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Comentario del libro “Letra, Sonidos y Dibujos Psicoanálisis con niños” de Liliana Donzis

01/12/2017- Por Amalia Cazeaux - Realizar Consulta

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Leemos en cada uno de los capítulos que el psicoanálisis propone escuchar al niño y al púber, abriendo a lo singular de su palabra. Escuchar es una apuesta a la palabra para evitar la muerte del sujeto. Escuchar la singularidad, como contrapunto ahí donde se intenta establecer un colectivo que lo universalice… Escuchar incluso ahí donde no hay palabra, escuchar los sonidos, los dibujos, los juegos, recortando letra que haga borde al goce…

 

 

 

           

             Lugar Editorial, septiembre 2017. Buenos Aires

 

 

  Nos encontramos ante un libro interesante, que produce un desarrollo a partir de los interrogantes formulados desde una clínica específica.

Pretendo resaltar dos cuestiones por las que fue pivoteando la lectura que realicé.

 

  En primer lugar la autora agradece “a los niños y púberes, porque sus preguntas abren nuevos horizontes”. Ese primer renglón orienta respecto de la posición que toma y la praxis que lleva a cabo. Un niño o un púber que pregunta tiene chances de quedar por fuera  de “la bolsa de gatos” que proponen otros abordajes que propician las etiquetas diagnósticas a partir de estipular un conjunto de conductas, estigmatización que conlleva la sobremedicalización, “indiscriminando a cada niño y cada historia singular”.

 

  Por el contrario, la autora propone “mantener la propuesta freudiana y lacaniana del sujeto hablante, aún con los niños que parecen no haber entrado en el lenguaje”. Un niño o un púber que pregunta, invita a los analistas a formalizar y producir nuevas formulaciones, ampliar el horizonte.

En esta línea plantea que el niño no recibe el significante del Otro, sino que lo inventa. Será su tarea combinar el alfabeto vivo que lo constituye. Él recibe el equívoco y lapsus de sus parientes próximos y es ese el material del que dispone para inventar.

“El decir es un acto que da lugar a una nueva escritura y a una nueva posición del sujeto”.

 

  En segundo lugar, declara en el prefacio el modo en que ha surgido este libro, leyendo sus anotaciones en los márgenes de lo leído y escrito en otro tiempo. Lo menciona como “lectura de los márgenes”.

 

  Del espacio en blanco a los lados de un texto, apostilla donde la autora escribió sus preguntas y reflexiones, al desplazamiento que lleva a producir otras palabras que se asocian: límite, orilla, litoral.

El analista se escribe como lector de su propia experiencia, situando sus propios límites. 

  

  Leemos en cada uno de los capítulos que el Psicoanálisis propone escuchar al niño y al púber, abriendo a lo singular de su palabra. 

Escuchar es una apuesta a la palabra para evitar la muerte del sujeto. Escuchar la singularidad, como contrapunto ahí donde se intenta establecer un colectivo que lo universalice. Instancia donde el psicoanálisis opera respecto de otros discursos transmitiendo la posición subjetiva del niño o el púber que padece.

 

  Escuchar incluso ahí donde no hay palabra, escuchar los sonidos, los dibujos, los juegos, recortando letra que haga borde al goce.

“La letra surge del magma del lenguaje, real que se enlaza haciendo litoral entre saber y goce. Letra que cumple función de orilla, permitiendo que el inconsciente la aspire y reaparezca en el trenzado significante”.

 

  Apostando al decir, plantea que “un niño puede no estar perforado por la palabra y sin embargo estar en condiciones estructurales para construir su alfabeto vivo”... Sigo recortando sus palabras escritas: en la escena analítica con niños graves puede haber un despertar desde un aullido, un sonido cualquiera a la verbosidad y del canturreo surge algo parecido a una palabra que constituye un soplo de sentido en lo real. S1 con el cual el sujeto se hace representar.

También nos dirá de la oportunidad que implica para el psicoanálisis cuando un niño colabora en hacerse escuchar.

 

  El trabajo de análisis, cuando se trata de tiempos instituyentes, no sólo tomará en cuenta el decir del Otro primordial, los padres, sino que se requiere atención respecto de los sonidos, los ruidos, los canturreos, recortes sonoros que hace el infans… Porque si el ruido se libidiniza, si la sonoridad erogeniza el cuerpo, es posible “cartografiar y mapear el decir”, deseo mediante.

El aullido, margen del decir, también es considerado como una posibilidad subjetivante.

 

  Siguiendo este recorrido que propone escuchar al niño en su singularidad para no estigmatizarlo en una nosografía diagnóstica, la autora llega a plantear que “los parientes próximos transmiten el congelamiento del lenguaje convirtiendo lalengua en autismo”… “La lengua materna deviene autista”. Es decir que pone especial cuidado en diferenciar al niño del autismo como etiqueta.

 

  A partir de la lectura de sus márgenes reformula. Cuando antes planteaba que el dibujo es soporte del decir en la infancia. Ahora sostiene que se trata de un acto del decir en el espacio, diferente de la mera significación del dibujo. Al igual que el juego, este es una de las fuentes en las que se destaca la emergencia del sujeto.

 

  Es que no hay sujeto productor del juego sino que es a partir del juego que emerge el sujeto.

En el capítulo “Jugar. De un Otro a los otros”. Desde una pregunta sencilla como lo es ¿cuál es la diferencia de jugar en la plaza con otros a jugar en transferencia, con un analista? Escribe acerca del Sujeto supuesto Saber jugar del analista que escucha y ve al niño posibilitando el juego.

 

“Jugar concierne a una función de encaje e inmixión entre el sujeto y el Otro, instalando al mismo tiempo el borde que va haciendo una diferencia entre el sujeto y el Otro. Acota el goce al agujerear lo real con el signifcante, contornea a su vez la imagen del cuerpo y los enlaza. La función del analista es aislar algún hilo para seguir el juego antes que comprender demasiado rápido”.

 

  Por último, en el capítulo 6 encontramos un despliegue de preguntas respecto de “Lo real, lo traumático y los duelos en la clínica con niños”. Establece allí las dos posiciones que un niño puede asumir ante la pareja parental, tal como las trabaja Lacan en las dos notas sobre el niño. Refiriéndose a la posición en que el niño está como objeto que satura el fantasma de la madre se pregunta “¿Será que acaso existe una relación entre la salida de esta posición, el surgimiento del síntoma y el duelo en la niñez?”

 

  La niñez es un tiempo de producción de la pulsión, de la sexualidad, de la articulación del inconsciente con lo imaginario y lo real… El analista escucha el padecimiento que convoca a la emergencia del sujeto. Escucha del padecimiento, escucha la diferencia ya sea por un sonido o un broncoespasmo que, al modo de un grito, llama y reclama un significante que represente al sujeto para salir de la mortificación del cuerpo.

 

  Otra de las acepciones de la palabra margen se refiere al beneficio que se puede obtener a raíz de una operación. En ese sentido, el síntoma también es lo que deja margen al sujeto para acotar el goce del Otro que asfixia.

 

  El síntoma permite avanzar y transformar el goce materno. Coincidimos con Liliana Donzis en que “El psicoanálisis puede dar la chance de una eventual producción sintomática” y eso hace a la singularidad del sujeto.

 

 

       

 

Panel de presentación: junto a Liliana Donzis, Amalia CazeauxEdgardo FeinsilberSilvia Amigo y Hector Sartirana. Ana Padovani (Foto) y Alejandra Marroquin (narradoras)


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