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Presentación en Rosario de: “El cuerpo impactado. Noticias del prójimo en el despertar adolescente”, de Sergio Zabalza

09/10/2018- Por Cinthia Chufeni, Silvia Ambrosini y Annelie Barea - Realizar Consulta

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Hace un tiempo que, con Annelie Barea y Silvia Ambrosini, nos reunimos a leer y a conversar sobre la clínica con jóvenes. Y así nos topamos con un libro anterior de Sergio: “El lugar del padre en la adolescencia”. Precioso y preciso. Aquel libro, tan ameno, insinuaba un tono que ahora se confirma y se despliega. Y es el de su autor, que, además de ser un psicoanalista que escribe, tiene una forma muy particular de hacerlo; una forma y muchos formatos. Leerlo no es solo tener sus libros, también es encontrarlo en las redes sociales, recibir artículos por Whatsapp, leerlo en los diarios, en sitios de internet y en todas las copias en papel que él te va pasando. Lo que está claro es que siempre tiene un tono que se reconoce, “un tono que despierta”.

 

 

 

                                 

                                  Editorial Letra Viva. 2018. Buenos Aires

 

 

Comentario de Cinthia Chufeni:

 

Impactos en el cuerpo

 

  Desde que tengo en mis manos el último libro de Sergio Zabalza, El cuerpo impactado. Noticias del prójimo en el despertar adolescente, confieso haber leído con mi cuerpo impactado por las noticias. Justamente, se trata de un libro que se ocupa de las noticias.

 

  Y hay un impacto que va desde el título hasta el efecto de la lectura, experiencia inevitablemente corporal, que quiero transmitirles. Pero, antes, les cuento como llegamos acá. Hay un antes, ¿una previa? Me encanta que el libro termine con una hipótesis metapsicológica sobre las previas. Para terminar, la previa.

 

  Hace un tiempo que con Annelie Barea y Silvia Ambrosini nos reunimos a leer y a conversar sobre la clínica con jóvenes. Y así nos topamos con Sergio, con un libro anterior: El lugar del padre en la adolescencia. Precioso y preciso.

 

  Aquel libro tan ameno, más tradicional en su formato que este, insinuaba “un tono” que ahora se confirma y se despliega. Y es el de su autor, que, además de ser un psicoanalista que escribe, tiene una forma muy particular de hacerlo; una forma y muchos formatos.

 

  Leerlo no es solo tener sus libros, también es encontrarlo en las redes sociales, recibir artículos por Whatsapp, leerlo en los diarios, en sitios de internet, y en todas las copias en papel que él te va pasando. A veces cuesta recordar dónde dijo tal o cuál cosa. Lo que está claro es que siempre tiene un tono que se reconoce, un tono que despierta.

 

  Es sintético: ver, comprender, concluir; y va de nuevo, con otra cosa. Tal vez esta forma vertiginosa se deba a los objetos con los que danza; la adolescencia y, entonces, la época. No necesito aclarar nada del vértigo de lo actual, de lo social al ritmo que el capitalismo impone.

 

  Pero Zabalza también es un autor que se detiene y publica un libro que, a su vez, invita a detenerse. Así, tenemos entonces la ocasión de otro tiempo. Me pasó, por ejemplo, que, al leer en el libro textos que ya había leído en el diario, leí otras cosas o leí distinto.

 

  En las primeras páginas declara: “si tenés alrededor de 14: estás en el horno”; no dice al horno, sino en el horno. Hay algo en proceso, en cocción. Y este rasgo también se mantiene en el desarrollo: hay peligros, pero también recursos. No hay recetas, pero sí invención, para acompañar este tiempo vulnerable, sin garantías, que despierta en la pubertad.

 

  En el prólogo del libro, Moler hace un retrato muy preciso de los discursos sobre los jóvenes; entre otras cosas, dice que se les otorga el lugar de la promesa, del futuro, y que así se los corre de la escena y no se los reconoce como interlocutores. El cuerpo impactado produce otra discursividad sobre los jóvenes, no los rechaza. Es más, ellos son los interlocutores de Zabalza; los adolescentes que despiertan, los del hospital, los del consultorio y los que salen en las noticias.

