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Presentación del libro de Marta Gerez Ambertín “Venganza <> Culpa. Dilemas y Respuestas en Psicoanálisis”

03/09/2017- Por Alicia Hartmann - Realizar Consulta

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Con solo cinco capítulos, Marta articula venganza, culpa y parricidio, considerando las figuras arquetípicas de las mismas con cuatro hitos fundamentales: Hamlet, Orestes, El Conde de Montecristo y la Judith de Hebbel. Define con precisión la pulsión vengativa que lee en Freud y sus consecuencias para el psicoanálisis. Celos, envidias, calumnias, rivalidades, codicias, pasiones amorosas sexuales, disputas, ingratitudes, todo un abanico que tiene que ver con nuestra miseria humana. Se introduce en lo que tiene un valor actual marcando una posición en la ética del deseo de un analista… un horizonte donde el psicoanálisis no puede desconocer su tiempo.

 

 

 

                               

                                  Editorial Letra Viva. 2016. Buenos Aires

 

 

“¿Crimen, qué crimen? El haber matado a un asqueroso y dañino piojo, a una vieja usurera que a nadie le era necesaria, por matar a la cual se nos han de perdonar cuarenta pecados y que se alimentaba de la sangre de los pobres. ¿Es eso un crimen?”

Fiodor Dostoyevski, Crimen y Castigo

 

 

  Es un honor presentar aquí ante ustedes un volumen más de una obra, y esa obra es la de nuestra querida amiga, colega, Maestra, psicoanalista, Marta Gerez Ambertín. Los psicoanalistas escribimos, y la escritura, bien sabemos, da cuenta de lo indecible, lo imposible de nuestra práctica. Pero Marta ha hecho de la escritura una obra y “Venganza…” es un libro dentro de esa obra, pero no un libro más.

  Es un vero estudio sobre esos dos conceptos bien planteados de entrada con ese losange, ese signo lógico que hace conjunción o disyunción entre ellos y se abre como un abanico en toda la obra de Gerez al estudio de la estructura del superyó. Superyó que Lacan vinculó con el objeto a, una instancia mucho más incómoda que el Ideal al que le escabullen los psicoanalistas. Estimo que hace a la política del inconsciente y a la política del psicoanálisis si es que no quiere preguntarse por los imperativos que los atraviesan.

  Con solo cinco capítulos, Marta articula venganza, culpa y parricidio, considerando las figuras arquetípicas de las mismas con cuatro hitos fundamentales: Hamlet, Orestes, El Conde de Montecristo y la Judith de Hebbel. Define con precisión la pulsión vengativa que lee en Freud y sus consecuencias para el psicoanálisis, y de a poco se va introduciendo en lo que tiene un valor actual, en nuestro tiempo, que marca una posición en la ética del deseo de un analista y en la ética del bien decir. Son los capítulos “Demanda de justicia” y “Modos de matar a los hijos amados”. Resalto en letras luminosas “La vida no quiere curarse como da lugar desde la venganza y la culpa al movimiento de la pulsión y no del yo”.

  Celos, envidias, calumnias, rivalidades, codicias, pasiones amorosas sexuales, disputas, ingratitudes, todo un abanico que tiene que ver con nuestra miseria humana. Tan antiguo como la religión lo esboza en los siete pecados capitales que traen la peste a las creencias y se excede así la imposible búsqueda del Bien para el hombre.

  Destaco el término “polifonías” que Marta utiliza hablando del fantasma parricida si la obra Entre deudas y culpas: sacrificios revela el amor que Marta tiene por la música, en este libro esa polifonía se entrelaza con la escena teatral donde su texto recala en lo peor de la tragedia humana, en lo máximo del goce lacaniano, esa plena satisfacción de la pulsión. Leemos a Hamlet no ubicado solamente del lado del deseo sino de la sed de venganza, y a la Judith de Hebbel, apogeo de la venganza femenina, en la violación perpetrada que instala el tabú de la virginidad: “Mi belleza es ya mi deber”, así reza Judith en este párrafo que resume belleza y horror, en el capítulo “Figuras de la venganza y la culpa”.

