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Cuando no se puede ser uno entre otros

13/02/2018- Por Juan Mitre y Mercedes Buschini - Realizar Consulta

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¿Cómo ayudar a un sujeto a ser uno entre otros? ¿Cómo ayudar a un grupo a tratar el odio que lo habita? Los autores abordan el problema clínico de aquellos niños y adolescentes que no pueden incluirse entre sus semejantes, que quedan por fuera con diversos tipos de consecuencias, desde leves a graves. Lo abordan tanto en su dimensión subjetiva como en su dimensión grupal, apoyándose en la literatura para retornar, desde allí, a la clínica.

 

 

                       

                                    *Ramblas

 

 

 

Se desliza en el lenguaje lo que este acarrea: la idea de todo, a la que sin embargo hace objeción el más mínimo encuentro con lo real. [1]

J. LACAN

 

 

  Abordaremos el problema clínico de aquellos niños y adolescentes que no pueden incluirse entre sus semejantes, que quedan por fuera con diversos tipos de consecuencias, desde leves a graves. Abordaremos tanto la dimensión subjetiva como la dimensión grupal en juego.  ¿Cómo ayudar a un sujeto a ser uno entre otros? ¿Cómo ayudar a un grupo a tratar el odio que lo habita? Dos novelas nos ayudaran a pensar: El Informe de Brodeck de Philippe Claudel [2] y Los años de peregrinación del chico sin color de Haruki Murakami [3].

 

  “Uno entre otros” es un sintagma extraído del prefacio que escribe Lacan en 1974 a la obra de teatro “Despertar de primavera” de Frank Wedekind, en donde dice: “un hombre se hace El hombre por situarse como Uno–entre-otros, por incluirse entre sus semejantes” [4]. La frase se refiere, en el contexto de la obra, al personaje de Mauricio, que al no poder incluirse entre sus semejantes “se excluye en el más allá”, se excluye en “el reino de los muertos”.

 

  En la obra de Wedekind (escrita en 1891 y de una actualidad conmovedora), Mauricio, un muchacho de 14 años que no puede con su despertar sexual, se suicida. Haremos uso del sintagma “Uno entre otros” para pensar algunas cuestiones de lo que implica para todo ser hablante incluirse en un grupo, haciendo hincapié en cómo se presenta el asunto en niños y adolescentes [5].

 

  Por lo tanto, ¿cuál es la razón, esa oscura razón, que hace que alguien no pueda incluirse entre sus semejantes? ¿Cuál es la razón, esa oscura razón, que hace que un grupo no permita que alguien se incluya?  Algunas hipótesis para explorar nuestro tema, tanto de lo que podríamos llamar “las oscuras razones del sujeto” como de lo que podríamos pensar como “las oscuras razones de grupo”.

  

  En torno a las oscuras razones subjetivas que hacen que algunos niños o adolescentes no pueda incluirse entre sus semejantes, proponemos pensar que en ciertos casos se hace presente una dificultad en la “desmaternización”, para utilizar la expresión de Lacan en el epílogo al Seminario 11 [6]. Lo que podría ubicarse como una dificultad para abandonar un goce cerrado en el seno familiar.

 

  Y, por otro lado, para esas oscuras razones grupales, las oscuras razones de grupo, proponemos indagar la relación de un grupo (de una comunidad de goce) con lo extranjero, con lo diferente. Aquí debemos pensar tanto en la lógica del racismo como en la lógica de la psicología de las masas, donde las identificaciones en común arman un nosotros, y a su vez segregan a todo aquel que porta una diferencia insoportable.

 

  Una aclaración: no consideramos necesariamente que cada vez que haya una dificultad de inclusión estén en juego estas dos patas del problema (las razones del sujeto y las razones grupales). Pueden estar en juego unas u otras, así como darse ambas; eso habrá que determinarlo en cada situación. Y por supuesto que también pueden incidir otros factores a los aquí mencionados, ya sean ligados a la estructura clínica de un sujeto, como también a contingencias (a malos encuentros) o a cuestiones culturales.