 

  El libro revisa, también, a esos seres en peligro de extinción: los adultos; y escucho ahí una interpelación. Entonces se lo puede nombrar como un libro joven. Se suman razones: se ocupa del ciberespacio y de encontrar categorías para pensar las novedades de la época. Por ejemplo, la inhibición generalizada o el culto al yo en detrimento del lazo social y del encuentro de los cuerpos.

 

  Resistiendo, hoy nos encontramos para charlar sobre este libro que, insisto, posee un tono propio, singular. Es un trabajo que tiene una estructura ágil; admite ser leído rizomáticamente. Aunque hay significantes que insisten: cuerpo, noticia, prójimo, despertar y adolescencia. A cada uno se lo pone a trabajar, se lo hace producir, se le saca el jugo. Y, a partir de allí, pasan cosas de lo más diversas, heterogéneas. Como la puesta al día de conceptos: ciberacting, por citar sólo uno.

 

  Sin embargo, encuentro un carozo, un párrafo duro de Freud, del “Proyecto”, respecto del complejo del prójimo, que Zabalza nos invita a revisitar. Podría citarlo, pero no se pierdan la ocasión de leerlo en la fuente. Siempre me causó gracia la sugerencia: “No lo intenten en sus casas”. Les propongo lo contrario, a ese párrafo de 1895, léanlo en sus casas. La página es la 377 y alrededores.

 

  De El cuerpo impactado, elijo esta cita como muestra:

“Este libro trata sobre la adolescencia porque es un libro sobre el cuerpo, ese soma que adquiere su definitiva dignidad como soporte del deseo una vez que la latencia de que adolece todo significable precipita una significación […]. Se trata de una noticia poco feliz para el sujeto, de la misma forma que la adolescencia en tanto tal no constituye una noticia agradable para un cuerpo social anclado en sus goces”.

 

  En general, la producción psicoanalítica explicita sus filiaciones. Obviamente, Freud y Lacan amparan esta producción. Pero se lo escucha a Sergio Zabalza, su tono, su estilo. Miller, Husserl y Brentano son los elegidos para acompañarlo a la zona de mayor densidad conceptual: las conjeturas sobre el cuerpo, ese agujero del que no sabemos nada, según Lacan. Y el “Proyecto”. Volver al “Proyecto”. Esa enorme complejidad freudiana, entre la percepción y la constitución del aparato psíquico. Me impactó ese hallazgo en una obra de fines del siglo XIX.

 

  Recordemos que es un libro que dialoga fuertemente con la actualidad: lo que le da al texto un valor extra. Como el plus de los otros compañeros de ruta elegidos para la interlocución: el cine, la literatura de Borges y la poesía de Rimbaud.

 

  Pero vuelvo a lo que nos acompaña como lectores: un tono del autor, amable y con gestos literarios, y la ganancia de placer correspondiente a esa forma de transmisión. Ahí es donde se escuchan las marcas del autor, en el tono, en el estilo. Cuando, después de anunciar: “la clave es…”, para decirlo fácil” o, mi preferida: “en criollo”, toma la palabra con un tono propio, que, lejos de la inhibición, dispara frases, ideas, hipótesis que impactan.

 

  Y a veces también sorprenden: como la noticia de que Zabalza fue profesor de educación física, de que se ocupó del cuerpo y su constitución desde otras perspectivas. Marcas del autor. En nombre propio.

 

  Hay otros nombres propios, ineludibles, los de la dedicatoria del libro: Facundo Ferreira y el Polaquito. Esto trae consecuencias en la lectura, una lectura atravesada por el impacto en los cuerpos. Lamentablemente la lista sigue sumando cuerpos, nombres, como el de Ismael.

Coincido con Sergio con que “la tarea de anudar las palabras al cuerpo resume bien lo que la época exige a la clínica actual”.

 

 

Comentario de Silvia Ambrosini

 

  Este libro trata sobre las noticias de la pubertad, noticias incómodas, se trata de las del cuerpo, fuente privilegiada de incomodidad.

