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Una enseñanza interrogada. Acerca de «Lacan en entredicho. Para una lectura crítica de La Tercera», de Eduardo Said

22/07/2019- Por Gabriel Belucci - Realizar Consulta

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En “Lacan en entredicho”, Eduardo Said emprende una lectura crítica de “La tercera”. Además de un comentario, éste es un texto implicado. Said toma posición, habla en nombre propio, argumenta, polemiza. (…) A diferencia de muchos, no sacraliza la palabra de Lacan, sino que la interroga al modo en que un analista sabe hacerlo, no sólo en una lectura del enunciado, sino de la enunciación. (…) Mi puntuación es, por fuerza y decididamente, no-toda. Apunta a subrayar y a abrir, de ningún modo a clausurar sentidos, mucho menos a sustituir la lectura de un texto que tendrá su valor en la medida en que sea leído, comentado a su vez, debatido. Si así resulta, tomará su lugar en la conversación de la que todo escrito no es más que huella y testimonio.

 

 

 

                      

 

                                         Editorial Prometeo. 2019

 

 

  La vigencia y renovación del psicoanálisis exigen entre otras cosas que los textos no devengan letra muerta. Tal es el sentido fundamental de la práctica del comentario, de la que existe en nuestro país una larga y rica tradición.

 

  En esa tradición se inscribe Lacan en entredicho, en el que Eduardo Said emprende una lectura crítica de La tercera. Además de un comentario, éste es un texto implicado. Said toma posición, habla en nombre propio, argumenta, polemiza. Propicia con eso una discusión, a la que no es ajena la política institucional del psicoanálisis. 

 

  A diferencia de muchos, no sacraliza la palabra de Lacan, sino que la interroga al modo en que un analista sabe hacerlo, no sólo en una lectura del enunciado, sino de la enunciación. Y lo hace desde una posición que no es ni de idealización ni de rechazo, retomando lo dicho por el propio Lacan en Encore: que quienes lo habían leído realmente, a diferencia de sus discípulos, no lo amaban.

 

  Hay también, en estas reflexiones, una puesta en cuestión de lo que podríamos llamar cierto personalismo de Lacan, aquello que tal vez permaneció en él no analizado, con todas las consecuencias políticas que esto ha tenido.

 

  Sin ánimo de replicar la meticulosa puntuación que el autor propone, iré recorriendo algunos tópicos que me parecieron centrales.



1.       Una de las cuestiones que Said revisita es la del valor del sentido en nuestra práctica, destacando que «el juego de palabras podrá tener valor clínico sujeto a ciertas condiciones» y que «de no ser así, bien puede tratarse de un divertimento sin mayores consecuencias». Se contrapone así a los excesos del primer lacanismo, cuyos efectos son bien conocidos.

 

  En el otro extremo, cuestiona también la referencia al «inconsciente real» en tanto excluiría el sentido y lo imaginario, dimensiones que Said recupera como parte de la experiencia analítica. No se trata de un rechazo del sentido ni de avanzar en una vía puramente lógica.

 

  Entre ambos extremos, que considera igualmente estériles, el autor encuentra un modo de recuperar el sentido como atravesamiento del sin-sentido que haga posible un «direccionamiento del deseo hacia el margen de la electividad de los goces». Es decir, hace del sentido operador clínico, a lo cual no es ajena tampoco la dimensión imaginaria, que cierta clínica del «ultimísimo Lacan» reduce prácticamente a cero.

 

  Lo imaginario hallará su límite, por cierto, en la dimensión real del objeto, que podrá, en la experiencia del análisis, vectorizar el pasaje del goce al movimiento del deseo. 

 


2.       Si de límites hablamos, el texto se detiene también en ese otro límite que es la muerte, al hacer referencia a la finitud de la vida, a propósito de la reflexión de Lacan en torno de la muerte de Merleau-Ponty.

 

  Considerar la muerte en esos términos, además de traducirse en una afectación, en una conmoción incluso, es también punto de anclaje ineludible para cualquier sentido posible, es decir para un direccionamiento del deseo como el que señalaba, que abra a su vez al abanico de los goces. Ninguna práctica del psicoanálisis, en efecto, se sostiene sin esta dimensión.

 

  La muerte es interrogada también en su relación a la sexuación, en una época que justamente la pone en cuestión, para avanzar hacia la posibilidad de una reproducción no sexuada, como lo indican los más recientes desarrollos de la tecnociencia, los debates que suscitan y las ficciones que intentan anudar su real.

 

  El texto recorta también la referencia al suicidio como paradigma del acto, con la paradoja que encierra si se lo entiende en términos literales. Podríamos preguntarnos si, en cada uno de estos casos, se trata de la misma muerte. Cuestión abierta.



3.       Said toma posición también en las elaboraciones contemporáneas acerca del nudo como formalización de lo que llamamos estructura. Rescatando el valor de esa formalización, destaca como uno de sus peligros —además de la potencial fetichización del nudo— que la equivalencia RSI que esa escritura promueve diluya el valor de lo real como pivote de nuestra experiencia.

