» Introducción al Psicoanálisis

Los bemoles entre la voz y el decir

02/07/2017- Por Flavia Martín Frías - Realizar Consulta

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Este escrito intenta poner de relieve la importancia crucial de la voz que es más de lo sonoro en el porvenir de un sujeto. Recorre el camino de los avatares posibles entre la voz y el decir. Fue presentado en ocasión de la primera jornada de psicoanálisis con niños de la Escuela Freud Lacan De la Plata. Las mismas tuvieron lugar en mayo y llevaron por título “De poetas y De Locos todos tenemos un poco”.

 

 

 

                              

                                          Ilustración de Nocolleta Celelli

 

 

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre1.

           Miguel Hernández

 

Una nana o canción de cuna es una canción de ritmo suave y relajante para arrullar a un bebé y ayudarlo a dormir. Todas las culturas tienen sus propias formas de nanas, adaptadas a las estructuras rítmicas y melódicas de la música folclórica de la zona. Solo participa como instrumento “la voz”.

La música se vincula íntimamente a la infancia, por eso rescate la música que no fue mencionada en el título de la jornada. “De músicos poetas y de locos todos tenemos un poco” es el enunciado completo del refrán. Su significado dice: nadie actúa siempre racionalmente, puesto que en sus conductas a veces irrumpen sin control las fuerzas típicamente ilógicas del arte (la música), el amor (la poesía) o la locura.

En el libro lo crudo y lo cocido de Levi-Strauss2 encontré que la música así como el mito son lenguajes que trascienden el plano del lenguaje articulado. Por debajo de los sonidos y los ritmos la música opera en un terreno bruto, que es el tiempo fisiológico del oyente. Mientras escuchamos la música el tiempo se detiene. En consonancia En el seminario X de Lacan dice “si hubiera un elemento a privilegiar como originario y fundante seria el sonido de la voz”3.

La voz materna es la primera música que oímos. Esa lengua única y original de cada madre para con cada hijo, que de esa manera pasa la palabra, su música y una posición, en el mejor de los casos una falta. La pulsión es repuesta subjetiva a la demanda del otro, al sonido, a su voz. Estas palabras que suenan, que demandan generan en el cuerpo del niño una respuesta también de lenguaje. Entre ellas el grito, el llanto el gorjeó luego el laleo.

Lucero era una niña de tres años, que no retenía esfínteres, "no habla, no hace nada” dice la madre. Fue derivada por el equipo de orientación del jardín donde curso sala de dos años pero le exigieron tratamiento para volver a recibirla. De las entrevistas con la madre surgió que ella nunca le hablo a Lucero. Siempre creyó que de un día para el otro su hija hablaría. Mientras tanto le satisfacía todas sus necesidades fisiológicas en silencio. Le ponía la taza delante de su cara y la nena tomaba, pero sin emitir sonido. Nunca le preguntaba ¿queres la leche? Me dice la madre.

La madre sesión tras sesión me pedía que le dijera cómo hacer para introducir el lenguaje, pero la lengua es afecto es más que palabras y ella no contaba con eso. Durante un tiempo necesario las entrevistas se desarrollaban con la niña y la madre juntas. A pesar de que Lucero no sostenía la mirada y parecía no tener registro de nada en absoluto, la presencia de la madre le tornaba tolerable mi entrada en la escena.

La trasferencia con la madre se iba tejiendo y eso fue lo que sostuvo a Lucero para quedarse a solas conmigo. En esos momentos situaba que se trataba de un sujeto en emergencia, en estado de urgencia porque no parecía manifestarse lo pulsional en esta niña. No miraba, no le llamaban la atención los juguetes, no buscaba nada, no hablaba.

