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Crónica de un murmullo junto al abismo

30/07/2017- Por Sergio Zabalza - Realizar Consulta

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Me tocó abordar el libro de Elena en una ciudad antaño habitada por una comunidad lingüística de excelencia: el Cusco. Sitio que, de manera imprevista, apareció como un excelente teatro de operaciones para la lectura de esta atrapante investigación sobre un desafío que Lacan lanzara a su auditorio a propósito de una crítica a la equivocidad en el inconsciente formulada por Deleuze en su Lógica del sentido. (…) Elena lanza y argumenta su tesis, a saber: Lacan le responde a Deleuze con la formulación de su concepto “lalengua”. De allí la feliz contingencia de haber abordado el texto en una ciudad cuyos cimientos hablan una lengua que transpira su velada influencia en todo el cuerpo social.

 

 

 

                               

                                 Editorial Prometeo 

 

 

Me tocó abordar el libro de Elena en una ciudad antaño habitada por una comunidad lingüística de excelencia: el Cusco. Sitio que, de manera imprevista, apareció como un excelente teatro de operaciones para la lectura de esta atrapante investigación sobre un desafío que Lacan lanzara a su auditorio a propósito de una crítica a la equivocidad en el inconsciente formulada por Deleuze en su Lógica del sentido. Desafío del cual, más de cuarenta años después, Elena Bisso recoge el guante. En efecto, tras afirmar que la diferencia decisiva entre Lacan y Deleuze reside en la ontología, -esto es: para Deleuze se trata de la univocidad del Ser en tanto que para Lacan, como bien sabemos, el Ser está en el corte y la ontología es una vergüenza-, Elena lanza y argumenta su tesis: a saber: Lacan le responde a Deleuze con la formulación de su concepto de lalengua. De allí la feliz contingencia de haber abordado el texto en una ciudad cuyos cimientos hablan una lengua que transpira su velada influencia en todo el cuerpo social.

 

Se trata de que la objeción de Deleuze a la perspectiva lacaniana nace en un artículo de Laplanche y Leclaire, el cual, si bien elogiado por Lacan, cae en el prejuicio de considerar al inconsciente como condición del lenguaje cuando, en realidad, la cuestión insinúa conformarse a la inversa: el inconsciente es una elucubración de saber sobre lalengua. Dicho artículo versa sobre un problema que Freud habría dejado abierto, a saber: la doble inscripción de las representaciones conscientes e inconscientes. Si en la investigación de Elena la localización de la batería de equívocos que fundamenta la perspectiva lacaniana, -lalengua, a saber- resulta imprescindible, también en mi caso la localización de esta lectura resultó por lo menos afortunada. En efecto: Cusco, ciudad edificada sobre las ruinas de la cultura incaica, sería -según Laplanche y Leclaire- una ciudad palimpsesto, una escritura impresa sobre una escritura anterior. Pero, por algo, la metáfora del palimpsesto fue abandonada por Lacan no bien la topología le sugirió que lalengua -tal como una mujer- emerge más allá de los caprichos de la historia. De hecho, afirma que: “Una lengua entre otras no es otra cosa que sino la integral de los equívocos que de su historia persisten en ella”. Aquí algunos testimonios del feliz murmullo con que este libro acompañó mi reciente estadía:

 

Cusco: martes 18 de julio 3 AM, mientras leo la atrapante investigación de Elena Bisso sobre una objeción que Deleuze le plantea a Lacan en su Lógica del sentido, espero el ómnibus que me lleva a Machu Pichu. Según me informaron, los docentes en huelga cortan las rutas y no sé si alcanzaré a ver esas piedras.

 

Leo (p. 71) que, según Deleuze, el lenguaje es posible gracias a los acontecimientos, que no hablan, de los que no se dice nada; recuerdo entonces que para Lacan, en cambio, el acontecimiento es posible gracias al lenguaje, de hecho, al igual que Foucault en su conferencia sobre el autor, Lacan define al acontecimiento como “ un cambio de discursividad”

 

En la página 75 Elena dice:

“Que el significante para Deleuze es un signo. No así para Lacan, ya que el significante es lo que representa a un sujeto para otro significante” y más adelante en la página 86: “Lacan planteó al lenguaje como aparato de goce en el que la articulación produce sentido, y al ser humano como el humus del lenguaje”.

