» Introducción al Psicoanálisis

Hay saberes y saberes

31/07/2017- Por Carolina Bianco - Realizar Consulta

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La interpretación se encuentra en el centro de la técnica psicoanalítica desde los inicios del psicoanálisis. Al interpretar apuntamos al sujeto y el sujeto emerge en el quiebre, en el punto en el que el sentido cae… Revisando la génesis del concepto, mi pregunta es ¿qué tan clásica es la primera concepción de interpretación? ¿No hay acaso, ya en Freud, algo que nos acerque a la segunda postura? ¿No podemos encontrar, primero en Freud y después Lacan, un grano de verdad?

 

 

 

                              *

 

 

La interpretación se encuentra en el centro de la técnica psicoanalítica desde los inicios del psicoanálisis, en el centro de la posición que tomamos frente al sujeto y sin embargo, o quizás precisamente por eso, no solemos ponerla en cuestión. Cómo la pensamos y nos valemos de ella habla sobre nuestra posición como analistas, posición que construimos y dejamos en evidencia en cada intervención. Una vuelta al origen y un repaso sobre algunos de los modos de hacer con la interpretación quizás pueda darnos herramientas para cuestionarla, cuestionándonos.

En los años posteriores a los “Estudios sobre la histeria”, Freud fue abandonando la técnica de la sugestión para pasar a valerse de las asociaciones libres de los pacientes, lo que lo llevó al análisis de síntomas y sueños y al desarrollo de un nuevo saber hacer: la interpretación. Cuando la estudiamos solemos encontrarnos generalmente con dos ideas. Primero, que la interpretación es algo que se añade a lo dicho para darle sentido, un modo de esclarecer, de hacer accesible al conciente lo inconsciente; la concepción clásica, presumiblemente la primera, la que nos enseñaron en la facultad y se supone que fue la de Freud. Después, que en Lacan la interpretación no viene a dar sentido, sino que es equívoca e implica el armado de algo que precipita.

Mi pregunta es ¿qué tan clásica es esta primera concepción? ¿No hay acaso, ya en Freud, algo que nos acerque a la segunda postura? ¿No podemos encontrar, primero en Freud y después Lacan, un grano de verdad?

Para esbozar una respuesta, me interesa rescatar un fragmento de una de las Conferencias de “Introducción al Psicoanálisis”, la 18. Allí Freud viene diciendo que la terapia psicoanalítica opera mudando lo inconsciente en conciente y que así produce efectos. Entonces, comenta, si la neurosis es producto de una ignorancia y para el médico no es tan complicado colegir las mociones inconscientes del sujeto, sería muy fácil que el médico librara al enfermo de su neurosis comunicándole ese saber. Pero, momento, las cosas no son tan así:

“Hay saberes y saberes […] El saber del médico no es el mismo que el del enfermo, y no puede manifestar los mismos efectos.” [1] Queda clarísimo que Freud está hablando de distintos planos de saber. Podríamos agregar que el saber del analista es un saber supuesto y el saber del analizante un saber no sabido. Si el analista cede a la enorme tentación de hacer uso de ese saber que se le supone e intenta dar una respuesta certera, nunca logrará producir el efecto que se produce cuando el analizante pone en juego la construcción de su propio saber. Rescatemos también que estamos hablando de efectos. La interpretación se encuentra con un efecto, no es una mera explicación que se quede en el plano intelectual, sino que conmueve, hace que algo se produzca, pero sólo sabremos si eso ocurre a posteriori, por la reacción del analizante, porque es él quien sabe.

Sigue Freud “Cuando el médico transfiere su saber al enfermo, comunicándosele, esto no da resultado alguno.” Y luego se corrige: no es que no tenga resultado alguno, “no tiene el resultado de cancelar los síntomas, sino este otro, el de poner en marcha el análisis.”[2] Cuestionemos esto de “transferir un saber al enfermo” sin descartarlo. ¿Qué es ese saber que transmite el analista? Si pensamos que lo que se transmite en la interpretación es la evidencia de la falta, Freud no está errado. La interpretación, como la transmisión de eso que falla, como evidencia del no-todo, no cancela ningún síntoma; su efecto es el de poner en marcha algo, llama al sujeto.

Continúa Freud diciendo que a la fórmula de que los síntomas cesan cuando se sabe su sentido hay que agregarle algo: “ese saber tiene que descansar en un cambio interior del enfermo” [3]. No alcanza con un saber intelectual sobre el propio síntoma; que el analista comunique algo que facilite el acceso al contenido inconsciente no producirá ningún efecto si no hay un cambio interno. ¿Y qué cambio es este? El cambio de posición subjetiva. Ya en 1916 Freud está hablando de la interpretación como la iniciadora de un proceso en el que el sujeto está concernido.