Después de mucho tiempo de trabajo y de lograr entrar sola al espacio del análisis, lo que la capto fue la música. Encontró un piano con el sonido de diferentes instrumentos, también tenía la base de canciones infantiles y los muñecos que bailan sobre el piano al ritmo de la melodía encendían una luz. Yo intentaba cantar y ella se detuvo en su tocar temeroso y aleatorio, ante la melodía de “La Cucaracha”. Comencé a cantarla y hacer movimientos. Ella me siguió.

La discontinuidad, el ritmo, el tiempo comienzan a asomar en la trama.

Algo de lo especular se iba construyendo. Para que la mirada de Lucero se reflejara fue menester que se libidinizara fálicamente su cuerpo. El soma así se agujereaba deviniendo humano. Ella se reía mucho e imitaba lo que yo hacía, nombrábamos también las partes del cuerpo, apoyándonos en la patita de atrás. Este tiempo de música se extendió e introdujimos otros instrumentos. Ella un día comenzó a cantar. A su manera y con los recursos de los que disponía al ingresar la madre a buscarla ponía la música para que yo reprodujera la escena lúdica que tanto la fascinaba. La música, el canto y el baile encendían su mirada y erguían su cuerpo

Canto en sesión, canto en el jardín y actuó en los actos escolares.

Lo sonoro le permitió surgir, ella estaba en el lenguaje pero no tenia cuerpo para sostenerse, ni hablar. Entre sonido y sonido entro en juego la discontinuidad que enlazo un vacio producido por efecto de la identificación primaria.

Lucero se envolvía en las telas y disfraces que yo le ofrecía. Para bailar y girar. Muchas veces se los llevaba puestos a pesar del disgusto de su madre. Ya que luego no se los quería quietar ni para ir al jardín. Entra en la escena el No. Se niega a sacarse los disfraces, a irse de la plaza y hasta del consultorio. Jugaba con masa a hacerle vestidos a las muñecas mientras su madre se quejaba del desorden, de lo repetitivo de sus juegos y de sus caprichos... Diría que a pesar de la madre lo imaginario iba tomando cuerpo.

Hasta acá tenía una mamá que no aporto sonido ni palabra porque creyó que su hija hablaría por lo que la madre naturaleza le había donado. ¿Cómo hablaría Lucero si uno habla porque le hace falta? ¿Si le hace falta el vinculo con el otro y no había hasta acá pasaje de la falta por medio de la lengua materna?

Yo me preguntaba si esa dificultad de donar, ¿eso crudo diría de la madre era lo que le trasmitía a Lucero y era lo crudo también en la niña?

A medida que Lucero asomaba en el apagón de su madre aumentaba la frecuencia de las entrevistas con ella. Era necesario que haya fallido equivoco en la lengua materna, que se jugara algo de su falta.

En el comienzo de la vida el sujeto no tiene nada que comunicar ya que todos los instrumentos de la comunicación están del lado del Otro4. El lenguaje está ligado a una sonoridad instrumental. Esta niña no podía tocar, hacer sonar el instrumento. La palabra le ofreció a Lucero la posibilidad de otra escena, de ficcionar, de despegarse del cuerpo de la madre.

El sonido conjuga la fonación con la voz y esto es lo que modela nuestro vacio. La voz no resuena en ningún vacio espacial. La voz resuena en el vacio del otro5. Identificarse a la voz se trata de su incorporación.

La presencia del analista forma parte del inconsciente también en los niños. Si el analista es ubicado por el niño en el lugar de supuesto saber y aun más en los términos de Liliana Donzis en el lugar de supuesto saber jugar6 y pone en juego su deseo. Logra implicarse en su acto como vacío. Interviene desde la abstinencia de goce. O sea en el justo medio entre su presencia y su abstinencia.  Resultaran eficaces sus intervenciones.

Para que haya  producción discursiva, para la asociación lúdica en este caso tratándose de niños nos valemos de instrumentos como el dibujo, la escritura, el cuento, la música, y el juego. En todas sus versiones. Dramático, reglado, con juguetes, con luces, con sonidos, masa. Etc.

