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Comentario del libro “La perfecta desnudez. Conversaciones desde Alejandra Pizarnik”, de Javier Galarza, Leonardo Leibson y María Magdalena

25/11/2018- Por Natalia Neo Poblet - Realizar Consulta

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Estas conversaciones mantienen una tensión entre lo académico y la experiencia de cada uno desde Alejandra. No la voy a nombrar Pizarnik, porque creo que ellos decidieron escribir desde lo que Alejandra despertaba en ellos. Entonces, podemos decir que estas conversaciones mantienen una tensión entre lo académico de Pizarnik y la experiencia de cada uno de ellos con Alejandra, y a la vez oscilan entre una complicidad, un despertar y un compartir. Ellos se encargan de no escribir sobre Alejandra, sino desde Alejandra.

 

 

 

                                                                  Alejandra Pizarnik*

 

                       Editorial Letra Viva. 2018. Buenos Aires

 

 

  La Perfecta desnudez es de esos libros que después de leerlos uno ya no es el de antes. Posee una ilustración de tapa, cuyo diseño es de Romina Luppino. El editor resulta ser Nicolás Cerruti. Salió por la editorial Letra Viva.

 

  Somos hijos de la violencia del lenguaje y la poesía es una forma de resistencia al dolor y al daño. El poeta nos hace de puente entre lo aplastante del lenguaje y la vida.

 

  Este es un libro que disfruté mucho leer porque amplió lo que sabía y pensaba sobre Pizarnik. Un libro que busca a un lector atento y predispuesto a jugar. ¡Acá podemos abrir un abanico muy divertido sobre diferentes tipos de lectores! ¿Qué tipo de lector es cada uno?

 

  Por ejemplo, disfruto de esos libros que se convierten en piel porque permiten deslizarme sobre sus letras, mis ojos se convierten en labios y mi cuerpo herido se transforma en hoja de papel para volver a escribirse.

 

  María Magdalena, Leonardo Leibson y Javier Galarza deciden poner de título: La perfecta desnudez. Es a partir de una frase de Georges Bataille que anotó Alejandra Pizarnik el 24 de septiembre de 1972, en la víspera de su muerte (no incluida en las versiones publicadas de sus Diarios).

 

  La frase de Bataille es la siguiente: “Si abandono las perspectivas de la acción, mi perfecta desnudez se me revela”, se encuentra en: Alejandra Pizarnik Papers, Biblioteca de la Universidad de Princeton, Departamento de Libros Raros y Colecciones, carpeta 1, archivo 3.

 

  Allí fue Leibson en dos oportunidades y nos cuenta que “ahí están los restos vivos de Alejandra. Allí está lo no publicado. Aquello que ha sido omitido, censurado, excluido”. También agrega que “se viaja para ampliar las preguntas. Si el texto hace iniciar el viaje, tal vez allí hay un despertar. De algunos viajes no se regresa igual”.

 

  Es un libro que recorre la historia de Alejandra desde Avellaneda, lugar donde vivió en su infancia, a París y su regreso a Buenos Aires, su amistad con Juan Jacobo Bajarlía, la relación con su madrina literaria Olga Orozco, su declive a partir de la muerte de su padre, la relación con su cuerpo, su decisión a intercambiar su nombre, las carreras universitarias que no terminó, su relación con el amor, la relación con su terapeuta Pichon-Rivière y sus amores literarios como con el Conde de Lautréamont, Kafka y otros.

 

  Este libro bordea un género epistolar, porque mantiene conversaciones en forma de correspondencia. Como diría nuestro querido Piglia: “la correspondencia necesita de la distancia y de la ausencia para prosperar. La correspondencia es un género perverso”.

 

  Estas conversaciones mantienen una tensión entre lo académico y la experiencia de cada uno desde Alejandra. No la voy a nombrar Pizarnik, porque creo que ellos decidieron escribir desde lo que Alejandra despertaba en ellos. Entonces, podemos decir que estas conversaciones mantienen una tensión entre lo académico de Pizarnik y la experiencia de cada uno de ellos con Alejandra, y a la vez oscilan entre una complicidad, un despertar y un compartir. Ellos se encargan de no escribir sobre Alejandra, sino desde Alejandra.

 

  Este libro pone en juego algo de lo lúdico con la “poetomancia”. La “poetomancia” es un viejo juego que practicaba Cortázar con resultados que lo asombraban. Se trataba de tomar un libro de poemas, cualquier libro de poemas, cerrar los ojos, abrirlos y poner el dedo en un verso y leer ese verso. Agrega Cortázar:

 

“es impresionante la cantidad de veces que en mi caso, el verso en el que caigo me ilumina un futuro inmediato o me aclara un pasado o me muestra cuál es mi presente. Entonces, ¡cómo no cree en el poder del lenguaje!”.

 

  Es María quien utilizará la “poetomancia” a lo largo del libro, para incluir a Alejandra en el diálogo.

Entonces, tenemos en un inicio a Leibson que viajó a la Universidad de Pricenton, a María que desde la “poetomancia” hace una lectura con perspectiva de género y a Javier Galarza que hace dialogar a Alejandra con otros poetas y filósofos. Entre los tres hacen un nudo y Alejandra los anuda.

