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“Kamps”; una dramaturgia que reparó una historia. Andalucía entre testimonios vestidos de rayado

12/04/2019- Por Silvia Beatriz Bolotin Kogan - Realizar Consulta

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En el espectáculo “Kamps” de “Hotel Modern” se da cuenta del nazismo por medio de tres mil muñequitos de resina filmados en directo y proyectados en tiempo real en una pantalla gigante en una Sevilla de hermosos jardines con naranjos en flor y balcones cargados de macetas multicolores… Valgan estos trazos de la autora para historizar orígenes de persecusiones e inquisiciones que marcaron la tragedia del pueblo judío, al malestar en la cultura, y al propio Freud y su psicoanálisis.

 

 

                

                                       Calle "Judería" de Sevilla

 

 

  En una pieza de teatro, en otro lugar que es Andalucía es donde se recuerda otra época de la Inquisición, es donde una obra de teatro holandesa titulada Kamps, Auschwitz[1] se pone en escena por una compañía holandesa de nombre Hotel Modern en el Teatro Central de Sevilla.

 

  Se recuerdan entre sus parlamentos e imágenes a los tiempos visigóticos de esplendor, como también la historia de una Andalucía en la primavera de 1391, cuando en Arcediano de Écija, Don Fernando Martínez (Ferrant Martínez) cayó en la sinrazón.

 

  Entonces si se recuerda ese afán de buscar siempre los orígenes, propio de Sigmund Freud, se toca esa sinrazón social que se hace presente como un retroceso de la humanidad en Sevilla, allí donde a San Fernando se lo había autorizado a velar por las minorías hebreas y musulmanas para propiciar el libre culto de las religiones.

 

  Sin embargo, en una mezquita de Plaza de San Pedro, se recuerdan las tres sinagogas de Santa María la Blanca, y el templo de San Bartolomé donde nada alcanzó pese a su protección, porque cuando Arcediano de Écija estalló con un motín popular, la plebe entró por el barrio de la Judería saqueando todo a su paso.

 

  Si bien se castigó a algunos culpables, en Arcediano de Écija todo siguió igual y cuando el pueblo entró otra vez por el mismo barrio judío por entonces saqueando e hiriendo a sus moradores en un 6 de junio, y con una furia desatada se avanzaba por doquier, gritando además “muerte a los judíos” con cuchillos, dagas y herramientas en mano que hasta los moros debieron ser desterrados.

 

  Fue en aquella España del siglo XV donde se dio la metamorfosis ulterior en donde se producen tres momentos a señalar como “progromos/ exclusión/ solución final”. De ese modo, antes en su origen fue “Inquisición/expulsión”. ¿Se puede aventurar de esa manera la hipótesis de que Hitler se basó en el período medieval?

 

  En esa misma Sevilla, esta pieza de teatro muestra un campo de exterminio en el que se ven los prisioneros en Kamp y en este arte dramático se toca la tragedia para inscribirla con estilo diferente en un intento de producir una restitución simbólica en pleno siglo XXI, aunque el tiempo obligue a caer entre resbalones de la memoria por estar sumida a los recuerdos del exterminio.

 

  En ese espacio geográfico, en otro momento se despiertan los recuerdos de cómo andaba la gente por la bella judería sevillana, hasta refugiarse en Céspedes, en donde esos seres que enloquecidos de dolor clamaban al Dío llorando hasta que tampoco se pudo llorar más. Las lágrimas se secaron mientras el Hazam enmudeció para siempre.

 

  Por fin su Dío pareció que escuchó desde el abismo de la historia, tan sólo recién 6oo años más tarde, y así la cultura Sefardí pasó en ese momento a ocupar un lugar en la historia de Sevilla y del Sefarad de sus habitantes; y son aquellos que hablan ladino por estas calles.

 

                       

Estrella de David en el pórtico de la Iglesia de San Isidoro sita en la antigua Judería de Sevilla ¿olvido o nostalgia?

 

 

  En este espectáculo de Hotel Modern se da cuenta del nazismo por medio de tres mil muñequitos de resina filmados en directo y proyectados en tiempo real en una pantalla gigante en una Sevilla de hermosos jardines con naranjos en flor y balcones cargados de macetas multicolores.

 

  Este espectáculo sobre el Holocausto, que si bien son muchos por diferentes lugares del mundo, pero ninguno reproduce la suerte de los prisioneros enviados a campos de extermino con la veracidad de Kamp. La compañía holandesa “Hotel Modern” representa en la actualidad a creadores únicos que han reconstruido Auschwitz a gran escala: y los edificios del campo son un juguete enorme desplegado por todo el escenario.