Entonces, plantear a la interpretación como una deducción que hace accesible algo desconocido, un nuevo desciframiento al que el analista accede, como si tuviese una especie de llave, para luego hacérselo saber al paciente, es alejarse de la propuesta freudiana. En esta línea, al interpretar estamos asignando más sentido, agregando una significación más a lo literal, comunicando una información. O sea, priorizando al yo y ahí es donde no está el sujeto. Desde esta postura, al interpretar no nos estamos preguntando por la posición del sujeto ni por ese cambio necesario que Freud ya menciona, no estamos iniciando ningún proceso.

Lacan plantea que la interpretación juega con el equívoco, es indeterminada, sus sentidos podrán ser múltiples. Algo vacila en suspenso y será el sujeto el que se posicionará de algún modo, haciendo que algo se produzca [4]. En todo caso, es el analizante el que termina por comunicar un saber al analista, es él quien tiene la llave. Decía Freud en otra Conferencia: “Es entonces muy probable que el soñante tenga un saber sobre su sueño; se trata únicamente de posibilitarle que descubra su saber y nos lo comunique” [5]. La interpretación posibilita el descubrimiento de un saber que queda del lado del sujeto y para poder hacerlo necesita de la transferencia, necesita del Sujeto Supuesto Saber. Pero el analista debe observar la regla de la abstinencia. Es decir, para interpretar un analista se apoya en esta suposición de saber, ahí está su poder, pero es, como dirá Lacan, a condición de no utilizarlo, de no responder a esa demanda [6]. Una interpretación que pretende transmitir un saber no será tal porque la interpretación nunca enuncia un saber. No es posible develar un sentido oculto porque no hay un sentido correcto. Una interpretación transmitida como convicción, que responde a la demanda con un saber, contribuye a coagular, a fijar. El analista con su discurso no encarna el saber, no busca el sentido, sino que señala el vacío, el quiebre que está siempre presente.

Entonces, cuando se define a la interpretación como algo que se añade a lo dicho para darle sentido, estamos diciendo que algo existe de antemano y la interpretación se dirige sobre eso que ya está ahí, para comunicarlo. Pero, como Freud ya nos deja saber, la comunicación al paciente de sus contenidos inconscientes, el hacer conciente lo inconsciente, no basta para dejar atrás el sufrimiento. Pretender que una interpretación de sentido al sin-sentido del inconsciente, que diga lo que no se puede decir, es pretender un imposible. El lenguaje, y por ende el inconsciente, implican un vacío, una ley otra; hay algo que no se puede decir por estructura, que no puede ser recubierto, por eso el psicoanálisis nada tiene que ver con el comprender. Creer que algo puede comprenderse y acceder a la demanda de respuesta que cae sobre nosotros por parte del paciente es ir por el camino equivocado. No hay una respuesta posible porque no hay comprensión. La interpretación no va sobre algo que ya existe previamente, sino que inicia un proceso mediante el cual se establece algo nuevo. Al interpretar apuntamos al sujeto y el sujeto emerge en el quiebre, en el punto en el que el sentido cae, por lo que intentar dar sentido nos llevará en otra dirección.

Mediante el medio-decir, la interpretación evidencia la falta, divide y convoca al sujeto. Una interpretación no reasegura al paciente en su convicción, sino que despoja de certezas, enfrenta al sujeto con un enigma que se impone responder y que la interpretación solo puede dejar en suspenso.

 


Citas:

 

[1] Freud, S. (1916) “18° Conferencia. La fijación al trauma, lo inconsciente” en Obras Completas Tomo XVI, Buenos Aires, Amorrortu, 2010. (p.257)

[2] Idem

[3] Idem

[4] Soler, C. (1984) “Sobre la interpretación” en Acto e interpretación, Buenos Aires, Manantial, 1993.

[5] Freud, S. (1916) “6° Conferencia. Premisas y técnica de la interpretación” en Obras Completas Tomo XV, Buenos Aires, Amorrortu, 2010. (p.95)

[6] Lacan, J. (1958) “La dirección de la cura y los principios de su poder” en Escritos 2, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 1998

 

 

* Nota: la imagen superior ha sido tomada de la revista “Diario Literario Digital”… http://www.letrasopacas.org/2016/02/nota-sobre-el-deseo-del-analista-y-el.html

 

 


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