 

  El material con el que trabajan son sus Poemas y sus Diarios. La característica que tienen los Diarios es que son una escritura privada, sin un supuesto lector y eso le da un tono de intimidad particular. También aparecen referencias de la Biografía que hizo Cristina Piña, de María Negroni en su libro El testigo lúcido, de César Aira sobre “Alejandra Pizarnik”, y tantos y tantas interlocutores más.

 

  Leibson hace un análisis sobre la relación entre la poesía y el psicoanálisis. En relación a esto dice:

 

“… que tanto el psicoanalista como el poeta se ocupan del lenguaje y bordean lo indecible y sobre los límites y las miserias del lenguaje. Pero la gran diferencia es que allí donde el poeta escribe, el analista escucha. Al escuchar lee, y también hace resonar lo que se dice. El psicoanálisis propone una regla de juego (no piense, hable) y hace de esa regla su método de escucha.

 

En esa escucha se atiende a lo que se dice, y más aún, a lo que se derrama por el margen del decir, a lo que resta olvidado que deviene resonancia, que vacía lo que parece tener sentido, que agujerea el origen. Recién ahí, el analista escribe. Más bien, el analista asiste a un proceso de escritura, donde no se necesita pluma ni papel. Esa escritura que, como nos cuenta Pizarnik, intenta desprenderse de algunos sentidos”.

 

Leibson también aborda el tema del cuerpo y la escritura poética. Dice que hay dos formas de relacionar eso:

 

“No es lo mismo hacer un cuerpo mediante el recurso a la escritura que otorgar con el cuerpo propio el cuerpo al poema”.

Esto último que dice es a partir de una frase que escribe Alejandra que dice lo siguiente:

 

“Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo”.

 

Además Leibson acerca las dos funciones que tenían para Alejandra el lenguaje:

 

“… por un lado los tormentos que puede infligir y también de cómo la apelación al lenguaje es el intento, no siempre eficaz, de querer darle un tratamiento a esa invasión (que siente) de las palabras”.

 

Leibson se pregunta:

 

“¿qué es lo que más duele del lenguaje? Alejandra nos lo dice: que el lenguaje no alcanza, que nunca alcanza para poder decir todo lo que habría que decir. En especial, el dolor. El lenguaje es la herida y es lo que cura”.

 

Leibson pone una lupa sobre ese tríptico: la relación entre poesía y psicoanálisis, cuerpo y escritura poética y las dos funciones que tiene para Alejandra el lenguaje. De este modo introduce lo político de la poesía, lo político del cuerpo y lo político del lenguaje.

 

Galarza, en cambio, hace un entretejido entre los poemas de Pizarnik y otros poetas y filósofos como Bataille, Heidegger y Derrida.

Galarza nos cuenta que:

 

“Alejandra es impensable sin Kafka. Uno de los aforismos de Kafka dice: ‘Una jaula fue en busca de un pájaro’. Pues bien, Alejandra luego escribe en uno de sus poemas: “la jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado”.

 

  También Galarza pone sobre la mesa los diferentes síntomas que han tenido otros poetas y filósofos y cómo se han servido de eso para escribir. Por ejemplo:

 

“Alejandra era asmática como Marcel Proust. Pero como todos los grandes artistas, terminó haciendo de estas carencias una virtud. Kafka y su obsesión hipocondríaca, Nietzsche y sus jaquecas que lo predisponían a la brevedad del estilo y pensamientos fulgurantes como intervalos entre catástrofes, Borges y sus inhibiciones y prudencias como medidas de relojero. Ella tartamudeaba.

 

Vamos a detenernos en esa vacilación, en ese traspié, esa zona frágil de ‘peligro de derrumbe’, ese lugar donde el lenguaje se insinúa tanto como huye y se queda, vuelve a insinuar y vuelve a querer irse, ‘querer quedarse queriendo irse’ escribirá luego Alejandra”.

 

  Esto que marca Galarza me hizo pensar cómo en esas escansiones, es decir, en esos intervalos, en ese trastabillar se une literatura y vida (Cortázar diría que son lo mismo), con la diferencia que lo solemos pensar separado. Siempre somos lectores. Lectores de lo vivo de la vida.

 

  Además, plantea la cercanía y vecindad que hay entre la poesía y el silencio y nos dice que “ese deseado silencio perfecto parece ser logrado, consumado y consumido en su poesía”.

 

  María, en cambio, hace una lectura sobre la extranjería que sentía Alejandra. El exilio de la locura y remarca que el poema “Sala de Patología” funciona como un Manifiesto. Me pregunto: ¿acaso un escritor y más que nada un poeta, no es siempre un exiliado? Estoy casi convencida que sí, porque el poeta se exilia y es un desterrado del lenguaje para habitar otra lengua.

 

  Es decir: esa lengua que viene del saber no sabido. El poeta es un repatriado en lo político de la lengua, porque frente a la violencia del lenguaje, la poesía es una nueva lengua dentro del lenguaje mismo.