Noticias que resultan extrañas, y que no se registran como propias.

 

  Este término, “Noticias”, recorre el texto con insistencia significante, presenta encadenamientos que lejos de pretender una única articulación con el significado, por el contrario, nos va llevando por secuencias que toman sentidos diferentes, por evocaciones que se deslizan de manera activa.

 

  El tratamiento dinámico de nociones y categorías del psicoanálisis, de la filosofía, resultan recursos que Sergio nos ofrece de manera generosa. Lecturas propias que despiertan el interés por ir a buscar las referencias citadas.

 

  En efecto, es un libro que invita a tomar notas y apuntes, a anoticiarnos por ejemplo de algunos modos de pensar las cuestiones hoy llamadas epocales y sus articulaciones y/o desarticulaciones con la clínica, en este caso, con adolescentes. La pregunta por los imperativos de goce de la época se presenta como exigencia a la clínica actual.

 

  El autor resalta una importante dificultad en la clínica hoy, la “ausencia generalizada de queja, de palabras, de historias e interpretaciones, lo que Eric Laurent llama “la patología de las acciones”.

 

  A propósito de esto, respecto del uso de les adolescentes del ciberespacio, el autor sugiere el término ciberacting: “Deberíamos hablar de ciberacting –dice Sergio– cada vez que un chico o una chica mediante una foto escandalosa o una información no conveniente aprieta “publicar” con un mensaje desviado, aunque con un indirecto pero certero destino”.

 

  Lo articula con la noción de “turbación” de Lacan, esto es “el momento de máxima inhibición que, para escapar a la angustia el sujeto se precipita en actitudes desconcertantes o escandalosas, en las que se da a ver para que el adulto se haga responsable y asuma su lugar. El acting out y la inhibición, fenómenos recurrentes en la clínica y que probablemente los encontramos con mayor frecuencia en la actualidad. Sujetos en ocasiones sin un ideal que funcione como brújula, y también formas aparatosas de deshinibición que pueden ser pensadas más bien como inhibiciones en acto.

 

  En otro orden de cosas, encontramos en el texto análisis de las noticias periodísticas en las que les púberes y jóvenes aparecen como objeto de las mismas. Cuando sus cuerpos son objeto de noticia. Víctimas de gatillo fácil, muertos por la espalda, cuerpos -objeto de ataques sexuales.

 

  Noticias éstas poco felices, como poco feliz es la noticia de la adolescencia para una sociedad anclada en sus goces. El tratamiento crítico y original de estas noticias, resuenan más allá del relato periodístico, por otra parte, siempre fugaz. A propósito del Polaquito y el lamentable reportaje de Lanata, Sergio habla de la noción del “canalla” en la perversión marcando la diferencia el fetichista.

 

  Por eso decía anteriormente, que el autor se sirve de las nociones y conceptos del psicoanálisis y a veces te deja con la pica, te hace dar ganas de ir a buscar eso que dice que trabaja Lacan.

 

  No quiero dejar de mencionar, el artículo sobre lo que me encanta nombrar como “marea verde”. Es que, dice Sergio, se trata de un logro más allá del eventual resultado en el Senado, ya que ha desparramado un efecto simbólico de importantes consecuencias sociales. Miles de mujeres reunidas pugnando por una ley.

 

  Aquí también encontramos la referencia teórica: Sergio diferencia la sororidad de la identificación histérica de Freud de su “Psicología de las masas”. Como así también alude a cómo subvierte Lacan el significado esteriotipado de hetero… cuestión más que interesante para investigar en estos tiempos.

 

  Por último, me interesa resaltar los recorridos de Sergio acerca de la categoría del prójimo: lo aborda y lo va cercando desde distintos lugares. En relación a las huellas que el cuerpo porta en su memoria, en relación a la angustia, al duelo, al objeto. En relación al goce.

 

  A mí me ha interesado particularmente la articulación entre prójimo y despertar sexual de la pubertad porque me resulta una vuelta de tuerca muy fecunda, ya que nos acerca a pensar la cuestión del cuerpo en la adolescencia desde la lectura del Proyecto de Psicología para Neurólogos de Freud.