 

 […] Una microcámara los filma en picado, y las imágenes se proyectan en tiempo real sobre la gran pantalla que ocupa el fondo de la escena. El zoom los acerca a los rostros de los presentes, son todos diferentes, boquiabiertos de espanto, extrañamente humanos. A un lado de la vía están los 19 barracones de los prisioneros; al otro, las casas de los militares y la iglesia. A la puerta de la cámara de gas se amontonan los zapatos y la ropa de los recién llegados: un grupo traspasa el umbral, y luego otro, y el público con ellos. Se ve la puerta cerrarse desde dentro. Con sus cuerpos de resina traslúcida desnudos y sus bocas abiertas sin labios, los que van a morir son clones del protagonista de “El grito” de Munch […][2].

 

    

                       "El grito" de Edvard Munch

             

 

 

                   

                               "Kampf", imagen del espectáculo

      

 

  Gran parte del espectáculo muestra una crudeza extrema: porque duelen esos cuerpecitos de resina vestidos de rayado, conmueve observar la expresión de sus rostros puestas en primeros planos en blanco y negro.

 

  En un momento de alivio, de repente Hotel Modern da respiro cuando empieza a caer la noche, mientras cantan los pájaros, se encienden las farolas y las luces de los edificios envueltos todo de un aroma inigualable en sus barrios. Auschwitz parece en esa puesta en escena tan sólo un pueblecito plácido y confiado casi como un espejismo en donde la cámara entra de improviso en los dormitorios colectivos, muestra en ese instante a centenares de cuerpos hacinados en tres pisos con nichos, donde se oye roncar y respirar pesadamente a través de artistas que fueron recogiendo con micros.

 

  Con estas imágenes amplificadas, parecía surgir otro anochecer en la mirada de los observadores, aunque sin el cantar de los pájaros, aunque sin encenderse las farolas porque se intentaba encender otras ideas entre farolas que no fuera Auschwitz en los espejismos. Quedaba en la memoria del legado de esta obra, y como seguían doliendo otros cuerpecitos, porque las guerras continúan y se las recuerdan con un dejo melancólico por la culpabilidad que implica estar con vida.

 

  Con gran desasosiego cuando vuelven los recuerdos de esas escenas se repiten idénticos con cuerpecitos como cuando “algunas veces en el sueño hablan; algunas veces la imaginación escucha los fantasmas despertados. Y otros ecos regresan desde la poesía primera de una vida, como en una música perdida en la distancia”[3].

 

  Llegaban, así en un ejercicio de memoria con una mística indispensable para dejar una creación escrita con otra clase de mirada, que según De Certeau se produce con esa mística necesaria en cada escritura y es desde un lugar de pasaje, desde un lugar entre dos períodos: uno donde se organiza la palabra en torno a un ser. El otro, donde una narrativa es solemne y elegante en “su letra y su voz”.

 

  A fines de la época burguesa, de ese modo toda palabra mítica se articulaba al deseo de una restauración[4]. En esa mirada de los hombres se percibe una mitología por medio de una escritura, donde se señala la vida y es porque “las palabras evitan enfermar y a medida que se habla, se escribe”.

 

  Entonces regresan a la mente que despierta con el recuerdo de un espectáculo de crudeza extrema donde se demostraba cómo duelen esos cuerpecitos de resina aunque en cada palabra se amortiguaba con un olvido, momentáneo para que una tregua desde la vida señale a Sigmund Freud y sus descubrimientos con un despertar de los hombres entre tanto malestar.

 

 



[1] Vallejos, J. Diario El País, Madrid, 20/ 01/ 2007

[2] El grito, (Der Schrei der Natur) Edvard Munch. El artista pintó cuatro versiones de esta misma composición; esta imagen es la más conocida. Su fama se debe al impacto que  alcanza en el observador, porque se desprende miedo y calamidad inminente. Las cuatro versiones de la obra, creadas entre 1893 y 1910, muestran a una figura andrógina, colocada en un primer plano. El objetivo de Edvard Munch era representar al hombre moderno en una situación de desesperación. El escenario en el que está ambientado el cuadro pertenece a Oslo.

[3] Kavafis, K. Poesías completas, Buenos Aires, Ed Hiparión, 1986, p.14.              

[4] Entrevista de Silvia Bolotin a Michel De Certeau, 1982, Figuras en goce Vertiginoso. Ed. Lugar. P. 181. 2004. Bs. As

 


 

 

      


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