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Inconsciente y niñez

21/06/2018- Por Liliana Donzis - Realizar Consulta

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Un niño es el sueño de los padres y por ende puede constituir el síntoma de los padres. Síntoma propiciatorio y enigmático, o por el contrario, a veces, es también un cuerpo de padecimiento. Los hijos son el sueño, mejor o peor enhebrado, de los padres… Si tenemos el privilegio de escuchar a un niño en análisis, advertiremos que el sueño escribe, al vuelo de los primeros años de vida, e imprime imágenes de un olvido inolvidable. Cortan, empalman, deletrean, desde lo real del Otro hasta conformar ese alfabeto vivo que denominamos “lalengua”.

 

 

 

      *

 

 

  Lacan en el Seminario XI plantea una diferencia entre el inconsciente freudiano y el que denomina “el nuestro”. ¿A qué apunta el maestro cuando nos dice “el inconsciente freudiano” y “el nuestro”?

 

  Es bajo el imperio de la transferencia que se legitima lo que el inconsciente escribe en su decir. Entre las posibles lecturas destaco que el nuestro concierne al análisis del analista.

La idea central del análisis es que el inconsciente participa de la transferencia, esta hace a la puesta en marcha de un análisis y allí es donde cobra existencia.

 

  En una conferencia que Lacan ofrece en la clínica Tavistock en Londres 1975, define el inconsciente como lapsus y agrega que el inconsciente arrastra el sedimento del lenguaje, el inconsciente se lee y se escucha en la letra, en la escritura, en la homofonía y en la resonancia…

 

“Una palabra puede servir para decir lo que sea, no hay ni un sueño ni un olvido que no sea un juego con las palabras, la economía de la que se trata es la economía de las palabras y no de placer-displacer. Esto me ha llevado a hablar de una vuelta a Freud, de centrar la cuestión en esto que él ha descubierto, la existencia del inconsciente.”

 

  Lacan plantea que la hipótesis del inconsciente se verifica en un psicoanálisis, el inconsciente se realiza por vía de los sueños, lapsus y se despliega en otro lugar, en otro escenario.

La ex-sistencia expresa precisamente un fuera de sitio, fuera de lugar.

 

  Ex-sistencia remite a este otro lugar real. “Ex-sistencia” es el nombre que Lacan tomó en uno de los momentos de su obra para hablar de lo real. Más tarde habló de lo imposible como real, también habló de abolición de material significante para mencionar lo real.

 

  Entre la hipótesis del inconsciente, verificable en un análisis, y la existencia del inconsciente hay un salto teórico que también es clínico y que nos conduce a reflexionar por lo real del inconsciente, el nuestro, es el que se despliega en un análisis. El nuestro es el que se espera que un analista haya atravesado en la experiencia de un análisis. Incluso si lo desea podrá dar testimonio de ese recorrido.

 

  La conocida frase “el analista es al menos dos”, el que dirige la cura y el que puede interrogar y reflexionar sobre ella abre la pregunta asimismo por el análisis del analista.

 

  “El inconsciente, el nuestro” apunta por una parte al inconsciente que se despliega por obra del significante, aludiendo al significante que representa al sujeto para otro significante, el efecto sujeto surge como metáfora entre un significante y otro. El sujeto del inconsciente se produce entre significantes, no es ni la persona ni el sujeto del derecho.

 

  Mientras que la ex-sistencia del inconsciente resulta del enlace de lo simbólico que muerde lo real. El inconsciente se despliega entre significantes y se anilla a lo real. Real del lapsus, del síntoma, y también del tropiezo, del traspié, del desliz de lalengua.

 

  El inconsciente freudiano que Lacan definió como discurso del Otro estructurado como un lenguaje que, por su raigambre simbólica puede aspirar a un significante más, a un movimiento más, y así al infinito, en el planteo que Lacan aporta en los últimos años de su enseñanza es parloteo, bavardage que se detiene en el traspié, en el desliz real.

 

  Lacan plantea en el seminario XI que la transferencia es la puesta en acto de la realidad del inconsciente, que es sexual. Asimismo dice que la serie asociativa se detiene ante el objeto pero que se relanza por vía de la presencia del analista. Es en el movimiento transferencial de apertura y cierre que el analista encarna también el objeto en la transferencia. Tiempo de transformación en un análisis, en el que se relanza el discurso por vía de la interpretación, el silencio y la escansión producida por la intervención del analista.

 

  El acto del analista, en tanto el analista encarna el objeto a, relanza el discurso que llamativamente también se detiene, cierra el inconsciente, ante el objeto.

¿Qué es ese real que se presenta obstaculizando el deslizamiento del lenguaje?

 

  Podríamos abordarlo desde diferentes líneas, una de ellas es la dimensión del objeto que surge haciendo obstáculo al deslizamiento. Esa detención, ese desliz de lalengua concierne a la cara real del objeto.

