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El nombre propio y el efecto sujeto

27/08/2017- Por Silvia Wainsztein - Realizar Consulta

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En esta nota intento articular el Nombre Propio, problema crucial, con la pulsión, concepto fundamental. El efecto sujeto que el nombre propio propicia, cuando es de su invención, tiene sus consecuencias en los modos de goce, que serán leídos en el après coup como parásitos inmunes por la intervención del Otro. Si el Psicoanálisis apuesta al sujeto, al sujeto del deseo, que no es sin el otro del lazo social, el Nombre Propio tiene esa función de sutura por el desgarro que se efectúa cuando la liberación de los significantes del Otro, tiene todo su lugar.

 

 

                       

 

 

Los efectos del nombre propio en el lazo social

 

Lacan dicta el Seminario Problemas Cruciales para el Psicoanálisis, en un momento especial, cuyo contexto se destaca por la excomunión padecida por la IPA, momento que le impone la censura para desarrollar sus conceptos acerca de “Los Nombres del Padre”.

Los Nombres del Padre, que quedan a la espera de mejores tiempos para que su transmisión llegue a buen puerto, se desplazan en un problema crucial para la estructura del sujeto: El Nombre Propio.

Su máxima expresión la encontramos en el Seminario XII.

Recurre a Leclaire y al caso ya presentado por él, conocido como “Poordjeli”, o el sueño del unicornio, licorne, en francés.

 

Lacan invita a Leclaire a presentar este caso en un seminario que él llama “cerrado”, y convoca a aquellos analistas que han recibido algún eco de su enseñanza, que digan en nombre propio de su posición respecto al psicoanálisis. Invitación que sugiere un nuevo lazo social entre analistas a los efectos de reducir el goce feroz que la pulsión de muerte imprime, en ocasiones, cuando el pensamiento único, homogéneo, arrasa con la subjetividad de cada uno.

La imperiosa necesidad de mantener vivo el Psicoanálisis hoy, está tomando una deriva en algunos que lo sostienen, en una nueva tendencia cuya manifestación es expresada por el término “Política”. Política que recurre a la ideología como modo de homogeneizar a aquellos que pertenecen a una misma escuela, institución, parroquia o grupo de investigación. La llamada “izquierda lacaniana”, es paradigmática del abuso de estos significantes que haciendo un mix de conjuntos tan heterogéneos, pretenden anudarlos de cualquier modo en un mismo conjunto cuyo rasgo sobresaliente es la lógica del Todo, tan contraria al núcleo fundante del Psicoanálisis. ¿Acaso podemos afirmar que eso es el Nombre Propio? ¿Ese problema tan crucial del Psicoanálisis?

 

Claro que el analista que se precie de tal no puede ignorar el suelo cultural, social y político que le toca, pero para poder incidir en el contexto de su práctica y no al revés, es decir, que lo político incida en el campo del Psicoanálisis, para desvirtuarlo, y sobre todo para contaminarlo.

Posiciones disimiles que no son sin consecuencias en el lazo social.

Pero volvamos al problema crucial que Lacan propone en el seminario citado, el Nombre Propio,

Lo singular del nombre propio es que es justamente “propio”. La ambigüedad del mismo es que por un lado hace suponer que designa algo o alguien y por otro, lo nodal del nombre propio es que es “propio”.

Lacan usa el término collage al referirse al nombre propio, término que también usa para designar a la pulsión.

Recordemos que el collage es una técnica pictórica cuya grafía consiste en pegar sobre un soporte distintos materiales que van a resultar en una obra tal que, implica la acción del autor de la misma.

Para el nombre propio afirma que su función es de sutura. Cuando en lo real se produce un desgarro, la invención del nombre propio, que es la del sujeto, y que no debe confundirse con el nombre que le dieron sus progenitores, cumple la función de sutura como respuesta al desgarro señalado anteriormente. Parafraseando lo que decimos del collage, sin el soporte del Otro no podría el sujeto pegar lo que el corte que la falta del significante en el Otro, inscribe en su propio cuerpo, instituyendo el goce pulsional. Sin el nombre o el apellido que recibe del Otro, soporte que atañe a una nominación, no podría el sujeto ser el autor de la invención de su nombre propio.

