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Así lo recordaré a Fernando Ulloa

12/06/2008- Por Martín H. Smud - Realizar Consulta

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Fernando Octavio Ulloa partícipe de la difusión del psicoanálisis en Argentina, nos ha legado experiencias clínicas e institucionales, escritos y avatares disímiles que ha transmitido de maneras diversas y por medio del transcurrir por diferentes ámbitos. Inquieto, comprometido con la política del psicoanálisis, y con la no-relación entre psicoanálisis y política. Trabajó junto a Marie Langer, entre otros colegas contemporáneos –José Bleger, Emilio Rodrigué, Arminda Aberastury-, en los primeros tiempos de difusión de la obra y de la práctica analítica. Asímismo intervino en el movimiento psicoanalítico activamente en sus reformas, y en la creación de nuevos grupos. A los 84 años Fernando Ulloa, docente de muchos de nosotros, colega, admirable orador y de una retórica singular, se ha silenciado ya que la muerte lo invitó, pero sus obras, sus actos, continúan transmitiendo sus pensamientos psicoanalíticos.

Fernando Octavio Ulloa partícipe de la difusión del psicoanálisis en Argentina,  nos ha legado experiencias clínicas e institucionales, escritos y avatares disímiles que ha transmitido de maneras diversas y por medio del transcurrir por diferentes ámbitos.
Inquieto, comprometido con la política del psicoanálisis, y con la no-relación entre psicoanálisis y política.  Trabajó junto a Marie Langer, entre otros colegas contemporáneos –José Bleger, Emilio Rodrigué, Arminda Aberastury-,   en los primeros tiempos de difusión de la obra y de la práctica analítica. Así mismo intervino en el movimiento psicoanalítico activamente en sus reformas, y en la creación de nuevos grupos. A los 84 años Fernando Ulloa, docente de muchos de nosotros, colega, admirable orador y de una retórica singular, se ha silenciado ya que la muerte lo invitó, pero sus obras, sus actos, continúan transmitiendo sus pensamientos psicoanalíticos.
Invitamos, de este modo, a conocer a partir de la letra de Martín Smud sus recuerdos y reflexiones del psicoanalista.

