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Jugar la falta. Un abordaje posible de la constitución del sujeto

07/05/2018- Por Verónica Guastella - Realizar Consulta

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Supongamos un cachorro humano que ha devenido falo simbólico para la madre, ¿cómo pensar que alienado al Otro y habiendo sido identificado al padre muerto, al puro símbolo, pueda devenir sujeto? Frente a la falta del Otro contará con único soporte y posibilidad subjetivante: jugar su propia falta.

 

 

 

                        

 

 

  Supongamos un cachorro humano que ha devenido falo simbólico para la madre, ¿cómo pensar que alienado al Otro y habiendo sido identificado al padre muerto, al puro símbolo, pueda devenir sujeto? Frente a la falta del Otro contará con único soporte y posibilidad subjetivante: jugar su propia falta.

 

  ¿Qué diferencia hay entre haber devenido falo simbólico para el Otro, que es del orden del ser, y contar con el falo simbólico frente a la falta del Otro, que ya es del orden del tener? Esta diferencia, se produce en términos de lo que llamamos movimientos de constitución.

 

  Es decir, que no pensamos en la cuestión de la subjetivación o de la estructuración en términos de tiempos o cronologías, sino de movimientos que son posibles o no, porque pueden encontrar dificultades, que se suceden unos a otros y que pueden llevar más o menos tiempo. Es decir que implica cierta temporalidad pero el tiempo no es estructurante por sí mismo, no hay una génesis del sujeto que se vaya a desarrollar simplemente con el transcurso de tiempo.

 

  En este sentido pensamos que en el movimiento que implica el pasaje del bebe a la primera infancia, hay ya un enigma situado, representado, por la pregunta al Otro ¿puedes perderme? ¿Qué significa que un chico se pueda perder?

                   

  ¿Y del lado de la madre? ¿Cómo podemos pensar que una madre pueda perder a su hijo? No perder en lo real, como pérdida real, sino que una madre pueda perder a su hijo de esa atribución universal que es la del niño-falo. ¿Cuándo una madre acepta que su hijo la reemplace?

                   

  Tomaré como referencia para trabajar estas preguntas el Seminario IV de Lacan, “La Relación de Objeto”, donde dedica las primeras clases a trabajar las tres formas de la falta de objeto: frustración, privación y castración. Me centraré principalmente en la clase 4, “La dialéctica de la frustración”, para pensar también en ese tiempo primario de la constitución de objeto que significa la frustración.

 

 

La fobia y la caída de la omnipotencia del Otro

 

  Lacan toma la observación de una niñita llamada Sandy realizada por una discípula de Ana Freud en la guardería infantil de Hampstead. Eran tiempos de guerra y Sandy desde las 7 semanas de edad se encontraba en la institución donde estaban hospedados muchos niñitos que habían perdido a uno o ambos padres.

 

  El padre de Sandy, alistado en el ejército, había fallecido antes de su nacimiento en un accidente automovilístico y la mamá “experimentaba un afecto especial por Sandy, nacida luego de la muerte de su esposo”, trabajaba todo el día pero “venía regularmente todas las noches a acostarla y cuando regresaba demasiado tarde del trabajo como para hacerlo, venía de todas formas a darle un beso y desearle buenas noches con un bizcocho y un pedazo de chocolate” (cita textual de la observación).

 

  Refiere la observadora que la niña ya estaba interesada en cuestiones de la diferencia de sexual, se había enterado que era “apeneana”, al decir de Lacan, ya había visto que algunos niños tenían pene y otros, como ella, no. Una noche, cuando Sandy tenía 2 años y 5 meses, se despierta gritando y afirmando que había un perro debajo de su cama, a partir de ahí desarrolla una fobia a los perros. Está angustiada cada día porque un perro puede venir y morder.

 

  La pregunta que se hace Lacan es ¿Qué pasó? ¿Descubrió su falta fálica y entonces hace una fobia? ¿Qué sucedió en esa dialéctica entre madre-niña-falo que se sostenía a pesar de estar separada de su madre? Pasó que la madre se ausentó un tiempo y cuando volvió estaba en un triste estado –dice la observadora– marchando con dificultad, apoyada en un bastón, dado que la habían tenido que operar. Es después de esta visita que la nena desencadena la fobia.

 

  Lacan interpreta que hasta el momento la niña contaba con un “punto de amarre suficiente”, es decir con los recursos necesarios para sostenerse en ausencia de su madre, y que ahí se angustió porque cae la idea de la omnipotencia materna. Esta niñita estaba en tanto sujeto en la relación con su madre en la lógica de la frustración, donde la madre es la potencia que maneja el ritmo de aparecer-desaparecer, estando el falo referido a ella.

 

  Porque ella es potencia aparece y desaparece con esa regularidad y los objetos de intercambio son los símbolos de su amor. El desencadenante de la fobia es el momento donde cae la omnipotencia de la madre (está visiblemente quebrantada) y se rompe el ritmo de presencia-ausencia.

