Hospitales
por María Juliana Espert
El llamado “ateneo clínico” se ha instituido como una práctica habitual en el ámbito residencial y su presentación pretende ser, en principio, una instancia de intercambio y discusión sobre la clínica que practicamos. A partir de cuestionar los variables usos del “caso clínico” e interrogar algunos aspectos relativos a la formación en psicoanálisis, la pregunta que queda abierta atañe a la implicancia de la escritura clínica: ¿qué se escribe en un ateneo que se dice clínico? ¿Qué supone la escritura desde una orientación psicoanalítica? ¿Desde dónde y qué leemos en el inevitable recorte de un caso o recorrido de un tratamiento?
por Gerardo Gómez
Miles de psicoanalistas trabajando gratis: ¿cómo es esto posible? Ya sea en el ámbito de lo público, bajo figuras tales como concurrentes, becarios, visitantes, pasantes, etc., o en lo privado, desde la gratuidad hasta remuneraciones paupérrimas —llegando al mundo del revés de pagar para analizar— la representación “trabajo gratuito” inyecta al analista, invitando a un prurito respecto del cual, a veces, parecemos estar anestesiados.
por Lorena Croceri
Las teorías sexuales infantiles se construyen como resistencia, necesaria, a la confrontación con un no hay, que afecta fundamentalmente al saber. ¿Podríamos decir que la teoría, cuando va al lugar del saber del analista, como sustitución de ese no hay, es una de las formas en que la resistencia opera como resistencia del analista? ¿Podríamos decir que la teoría cuando va al lugar de decir lo que el caso no dice va al lugar de evitación de la angustia? ¿O que la teoría, sostenida desde una posición universitaria de enunciación, provoca efectos de fascinación que destituyen al analista de su lugar?
por Marisa Fenochio
Es ya un lugar común en el psicoanálisis que el modo de presencia de la dimensión corporal tiene la marca que las distintas variantes de la estructura le aporta. En la clínica, sin embargo, no va de suyo en qué lógica se inscriben las referencias al cuerpo de distintos pacientes. Situarlas requiere una operación de lectura en transferencia. La autora se pregunta, a partir de dos recortes clínicos, acerca del lugar que tiene el cuerpo en la histeria y en la esquizofrenia, articulando ese material con elementos diferenciales que entiende cruciales para pensar la dirección de la cura en las estructuras
por Marcela Brunetti
En Freud, lo real aparece como el obstáculo al principio del placer. Lo real es el tropiezo, el hecho de que las cosas no se acomodan de inmediato, como querría la mano que se tiende hacia los objetos exteriores. Lo real se distingue por su separación del campo del principio del placer, por su desexualización, por el hecho de que su economía, en consecuencia, admite algo que es, justamente, lo imposible.
por Susana Laín
Desde el psicoanálisis, toda dirección de la cura apunta a la articulación de la función del nombre del padre, operación que Lacan teoriza como constituyente de la estructura subjetiva. La función del nombre del padre permite que se anude un amor ejercitable. La ley del nombre del padre no aplasta el deseo; por el contrario, no hay deseo sin ley. El padre está más habilitado para poner un límite al goce fálico, pero la madre tiene que traducir esta prohibición al niño. Esta función es nombrada por Lacan: “amonedamiento”. Sin el amonedamiento del nombre del padre no se anuda el deseo a la ley. ¿Es posible el psicoanálisis en el Hospital? Sólo en tanto el analista está dispuesto a que opere la función de amonedamiento del nombre del padre. Leyes, en el Hospital, hay muchas y muy duras. Este orden habilita un espacio analítico sólo si anuda un mínimo de amor ejercitable, del cual la primera forma que nos interesa es el amor de transferencia.
por Carlos Cimino y Fernanda Mejías
Hay una vicisitud frecuente en los tratamientos hospitalarios. En ocasiones, la gravedad de la situación hace que médico y analista intervengan activamente con la escucha, la medicación y la palabra, más allá de la demanda del paciente, que a veces no está o que puede aparecer por parte de un tercero. Si esta intervención tiene éxito, médico y analista se colocarán ahora en una posición singular. Esta respuesta aliviante a una o varias situaciones de malestar importante, dará lugar a la aparición de un Otro capaz de alojar el padecimiento: el equipo tratante. ¿De qué modo se pone a jugar en el tratamiento el equipo así instalado? ¿Qué obstáculos encuentra? Este trabajo intenta ubicar algunas coordenadas que contribuyan a orientar el trabajo en equipo de médico y psicólogo, partiendo de algunas situaciones que emergen como representativas en la clínica hospitalaria.
por Cecilia Polonara
¿Qué les genera a los médicos, la presencia de un “psi”, en su territorio? ¿Qué implica para ellos tener que convocar nuestra presencia? ¿Cómo operar sobre la demanda de los equipos médicos, abriendo paso a la interrogación de su malestar? ¿En qué consiste el acto de informar? ¿Cómo trabajar con los médicos para que nuestro lugar no se convierta en el del “bombero que tiene que apagar el fuego que produjo el fosforito que tiró el médico”? Estas preguntas jalonan un recorrido clínico que da cuenta de un primer encuentro con la práctica de la interconsulta con niños, en la que convergen cuestiones propias de la tarea de interconsultor con otras que hacen a lo específico de las intervenciones y la transferencia con niños.
por Gabriela Castro Ferro
¿Cómo operar, respecto de aquello a lo que puede suponerse eficacia constitutiva, si su articulación como historia es imposible? No habiendo retorno de lo reprimido, porque no hubo inscripción en términos de representación, quedan vedadas al analista las vías de la interpretación, y se planeta la pregunta acerca de cómo retomar determinados acontecimientos que, en ausencia de esa inscripción, son entretejidos en un delirio y constituyen su “núcleo de verdad”. Abordar estas cuestiones implica también preguntarse por los operadores necesarios para que esa inscripción tenga lugar o, en virtud de algún tropiezo, fracase. Son estas las cuestiones que la autora de este trabajo aborda, a partir de una referencia clínica.
por Juan Pablo Mattarucco
¿Cómo operar en la interconsulta, cuando la cuestión que se plantea es la del valor de una vida calificada de “sobrevida” en las estadísticas y en el lenguaje médico, y la del precio a pagar por ella: precio material para la sociedad, precio psicológico para el individuo enfermo y su entorno? ¿Cómo dar cuenta de los efectos de un duelo en una madre? Tenemos aquí el anverso y reverso de una práctica. Hacer solidaria la figura del psi, aquél que devuelve el alma al cuerpo, a los momentos en que el cuerpo llega a la cloaca, suele dejar a aquél en un lugar de mierda, literalmente, cuando la impotencia da lugar a ciertos efectos de abandono o segregación. Razones de este tipo aparecen cuando la cuestión es saber sobre quién recae la muerte de un niño, vale decir, cuando la culpa anuda la experiencia. De estas cuestiones trata este trabajo, surgido de una encrucijada clínica.