 

Me estiro en el sillón de la vieja posada en la que me hospedo y pienso: No importa si no llego a Macchu Picchu, si esas piedras están vivas, si significan algo para alguien, es porque todavía hay quienes, al luchar por su dignidad, las dotan de sentido, las hacen piedrear. (O sea: aguanten los docentes)

 

5 AM, todavía no llegó el micro:

Para Deleuze el proceso primario del inconsciente está dominado por la equivocidad en tanto que el proceso secundario se hace unívoco en el verbo, según refiere el filósofo: “bajo la forma de infinitivo no determinado, sin persona, sin presente, sin diversidad de voces. Como la poesía misma”. (Lógica del sentido)

 

p. 76: Según Elena: “Que el sentido se exprese en el verbo infinitivo y que este transmita la univocidad del lenguaje es un elemento radical diferencial para el análisis de la objeción de Deleuze a lo que él llamó la “tesis de Lacan”.

 

La autora habla de una diferencia radical en torno al uso del verbo en infinitivo. Dice que para los psicoanalistas “los verbos son, como otros significantes, pasibles de ser trastocados (…) al provocar su equivocidad”. Le creo, ensayo piedrear desde que en Cusco alcé la vista en la Plaza de Armas y vi las lucecitas naciendo en las laderas de la tarde. Las piedras de esta ciudad que conforman una integral de equívocos encastrados con una lógica tan rigurosa como plástica y singular. Es más, la carne –en el sentido husserliano- de toda una comunidad habla en esas piedras sin tiempo que, vaya paradoja, me hablan de su consentimiento a la contingencia, no en vano fueron diseñadas -según la feliz formulación de un arquitecto-, para “acompañar los terremotos”.

Intento mis piedras: voy a cenar, el hombre en la mesa de al lado hablaba de una jornada sobre Arte contemporáneo, soy irrespetuoso -como Elena Bisso que se metió entre Lacan y Deleuze- le pregunto (al hombre) dónde es eso, quiero ir, trabamos conversación: el tipo vino a Cusco a estudiar el encastre de las piedras, me habla de Prygogine , del número de oro, de los fractales, de la continuidad, de los algoritmos, de Lacan y de Deleuze y, en el colmo de la piedra, encontramos una querida amiga en común. ¿Será que a veces las piedras en castran siempre? En fin…, hubo quien dijo que se trata de consentir a la en- castración. O sea: acompañar los terremotos. (y a los docentes)

 

Dice Elena (p.121): “Hay una relación de lalengua con el cuerpo (…) ya que la lengua proviene de la animación del goce del cuerpo y guarda una relación con el goce fálico como la que tienen las ramas con el árbol”. Cita a Miller cuando éste refiere: “Con lalengua pasamos por debajo de la norma social. Lacan introduce la palabra después de mayo del 68, cuando el movimiento social hubo acentuado el carácter de semblante de las normas sociales”

 

Llegó el micro:

 

Tras ubicarse en medio del grupo, el guía explica que la pronunciación correcta es Ma(j)chu Pichu. Agrega que Cuzco no es más que una vocalización inventada por los españoles para expresar algo parecido a Cosco (que, obvio, yo tampoco puedo pronunciar). De inmediato pienso en “lalengua”, ese concepto cuyo alcance remite a la singular impronta con que un cuerpo es absorbido por el goce de toda una comunidad lingüística, algo así como un in-corporal que, por decirse todo el tiempo, no se puede pronunciar. Ahora, mientras diviso la ciudadela, un tipo al lado mío habla, por celular: “son nueve mil dólares, fíjate en la factura”. Pienso: cada uno hace lo que puede con su Cuzco/Cosco. Arranca el guía, lo sigo de cerca, el espectáculo es impresionante, esos cerros similares a los morros pero más puntudos brindan un marco majestuoso a las casitas de piedra. De pronto se oye la voz del guía que, como si leyera algunas de mis cavilaciones, dice: “Cuzco (con Z) significa perro mugriento y Machu (sin la J) es el órgano reproductor masculino”, Más abajo las llamitas pastorean a salvo de lalengua y su tragedia.