 

  María hace un recorrido con la frase de Alicia en el país de las maravillas: “sólo vine a ver el jardín”. Esta es una frase que la obsesiona a Alejandra y agrega: “Para Alicia y para mí, el jardín sería el lugar de la cita, o dicho con las palabras de Mircea Eliade, el centro del mundo”.

 

  También comenta sobre si:

 

“Alejandra, es ¿la gran plagiadora? ¿O acaso hace el cuerpo del poema con su cuerpo apropiándose de versos ajenos hasta convertirlos en propios?”. Frente a esto rescaté una frase de Piglia que dice: “En el lenguaje no hay propiedad privada. Entonces, es en el paso a la propiedad donde se definen los usos privados del lenguaje”.

 

  Además hace una lectura sobre poesía-cuerpo y lo político con perspectiva de género. María nos dice en relación a esto:

 

“… no hay poesía que esté por fuera de lo político. El cuerpo es un campo de batalla, por lo tanto político. Y el cuerpo de Alejandra era el de una mujer judía y lesbiana. Y no escribimos sin el cuerpo. Y el cuerpo es un territorio de disputa y conquista.

 

Por otro lado, su batalla también era con y contra la sexualidad. El no haberse definido nunca como lesbiana evidenciaba el terror por lo que implicaba serlo tanto en el imaginario social como en el suyo propio. La homosexualidad era rechazada y experimentada con la misma intensidad”.

 

  También María nos cuenta que Alejandra le temía al embarazo. Estuvo embarazada y abortó en París en 1963 cuando allí el aborto todavía era ilegal. Nos dice:

 

“quizás no sepamos qué es una mujer, pero sí sabemos qué cuerpo de mujer Alejandra eligió no encarnar: el cuerpo que procrea y amamanta”.

 

  María rescata lo que Alejandra escribió, en sus Diarios, sobre esto: hago un recorte:

 

“… esperar un hijo sería quedarse encerrada en un ascensor entre dos pisos, en plena zona de asfixia…”.

“… no podría vivir un sólo día con un hijo, con algo creciendo y alimentándose de mí…”.

“Dejé de pintarme. Ahora parezco una lesbiana típica. Bienvenida sea. Para qué mentirme. A mí me gustan las mujeres, sólo las mujeres. Pero no sexualmente. He aquí el problema”.

 

“La ropa femenina es muy molesta. Tan ceñida e incómoda. No hay libertad para moverse, para correr, para nada. El hombre más humilde camina y parece el rey del universo. La mujer más ataviada camina y semeja un objeto que se utiliza los domingos. Además hay leyes para la velocidad del paso. La mujer tiene que caminar apurada indicando que su caminar tiene un fin. De lo contrario es una prostituta o una loca o una extravagante”.

 

“La mujer no ha tenido los mismos derechos que el hombre. Debe llegar a tenerlos”.

“Aunque ser mujer no me impide escribir, creo que vale la pena partir de una lucidez exasperada. De este modo, afirmo que haber nacido mujer es una desgracia, como lo es ser judío, ser pobre, ser negro, ser homosexual, ser poeta, ser argentino…”.

 

  Esta perspectiva que resalta María es muy valiosa porque debemos hacer una revisión con perspectiva de género de la historia, de la literatura. Esto implica revertir la mirada y resaltar esas luchas que se dieron. Por ejemplo cuando Alejandra dice que no quiere tener hijos, que no quiere ser madre. Eso se omitió en la publicación de sus primeros Diarios.

 

  Alejandra quedó estereotipada, por años, como Alejandra la niña, Alejandra la lesbiana, cuando en realidad ahí había una mujer que estaba eligiendo y que sabía que para ser mujer no hace falta ser madre.

 

  Hay escrituras que interrumpen y la poesía es una de ellas. Se escribe porque siempre queda un imposible, un resto por decir. Es en ese imposible donde el escritor y el lector se encuentran.

 

  Ese es el padecimiento y a la vez el florecer que comparten: ninguna palabra dice lo que dice, ninguna palabra nombra lo que nombra. Y Pizarnik, con su escritura, intentó resistir la muerte de las propias palabras que elegía, porque siempre quiso evitar que la muerte la encuentre (por eso se terminó matando antes).

 

  La poesía implica tener otra relación con la palabra y son los poetas quienes inventan una lengua dentro del lenguaje y a partir de la experiencia. Con experiencia me refiero a aquello que a partir de algo se genera una transformación en uno, produciéndose un otro sentido, un sentido nuevo. En este libro, tanto María como Leibson y Galarza, cada uno con su tono y su voz le han puesto música a su escritura y este libro es, entonces, una experiencia transmisible porque, como lectora, quedé afectada, tocada, conmovida por esa experiencia de transmisión.

 

 

Imagen*: captura de pantalla del documental producido para el programa “Soy lo que soy” de Sandra Mihanovich acerca de Alejandra Pizarnik (para la televisión de Argentina)… https://www.youtube.com/watch?v=zNBxFDofD9Y&t=1299s

 


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