 

  En esa coyuntura donde el falo estando referido al ámbito de la potencia materna cae, pero donde además el padre está ausente como agente causante de esa caída ¿cuál es el recurso del sujeto? ¿Qué movimiento hace esta niña? La fobia al perro, la fobia al perro que puede morder, Juanito hace la fobia al caballo cuando cae del púpito fálico en el que estaba para su madre cuando es reemplazado por el nacimiento de su hermanita y su propio pene deviene real.

 

  Las fobias de la infancia, que sabemos son estructurantes, suelen aparecer en este punto necesario de caída de la omnipotencia del Otro materno, cuando la instancia del padre del niño no alcanza para hacerse cargo del goce de la madre, ya sea por estar ausente o porque su estatura no alcanza la potencia fálica necesaria. El padre de Juanito no se atrevía a poner un límite entre la madre y el niño. El animal mordedor-castrador es el sustituto del padre sobre el que se desplaza la potencia fálica.

 

  La fobia es un recurso posible de esta niñita para hacer su movimiento de estructuración en torno del pasaje del ser al tener. Lacan refiere también que la madre al tiempo se casa y Sandy va a vivir con su madre y sus hermanitos unos años mayores y que la fobia no volvió a aparecer.

 

  Las zoofobias de la infancia suelen ser episodios que pasan, son estructurantes y no tienen que ver con que haya descubierto que los varoncitos tienen pene y ella no, porque ahí estamos en terrenos de la rivalidad fálica.

 

  La fobia es un recurso estructurante de la niña frente a la caída de la omnipotencia del Otro donde el sujeto con el recurso del animal mordedor, reubica la potencia fálica sobre un sustituto de la figura de un padre al cual temer, anotando asimismo su propia falta. Es interesante en la clínica con niños o en el análisis de la neurosis infantil del adulto, ubicar los recursos del sujeto frente a la caída de la omnipotencia de Otro.

 

  ¿Pero acaso, el objeto fobígeno como sustituto del padre mordedor-separador es el único recurso posible para el sujeto para jugar su falta y faltarle al otro?

 

 

De faltas y sustituciones

 

  Entonces estamos ante un sujeto que ha sido identificado al falo simbólico, que ha entrado en la relación madre-niño-falo, lo que Lacan llama el primer triángulo imaginario, donde el niño es inducido por el deseo de la madre, habiendo atravesando ella su propio complejo de Edipo y sintiéndose en falta respecto de su propio padre, por eso hablamos de falo simbólico.

 

  Entonces en este primer triángulo imaginario el niño entra siendo identificado al falo suturante de la falta materna, es decir que señala a la vez que sutura el punto de falta en que la madre se encuentra respecto a una ley simbólica que la atraviesa. Este es el primer ingreso a la estructura.

 

  Lacan dice que no es la madre el objeto originario, el niño va a ir descubriendo que el objeto originario es el pecho y éste depende de la presencia ausencia de la madre. Se instala así la primera función de llamada, llamada del niño a la madre que responde en más y en menos, ausentándose y acudiendo, a la llamada del niño por el pecho.

 

  Una madre no está todo el tiempo, una madre se ausenta, el niño llora y la madre viene, lee que tiene hambre y le da el pecho; pero también cuando una madre se ausenta deja o no, permite o no, que puedan aparecer otros objetos en el campo del niño, como por ejemplo el chupete, algún juguetito o su propia sabanita, que puede chupetear, tolerando en más o tolerando en menos que esto se produzca.

 

  En este tiempo de presencia-ausencia donde la madre responde de modo más o menos regular al llamado del niño, los objetos que puede dar valen como objetos de don, dice Lacan, porque simbolizan el amor de la madre, hacen don de su falta. Simbolizan lo que una madre puede permitir al niño para sí mismo aun cuando ella no esté. Esto representa una primera separación, donde se juega cómo una madre puede pensar en el niño en su ausencia.

                   

  Por eso ¿Puedes perderme? es una pregunta que podemos ubicar del lado del sujeto, si la madre puede aceptar perder al niño, si lo tolera; pero también del lado de la madre, si una madre puede pensar que en su bebe haya un sujeto más allá de la dependencia real.

 

  Por ello pensamos en una primera ubicación de esta pregunta en el lugar de la madre, dado que es quién debería habilitarle al niño el uso inaugural del objeto. El chupete, un muñequito, una prenda de ella que contenga su olor, pero que el niño puede tomar o no.

 

  Las madres solemos angustiarnos si no lo agarra porque imaginamos que se lo estamos dejando para que se calme mientras nos vamos a trabajar o hacer algo hasta que el ritmo de la teta, cada tres horas o lo que sea, nos indica que tenemos que volver.

 

  Una pregunta pertinente es: ¿qué posibilidad tiene una madre de aceptar que algo la reemplace? Cuando las madres ponen dedicación en elegir la niñera o el jardín, para el que se toman el trabajo de hacer diferentes entrevistas, es porque están pensado a quién pueden dejar en su sustitución para que sea un punto de amarre suficiente para su bebe. Esto es una posibilidad subjetivante para el niño porque lo exime de ser él mismo el objeto.