 

En su crítica al artículo de Laplanche y Leclaire que dio pie a la objeción de Deleuze, “Lacan observa que la perspectiva según la cual el inconsciente es la condición del lenguaje adquiere así el sentido de pretender que haya un sentido absoluto que responda por el lenguaje”. Señala además que uno de los autores del artículo escribió este sentido absoluto “superponiendo  una S a sí misma, poniéndola por debajo y encima de una barra, tratada por otra parte arbitrariamente en relación con lo que yo había hecho. El significante designado de este modo cuyo sentido sería absoluto es muy fácil reconocerlo, puesto que sólo hay uno que pueda corresponder a este lugar- es el Yo (je). El Yo en tanto es trascendental, pero también ilusorio”. (Lacan, S. XVII, p. 66) No por nada, Yocracia denominó Lacan a esta perspectiva.

 

No es de extrañar entonces que respecto a la Lógica del sentido deleuziana, Diana Rabinovich interpretara “que el título responde a una necesidad de recuperar la dimensión esencialista y expresivista de una psicología prefreudiana, semejante a la de Pierre Janet. Deleuze intentó recuperar el concepto de naturalidad, ajeno al psicoanálisis, rechazando el concepto de objeto perdido de la experiencia de satisfacción, y por lo tanto su libro se llamó Lógica del sentido y no Lógica del fantasma”, tal como bien nos apunta Elena en la página 51 de su texto.

 

Pero este yo absoluto se cae no bien lalengua o una mujer -tal como la misma Rabinovich señala- introducen la dimensión del equívoco, nudo de la interpretación psicoanalítica. En efecto:

 

Salimos del santuario. Escucho hablar del puente del Inca al otro lado de la ciudadela de piedra. Me tienta. Vuelvo a entrar. Ahora el camino es empinado, me agito. “Faltan veinte minutos” murmura un viejo que habla desde un agujero en la roca. Subo, pero ahora sin guía, sólo con mi murmullo. Me acuerdo de la doble inscripción con que Deleuze le objeta a Lacan su perspectiva del inconsciente. Es tarde, temo perder el micro. Sigo. El camino se hace angosto, apenas un desfiladero ¿es la misma marca o en el preconsciente se inscribe una nueva? El adjetivo profundo se me presenta como una ilusión: creer que en algún lugar estás a salvo. Si hay doble inscripción, más que hacer algo con lo que no cambia, se podría cambiar, totalmente. (Pero los incas siguen in-corporados en cada rostro y en cada palabra). Una mujer me pide que le saque una foto -a ella, de espaldas- mirando el majestuoso horizonte de piedra y montaña. De pronto, ella -la mujer- se da vuelta y mira la cámara detrás de la cual estoy: ¿Quién será yo, ahora que me mira la mirada? El abismo me invoca, camino de su mano.

Dice Elena: “no existe en Deleuze una concepción del Gran Otro, y pensó las series en una regresión indefinida, sin articular la identificación. La identificación primordial no está planteada en Deleuze, y el precursor oscuro no es un objeto producto de una falta en el Otro”. Pienso: la distribución tópica de la inscripción sigue un formato topológico de banda de moebius.

 

Me pregunto: ¿Qué sería un cuerpo sin identificación primaria, sin incorporación del padre: sin ese murmullo que no alcanzo a pronunciar? La propuesta deleuziana es desafiante, pero no hay doble inscripción del murmullo. Llego al puente. Hay diálogos breves con la gente que pasa mientras paso lo que me está pasando. ¿De qué lado del puente habrá quedado mi murmullo?


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