 

  Hay dos cuestiones que Sergio toma de allí y las torsiona a lo largo del libro: una es cuando Freud habla del objeto de la percepción como “parecido al sujeto”, y lo nombra como prójimo. Este objeto/prójimo es a la vez el primer objeto-satisfacción y primer objeto hostil, como así también el único poder auxiliador. Sobre el prójimo, aprende el ser humano a discernir”. En el complejo del prójimo, hay dos componentes, uno que refiere a una estructura constante que persiste como una cosa del mundo (Das Ding) que es inaccesible al trabajo psíquico, inasimilable, y la otra que puede ser reconducida a una noticia del propio cuerpo.

 

  Entiendo acá que de ese alguien, ese objeto, que realiza la acción específica, no hay una percepción conciente. Es “parecido al sujeto” (prójimo dice Freud) por causa del cuerpo. Se significa lo propio del cuerpo a partir de reconocerlo en el otro. Por eso dice que “sobre el prójimo aprende el ser humano a discernir”: esto es a partir del objeto prójimo se reconocen los recuerdos similares emanados del propio cuerpo. Hay un anoticiarse sobre el propio cuerpo a partir del otro.

 

  Quisiera agregar que aquí ya encontramos que lo más íntimo se ubica afuera. Que lo que es de nuestro cuerpo se significa en el otro pero no sólo en términos especulares. Hay algo que se resta a la especularidad y hace a esa porción incomprensible que pone en juego el problema del goce.

 

  El cuerpo se supone como lo más cercano por la ilusión del narcicismo que hace creer en la consistencia que brinda la imagen, pero en realidad se trata también de esa alteridad que nos constituye y nos habita. Inquietante, extraña, de la cual no tenemos idea. Por eso la referencia a Lacan, cuando dice que “el hombre es más prójimo de sí mismo en su ser que en su imagen especular”. Cada uno cree que es uno, yo soy yo, dice el narcicismo.

 

  Y la otra cuestión, es la que Sergio considera como “el párrafo decisivo”, (siempre en el Proyecto) a saber:

“ninguna experiencia sexual exteriorizará efectos mientras el individuo no tenga noticia de sensaciones sexuales, o sea en general, hasta el inicio de la pubertad”.

 

  Acá Freud ejemplifica “el pilar de su hallazgo” con el caso Emma, en el que entiende que el recuerdo facilitado por el advenimiento de las representaciones sexuales propias de la pubertad (las noticias) despertó el ulterior efecto de angustia que generó el síntoma.

 

  La noticia del cuerpo propio entonces, ligada a una marca que se inventa, porque lo que conmueve la economía libidinal no es el recuerdo de lo efectivamente acontecido. Es a través del lenguaje, con el que no pude decirse todo, que el sujeto puede acceder a una ficción de su propio cuerpo a partir de la cual construir el mundo.

 

  El prójimo entonces es asunto de la adolescencia porque el despertar de la pubertad es la ocasión de la emergencia de una singularidad que no se registra como propia. La clínica entonces, tendrá el trabajo de provocar, de causar esa noticia/marca del prójimo, para que la experiencia del análisis se convierta en una chance posible de cambiar de posición respecto de esa marca.

 

  Quiero concluir diciendo que este nuevo libro de Sergio, es un libro de un analista que reflexiona sobre los debates actuales relativos a la adolescencia, y lo hace a la luz de un texto ¡de 1895!

De resignificar las huellas se trata entonces, para que lo nuevo nos sorprenda.

 

 

Comentario de Annelie Barea

 

“¿Qué se hace con la novedad?” Es la pregunta de Zabalza que para mí vertebra al libro.

Qué hace un adolescente con la novedad de su cuerpo, un analista con la novedad de su práctica, (siempre afectada de un no saber), qué hace una sociedad con lo nuevo, la tecnología por ejemplo, y también con “los nuevos”, los adolescentes que orbitan en los márgenes y que estructuralmente pasan un tiempo fuera, segregados.