 

  Solamente presentamos un posible análisis del problema centrándonos en dos ángulos: la variable sujeto y la variable grupo, por así decir. A su vez, no queremos dejar de recordar que no hay inclusión grupal sin tensión (siempre hay tensión entre la lógica singular y la lógica colectiva). La cuestión es la magnitud de esa tensión, y cómo se la aborda. Es decir, si se logra incluir la tensión en un discurso o no.

 

 

Sobre las oscuras razones de grupo

 

  Philippe Claudel publicó en 2007 El informe de Brodeck, un magnífico libro sobre la alteridad y la inhumanidad.  Aunque quizás habría que decir que es una novela sobre lo más humano del hombre, ya que como ha señalado Miller: “no hay nada más humano que el crimen” [7]. Claro que antes lo había hecho Freud, al señalar que el prójimo no es solamente un auxiliar sino también una tentación para satisfacer en él la agresión [8].

 

  El argumento del libro es el siguiente: el único extranjero del lugar, a quien llaman Der Anderer (el Otro, en alemán) ha sido asesinado y todos los hombres del lugar se confiesan autores del crimen. Todos menos Brodeck, quien recibe el encargo, por esos mismos hombres, de redactar un informe sobre lo sucedido: “Me llamo Brodeck y no tuve nada que ver. Necesito decirlo. Tiene que saberlo todo el mundo. Tú sabes escribir —me dijeron—, tienes estudio [...] Tú sabes escribir, conoces las palabras y sabes cómo utilizarlas, cómo decir las cosas. Eso bastará. Nosotros no sabemos”. Brodeck es el único en ese remoto pueblo perdido en las montañas que sabe escribir. Le piden que escriba sobre lo sucedido: “para que quienes lo lean puedan comprender y perdonar”. Cómo escribir y comprender el horror, sobre eso trata esta lúcida y contundente novela.

 

  “No me pregunten su nombre; nunca lo supimos. Enseguida empezaron a llamarlo con motes inventados en dialecto: Vollaugä, Ojos llenos, porque le sobresalían un poco; De Murmelnër, el Murmurador porque apenas hablaba y siempre con una vocecilla que parecía un suspiro; Mondlich, Lunar, porque era como si estuviera y no estuviera con nosotros; Gekamdörhin, El que vino de allí. Pero para mí fue siempre Der Anderer, el Otro, quizás porque, además de venir de no se sabía dónde, era diferente, y de eso yo sí que entendía; a veces, debo confesarlo, incluso tenía la sensación de que éramos la misma persona.” De la relación con lo extranjero; de la relación con ese Otro interior que deviene siniestro, de la relación con esa lengua desconocida e inquietante que nos habita, sobre eso escribe Brodeck.

 

  “Pensé en lo que acaban de hacer aquellos hombres a quienes conocía desde hacía años. No eran monstruos, sino campesinos, artesanos, peones de granja, guardabosques, humildes empleados… En definitiva, hombres como ustedes y yo.” Luego del acto homicida, de ese linchamiento irracional y feroz, irrumpe en ellos un real de extrañamiento. Buscan un sentido para ligar la irrupción de aquello que fue “sin-sentido”. Lo mataron porque algo se tornó insoportable para esos hombres comunes, lo insoportable y extraño se presentó para ellos en la figura de Der Anderer.

 

  Miller en su curso Extimidad [9] nos habla de “las causas oscuras del racismo”, plantea que en el odio al otro del racismo hay algo más que agresividad. Pregunta allí lo siguiente: ¿qué hace que el otro sea Otro para que pueda odiar su ser? Y concluye que lo que se odia es la manera particular en la que el otro goza.

 

  Por lo tanto, podemos entender el racismo como rechazo al goce del Otro. Lo que se odia en el racismo es el modo particular en que el otro goza. Se odia su modo, su forma, su lengua. Pero hete aquí lo importante: en ese odio al goce del Otro suele esconderse el odio al propio goce. Y el goce, como sabemos, nos hace radicalmente extranjeros de nosotros mismos. Esa es la torsión fundamental y difícil de captar. El cura de la novela lo dice así: “esto no podía acabar de otro modo, Brodeck. Ese hombre era como un espejo. Sí, no necesitaba abrir la boca. Devolvía su imagen a cada uno. [...] Yo soy la cloaca, pero él era el espejo. Y los espejos Brodeck, acaban rompiéndose.”