 

  Este punto de detención es un momento de singular importancia en un análisis, ya que en ocasiones sitúa un tiempo de pasaje, de paso del sujeto supuesto saber al analista en el lugar del objeto a. En el seminario XX nos dice Lacan:

 

“No ha de creerse en modo alguno que sostengamos nosotros el semblante. Ni siquiera somos semblante. Somos en ocasiones lo que puede ocupar su lugar y hacer reinar ahí -¿qué?- el objeto a”.

 

  Este movimiento producido en un análisis puede surgir como detención asociativa, pero también es la posibilidad del relanzamiento del decir del analizante a partir de la presencia -real- del analista.

 

 

  Recuerdo un breve recorte de una sesión en el que un analizante hablando de la hostilidad que tenía con unos vecinos dice que querría encontrarse con X, un amigo suyo, pero en ese momento dice “Matalo”. Para él fue sorprendente el surgimiento de esta palabra con apenas un poco de sentido, dijo en segunda persona del imperativo, “matalo”.

 

  ¿A quién se dirigía? No dijo “le pedí a X que lo matara”, ni siquiera uso desde la hostilidad y el malestar consiguiente un tiempo verbal condicional, que “si pudiera lo mataría”. Pronuncia algo fuera del tiempo verbal de la circunstancia en la que se encontraba. El “matalo”, ¿de dónde provenía?, ya que no era parte del argumento que se desplegaba en el discurso.

 

  Ese “matalo” tiene un valor real porque al paciente se le escapa, no es argumentativo, es un traspié. Puesto a trabajar advierte que dicha palabra provenía de otro lugar que no concernía al malestar con el vecino sino que evocaba otro tiempo de su historia en el que junto a X y a otros pares compartían el “a matar o morir”. “Matalo” está dirigido como imperativo al analista.

En esta perspectiva, el inconsciente en su tropiezo, en su desliz, es equívoco que se lee a la letra y con la letra.

 

  Ahora bien, ¿cuál es el estatuto del inconsciente en tiempos instituyentes? ¿Cuáles sus efectos en la clínica con niños? Y aun, ¿el niño pequeño advierte sus equívocos, sus lapsus, sus olvidos, sus sueños?

 

  Quien haya atendido niños en psicoanálisis habrá notado que los padres, a veces, les dan el dinero para que ellos paguen la sesión, los niños pagan, entregan ese dinero al analista generalmente al comienzo de sesión, pagan antes de la sesión. En cierta ocasión un niño me dice que lo paga antes porque no quiere olvidarse de lo encomendado por sus padres.

 

  ¿Por qué? En la orden o en la sugerencia de no olvidar, lo que dejan de lado es que el inconsciente trabaja, los niños se cuidan de este trabajo, no quieren olvidarse pero tampoco quieren que se les olvide, que nos olvidemos de ellos. Algunos niños tienen la creencia, más que verificada en los tratamientos, que si no cumplen con el Otro, sea quien sea quien encarne ese lugar, éste los olvidará y su presencia, la del niño, no tendrá valía.

 

  Surge una paradoja entre el lugar de los padres y el del niño, los padres pagan por el análisis, lo sepan o no, para que se preserve una función, la del olvido, la del lapsus y el síntoma. Si preservamos estas funciones, es decir las trabajamos, preservamos el sujeto del inconsciente.

 

  Los niños sueñan y, aunque no es lo más frecuente, alguna vez relatan su actividad onírica en análisis. Otras veces el relato de un sueño se produce a instancias de los padres, quienes suponen la importancia del sueño y su relación al inconsciente, es así que le demandan que lo cuenten al analista. Del mismo modo y con la misma candidez que los padres pueden solicitar que traigan un dibujo para exponerlo a nuestra interpretación.

 

  Un dibujo. Un sueño. Uno solo, bien sabemos, que para que diga algo deberá enlazarse a otro para que haga las veces de par ordenado, que pueda surgir un significante que represente al sujeto para otro significante. Es decir, un par ordenado que hace saber, en el sentido de saber inconsciente.

 

  Lacan dice que se goza con los artefactos de goce, entre ellos la palabra. El encadenamiento que puede producir un sueño vale también para un adulto, el encadenamiento de las palabras que puede producirse en la niñez es mediante el juego, el dibujo y el relato que a su vez permiten que se encadene saber, si entendemos por saber eso que no se sabe que se sabe, lo insabido, el inconsciente.

 

  Los sueños, vía regia al inconsciente pueden proponer un cifrado mediante el lenguaje tanto por vía de la palabra como de lo plástico, las imágenes y permiten al niño seguir escribiendo, seguir soñando, seguir cifrando, seguir produciendo.

 

  Freud plantea que los sueños de niños tienen una particularidad, comportan tanto el genitivo objetivo como el subjetivo, es un sueño de niños, es de los niños, y también es de niños en el punto en que podría ser aplicable a quienes no son niños. Asimismo se ofrecen como producciones en las que se realiza el deseo de modo simple y transparente.

