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Comentario del libro “Clínica de la ironía. Sócrates, Kierkegaard, Freud, Lacan”, de Gonzalo Javier López

24/01/2018- Por Mariano Pujana -

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Este libro es un aporte valiosísimo a la doctrina psicoanalítica para la comprensión del fenómeno esquizofrénico, del dicho esquizofrénico… La hipótesis central es planteada así por el autor: “el rechazo al lazo social es característico de la esquizofrenia como estructura clínica, no de la ironía esquizofrénica. A través de su ironía el esquizofrénico ataca el lazo social en el mismo intento en que busca restituirlo”… La insistencia, el comienzo permanente de un diálogo que nunca terminará siendo tal, es la esencia de la ironía esquizofrénica, la marca que nos permite pensar un sujeto allí donde la estructura lo dinamita, y la posibilidad de lazo social, de un ser social irónico es lo que un analista podrá alojar.

 

 

 

                           

                     

                      Editorial Letra Viva. Colección Voces del Foro. 2018. Buenos Aires

 

 

  Me encontré por primera vez con Gonzalo López hace ya muchos años en el Hospital Borda, donde coincidimos en un servicio que se prestaba a la interrogación de los casos y de la posición del analista, donde la clínica cotidiana se entrecruzaba con la elaboración teórica producto de la intersección entre el Hospital y la Facultad de Psicología.

 

  Allí, Gonzalo comenzó su investigación, sorprendido porque el cuadro clínico de los pacientes que atendía no se correspondía con lo que sus estudios previos le hacían presagiar: no había ninguna especie de neoschreber que necesitara de un analista que acotase su delirio; más bien, el encuentro fugaz con una producción delirante se acotaba en sí misma.

 

  No había en los pacientes que le tocó atender (y me atrevo a decir en la mayoría de los pacientes psicóticos que se tratan en hospitales públicos) una producción delirante en desarrollo, mucho menos una Metáfora delirante. Sí había, en cambio, ideas delirantes aisladas, diálogos interrumpidos, expresiones incomprensibles que no terminaban de armar sentido.

 

  ¿Qué hacer con este material? ¿Qué hacer con lo incomprensible del fenómeno que el loco trae, con la angustia que genera en el analista esa imposibilidad de diálogo? ¿Qué hacer con alguien a quien, al ofrecérsele una entrevista, responde: “sí, como no… ¿para qué medio?”, cuando ese “alguien” no lo dice desde la grandeza delirante de ser una personalidad pública, famosa o digna de entrevistar?

 

  Esa fue la antesala del proceso de investigación en el que Gonzalo se embarcó, dando cuenta de un verdadero espíritu investigador que no se conforma con lo que la doctrina psicoanalítica ha establecido como “esquizofrenia”, que adormece la escucha y permite gozar de las significaciones compartidas. El autor rompe con la ilusión de comprensión, rompe con los acuerdos de la comunidad analítica (esos que dicen que el esquizofrénico no tiene tela, no cumple con el contrato analítico, no hay transferencia, no hay otro, está desafectivizado, no hay voluntad, etc., etc.), logra ir más allá, posee algo de lo que él mismo denomina “el histérico impulso investigador”, especula (pero con rigor obsesivo).

 

  Este libro es un aporte valiosísimo a la doctrina psicoanalítica (es el fruto de una tesis de maestría de la UBA), vuelve a ilusionarnos con cierta comprensión del fenómeno esquizofrénico, del dicho esquizofrénico, pero esta vez dejándonos advertidos (a los analistas lectores) de que la identidad de pensamiento, el fundamento, la esencia del fenómeno esquizofrénico será inagotable por el discurso.

 

  Ahora bien, para hablar seriamente de eso incomprensible que el esquizofrénico trae, de esa ironía radical que lo habita (cuando lo habita, porque este libro no intenta reducir la estructura esquizofrénica al fenómeno irónico) se hizo necesario primero definir el concepto mismo de ironía. El autor tomó la tesis de doctorado de Sören Kierkegaard (Sobre el concepto de la ironía en constante referencia a Sócrates de 1841) para definir tres tipos de ironía: la retórica, la socrática y la esquizofrénica. Dejando a un lado la ironía retórica (que se utiliza con fines comunicacionales) se adentra el libro en la posición socrática, cuestionadora de los saberes establecidos en su época. El trabajo exhaustivo que nos presenta Gonzalo permite comprender que Sócrates utiliza la ironía para señalar la incompletud del saber del Otro despertando al sujeto del adormecimiento que todo discurso implica, pero siempre presentándose como quien trabaja para acceder a significaciones compartidas.

 

  Éste último punto lo diferencia de la ironía esquizofrénica, que parece no interesarse en absoluto por las significaciones compartidas. Pero sería un error concluir entonces que la ironía esquizofrénica aísla al enfermo del otro, la hipótesis central del libro es planteada así por el autor: “el rechazo al lazo social es característico de la esquizofrenia como estructura clínica, no de la ironía esquizofrénica; a ésta última la planteamos, con Freud y Lacan, como un intento de restitución que al convocar al lazo social no hace más que poner en cuestión los fundamentos que lo sostienen. A través de su ironía el esquizofrénico ataca el lazo social en el mismo intento en que busca restituirlo”.

 

  Sumergirse en lo más profundo de la obra freudiana (la metapsicología, la lingüística, el mecanismo de la palabra, el funcionamiento del proceso primario y el secundario) fue el método elegido para justificar semejante hipótesis. Recorriendo la obra de Freud (principalmente) pero también la de Lacan, Soler y Miller (entre otros) el libro nos da herramientas para pensar de otro modo la clínica del esquizofrénico.

 

  Lejos de arribar a concepciones deficitarias, Gonzalo hace hincapié en los recursos del esquizofrénico, en su libertad para decidir vivir sin utilizar el discurso compartido como pantalla frente a lo real, reconociendo la posición subjetiva del irónico. Dicha posición es pensada como el correlato de la relación al lenguaje que presenta el esquizofrénico, que utiliza las palabras con una libertad lenguajera que nos recuerda los juegos por afinidad fonatoria o material de los niños, pero dando un paso más, conformándose con las palabras en lugar de las cosas. Esta famosa frase freudiana es descompuesta, puesta patas para arriba y vuelta a pensar a lo largo de todo el libro, al igual que la propuesta lacaniana de que el esquizofrénico “… insiste en dar ese paso, pero en vano, porque para él todo lo simbólico es real”.

 

  La insistencia, el comienzo permanente de un diálogo que nunca terminará siendo tal, es la esencia de la ironía esquizofrénica, la marca que nos permite pensar un sujeto allí donde la estructura lo dinamita, y la posibilidad de lazo social, de un ser social irónico es lo que un analista podrá alojar.

 

  No queda más que pedirle al autor que éste, su primer libro, sea continuado en nuevas publicaciones que interroguen con este mismo ímpetu la clínica psicoanalítica.

 

 

        

             Imagen del panel: Silvia Migdalek (Coordinadora), Gabriel Lombardi, Mariano Pujana y el autor.

 

Presentación del libro "Clínica de la ironía" de Gonzalo Javier López, el día viernes 1 de diciembre, 

en el Foro Analítico del Río de La Plata.

 


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