 

 

Una situación escolar

 

  Ahora bien, haciendo un esfuerzo podemos extraer de la novela y del desarrollo presentado la lógica del rechazo a lo diferente. Es decir, algo nos enseña esta novela de forma extrema y a gran escala, algo que podemos utilizar para pensar situaciones cotidianas. Presentaremos a continuación un ejemplo a partir de nuestra experiencia.

 

  Desde hace varios años sostenemos un dispositivo de conversación en escuelas secundarias llamado “Conversar con adolescentes: las palabras y los goces” [10]. Se trata de un dispositivo donde uno o dos analistas organizan y sostienen una conversación con un grupo de chicos, en general en pequeños grupos.

 

  El dispositivo se basa justamente en la noción de extimidad: lo que implica estar en el interior de la institución, pero al mismo tiempo afuera (lo que es sobre todo una cuestión de enunciación). Por tal motivo, la presentación antes de cada conversación es la siguiente: “no se los escuchará como docente, ni como tutor, ni como directivo, tampoco como un padre o una madre…”.

 

  En una oportunidad, nos acercamos a conversar con un curso por la siguiente situación: el problema se presentaba con dos de los alumnos “integrados”, a quienes el grupo no soportaba y agredía. En la conversación se descubre que un mandato de “integrar” los abrumaba. Se reprochaban entre ellos no poder hacerlo como se les pedía. Uno de los alumnos integrados exigía a sus compañeros de un modo despótico asistencia y cuidados. El otro, un joven con diagnóstico psiquiátrico, resultaba una presencia inquietante para el grupo. Decían no saber qué es lo que tiene, que se les acerca y no habla y que a veces habla solo. Algunos manifiestan la fantasía de que pueda entrar un día con un arma y dispararles.

 

  La conversación se pone en marcha y los sentidos se cuestionan: no sólo por nuestras preguntas, sino por las diversas opiniones que surgen entre ellos. Una chica plantea: “¿Por qué tengo que ayudarla si ella no es mi amiga? De hecho, siempre me habla mal, me mira mal…”. La pregunta despierta un debate. Concluyen que de esa manera más bien la ratifican en el lugar de “la diferente”, donde algo sería obligatorio para con ella y que eso sería complicado. Proponen que sería más adecuado que sólo sus amigos, o quienes establezcan un lazo con ella, la ayuden. Sí acuerdan que otra cosa es el respeto.

 

  En torno al otro compañero integrado, piden que la institución les explique algo de su patología. Les decimos que no creemos que haga falta, que la diferencia por lo general inquieta y que cada uno tiene la suya. Conversamos largamente sobre las diferencias y lo que generan. Varios de ellos espontáneamente cuentan experiencias en las que se sintieron diferentes. Les contamos sobre un tema de Caetano Veloso que dice que “visto de cerca nadie es normal”, se ríen y algo se alivia. No fue una conversación orientada por el Ideal (en este caso el Ideal de “integrar”, algo de ello había intentado la institución sin demasiado éxito), sino una conversación orientada a partir de la convicción de que el Otro diferente nos enfrenta a nuestra propia otredad interna.  

 

 

Sobre las oscuras razones del sujeto

 

  Haruki Murakami publicó una novela que bucea en las razones que llevaron a un jovencito a quedar por fuera de su grupo de pares. La novela, titulada Los años de peregrinación del chico sin color, narra la búsqueda que emprende Tsukuru, a sus treinta y seis años, para comprender por qué en su adolescencia de pronto y sin explicación alguna su grupo de amigos corto bruscamente relación con él, episodio tan doloroso que lo llevó incluso a pensar en suicidarse.