 

 

El Nombre Propio, uno de los problemas cruciales para el Psicoanálisis

 

Así como la pulsión es un concepto fundamental y fundacional del sujeto del psicoanálisis, que gracias al campo del lenguaje trasmitido por la voz del Otro,  deja sus marcas en el cuerpo, huellas que en el après coup reconoceremos a través del goce singular de cada quien, el Nombre Propio es un problema crucial, ya que, si lo pensamos como la invención del sujeto, su función nos expone el valor que posee la sutura en tanto respuesta al desgarro que la liberación de los significantes del Otro conllevan las operaciones que conocemos de alienación-separación. Es desprenderse del estatuto mortífero de la nominación que produce la primera dupla significante.

El sujeto es ahí donde se desvanece por efecto del sentido, y la relación del sentido con el significante es el corazón de nuestra experiencia. Lacan retoma esta articulación, desarrollada en el Seminario XI, al preguntarse acerca del Nombre Propio como uno de los problemas cruciales del Psicoanálisis. El sujeto que adviene entre dos significantes, en nombre propio, hace la sutura. La sutura muestra y vela la herida, el corte, originario podemos decir, de esa falta necesaria, que escribirá la letra tal como la encontramos en el conocido texto de Lacan: La carta, la lettre robada. “Es de donde eso no era que eso proviene y repite”.

Merece de nuestra parte una reflexión poder diferenciar conceptos tales como el Nombre del Padre, el apellido en tanto patronímico, y el nombre propio, por los efectos en la clínica de cada uno de estos conceptos.

El apellido no debe confundirse con el Nombre del Padre, ya que hay apellidos que se repiten y no funcionan como clones en los Nombres del Padre. La metáfora paterna produce como efecto la función Nombre del Padre y no el apellido o el nombre propio. Cuando se confunde el apellido con el Nombre del Padre encontramos su manifestación en las psicosis.

El Nombre Propio se distingue por ser distinto del resto de los significantes, por eso Lacan va a decir que es un signo o un símbolo, por el problema que trae decir que es un significante distinto a todos los demás. En el escrito “Subversión del sujeto”, Lacan dice que el Nombre Propio no dice nada del sujeto. ¿Por qué? ¡Porque es intraducible!

Podemos conjeturar que subsumido a la lógica del significante, tiene la connotación que caracteriza al objeto a, ese que es irreductible a cualquier significación, y su eficacia es fundamental en el montaje de la pulsión como así también en el seno del fantasma sin el cual éste no seria posible.

Uno de los grandes historiales que Freud nos legara, lleva por titulo: “Historia de una neurosis infantil”. Sin embargo fue trasmitido como el historial del Hombre de los Lobos, nominación que le fue dada al paciente de Freud por sus seguidores analistas.

“Memorias del Hombre de los Lobos”, firmada por quien las escribe, como por el Hombre de los Lobos, es el guiño que nos hace quien fuera otrora el paciente de Freud y que los analistas estampamos con el signo del objeto fobigeno – lobos- cuya representación en el sueño infantil atravesó todo su análisis.

Es el guiño cuyo tono burlón nos sugiere que al fin inscribió su nombre propio, al modo de la invención advirtiéndonos a nosotros, los analistas, que Sergei Petrov no era su nombre propio. Gracias al lugar que ocupó en la transferencia con su analista, conquistó una pertenencia que en tanto Sergei Petrov había perdido, con el consecuente desgarro de dicha pérdida. Escritura que no es sin las marcas en el cuerpo que le hacen cuerpo, a quien como sabemos, las manifestaciones de despedazamiento lo habitaron con suma frecuencia.