 

  En esa dirección, y sostenido en argumentos tanto clínicos como topológicos, apunta a una no equivalencia de los tres registros, y a retomar lo real como «límite de estructura a que las cosas marchen». En esta línea, insiste sobre el estatuto lógico y clínico de lo imposible, que en otras elaboraciones de Lacan queda situado con nitidez. Apunta, en suma, a una lectura no trivial del nudo, importante contrapeso al auge que esa elaboración tiene hoy en día. 

 

  Un corolario de esa lectura no trivial es dar cuenta, también, de la dimensión diacrónica de la estructura, que en ciertas versiones del pensamiento de Lacan tiende a borrarse. Sostiene al respecto:

 

«Si se considera la estructura en términos al menos trinitarios, la diacronía resulta ineludible, aunque llevado RSI al nudo aplanado, el acontecimiento tiempo resulta dificultado. Solo abriendo los anillos triviales del nudo en el plano, la diacronía en tanto movimiento, puede vislumbrarse».



4.       Otro de los tópicos que este ensayo aborda es el del ser, viejo tema de la filosofía ampliamente retomado por Lacan. En sintonía con otros lectores de Lacan, Said pone de relieve la progresiva deconsistencia que en la enseñanza de Lacan va teniendo el ser como tal, solidaria de la aparición de la noción de semblante.        

Y, al igual que con el sentido, apunta a hacer del semblante un concepto operativo clínicamente.

 

  Es así que se apoya en una referencia del Seminario 24, para proponerlo como «función precipitante», es decir como lo que promueve determinados movimientos en el análisis. Destaco que esta lectura, además de hacer del semblante operador clínico, permite pensar no solamente el clásico hacer «semblante del objeto causa» sino otros usos del semblante en el análisis, y sería un camino posible a formalizar las intervenciones analíticas como hecho de discurso.

 

  Una derivación respecto del semblante, acorde a lo que contemporáneamente se agita en la polis, es la de repensar las diferencias entre hombres y mujeres, con todas las variantes que se abren en el debate actual, fuera de toda sustancialización, en términos de posiciones o de semblantes. Cabe recordar que el psicoanálisis fue en esto pionero, mucho antes de que los discursos de género hicieran oír con estridencia su voz. Discusión ésta, también, abierta y necesaria.

 

 

5.       Said examina también, en su comentario, la llamada «teoría de los goces», que la topología de nudos vuelve pensables en su multiplicidad. En particular, aborda la cuestión del goce fálico, en su problemática relación al goce del cuerpo y al llamado «goce de la vida».

 

  Más allá de las disquisiciones casi escolásticas que podrían suscitarse en torno de la teoría de los goces, la pregunta que subyace es de qué goces se trata en nuestra experiencia, en la medida en que apunta a agujerear ese modo fundamental de gozar que Freud nombró masoquismo. La cuestión para nosotros, analistas, es en suma la siguiente: ¿qué goces son posibles cuando la posición sacrificial resulta erosionada por el análisis? ¿Cómo nos enlazan, esos goces, a la vida?

 

  No casualmente, la interrogación de Said recae finalmente en el goce del Otro, figura radical de lo sacrificial, que las distintas variantes de la estructura inscriben de modos también distintos, pero que subyace a eso que llamamos el malestar. Siguiendo el hilo de la «posición sacrificial» que él mismo deslindara en un escrito anterior, el autor se detiene en sus nexos con el fantasma y el superyó, modos neuróticos (aunque no sólo) en los que el goce del Otro se hace existir.

 

  Por último, el texto nos deja en lo tocante al goce una pregunta poco visitada y muy interesante: ¿hay lugar a un goce del acto analítico? ¿Y cuál sería?

 


6.       Destacaré, finalmente, la puesta en cuestión —en más de un sentido— de los límites del psicoanálisis. ¿Qué alcance tienen, por ejemplo, los discursos para leer cuestiones del campo político-social? En ciertas versiones que circulan en nuestro campo, parecería que podrían recubrir toda forma de lazo social, pese a la advertencia de Freud de no hacer del psicoanálisis una nueva Weltanschauung.  

 

  ¿Qué implica, por otra parte, pensar el psicoanálisis como síntoma, como el propio Lacan sugiere? Parecería apuntar a la irreductibilidad de lo real, que el psicoanálisis ha puesto de relieve más que cualquier otro discurso o práctica, pero que habría que pensar en sus relaciones al campo social, sobre todo cuando Lacan nos advierte que lo que habría más allá de eso es un retorno de «la verdadera religión». Advertencia que en esta época de radicalización política y auge de los fundamentalismos es preciso no dar por obvia en sus alcances.



 

7.       Mi puntuación es, por fuerza y decididamente, no-toda. Apunta a subrayar y a abrir, de ningún modo a clausurar sentidos, mucho menos a sustituir la lectura de un texto que tendrá su valor en la medida en que sea leído, comentado a su vez, debatido. Si así resulta, tomará su lugar en la conversación de la que todo escrito no es más que huella y testimonio. Así sea. 

  


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