 

  Una mujer lo reenvía al pasado y así Tsukuru se zambulle en los años de su adolescencia. Murakami con su novela nos enseña sobre las consecuencias subjetivas del quedar por fuera: “Durante meses vivió como un sonámbulo, como un cadáver que todavía no se ha percatado de que está muerto. [...] No hablaba con nadie salvo que fuera necesario y, una vez de vuelta en su apartamento, apoyado contra la pared de su dormitorio, reflexionaba sobre la muerte, sobre lo que significa no estar vivo”. Luego de la enigmática ruptura con sus amigos, Tsukuru pierde el sentido (incluso el sentimiento podríamos decir) de estar vivo. Pierde ese lugar que le permitía sostenerse en la existencia.

 

  Cuando los conoció, cuando los cinco se conocieron, todo parecía perfecto. Es interesante señalar que la sexualidad, elemento disarmónico por excelencia, no estaba presente. “Ahora sí me encuentro en el lugar adecuado, ahora sí estoy con los compañeros adecuados. Necesito a los otros cuatro y ellos, a su vez, me necesitan a mí. Tal era la sensación de armonía. Se asemejaba a una venturosa fusión química que se hubiera producido por pura casualidad.”

 

  Pero, aun así, una idea de exilio íntimo acompañaba a Tsukuru. Exilio que por otra parte —hay que señalar— es estructural para el ser hablante. El sujeto justamente está tachado por no tener su lugar en la serie del Otro [11]. La tensión entre identidad y diferencia (entre lo semejante y lo desemejante) se hace presente en toda inclusión grupal: “Todos salvo Tsukuru Tazaki coincidían en un pequeño detalle: sus apellidos incluían un color. [...] Debido a ello, desde el primer momento había experimentado una ligera sensación de alienación [...] le dolía no compartir ese rasgo con sus amigos. [...] A menudo pensaba en lo mucho que le habría gustado tener un apellido con color. Entonces todo habría sido perfecto”.

 

  Durante unas vacaciones de verano supo que ese lugar había desaparecido. La sexualidad, sus enigmas y sus fantasmas, en un viaje entre onírico y alucinado propio del estilo Murakami, explicará (en parte) los hechos. Pero, sobre todo, lo que nos interesa resaltar aquí es la función que cumple el uno entre otros en el pasaje de lo familiar a lo social.

 

 

Dificultades en la desmaternización

 

  En cierta manera, el pasaje de lo familiar a lo social comienza con el inicio de la escolaridad, donde el niño comienza a ser valorado por lo que produce y ya no tanto por lo que él es [12]. Como es sabido, un cambio de valor acontece: si en la familia el niño cuenta sobre todo por lo que es, en la escuela comienza a valer por lo que hace; su hacer, su saber-hacer, es lo que empieza a tener importancia, tanto en lo referente a sus destrezas académicas como a las sociales.

 

  En efecto, hemos encontrado en la clínica que los problemas que muchos niños y adolescentes presentan para incluirse entre sus semejantes se deben a lo que podemos pensar como “una dificultad en la desmaternización”. Se trata de sujetos que están demasiado ligados al Otro materno, ya sea esto con mayor o menor dialéctica. Por lo tanto, lo que llamamos una falla en la desmaternización no sería otra cosa que una dificultad en la separación de una posición de goce.

 

  Algunos casos podríamos pensarlos desde una perspectiva clásica, como una posición perteneciente al primer tiempo del Edipo [13], donde el sujeto se entroniza como falo materno. Otros, más bien, podríamos pensarlos desde el escrito de Lacan “Nota sobre el niño” [14], cuando el niño queda ligado al fantasma de la madre. O también, en torno a esas constelaciones familiares donde el niño queda tomado por un goce que es tanto suyo como de sus padres.

 

  Al respecto, Eric Laurent señala que hay un deslizamiento en la clínica actual que tiende a asegurar el lazo de la madre y el niño (las “asociaciones de niños con trastornos” van en esa vía); señala que hoy en día el niño va al lugar de un objeto a y es a partir de ahí que se estructura la familia, plantea que la misma no se constituye más a partir de la metáfora paterna sino en la manera en que el niño es el objeto de goce de la familia [15].