  La pulsión vengativa, la originalidad de su seguimiento abre la pregunta ¿Se podrá deponer? Allí se plasma un recorrido original. Tomando los tres freudianos: inhibición, síntoma y angustia, y articulándolos con los lacanianos: pasaje al acto y acting out, da como salida la sublimación, donde agujero y creación se anudan.

  La referencia a Primo Levi remite a lo real que nunca abandona al sobreviviente. El testimonio, el testigo “La escritura o la vida”, remembranzas de Semprún, muchas veces no es suficiente: ¿Primo Levi? ¿Paul Celan? ¿Es que te avergüenzas de estar vivo en lugar de otro? Pregunta que eternamente nos conmueve.

  El capítulo sobre demanda de justicias más allá del perdón, ordena el libro. Un horizonte donde el psicoanálisis no puede desconocer su tiempo. Si Freud no dejó de pensar su teoría entre las guerras, a los que recogemos el guante nos toca dar cuenta de la época en que vivimos, ese permanente encuentro entre el horror y lo real, y desde allí, como se piensa el inconsciente.

  Marta lo ha hecho siempre, menciono la colección Culpa, responsabilidad y castigo en el discurso del jurídico psicoanalítico, donde junto con sus colaboradoras se sale de las cuatro paredes del consultorio, de la miseria neurótica, para trabajar con aquellos que por su posición de objeto han perdido la dignidad de sujeto. Víctimas y victimarios, los dioses oscuros los devoran: ¿hay perdón para ellos? Zaffaroni es aquí mencionado e interrogado, con lo jurídico se encauza la venganza. Marta se pregunta: ¿se encauza del todo? ¿Hay perdón por fuera de la religión? Los “arrepentidos” bailan aquí en el texto su danza macabra.

  Diálogos con Kristeva, Wieworka, Derrida, Levinas, Luis Gusman, siguen en este capítulo extraordinario en torno a los dilemas del perdón. Marta insiste con una idea: que la sanción procure una economía de castigo. Bien sabemos los analistas que a mayor castigo, mayor violencia.

  El sentido de la pena es que quien cometió el daño objetivice y subjetivice su acto, que nunca será logrado por las vías del mero castigo.

Escuchar la voz puede inaugurar un camino que no sea el de la venganza. No escucharla puede llevar al crimen y al suicidio.

  Y vamos al último gran capítulo, “Modos trágicos de matar  a los hijos”. Medea-Madeleine, Madeleine-Medea. No deja la autora nada en el tintero. Ubicar estas mujeres en el arrebato pasional, un rapto, la mujer puede recuperarse si quiere o puede. Recordamos mientras leíamos a Ida Dalser -amante de Mussolini-, llevada al cine por Mario Bellocchio. La venganza frente al amor rechazado se vuelve feroz. ¿Qué del Deseo de la Madre y de su goce? Allí la escritura de la sexuación y el deseo de la mujer en la madre no siempre aseguran el deseo de la madre en la mujer.

  No puedo dejar de mencionar a Néstor Braunstein con su bello prólogo del libro. “Las mil fantasías de posibles desquites escenifican el goce y ahondan cuando no multiplican el sufrimiento vivido. Solazándose en ellas el sujeto ve como se desvanece la diferencia moral y el agente del daño. Si la inmensa dicha de tomar el lugar del verdugo proviene de la identificación con él, la culpa es un corolario infaltable.”

  ¿Cómo sigue la historia? La intervención analítica tiene mucho por hacer.

El final con el trabajo sobre Medea deja -a mi entender- orientado ese losange entre venganza y culpa hacia el dark continent de la sexualidad femenina donde la pasión hace al enigma del no todo.

 

  Léanlo por atrapante y me dicen si coinciden con este último comentario. El todo, el universal, se queda en la creación, para pasar a la inversión es necesaria la lógica del no todo, y Marta ha inventado -ya que tiene un inagotable compromiso con el deseo y su causa- ni menos lo que es el eje del texto donde se revela sin lugar a dudas el deseo del analista.


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