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Presentación de “LA CITA FALLIDA I y 2” de Carmen González Taboas

20/12/2017- Por Carmen González Táboas - Realizar Consulta

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La cita fallida entre las culturas americanas anudó mestización y segregación; real imposible que atraviesa el continente mestizo. Siglo XXI: tiempo de estudiar las consecuencias del nudo que nos constituye bajo la capa cibernética que nos cubre. Pero para hablar de las consecuencias, antes hay que saber algo más sobre lo que somos. Esta convicción ha guiado mi trabajo en este libro.

 

 

 

     

 

                                           Editorial Grama. 2017

 

 

I.   El continente mestizo. Una mirada, con Lacan.
II. Mutaciones americanas. Una mirada, con Lacan.

 

 

  El Dr. Jacques Lacan murió en 1981. Ese año Jacques-Alain Miller inició la elucidación de una enseñanza, la de Lacan, que transformaba la práctica analítica. Enseguida, entre 1985 y 1990 se planetarizó Internet, y ya no hubo límites para la conectividad. Un vuelco en todos los ámbitos de la cultura. Jacques-Alain Miller estuvo en el lugar justo en el momento justo, propiciando estudios que nunca dejaron de analizar los fenómenos contemporáneos de la cultura en la medida que afectan al ser que habla. En esas investigaciones aún no ha entrado esta América, tal vez entre ahora.

 

  ¿Qué le aporta mi libro a la Orientación Lacaniana? Una lectura que no fue hecha antes, sólo eso, y que debería insertarse en el campo donde se estudian otros fenómenos de la cultura. Esta América ni siquiera figura en los análisis lacanianos de la cultura contemporánea. Se la subsume en occidente. Sin embargo esta América está constituida por la cita fallida entre culturas que no son sólo occidentales, cuya mestización ha tenido y tiene hoy innumerables consecuencias para los seres que hablan.

 

  ¿Qué elaboración lacaniana se podía hacer? Descubrí una que sostiene toda mi investigación. Lacan, en 1975, avanzada su enseñanza acuñó un término muy interesante. Hizo de l’homme “LOM, que tiene un cuerpo y no tiene más que uno”. Pero tener un cuerpo ya no puede ser sin soportar las condiciones muy determinadas de lenguas, de lugar, de tiempo, de cultura, de creencias, de prejuicios, de amores y de odios; ese cuerpo es un cuerpo hablante, afectado, sexuado, constituido como un nudo de cuerpo-imagen, goce y lenguaje.

 

  Nadie puede dudar de que exista algo como el ascenso del individualismo moderno. Hace unos días, en Turín, Jacques-Alain Miller decía: “el cálculo costo-beneficio ha venido a reemplazar la causa final en la que ya no creemos, que hoy está desvitalizada, deslibidinizada”. Nos resulta familiar, lo hemos repetido sin descanso.

 

  ¿Acá, en esta América, podemos decir que la ecuación costo-beneficio nos domina, que sólo nos importa la ganancia, el precio, la eficacia? Las creencias que se mestizan en un extendido sincretismo o mezcla religiosa impregnan los discursos que corren por las calles, están en las formas de la vida política, en los conflictos múltiples que aún acompañan las desventuras de la sexualidad. Femicidios. Ataques de pánico. Violencias de todo tipo. Abuso sexual. ¿Creeremos que todo eso abunda en estos países afro indo luso hispanos porque somos los tontos del mundo?

 

  ¿Acaso nadie cree aquí en nada? Hasta en la reina del Plata, perla de esta América se oye decir cada día “Dios lo sabe”, “por algo le va mal”, “Dios castiga”, “que Dios nos proteja”, “cada uno tiene lo que merece”, “me puse a rezar”. Tampoco escasea la blasfemia. Y no hablo sólo de la religiosidad popular que se persigna en la cancha y al pasar por la iglesia, que hace cola en San Cayetano, que no tiene reparos en manifestarse por todas partes en esta América. La religión católica no es cualquier cosa; además, Lacan dijo que era la verdadera ¿por qué? Son las cuestiones que interrogo. Ni siquiera los prestidigitadores de citas bíblicas que adormecen en la sugestión a las almas simples borran las trazas católicas ni el poder de la Iglesia.

 

  En el continente mestizo sentimos el bullir de las palabras. Nos gusta la metáfora, el parloteo, ese rasgo palabrero que hoy irrita donde rigen los imperativos de lo instantáneo, la velocidad, la eficacia, el imperio de la técnica. La charla puede más, se pierde el tiempo. Se mantiene la necesidad del probar, del cambiar, del ir a ver. O la inercia del estar. O las migraciones entre nuestros países por la fuerza de la necesidad.