 

  Por lo tanto, podríamos pensar que la época actual propicia un “empuje al apego” en torno a al niño. Este empuje al apego implica esencialmente un empuje superyoico, un mandato insensato que hace que el niño pase a ser sobre todo un objeto de goce. Donde ciertos apegos rígidos implican una suerte de rechazo del Fort-Da, en serie a un simbólico eclipsado.

 

  En definitiva, se trata de sujetos que se encuentran demasiado ligados a la lengua familiar, concentrando el lugar de objeto de goce de la familia y, por lo tanto, presentando dificultades para constituir un semblante que les permita entrar y arreglárselas en la escena social. Niños y adolescentes que no pueden encontrar un significante que les permita salir del círculo familiar.

 

  Al respecto, no hay que olvidar que el sujeto nace justamente sustrayéndose del Otro (como veremos en la viñeta a continuación). Podríamos decir, que se trata de niños y adolescentes que encuentran una dificultad para pasar de la lengua familiar a la lengua común del grupo de pares. Por supuesto que aquí, no hacemos ningún elogio de la lengua común del grupo, sino estaríamos promoviendo una suerte de adaptación u homogeneización (no se trata de promover ningún “ser como los otros”).

 

  Más bien, lo interesante sucede cuando alguien puede a partir de sus marcas inventar su propia lengua, y así sostenerse de un modo singular en un lazo con otros; cuando alguien no cede en su deseo para “ser como todos”, pero tampoco hace de “su diferencia” un obstáculo narcisista al lazo. Creemos (aún), que en esto un psicoanálisis puede ayudar (y no sólo a los niños).

 

 

Un ejemplo, el chico brillantina

 

  Federico, a sus diez años, consulta con un analista por enuresis y dificultades de integración escolar. En la escuela dicen que hace lo que quiere, que no hace caso y que le cuesta hacer amigos. Durante las primeras entrevistas se presenta notablemente apegado a su madre. Pregunta al analista por los otros niños que vienen al consultorio, y dice que quisiera que vengan a jugar con él.

 

  Cierta vez, mientras pegaba brillantina en una hoja se la pasa por el cuerpo exclamando: “¡Soy el chico brillantina!”. El analista le dice que esas brillantinas también las usan otros niños. Acto seguido se le ocurre una idea: construir una caja (la decora con su inicial y la del analista) y la esconde para que no la vea su madre y para que la usen sólo quienes la descubran. Allí guarda los paquetitos de brillantina. Vía la transferencia, algo de la separación se pone en juego. Un breve tiempo después comienza a jugar al fútbol en un equipo y refiere: “Estoy entrenando para dejar de dormir con mi mamá: me voy poniendo cada vez más lejos en su cama”.

 

  Como puede verse en este caso, consentir a situarse como uno entre otros es correlativo a abandonar una posición de goce. Pérdida e invención están en juego.

 

 

 

Juan Mitre es psicoanalista, miembro de la EOL y de la AMP, instructor de residentes de psicología en el Hospital Manuel Belgrano, San Martín, responsable del seminario Clínica con Adolescentes en la Escuela de Formación en Psicoanálisis del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires (Distrito XV). Correspondencia a: mitrejuan@gmail.com

Mercedes Buschini es psicoanalista, instructora de residentes de psicología en el Hospital Manuel Belgrano, San Martín, docente en Causa Clínica y en la Escuela de Formación en Psicoanálisis del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires (Distrito XV). Correspondencia a: mercedesbuschini@gmail.com

 

 

*Imagen respectiva a la Serigrafía de Oswaldo Guayasamín, expuesta en la “Capilla del Hombre” de  Quito Ecuador.

 

 

Notas

 

[1] Cf. LACAN, J., “Prefacio a El despertar de la primavera”. En: Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 588.

[2] Cf. CLAUDEL, P., El informe de Brodeck, Salamandra, Barcelona, 2008.

[3] Cf. MURAKAMI, H., Los años de peregrinación del chico sin color, Tusquets, Buenos Aires, 2013.

[4] Cf. LACAN, J., “Prefacio a El despertar de la primavera”. En: Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 588.