 

 

Cuando el Nombre Propio está escrito en el cuerpo

 

Sabemos que Phillipe, el paciente que presentó Leclair, tenía una cicatriz en la cara que figuraba en su documento de identidad. Tiene el valor de una nominación que excede el nombre propio. Nominación que podemos suponer que fue otorgada por un funcionario del Registro civil.

En la identificación de cadáveres el reconocimiento de la identidad del muerto requiere de alguna marca en el cuerpo: un lunar, la dentadura, una mancha de nacimiento, cicatrices, etc. Su función suple la falta de nombre cuando un cuerpo muerto es encontrado y debe ser identificado a qué nombre propio le pertenece. En este caso el nombre tiene valor civil.

 

Si los cirujanos se obsesionan por las cicatrices, es porque el problema lo encuentran en la sutura. No todas quedan del mejor modo, y aunque algunas sean casi imperceptibles, testimonian del corte. Hay suturas y suturas. Se podría decir que no hay una igual a otra. Con este rasgo nos encontramos con el Nombre Propio.

Aquél que por efecto del análisis escribe la letra del sujeto al mismo tiempo caen como sinsentido las marcas del Otro.

Subrayemos que para llegar al sinsentido de los significantes primordiales otorgados por el Otro, primero hay que dejar pasar el sentido que para cada analizante posee su particular significación.

 

En la primera entrevista me dice un señor al presentarse,

“¿Usted sabe quien soy yo?

No, le respondo.

Insiste: ¿pero escuchó mis apellidos?

Sí, claro.”

La respuesta anonadada en su rostro lo mantuvo mudo durante varios minutos hasta que pudo empezar a balbucear algunas de las cuestiones que lo traían a la consulta. Entre ellas cómo tenia que mentir sobre sus apellidos para dejar de ser identificado como “el hijo de”. En este caso el peso del patronímico no tenía valor simbólico. Estaba escrito en el cuerpo, cual tatuaje difícil de ocultar y que en los distintos tiempos de la transferencia tuvo que ser re-escrito bajo un Nombre Propio, el de su invención, a riesgo de perder su pertenencia familiar y social.

 

 

La pulsión es un eco del decir que se localiza en un agujero corporal

 

Si hay alguna relación entre la pulsión y el nombre propio, ése que escribe el sujeto en su propio nombre, esa relación pasa por situar una nueva posición respecto a la repetición del goce parasitario de la pulsión. El acto del sujeto que escribe su nombre propio, es en nombre propio que se hace leer por el otro del lazo social.

 

“Memorias del Hombre de los Lobos” por el Hombre de los Lobos, pasa al registro de la escritura. Pasaje que auspicia que la fijación del goce pulsional enquistado en el objeto mirada, produzca su caída.

Trazo del sujeto que al dibujar el célebre sueño, hace suplencia de los títulos nobiliarios que le fueron arrebatados por la contingencia que la guerra de su época afanó, lo dejó en estado de afánisis absoluta.

En el final de su vida -es cierto- pero trasciende así la nominación que el Otro de la transferencia hizo signo, cual marca de un producto  para ser objeto de consumo, impronta de un signo para ser reconocido.

Momento de concluir, en el así llamado seminario de Lacan, cobra relevancia la función de la inhibición, función que inscribe el borde de la pulsión, nominada como el registro de lo imaginario. Dicha nominación no nombra el registro de lo imaginario, sino que hace de límite a lo simbólico y a lo real.

El Nombre Propio es intraducible, como nos dice Lacan, es el significante impar, que cuando es invención del sujeto, ya no tiene lugar en el campo del sentido, resulta más bien en la forclusión del sentido.

Si acordamos con Lacan que el Nombre Propio es uno de los problemas cruciales del Psicoanálisis, tenemos que preguntarnos por su lugar en el fin del análisis. Si su manifestación inscribe un momento de concluir cuando se produce el pasaje de analizante a analista, quien se autoriza de si mismo, que no es sin los otros. Uno entre ellos, sus semejantes, pero con el rasgo singularmente propio que a su vez lo diferencia.

 

 

 

 

 

 


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