Una vez más los pilares fundamentales son el análisis del analista y el análisis de control. El análisis de la resistencia para dejar pasar el inconsciente. Porque se trata de la resistencia al inconsciente. Para sostenernos en la ética y que el analizante siga diciendo. Nos interrogamos  por nuestro acto, por sus efectos y nuestra implicación. Si nos desconectamos de la escucha surgirá un obstáculo en la transferencia.

El analista está ahí para que la transferencia se sostenga. En el caso de niños, tanto con ellos como con los padres y todos los otros auxiliares que sean necesarios.

Tanto la palabra de otros profesionales como la de los familiares deben a mi criterio entrar en la cuenta. Si desconocemos el atravesamiento que existe entre los discursos, quedaremos impotentes. Acallados, sin respuesta posible.

En el caso de Lucero la presencia de la fonoaudióloga propicio la entrada de la otra. Otra versión. Le enseñaba a Lucero a utilizar instrumentalmente el lenguaje mientras yo trabajaba con la madre asistiéndola en su función, intentando que pudiera perder a Lucero como única brújula en su camino.

El niño está en condición de sujeto en un análisis a pesar de la gravedad de su cuadro, ya que el analista apunta al sujeto del psicoanálisis, el que surge entre significantes, entre trazo e imagen. Esto no significa que desconozcamos o desacreditemos de plano los diagnósticos psiquiátricos o médicos, incluso el rotulo que los padres le sellan a sus hijos. Para nosotros es un niño con un diagnostico y veremos de que sufre ese sujeto. Al recibir al niño intento delimitar cual es el problema para él, que le sucede, que le molesta, cual es su padecimiento. Escuchar qué ofrece para poder intervenir desde su propia tela, desde lo que va desplegando. Si es posible que a partir de ella se vaya tejiendo un síntoma y transformar ese sufrimiento inicial en un decir del sujeto.

Esta niña tenía cuerdas que no sonaban fue necesario que sonaran en mi .Esta media lengua parental complicaba la aparición y el anudamiento entre el cuerpo, la palabra y la existencia del inconsciente.

Pongo el acento en la aparición de lo lúdico en Lucero porque a la vez que constituyente es constitutivo. El juego es efecto de operaciones constitutivas del sujeto y contribuye a su constitución.

El juego se amarra a lo discursivo. Enlaza inconsciente y pulsión. Era necesario que pudiera decir, que pudiera contar con el instrumento.

El fin de análisis, con niños la mayoría de las veces se trata de interrupciones de mayor o menor duración que se logran acordar, en situaciones óptimas, con el niño y con sus padres. Cuando se alcanza una resolución duradera del padecimiento que generalmente corre paralela a la constitución del síntoma en análisis.

Se trata de que el niño se enlace tanto con sus pares como con su familia y sus tareas de una manera que le sea más placentera, lo más acorde posible a su medida, a su singularidad. No vamos a contar con la caída del objeto ni la disolución de la transferencia, lo que nos deja la puerta abierta para volver a jugar en las segundas y terceras vueltas al análisis.

 

Nota: el material desarrollado, respeta la lógica del caso, pero porta las transformaciones necesarias para sostener la discrecionalidad y reserva correspondientes a cada abordaje clínico.

 

 

1 Miguel Hernández: “Nanas de la Cebolla”.1939

2 Claude Levi Strauss: Mitológicas: Lo crudo y lo cocido, Ed. Fondo De Cultura Económica, Paris, 1964.

3 Jacques Lacan: El Seminario, libro X: La angustia, Ed.Paidós, Buenos Aires, 2010,p 276

4 Jacques Lacan: op. cit., p 294

5 Jacques Lacan: op.cit., p 298

6 Liliana Donzis: Jugar, dibujar, escribir. Psicoanálisis con niños. Ed. Homo Sapiens Ediciones, Rosario,  

   1998

 

 


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