[5] No ha sido nuestra intención en esta oportunidad abordar la cuestión del Uno, compleja de por sí en la obra de Lacan. Recomendamos al interesado ver el libro Los 11 Unos del 19 más Uno de G. Arenas (Grama Ediciones). Tampoco desconocemos que el personaje de Mauricio en el drama de Wedekind al exceptuarse es calificado de “muchacha”, y que Lacan dice que es llamado así con justa razón, ya que “la muchacha solo es una y quiere seguir siéndolo”. Claramente, la cuestión remite allí a la diferencia subjetiva en la sexuación. Al respecto, Miller señala en Los signos del goce (Paidós, p. 112) que del lado masculino, un sujeto puede resignarse a quedar ubicado como uno entre otros: “para un hombre el sacrificio consiste en hacerse el Hombre”. En cambio, señala que del lado femenino el sacrificio y la renuncia se presentan de manera distinta: consintiendo a participar de lo Uno pero no siendo más que una, renunciando a hacerse La mujer. Por tal motivo, cada vez y por el rasgo que fuera, que un sujeto se ubica como excepción se encuentra en un punto feminizado. Pero aquí, si bien en parte hemos tenido en cuenta estas cuestiones, tomamos el sintagma “uno entre otros” para pensar la dificultad de cualquier sujeto (se coloque donde se coloque en las fórmulas de la sexuación) para incluirse en un grupo, y a su vez, para pensar las dificultades de todo grupo para admitir la diferencia.

[6] Cf. LACAN, J., El Seminario, Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1993,  p. 288.

[7] Cf. MILLER, J.-A., “Nada es más humano que el crimen”. En: Virtualia #18, Revista digital de la EOL, http://www.revistavirtualia.com/ediciones/18

[8] Cf. FREUD, S., “El malestar en la cultura”. En: Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1996, vol. XXI, p. 108.

[9] Cf. MILLER, J.-A., Extimidad, Paidós, 2010.

[10] Otras experiencias de conversación han sido publicadas, ver: “Para un tratamiento del enemigo íntimo en un contexto escolar” en Revista El Niño 13, 2013; “Conversar con adolescentes: las palabras y los goces” en CIEN (Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Niño) Cuaderno 7, 2014.

[11] Cf. MILLER, J.-A., Los signos del goce, Paidós, Buenos Aires, 1999, p.34.

[12] Cf. STEVENS, A., La clínica de la infancia y de la adolescencia, CIEC, Córdoba, 2011, p. 18.

[13] Cf. LACAN, J., El Seminario, Libro 5. Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 2001.

[14] Cf. LACAN, J., “Nota sobre el niño”. En: Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.

[15] Cf. LAURENT, E., “Las nuevas inscripciones del sufrimiento del niño”. En: El goce sin rostro, Tres Haches, Buenos Aires, 2010, p. 152-153.

 

 

Bibliografía

 

ARENAS, G., Los 11 Unos del 19 más Uno, Grama, Buenos Aires, 2014.

CLAUDEL, P., El informe de Brodeck, Salamandra, Barcelona, 2008.

FREUD, S., “El malestar en la cultura”. En: Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1996, vol. XXI.

LACAN, J., El Seminario, Libro 5. Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, 2001.

LACAN, J., El Seminario, Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1993.

LACAN, J., “Nota sobre el niño”. En: Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.

LACAN, J., “Prefacio a El despertar de la primavera”. En: Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.

LAURENT, E., “Las nuevas inscripciones del sufrimiento del niño”. En: El goce sin rostro, Tres Haches, Buenos Aires, 2010.

MILLER, J.-A., Extimidad, Paidós, 2010.

MILLER, J.-A., Los signos del goce, Paidós, Buenos Aires, 1999.

MILLER, J.-A., “Nada es más humano que el crimen”. En: Virtualia #18, Revista digital de la EOL, http://www.revistavirtualia.com/ediciones/18

MURAKAMI, H., Los años de peregrinación del chico sin color, Tusquets, Buenos Aires, 2013.

STEVENS, A., La clínica de la infancia y de la adolescencia, CIEC, Córdoba, 2011.

 

 

 

 

 


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