 

  En esta América me atrevo a decir que el semejante no se ha disuelto en la extrañeza. No es casual si son escasos los filósofos, científicos e ingenieros, mientras abundan artistas, poetas, soñadores, psicólogos, políticos, filósofos de ocasión, predicadores y astrólogos. A los más o menos ilustrados nos deslumbran los saberes provenientes de culturas consagradas por un prestigio de siglos; la conectividad de las redes nos abre el mundo de miles de maneras.

 

  Hoy podemos pues poner todo en la cuenta de internet, suponer que nos ha ganado la técnica, la contemporánea alienación a la web y a la general e inexorable tecnificación de la vida. En estos países es así y a la vez no es así. Que estemos bajo la ola que nos cubre no alcanza para disfrazar lo que nos diferencia. Podemos vestirlo como nos guste. Tampoco alcanzan las inmigraciones europeas para impedir el bullir resonante de la lengua castellana; habitada por tantas lenguas, tantas voces, ficciones y creencias ligadas a un denso y potente sincretismo religioso. A diferencia de los colegas brasileros, por razones que estudio en alguno de mis Ensayos, muy pocos de nosotros leen la lengua de Lacan.

 

  Un conglomerado de lenguas y culturas nos constituye y produce feroces segregaciones. Se produce, en las personas ilustradas, letradas, curiosas, ávidas de leer y de saber, el sentimiento de ser los retrasados de la historia. Como decía el argentino Héctor A. Murena, “nunca sabremos bastante Hegel”. Ni bastante Kant, ni Marx, ni Sartre ni Foucault, ni Freud ni Lacan. ¿Qué pasa? Que nacimos a la cultura en el siglo XVI, que hacemos de la obra la cristalización del genio; nos abruma la exigencia de entender, retener, acumular en nuestras cabezas. Olvidamos lo aprendido. Con demasiada frecuencia el mito del conocimiento ahoga el ejercicio del pensar deseante, que se abre paso en la densidad de un encubierto o manifiesto sentimiento de insuficiencia.

 

  El desánimo es causa frecuente de la deserción en la universidad; entre los estudiantes de diversas licenciaturas es irrisorio el número de los que hacen la tesis de licenciatura. No son la excepción los que se forman en psicoanálisis. Como se sabe, los practicantes del psicoanálisis debemos atravesar una larga formación. Esta se transita muchas veces en la angustia de no saber, de no entender, de no avanzar, de no poder, de no estar a la altura. Por suerte, es en la propia experiencia analítica donde el practicante del psicoanálisis podrá saber de qué gozaba en su fantasma, y autorizarse en su práctica analítica.

 

  1517. Lutero estuvo en el lugar justo a la hora justa para dar la estocada final lejos de Roma. España perdía sus sueños de Sacro Imperio y casi por azar descubría América. Nada quería con la nueva Europa y la nueva idea del Estado y el torbellino de las ciencias que hacía tambalear la religión. La España guerrera se lanzó sobre el nuevo continente a la manera antigua, aniquilando y creando; aquí la movida era de la magia a la religión.

 

  Se puede leer en mi trabajo; entre las brumas de la magia, el atractivo de la evangelización actuaba en la idea de ser uno alguien para Alguien, e ir al paraíso al solo precio de someterse a su deseo. Pero la religión católica, dogmática y jerárquica, fue funcional a las imposturas del poder. En los dominios de España y Portugal hubo de todo lo imaginable, lo mejor y lo peor, pero nunca se crearon Compañías de Indias, extraordinarios negocios para los que vinieron después.

 

  Siglos XVIII, XIX, XX. La latinidad es apenas de ayer. Rara avis, el criollo y el mestizo blanco se desdoblaban: cuando les convenía eran europeos, cuando les convenía decían: nosotros los americanos. Pudieron ser iluministas, modernos, afrancesados, ateos, creyentes e hispanos, todo a la vez. La cita fallida entre las culturas americanas anudó mestización y segregación; real imposible que atraviesa el continente mestizo.

 

  Siglo XXI: tiempo de estudiar las consecuencias del nudo que nos constituye bajo la capa cibernética que nos cubre. Pero para hablar de las consecuencias, antes hay que saber algo más sobre lo que somos.

Esta convicción ha guiado mi trabajo en este libro.

 

 


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