 

  Una joven relataba, ubicando el punto extremo de su angustia en la infancia, que cuando era pequeña, a los 3 - 4 años, su madre se iba a trabajar y la dejaba sola, con su vasito de leche y las galletitas, mirando el programa infantil de la animadora favorita de la época. Ahí sigue habiendo una continuidad entre niño-falo-madre, el triángulo imaginario, donde los objetos con que la madre deja a la niña piensa que pueden sustituirla. ¿Es suficiente como punto de amarre para el sujeto? es la pregunta.

                   

  En el caso de la niñita que toma Lacan la regularidad del juego ausencia-presencia de la madre está sostenido sobre el fondo de la institución donde la niña está alojada, haciendo un amarre tal que permite, cuando la madre desaparece por un tiempo y luego llega quebrantada, darle un objeto a su angustia. Igualmente tenemos que pensar que siempre algo de esto tiene que romperse, si no éste triángulo imaginario sería eterno.

 

  La madre entonces no es sólo el Otro simbólico, lugar de la palabra, tesoro de los significantes que vendrán a decir al niño, sino que también es la que habilita el campo de los objetos haciéndolos entrar en la escena del niño, después es el chico el que toma cuál o tal recurso. Es todo el campo pulsional el que la madre hace entrar en juego.

 

  Es un tiempo de alienación pero donde, si quién está en función de gran otro logra pasar junto a sus cuidados hacia el niño el plus de la falta, está implícita la posibilidad de separarse. Cuando podemos ubicar algo propio de chico decimos que ahí hay sujeto, si no es nada más un chico programado, sobreadaptado.         

 

  Es un tiempo de alienación, pero también es un tiempo en donde se está jugando que el niño no está pegado al falo, entró en el triángulo donde señala y sutura la falta fálica de la madre pero el chico y el falo están disjuntos. Esa oferta de objetos que la madre hace a su hijo, es la que da cuenta que el chico no está aplastado contra el falo.

 

  En algún momento, dice Lacan, la madre empieza a responder a su capricho, se produce una ruptura de la armonía de la regularidad de ese tiempo de presencia-ausencia, cae entonces la potencia materna dando lugar a la posibilidad de ubicar otra instancia fálica también por fuera de la madre, lo que significa la entrada en tiempo edípico.

 

  Este primer tiempo que estamos hablando, del triángulo imaginario, es pre-edípico porque es anterior a la entrada del padre del chico, y en algún momento se anuda, se ensambla, con otro triángulo simbólico, en este caso, donde se trata de madre-niño-padre.

 

  Una madre aun cuando deseó a su hijo, le eligió un nombre, y con él le hizo don de su falta, transmitiéndole y ubicándolo en relación a una genealogía, puede sufrir accidentes que pueden depender de situaciones externas, la guerra por ejemplo. O puede suceder como en el caso de esa mamá que, cuando se iba a trabajar creía que era suficiente dejar a su hija frente a la pantalla, las galletitas y el vaso involcable de jugo, la ingresó en la lógica fálica pero hay un punto donde ella no acepta más sustitutos que ella misma y, en ese punto, uno podría pensar, está haciendo a su hija objeto no de su deseo sino de su goce, porque esta joven lo recuerda en el punto extremo de su angustia.

 

  Es una fineza con grandes consecuencias clínicas la que despeja Lacan en relación a la dialéctica de la frustración, cuando distingue frustración de goce y frustración de amor. Hay ausencias que son leídas como frustración de amor. Una madre puede no dar algo o puede tener que ausentarse y entonces frustra de goce, goce de ser totalmente el falo, pero no frustra el amor si deja un punto de amarre suficiente. Eso se va a ver a posteriori en los efectos sobre el sujeto.

 

  Es necesario que el campo pulsional le sea donado al bebe como una trama tejida por las pulsiones, como ramillete pulsional, en tanto que en esa escena uno podría pensar en cierto desamarre pulsional. Porque hay una oferta escópica y oral, pero la oferta anal que uno puede suponer en el abrazo, se juega también en el estar sostenido incluso psíquicamente, es más bien tanática porque juega al modo del arrojo, del abandono.

 

  Escópica y oral pero en soledad, desamarradas. En este caso la mirada cuenta sólo en tanto es aquello con lo que se supone se retiene a la niña frente a la pantalla, no es lo escópico configurando un campo posible en el que el niño pueda jugar su propia falta, moverse, desplazarse.

 

  Este tema nos sirve para pensar desde la clínica, para cada sujeto, cómo fueron sus amarres, cómo leyó ausentamiento del Otro (con qué se sustituyó) porque es en ese ausentamiento del Otro donde el niño puede interrogarlo. Pensamos que esto es un enigma, necesario, para la constitución subjetiva, pero también va ser tanto más posible en tanto y cuando haya la posibilidad de que esto esté en el orden de lo interrogable y no del orden de la pérdida en lo real.

 

 

Bibiografía

 

Anneliese Schrmann; “Observación de una fobia”. Disponible en la biblioteca de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.

Jacques Lacan; Seminario 4. La Relación de Objeto. Clase 4 “Dialéctica de la Frustración”.

 


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