Ninguna muerte se puede sumar a otra, pero en nuestro ambiente psicoanalítico en poco tiempo vivimos el deceso de Mauricio Goldemberg, Emilio Rodrigué, Armando Bauleo. Una noticia no dejó tiempo al duelo para que otra noticia vuelva a entristecer nuestra mirada. Y ahora le tocó el turno a nuestro queridísimo Fernando Ulloa.
No hay rachas de muertes por más que parezca una maldita infección que no nos deja tiempo para duelar a uno y encontrarnos con el próximo. Lo que ocurre es que está muriendo una generación. Estaría tentado en decir la generación de nuestros padres, pero no lo siento así. No es así al menos para mí. Aún no. Es una generación que ha marcado a nuestros padres y a nosotros, un poco más jóvenes que tuvimos al menemismo como contexto “propiciatorio” de nuestra formación y al Proceso de Reorganización Nacional como tiempo de nuestra niñez.
Una generación que fue el pie de inicio de una década inaugurante y gloriosa como fue la de finales del 50, generación que ha seguido escribiendo, hablando, trabajando con una lucidez y un empeño que son ejemplo a seguir.
Esa generación que muere se ha convertido en inmortal porque se refiere al tiempo que nos toca vivir. Eso es un legado de Fernando Ulloa: su intento de pensar el pasado y el presente. Todos podemos decir algo de él. Hagamos el intento. Tiremos sobre la mesa lo que recordamos, hemos visto, nos han contado, hemos leído; es necesario antes de dejarlo partir a la zona de la que nadie ha regresado aún, y que según Hamlet es parecido a un sueño del que no se despierta jamás.
Tenía ojos azules, voz ronca, daba respeto lo que iba a decir aún antes que lo dijera, siempre me resonó algunas cosas que escuché de él. La encerrona trágica fue una ellas. Un concepto que me siguió por décadas. Desde el psicoanálisis institucional al cual se abocó con pasión filiatoria, hablaba de política, de la década del 70, de la tortura, de las encrucijadas del destino pero también de la actualidad, de los piqueteros, de los barrios cerrados. A pesar de hablar una y otra de la renegación, de la obscenidad, de la connivencia, de lo siniestro que produce de una generación a otra una amputación en el aparato psíquico. A pesar del país que le tocó vivir, se autodefinía como un escandaloso optimista.
El otro día nos contó Vicente Zito Lema algunos detalles que no sabía y que lo muestran de cuerpo entero. En los últimos años de Enrique Pichon-Rivière (1907–1977) cuando el cáncer hacía estragos de su cuerpo, lo respaldó económica y afectivamente. Y nos hizo referencia a otro punto conmovedor, nunca terminó de digerir tener un hermano en la provincia de Salta el Capitán de Navío Roberto Augusto Ulloa que ejerció el gobierno de facto, desde abril de 1977 hasta febrero de 1983 y que ahora se encuentra dentro de la lista de represores que están siendo juzgados.
Todos hemos conocido a alguien que se analizó con él, su forma de trabajar tan expuesta y tan ética. Hay algo que queda, que resiste mucho más que el cuerpo frágil, transitorio y son sus palabras, los gestos que desnudan aquello que lucha contra lo que secretea con la naturalización de lo siniestro. Se definía como “antes que nada soy clínico; cuando digo clínico, me refiero a una clínica ya alejada de la medicina e incluso de la patología. Es una manera de tramitar, de procesar los datos de un campo, en mi caso desde la perspectiva psicoanalítica” (1).
Se apoyaba en la tragedia que vivimos con los torturados y los torturadores para hablar del imperio de lo siniestro en la Argentina actual. “Una frase que me ha marcado bastante, es del poeta francés Rimbaud, quien en plena época de la represión que sigue a la caída de esa hermosa utopía que fue la Comuna de París, habló del tiempo de los asesinos. Ante el espejo de nuestro país, más de una vez pensé si Rimbaud hablaba de las desgracias en Francia o si anunciaba el imperio de la muerte en la Argentina durante la última dictadura militar. Para mí, una de las características de nuestro tiempo de asesinos, fue el ocultamiento, la mentira legalizada como una verdad absoluta y eterna. Incluso la figura de los desaparecidos desnuda el ocultamiento como práctica política”.
 Y el pasado siniestro le permitía analizar el presente, “los desaparecidos de ayer son estos excluidos de hoy, estos dueños de la más absoluta miseria, que además uno ve desnuda. Las desapariciones estaban, diríamos, marcadas por el velamiento, y esta hambruna como forma de exclusión y de muerte, se nos muestra sin tapujos ante los ojos. Me gustaría encontrar una explicación de ese traspaso del velamiento perverso de la muerte a este, diría yo, desfile de la crueldad en la pasarela social. ¿Qué hay detrás de aquel ocultamiento atroz de la dictadura?, pero mucho más, ¿qué hay detrás de la desnudez sin estética ni ética que marca esta época?”
Del pasado al presente, su análisis lúcido siempre me hizo pensar, reflexionar acerca del país que me tocó vivir, y de nuestra inclusión. “Los que no estamos en esa marginación atroz, podemos decir que estamos incluidos en lados distintos, pero también en lados distintos estamos recluidos, recluidos frente a esa realidad, recluidos en barrios cerrados, puertas blindadas, radio-taxis. Recluidos en el temor, tal vez porque no se ha normalizado aun la intimidación por efectos renegatorios”.
A pesar de que hablaba una y otra vez de la renegación, y de cómo “la renegación, negar y negar que se niega, implica una verdadera amputación del aparato psíquico”, él se veía a sí mismo como un escandaloso optimista. “Escándalo tiene un origen interesante, y de ahí viene su relación con el optimismo. Escándalo alude al escandal, una pequeña vela triangular que inventaron los vikingos para orientar el aire contra la vela mayor y poder navegar contra el viento. En ese sentido hablo de optimismo, y no temo ser escandalosamente optimista, porque a esa vela, el viento la hace ruidosa”.
Maravilloso texto donde una vela de los vikingos nos recuerda su consultorio, lleno de objetos africanos y la chapita de médico en la puerta.

A mí me enseña que antes que nada ser clínico psicoanalista es vislumbrar entre las zozobras de la costumbre, la aparición de lo siniestro. Pocos pueden hablar con mayor acierto y lucidez de lo siniestro que ha acontecido y sigue aconteciendo en la Argentina. Sus palabras resuenan en mis oídos. “Frente a la obscenidad se cierran los ojos como una defensa muy estúpida y riesgosa, o incluso hay un guiño cómplice, que es otro sentido de la connivencia, que ya no se limita a dejar de ver: en el guiño hay una participación activa en el acto cruel. Le molestaba muchísimo «cómo se secretea la intimidación que produce la fatalidad»”. Y se naturaliza esta situación. El efecto renegatorio se multiplica, y  de diferentes maneras y grados nos acecha, nos recluye de la escena social, nos vuelve idiotas, en el punto que no queremos saber nada de eso. “En lados distintos estamos recluidos, recluidos frente a esa realidad, recluidos en barrios cerrados, puertas blindadas, radio-taxis. Recluidos en el temor, tal vez porque no se ha normalizado aun la intimidación por efectos renegatorios”.
 Y hablaba de las patologías asténicas, las patologías de la voluntad, cuando alguien se desadueña de su cuerpo y pierde así “el contentamiento de la acción”.
Su muerte no es una claudicación sino parte del proceso de la vida. Su posición creativa nunca ha sido claudicante. Y así lo recordaré.

Nota

1.-  Entrevista realizada por Vicente Zito Lema y Gregorio Kazi en Página 12, aparece en //www.pagina12.com.ar/2001/suple/Madres/01-09/01-09-14/index.htm.
Nota llamada: “La obscenidad del poder, la ternura de los piqueteros”.


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