 

  Freud manifiesta que los sueños de niños, tanto como genitivo objetivo como subjetivo, tienen un carácter sencillo transparentando el deseo que le es inherente. Freud los llama sueños simples y sencillos tal como lo expresa en la Introducción al Psicoanálisis en la octava Conferencia. Lo dice así:

 

“Si nos circunscribimos a la edad en que comienza la actividad anímica observable, hacia el cuarto o quinto año de vida, recogemos una serie de sueños que poseen el carácter que ha de llamarse sueños de niños. Son breves, claros, coherentes, de fácil comprensión, unívocos. El sueño del niño es una reacción a una vivencia del día que ha dejado tras sí un lamento, una añoranza, un deseo incumplido. Los sueños de los niños sirven de demostración de que los complicados sueños de los adultos también son una realización de deseos.”

 

  Los llama sueños sencillos y los diferencia de los sueños complicados pero ambos son posibles en la niñez. Cuando testimoniamos del inconsciente, el nuestro, comentamos sueños nada sencillos por los que transitamos en nuestra niñez.

En principio, lo que los distingue es el enigma. En los sencillos casi no hay enigma. En los complicados hay enigma e incomprensibilidad.

 

  Los diferencia, entonces, el misterio de la trama que escribe lo traumático, es decir, el misterio de cómo puede llegar a escribirse el goce, el goce que se escribe en el límite del saber, dicho de otro modo en la orilla entre saber y goce esta la letra.

 

  Lo infantil remite al deseo, esos titanes -como le gustaba decir a Isidoro Gurman- que insisten desde “la forja del inconsciente”. Tener presente el trabajo del sueño y lo que en él se transmite puede evidenciar una cuestión muy reiterada cuando se consulta por un niño, porque a veces el niño es ese objeto que en el discurso de los padres comporta la complejidad del ideal.

 

  Si me permiten decirlo a mi manera, un niño es el sueño de los padres y por ende puede constituir el síntoma de los padres. Síntoma propiciatorio y enigmático, o por el contrario, a veces, es también un cuerpo de padecimiento. Los hijos son el sueño, mejor o peor enhebrado, de los padres.

 

  Entre hijos y padres hay sueños, no sólo anhelos sino sueños enhebrados en redes de palabras, lenguas que no siempre coinciden porque si la lengua es lo que transmiten los padres, lalengua de cada quien es el invento que cada quien puede hacer con esa transmisión.

 

  La lalengua, ese alfabeto vivo de cada uno de nosotros, no es sino la modulación que el sujeto puede imprimir con escansiones, sonidos, bramidos y ruidos, amores y odios, a esa lengua que se transmite también entre bramidos, ronroneos, palabras, interjecciones, y que en nuestra escucha, en lo que oímos de lo sonoro y en lo que se escucha de lo que se dice de eso, cada quien en tiempos instituyentes teje contingentemente la trama de su combinatoria.

 

  Entre hijos y padres hay sueños no sólo anhelos sino sueños enhebrados en redes de palabras, lenguas que no siempre coinciden con lo dicho ni con lo hablado.

 

  Deseo subrayar que los sueños de niños producen enlace y cifrado, en tiempos instituyentes los sueños de los niños testimonian el orden de lo actual, la fugacidad del instante, en cada instante se arma de nuevo una historia en la medida que el lenguaje va armando su entramado.

 

  Los tiempos instituyentes son tiempos del acto por el que se instituye un sujeto. El sueño es producto de ese enlace de la estructura, el momento iniciático de la estructura que es R.S.I., real, simbólico e imaginario cuando se plasma en una producción onírica es porque algo del argumento subjetivo se ha instituido. Cuando hablo de “instituyente” no lo considero del orden de lo evolutivo ni de lo constructivista, aún cuando diga que se construye el porvenir en tiempo de futuro anterior, sino que sólo lo advertimos por los efectos que los enlaces producen.

 

  Lo instituyente no es ajeno a las identificaciones primeras. Por supuesto, identificación primaria y subsidiariamente a esta la identificación propia del estadio del espejo.

La identificación especular presta imagen al sueño así como correlativamente la represión primaria y la identificación al trazo presta los recursos simbólicos con los que también se nutren los sueños.

 

  Si es que tenemos el privilegio de escuchar a un niño en análisis, advertiremos que el sueño escribe, al vuelo de los primeros años de vida, e imprime imágenes de un olvido inolvidable. Cortan, empalman, deletrean, desde lo real del Otro hasta conformar ese alfabeto vivo que denominamos lalengua.

 

  Estos sueños hacen palpable la expresión de Lacan en la Apertura de la Sección Clínica, dice, que esas primeras palabras oídas hacen que cada quien tenga su inconsciente.

 

  Lo oído y lo visto primitivo, puro bramido, ronroneo, no implica la articulación de la palabra en su discontinuidad, serán las operaciones de corte y empalme las que permitirán articular los sonidos, los ronroneos que harán que cada quien tenga su inconsciente.

 

 

Nota: la imagen mural fue tomada en las calles de la Ciudad de Buenos Aires – Argentina. Sus autores firman:

@GLITCHUNTEREYES (Felipe Reyes)

@ALEGREVIENTO

 

 

 

   


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