 

  Se mete con las novedades en los diarios, las nuevas formas de comunicación que nos provee el “omnipresente”, así lo llama, ciberespacio.

El autor ahonda en el decir cotidiano, pone la lupa en las nuevas muletillas de la época: “Olvidate”, “ponele”; detiene el movimiento repetitivo del sonsonete para que se las pueda escuchar.

 

  Interroga algunos decires insistentes que tienen lugar tanto dentro como fuera del consultorio: “No hay hombres”, “las minas están todas locas”, “no tengo suerte en el amor”, para concluir que son en realidad razones que enmascaran una posición que inhibe el acto, esto es, una inhibición. Es que, la libertad para elegir (a estos dilemas no se enfrentaban ni las damas ni los caballeros de hace un tiempo; en algunos lugares aún hoy tampoco), esta libertad no está exenta de dificultades, más bien todo lo contrario.

 

  Con la misma lupa, se detiene en las cotidianeidades de la vida de los adolescentes y sus padres. Esas en las que por estar demasiado naturalizadas no reparamos, se nos pasan de largo.

Analiza la “previa”, las fiestas de egresados, el cuarto del adolescente, los exámenes, las decepciones, los youtubers (¿qué fascina, qué velan?), el mito de la vocación, entre otras. Cómo las expectativas del mundo adulto (padres y sociedad) impactan en ese cuerpo adolescente.

 

  “En criollo”, un sintagma que insiste. En su esfuerzo por transmitir de un modo amigable, conceptos difíciles del psicoanálisis, acompaña a estos desarrollos de algún despliegue despojado de toda jerga, al que presenta como un decir “en criollo”, en una lengua más inclusiva. Así esas complejas nociones son puestas a trabajar; herramientas para pensar acerca de las dificultades.

 

  Y la adolescencia no es sin dificultades: Zabalza define al adolescente como quien “precisa compartir la dura tarea de construir semblantes con que ordenar el vértigo de impulsos que impone el cuerpo”, avisando que un semblante (que incluye cómo ubicar el cuerpo, los modos de la voz, de la risa), no es lo mismo que una imagen, y quizás sea esa la novedad que trae el ciberespacio: cierta degradación del semblante a lo meramente especular.

 

  Y en ese escenario, en el que la segregación es una amenaza constante (porque los adolescentes ya están afuera de la niñez), ubica, para dar alivio, tanto al amigo como al analista (podríamos decir jugando al amigo). El lugar de “quien podría relativizar o despejar los crueles imperativos que el Ojo absoluto de la mirada impone en la subjetividad”, cuestión que antecede las épocas del ciberbulling.

 

  ¿Qué hacemos con la novedad?

Pero también: no hay novedad que no impacte en el cuerpo; si es novedad, impacta. En el cuerpo social, en el del adolescente –cuerpo en formación–, en el del analista, cuerpo ofrecido como hueco para tramitar algo de ese impacto, para sostener el espacio vacío que promueva la invención de cada cual.

 

  Claro que hay distintos modos de recibir, anotar, hacer con ese impacto.

El libro transita la difícil cuestión que se plantea en torno a la relación entre ciertos invariantes estructurales y sus modos de declinación en cada época, en particular en la que nos toca vivir.

 

  Auscultando fenómenos propios de la subjetividad de nuestra época reencuentra en ellos las líneas de fuerza propias de la constitución del sujeto, por lo menos del sujeto moderno que es el que interesa al psicoanálisis. Un sujeto que emerge afectado de la disolución de los lazos a la sangre y a la tierra y que habita el desamparo de la muerte de Dios.

 

  Cómo pensar las relaciones, articulaciones y diferencias entre ese desamparo estructural al que Freud nombró Hilflosigkeit, y los modos que adquiere en nuestro tiempo por la relevancia de la tecnología, la prevalencia de las imágenes y la exigencia de inmediatez en la satisfacción, más aún cuando estos fenómenos se ven potenciados por políticas de exclusión social. El autor no rehúye la difícil cuestión acerca de los efectos que las políticas actuales tienen en la segregación, sin dejar de considerar lo ineliminable y estructural.

