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Huéspedes forzosos en el desierto Buenos Aires

12/04/2017- Por Darío Gigena -

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Lacan volvía de Japón (1963). Regresa aguijoneado por la letra japonesa. Retorna interpelado, concernido por lo que desde el extranjero se dio a una lectura… El inmigrante contiene lo que llegaría de lejos como novedad a las grandes ciudades, a las grandes naciones y a su vez trae consigo aquello que estuvo antes (de la ciudad, de la nación) y fue negado luego… El indio Homi Bhabha, teórico del pos-colonialismo se pregunta en El lugar de la cultura ¿Cómo entra lo nuevo al mundo? Interrogante que evoca, el hueso de una cura, palpable en la pregunta ¿cómo entra lo nuevo al mundo del sujeto? Valga esta lectura para pensar a esta Buenos Aires de “huéspedes forzosos”…

 

 

 

                               

 

 

1-La anécdota es conocida. Lacan la relata en un extraño escrito de 1971 (yo aún no había nacido), Lituratierra[i]. Volvía del extranjero, había estado en el Japón. Regresa aguijoneado justo un poquito por la letra japonesa. Retorna interpelado, concernido por lo que desde el extranjero se dio a una lectura. No inmediata, esquiva, y sin embargo ineludible. Desde la ventanilla del avión divisa una geografía exótica, el desierto siberiano ruso -otra vez lo extranjero- planicie desolada lo llama el francés. Y entonces desde su butaca, algo se hizo lectura. Detecta los surcos que en la planicie siberiana ha inscripto el aluvión (M. Moliner señala para aluvión afluencia brusca y violenta de agua, por ejemplo a consecuencia de lluvias fuertes. Aguacero, inundación). Los llama huellas. Indican relieve en lo que es plano. Levantan un borde.

  El relato involucra el acto de leer. A propósito, del seminario de los cuatro conceptos extraigo que el inconsciente es lo que se lee. Pero ¿qué es leer en psicoanálisis? No es escuchar. Sigo en el mismo seminario: el sujeto aprende a leer y a escribir alfabestializándose. Que la letra g responda a girafe (jirafa) como a gorila conlleva una supresión de la materialidad audible, mostrativa y sin sentido de las letras y en paralelo, la ascensión de su dimensión semántica, representativa, bestial.

  Es valiosa la viñeta. Plantea a la letra como lo que precipita del significante (como lluvia que cae desde las nubes) por repetición en transferencia. Leída, la letra designa relieve, rugosidad, perturbación de lo aplanado. Perturbación humectante por cierto, que afecta lo seco de una superficie marchita. Y en tanto consecuencia[ii], irrumpe por efecto de una lectura que acontece o no, de manera contingente, fuera del campo del significado. Lo escrito sucede a la lectura y no a la inversa.

  ¿Fuera del campo del significado? Allí el sentido encalla. Abarrancamiento[iii], estancamiento del significado. Lo ciño como extranjeridad a los propósitos del lenguaje (que no cesa en su intento por significar). Extra-territorialidad al programa del orden simbólico por efecto de lo cual lo insumiso al lenguaje se pone de manifiesto. ¿Qué queda de esto para un análisis? En el en-callar del sentido que arrastra una lectura, palpita lo nuevo por surgir. Si lo real es lo que resiste a la conquista del lenguaje, por su lectura brota la faz des-colonizante del acto del analista.

 

2-El indio Homi Bhabha, teórico del pos-colonialismo en cuya obra puede atinarse la ostensible y ¿accidental? presencia de Freud y de Lacan, se pregunta en El lugar de la cultura[iv] ¿Cómo entra lo nuevo al mundo? Interrogante que evoca, acaso sin buscarlo su autor, el hueso de una cura, palpable en la pregunta ¿cómo entra lo nuevo al mundo del sujeto?

