría la función de la madre posibilitadora. No podemos dejar de pensar aquí en la “madre suficientemente buena” de Winnicott. Sin embargo, encontramos una diferencia crucial. Mientras que el autor plantea que la madre suficientemente buena es la representante de la dependencia extrema del sujeto con el mundo, nosotros opinamos que parte de esa dependencia es nociva cuando “el mundo” supone a la heteronorma y la realidad al poder heterosexual.

 

  La madre posibilitadora no es amada ni por perversa, ni por identificación. Todo lo contrario, es reconocida por haber sido refugio en tiempos turbulentos. Esta madre no “habla mucho”, sino que “hace la suya”, y en ese borramiento del campo de la palabra y del deseo permite que el marica “hable”. La madre posibilitadora promueve el “fecundo entrelazamiento entre dependencia e independencia” (Muraro, 1995, p.186). La relación marica-madre pivotea permanentemente en esa dialéctica.

 

  Pero ¿por qué no hablar del padre posibilitador? Allí está la cuestión central que se elude en las significaciones del binomio marica-madre, y es que en la mayoría de los casos el padre ha sido raptado por la heteronorma y la homofobia. Y esto es parte de las epistemologías del clóset[7], y de la experiencia de muchos maricones cuyo único escudo temporal fue su madre.

 

  Vamos a ponerlo esquemáticamente. El poder heterosexual hace del hombre-padre un macho, agresivo, insaciable e indolente. Luego ubica a la mujer como su contrapartida. Cuando esta realiza su tarea maternal en “exceso”, el mismo macho le recrimina la culpa por haber arruinado a su cría. Por fin, el marica que desea encontrar refugio en su padre, que este poder le prohíbe, no tiene opción y acude a la única seguridad posible.

 

  El modo en que otros interpretan el binomio marica-madre, no coincide con lo que nosotros encontramos como una especie de “asociación de supervivencia de los géneros subalternizados y las disidencias” ante el hiperpoder del Leviatán heterosexual. Y es que, si se quiere sobrevivir al poder que acorrala a los subversivos, la asociación será más que necesaria.

 

  Lo que resulta innegable es que esta asociación no es una formación opositiva “en contra de papá” como podrían argumentar algunos, sino que es “en favor de”, ¿de qué? De unos deseos que atraviesan la vida de todos los sujetos, y cuya única diferencia es cómo el mundo los lee.

 

  La terceridad del marica y su madre, no es el padre, sino el deseo del hijo marica. La madre posibilitadora no asimila al interior de su deseo al marica, sino que lo empuja en la pos de la construcción de un deseo propio. El deseo marica impugna incluso la verdad revelada del “Nombre del padre”. Lacan mismo asumirá que “la verdad del deseo es por sí sola una ofensa a la autoridad de la ley” (Lacan, 1958-59, p.88).

 

  El verdadero nombre que ha de inscribirse como terceridad aquí, es el nombre del deseo marica, cualquiera sea. La negación a participar a esta inscripción hace del padre el invitado ausente en la mesa de la diversidad. La convocatoria es permanente, todos queremos ser amados y aceptados por quienes elegimos en la vida. ¿Podrá el psicoanálisis curar[8] al padre de la heteronorma?

 

  La experiencia nos dirá también que estas lógicas se invierten y en ese caso podríamos hablar de un padre posibilitador o de padres posibilitadores. No tengo duda que también los hay[9], y mi intención es que se reproduzcan. Ha de ser por ello que a los maricas nos emociona tanto el abrazo con nuestro padre. Porque como el beso entre dos hombres, está prohibido.

 

  Un padre heterosexual que se precie de tal no cometerá la mariconada de apoyar a su hijo en tamaña desviación. Sumado a que el abrazo entre hombres, sean quienes fueren, es cosa de maricas.

 

  Así de obtusa y peligrosa se oye la heteronorma. La misma que creó el binomio indisociable marica-madre para argüir que su irresponsabilidad y carencia de afectividad son elementos contingentes en la asociación de los deseos subversivos.

 

  Algunos podrán argumentar que es un tema pasado de moda y que hoy en día hay familias diversas. La experiencia nos dice que el horror del silencio sigue entorpeciendo el acontecer de muchxs, y que las familias diversas son un ente que impugna las lógicas heterosexuales. Justamente, las familias diversas son una asociación subversiva.

 

  Ojalá este texto refleje el horror singular, subjetivo y social por el que atravesamos los maricas en este mundo paki. Quizá todo este texto haya sido una oda a mamá, quizá es ella quien escribe por mí en este momento. O tal vez soy yo, que, dolido, quiero empezar a despedirme de ella: la gran tarea de un hijx.

 

 

Foto*: la película “Plegarias para Bobby” está basada en una novela biográfica de Leroy Aarons que narra hechos reales ocurridos a mediados de la década del setenta. Centrada en que la intolerancia destruye, y protagonizada por Sigourney Weaver y Ryan Kelley.

 

 

Bibliografía

 

        Ávila, Y. (2004). “Desarmar el modelo mujer = madre”. Debate Feminista, 30, 35-54. Recuperado de: http://www.jstor.org/stable/42624830

        Bonnin, J. E. (2005). Tu santa madre: la novela familiar de la Iglesia católica. DOMIN CHOI, 1669, 45. Recuperado de: LSD1-Completo-with-cover-page-v2.pdf (d1wqtxts1xzle7.cloudfront.net)

        Lacan, J. (1958-1959). Seminario 6: el deseo y su interpretación. Paidós. [2020].

        Lacan, J. (1966). La instancia de la letra en el inconsciente, o la razón desde Freud. En Lacan, J. Escritos 1 (pp. 461-495). Siglo XXI Editores

        Muraro, L. (1995). “El orden simbólico de la madre”. Debate Feminista, 12.  185-202. Recuperado de: https://debatefeminista.cieg.unam.mx/df_ojs/index.php/debate_feminista/article/view/236/177

 



[1] Cf. Ponencia de Silvia Bleichmar en las Jornadas por los 10 años de CAMPOPSi en septiembre del 2006. https://www.youtube.com/watch?v=lL45iwRz6nw

[2] Cerrando así la Trinidad como núcleo de inteligibilidad de la familia cristiana (padre, madre e hijos).

[3] Aglutino aquí al significante marica a los modos de identificación y amor disidente de la norma sexo genérica.

[4] Cf. Edipo Gay: heteronormatividad y psicoanálisis de Jorge N. Reitter, 2018.

[5] Las lecturas lacanistas de Lacan y el atravesamiento epocal en el que se expresa el autor han producido que la metáfora de la triada edípica se interprete de modo patriarcal y heterosexual, siendo la madre el nodo patológico que logra, a partir de la devoración, enfermar a sus hijxs.

[6] En las listas de los serial killers abundan los heterosexuales.

[7] Cf. “Epistemology of Closet” de Eve Kosofsky Sedgwick, 1990.

[8] Entendiendo por “curar” lo que Lacan expresa en “La instancia de la letra en el inconsciente, o la razón desde Freud”: “Es que, al tocar por poco que sea, la relación del hombre con el significante, […] se cambia el curso de su historia modificando las amarras de su ser” (Lacan, 1966, p.493)

[9] Padre o madre, aquí es indistinto. Se trata de ubicaciones subjetivas y no de sexos.

 


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