 

  Acusa recibo de los dolores sociales, del lugar de la infancia y juventud que ya no ocupan ningún lugar de privilegio, ni siquiera discursivamente.

Dice Sergio: “El efecto retroactivo del lenguaje y la continuidad topológica entre el adentro y el afuera que distingue a la perspectiva psicoanalítica ya están insinuadas en 1895” (se refiere a un texto de Freud, el “Proyecto de Psicología”).

 

  Sergio conecta esa cuestión con una frase de Lacan acerca de la importancia de que se geste “Un afuera que no es un no adentro”, frase que insiste.

Podemos interpretarla por un lado como la necesaria conexión del sujeto con alguna exterioridad, con algo que excede al yo. Pero en esa salida al afuera, el sujeto también está implicado; no hay un afuera absoluto.

 

  Cuando recurre a la doble negación, “no es un no adentro”, acaso subraye que hay una subjetividad necesaria, ese afuera es investido subjetivamente. Es una expresión tomada para dar cuenta de la apertura de la subjetividad al mundo. Pero también, hay una implicación recíproca, que no soy sin ese mundo. Esa topología señala la imposibilidad de un adentro sin afuera; y esto incluye pensar qué se hace con los que quedan “afuera”.

 

  También esa, creo, es una línea del libro: mostrar su afectación, nuestra afectación, por este supuesto afuera que constituyen quienes están en los bordes, no incluidos aún. Los que están en los bordes de la exclusión y los bordes de quienes aún no ingresaron por la edad...

 

  “…  todo lo que realmente pasa, me pasa a mí”, es el final de un poema de Borges en “El Jardín de senderos que se bifurcan”. Nadie puede ocupar el sitio sensible de cada uno, no hay sustitución. Pero esa sensibilidad puede compartirse, denunciarse. Sergio no oculta su espanto por las consecuencias que las políticas de Estado tienen sobre todos.

 

  Como el arte ocupa un lugar destacado: “Nada más efectivo que el arte para corroborar el punto…”, ilustra, entonces miramos la tapa: El cuerpo de un joven, en parte visible y en parte no, no terminado de dibujar, detrás su sombra, igual, pero sin coincidir y es sobre la que se aprecia el impacto, ya que en parte se encuentra disgregada, en puntos, fragmentos y líneas de fuga, que al alejarse de la línea central figura un estallido. Un tiro que impacta, pero no rompe del todo: El ilustrador captó bien la esencia del libro. El cuerpo incluye la fragmentación como una de sus dimensiones, no hay cuerpo si no es así.

 

  Decía que Sergio le da lugar a distintas formas del arte: poesías, canciones, películas, pinturas. “Esta posibilidad de hospedar en un vacío la inquietante

alteridad que nos habita es lo más propio que el arte puede enseñar al psicoanálisis”.

 

  Es que el arte puede ser un modo de dejar filtrar, hacer pasar a lo visible algo que no entra fácilmente, lo traumático, y es lo que hace que nos toque una obra de arte.

“Hoy me tocaste”, me dice una paciente, “me voy tocada”. ¿Hasta dónde llega mi cuerpo cuando se me convoca como analista? ¿Son las palabras parte de mi cuerpo? Sergio se pregunta por el cuerpo del analista, también tocado, y mucho, por lo que escucha y soporta.

 

  Entonces volvemos a la pregunta inicial: ¿qué se hace con la novedad?

Zabalza recalca el valor de la contingencia: anima a no retroceder, invita a dejarse tomar por ella, no sin la distancia protectora que es como nombra a la prudencia.

La define así:

 

“la prudencia deja de ser un modelo de conductas impuestas en función de alguna verdad, para constituirse como la distancia con que un cuerpo, abierto a la invención, elige plantarse frente a la novedad, cualquiera sea la connotación que la misma arrastre consigo y las consecuencias que de ella se deriven”.

 

Entonces leo: Bienvenida la contingencia en el análisis, en la sociedad (haciendo lugar al acontecimiento), en el enamoramiento y por qué no, en la vida.

 

 

    

             Panel de presentación, 8 de setiembre en Rosario

 

 


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