  En efecto ¿qué exterioridad segrega lo nuevo para el mundo? ¿Es aquella extra-territorialidad su fundamento? El interrogante de Bhabha invita a conjeturarlo. Señalemos que el abordaje del indio se formula desde una perspectiva pos-colonial. Lo cual llama a la figura, no del extranjero (el extranjero, desde esta mirada ¿no es el colono?) sino del inmigrante.

  Situados en América del Sur, el asunto se trenza, puesto que en nuestras tierras el inmigrante, portando consigo lo nuevo, conservaría un conjunto no específico de ligámenes con lo antiguo. El inmigrante contiene lo que llegaría de lejos como novedad a las grandes ciudades, a las grandes naciones y a su vez trae consigo aquello que estuvo antes (de la ciudad, de la nación) y fue negado luego. No es necesariamente así en cualquier parte del globo. Con todo, lo dicho no presume la restitución íntegra de lo antes rechazado. Transcrito: los ciudadanos de las grandes naciones latinoamericanas no expresan con puntual fidelidad las insignias del hombre mexica, azteca, inca o mapuche originarios. En cualquier caso, en torno a nuestras latitudes la figura del inmigrante permite postular una exterioridad interna, una intimidad extrínseca.

  Bienvenida entonces al redil del psicoanálisis lecturas con perspectiva pos-colonial si involucran la emergencia como retorno contingente (¿occidental?[v]) de la figura del inmigrante en tanto que designa lo que, por efecto de la conquista y la colonización sufrió el destino de la expulsión y el aniquilamiento, la sepultura y el olvido.

 

3-Hacer mención hoy de las circunstancias que rodean a los Hospitales y Centros de salud de la Ciudad de Buenos Aires y a su tierra (Bhabha aporta una novedosa raíz para tierra: territorio, terrere, terror; el lugar del que la gente es expulsada) y a la práctica del psicoanálisis que en ellos tiene lugar -más un conjunto amplio de labores abocadas a la restitución de la dimensión sujeto que alienta el cobijamiento del malestar y resisten al programa estadístico, clasificatorio y económico de lo humano- no es sencillo.

  Para decir algo, si las cosas siguieran el curso adoptado, la letra de las dos leyes que enmarcan el ejercicio de nuestras prácticas (448 en Ciudad, 26.657 en Nación) se volverá indefectiblemente letra muerta. A decir verdad, Buenos Aires hace tiempo que asemeja su paisaje al de un desierto desolado, cuyas arenas sólo arrojan sombras forajidas de un mortecino ambarino.

 

4-¿Caben todos? ¿Cuántos caben? Y luego ¿cómo expulsar al que no cabe? Interrogantes hijos del imperecedero dilema referido a la pertinencia o impertinencia de dar asistencia en hospitales públicos a: personas que no pertenezcan a tal jurisdicción, usuarios que posean tal cobertura médica, pacientes que no reúnan tales criterios de admisión, individuos que no hayan solicitado turno de tal modo, sujetos marcados con tal diagnóstico, gentes asistidas gratuitamente tal lapso, violentos, ancianos, incurables, y la lista podría tocar el infinito.

  Curioso modo el de algunos de ampararse en la prisa por hacer lugar a otros (hablan del giro cama, mencionan la necesidad de incrementar la producción, imploran por la optimización de los recursos, vociferan esa tosca cantinela liberal de la demanda ilimitada y la oferta siempre escasa), no logrando ocultar con éxito su sed de rechazo, sus afán discriminatorio. Dicho sea de paso, la existencia de treinta y tres hospitales y varias decenas de centros de salud y centros médicos barriales en un solo distrito no encontraría jamás una aceptable justificación en lo económico y político que asegurase su subsistencia, sin la concurrencia de personas en busca de atención sanitaria procedentes de territorios ajenos al perímetro que marca la frontera de la Av. General Paz. Personas, agrego, que consumen, trabajan y pagan impuestos precisamente en la jurisdicción que se pregunta cómo repelerlos.

  Aparte de aludir a conflictos de trágica actualidad en el orden geopolítico, dichos interrogantes suponen una enunciación de amo. Quién los formule lo hará como patrón de estancia, en condición de establecer quién entra y quién no (lo cual no ignora el límite que ha de construirse como necesario para cada caso).

  En psicoanálisis ese todos se transcribe en cada uno. Respecto de ese uno, se trata del sujeto. No indiviso, evanescente, pero uno. Y bien, al dispositivo sólo ingresa uno ¿Y el analista? Habrá sido una función, si hubo análisis. Nunca otro sujeto. Lo dicho vuelve al dispositivo un cronotopo abismalmente íntimo, privado. Ahora bien, solo existe una condición para ingresar a él: que hable.

  Al margen, tal sujeto ¿no es siempre un inmigrante, excluido de su propio origen (Marcel Ritter lo oyó), venido de ese territorio -extranjero por excelencia- que llamamos deseo del Otro? Y ¿no toca a cada uno adecuarse a ese lugar que en el Otro se ha ofrecido? Y ¿qué queda sino la exigencia de inventarse un lugar en ese campo, en extremo impropio? La pregunta entonces será ¿cómo diseñar lugar en cada caso? Como la letra, el lugar precipita de un trabajo, y es consecuencia y fruto de una labor.

 

5-En un desierto amarillento que avanza sobre Buenos Aires (die wüste wächst cantaba Nietzsche) ¿a qué riqueza histórica de insumisas rebeldías, de dignas resistencias nos es dado apelar a los concernidos por el hospital, a fin de promover relieves, accidentes, perturbaciones humificantes creadoras de humus, es decir, formadoras de tierra fértil para el acaecimiento del ser humano que se llama así sin duda porque no es más que el humus del lenguaje[vi]? ¿Cómo inventar otra vez un lugar para cada uno? Se juega en esto mucho.

  Función que aquí juzgo des-colonizante. Que no se reduce a poner de manifiesto lo bestial encadenado a la figura del colono (capaz de negar recursos para la atención del niño enfermo, de arrebatarle al pueblo sus espacios, por codicia lucrativa, de hacer de las riquezas y bienes comunes objetos de un botín saqueable, de rechazar legalidad y legitimidad a la letra de las leyes y hasta incluso de invadir -como el conquistador en tierras foráneas- la tierra hospitalaria mediante fuerza policial detonando el arma contra el que allí encontró refugio) sino antes bien, de hacer lugar a aquello que proviene, y seguirá proviniendo, de lo que es justo nominar mundos extraños.

  El psicoanalista trata a diario con huéspedes forzosos oriundos de un mundo extraño, cosas inmortales que se han mezclado en el ajetreo de los mortales, escribió alguna vez Freud. El inmigrante, nuestro sujeto ¿no invoca la silueta de un huésped forzoso?

  En cuanto a Freud, su experiencia lo avalaba. Pues habiendo abandonado la fría tierra de la investigación con bestias, e ingresado al Hospital General de Viena, se aproximó a la existencia, en el ser parlante, de inhibición, síntoma y angustia, y a la pregunta por su tratamiento. En esa hospitalaria coyuntura, acaso interpelado, concernido por lo que desde el extranjero se dio a una lectura, vislumbró una geografía exótica, un mundo extraño -lugar en que Lacan puso fin a su enseñanza- y hacia allí dejó migrar su deseo. Según consta en “Über Coca”, América del Sur.

 

 



[i]  LACAN, J. Otros escritos. Editorial Paidós. Buenos Aires, 2012.

[ii] LACAN, J. Otros escritos. Obra citada. 

[iii] LACAN, J. El seminario 18. De un discurso que no fuera del semblante. Paidós.

[iv] BHABHA, HOMI K. El lugar de la cultura. Ediciones Manatial. Buenos Aires, 2013.

[v] El neologismo es de Lacan.

[vi] LACAN, J. El Seminario libro 17 El reverso del psicoanálisis Paidós. Buenos Aires, 2012.


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