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La lengua eclipsada de Jacobo Fijman y de Héctor Viel Temperley

13/06/2017- Por Natalia Neo Poblet - Realizar Consulta

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El psicoanálisis se especifica a veces en su intervención hacia la poesía, dado que lee en la palabra lo que el poeta intervino en el lenguaje. Natalia propone la lectura de dos grandes de la poesía, para describir los asuntos más comprometidos en este cruce de caminos (que bien podrían ser la literatura y el psicoanálisis): el goce; el Otro; el goce Otro; el goce del Otro. Lo que nos aporte entonces estará más cerca de los replanteos que un psicoanálisis tolere, si está dispuesto a seguir insistiendo en su poesía.

 

 

 

                 

 

 

Ambos poetas son argentinos y comparten cierta tendencia hacia lo místico. El carácter místico en Fijman presenta la categoría de una solución a modo de delirio; mientras que en Viel se presenta como un goce que trasciende al cuerpo y al alma, así hace de lo divino una experiencia de vida. Ambos poetas marcarán la diferencia entre el delirio místico (ser gozado por Otro, es decir, el goce del Otro) y el goce místico (el Otro goce).

  

“El olor de la luz era sagrado:

música de horizontes,

espacio de pasajes

-rojo y bronce-

ruido de melodías,

himno de soles,

eternidad

y abismo de la dicha

en la alegría loca de los vientos.

Canciones de naranjos

en la piedad de los caminos.

Todas las aguas del silencio

Rompimos en la danza!...”[1].

  

Fijman en el año 1930 se convierte a la religión católica con 32 años de edad: “Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío…”[2]. Y a sus 33 años, aproximadamente, ingresa en una vida mística.

Cabe destacar su ironía, ya que aquellos que han tenido el agrado de conocerlo hacen referencia a la misma. “En los escritos que realizó Vicente Zito Lema basándose en los diálogos que tuvo con Fijman encontramos el párrafo siguiente: Los médicos me aplicaron el electroshock. Seguramente veían en mí un mal que pretendieron expulsar con la electricidad. Y ciertamente parece que me hizo bien. Hace años que no me resfrío”[3].

La ironía no es lo mismo que el humor. La ironía va contra el Otro, es decir, denuncia que no hay discurso que no sea del semblante. Mientras que el humor es la vertiente cómica del súper yo[4].

 

Sus primeros poemas

 

“¿A quién llamar?

¿A quién llamar desde el camino

tan alto y tan desierto?

Se acerca Dios en pilchas de loquero

y ahorca mi gañote

con sus enormes manos sarmentosas;

y mi canto se enrosca en el desierto.

Piedad!”[5].

 

Al comienzo de la obra de Fijman podemos leer su sufrimiento respecto a ese Dios que “ahorca mi gañote”[6]. Estas alucinaciones y delirios[7] dan cuenta de la sumisión en lo real, como aquello que excede a lo simbólico. El sujeto no puede ahí escuchar un llamado porque la respuesta ya está desde antes. Esa respuesta tiene la categoría de certeza. Lacan refiere en la psicosis que la respuesta llegó antes que la pregunta.

Esa certeza emerge de lo real, es decir, lo simbólico lo ha expulsado de la realidad bajo el mecanismo de la forclusión.

 

Este real, se manifiesta de manera intrusiva en la vida del sujeto, irrumpiendo en el campo de la realidad, sin estar velado por lo simbólico.

Hay un exceso de goce, no regulado, pleno e infinito, llamado goce del Otro. Aquí el sujeto está en posición de objeto para Otro. Que se dirija a Dios como a un significante enigmático y que reciba mensajes de él, da cuenta en lo real de la forclusión.

 

Su conversión: morir para vivir en el cuerpo de Cristo. Su salvación

 

“Está contigo la paloma santa.

Alma mía, somos en Dios desnudez ordenada.

Nos levantan las manos olorosas de paraíso.

Ando sobre la tierra

Y en nuestra sangre muero, y resucito en la sangre de Cristo…”[8].

 

Cuando escribe: “Y en nuestra sangre muero, y resucito en la sangre de Cristo”, esa muerte es para él una solución, una suplencia, como refiere Martín Montezanti en su estudio sobre Fijman[9]. Desde el psicoanálisis cumple la función de una metáfora delirante, acotando ese goce intrusivo, invasivo, pleno y no regulado. Es esa muerte lo que lo hace resucitar en la sangre de Cristo y ese delirio a modo de metáfora delirante el que opera como suplencia de aquella referencia paterna ausente.

 

Pasa de la desesperación de “ahorcar mi gañote” a “vivir en la sangre de Cristo”. Traslada lo mortífero a lo vivible.

 

Fijman hace de su poemario un testimonio y un tratamiento de goce con su escritura, ya que el uso del lenguaje supone la existencia de un lugar: el del Otro.

Hay estabilización cuando hay localización de goce por medio de esa metáfora delirante como una “prótesis imaginaria”. Lacan nombra a esto como: sinthomatizaciones

 

 Dame una tregua, vida

 

“Dame una tregua, vida.

Quiero beber mi alma

como el agua

que reposa en un balde

al mediodía,

y beberla despacio

y fría

y mía.

 

Quiero beber mi alma”[10].

  

Mientras que en Héctor Viel Temperley aparece un desdoblamiento de su propio cuerpo, mostrando una disociación, donde coexiste una contrariedad pulsional. Antesala del desencadenamiento.

 

“Desde mis pies, mis dedos, abro un río

que va de las rodillas hasta el pecho,

me desato los músculos, me parto

y por mis hombros salto, corro y muerdo.

Tiro mi cuerpo al suelo y yo me tiro

sobre mi propio cuerpo con mi cuerpo,

y, adentro mío, en un instante empuño

el arma que eres tú, el amante acero

que, ya rota su vaina, a mí me envaine

cuando muerto de amor lo lance al cielo”[11].

 

El escritor Sergio Bizzio le hizo una entrevista[12], siendo la única publicada, en la que el poeta Viel se reconoce como “un místico, un poeta surrealista”[13]. Viel, en su poemario, se dirige al Señor, a Jesucristo. Refiere: “Jesucristo aparece a través de un rufián, de un vago, de un bañero. Pongo ‘Besarme el rostro en Jesucristo’ queriendo decir que Cristo me había llevado a besarme a mí mismo en él. En él, pero a mí mismo, eso es lo que me interesa”[14].

 

 El nadador

 

“Soy el nadador, Señor, soy el hombre que nada.

Soy el hombre que quiere ser aguada

para beber tus lluvias

con la piel de su pecho.

Soy el nadador, Señor, bota sin pierna bajo el cielo

para tus lluvias mansas,

para tus fuertes lluvias,

para todas tus aguas.

Las aguas como lonjas de una piel infinita,

las aguas libres y las de los lagos,

que no son más que cielos arrastrados

por tus caídos ángeles…”[15].

 

Él emprende una mística personal en nadar y en hachar árboles. Son material de sus poemas elementos de la naturaleza como ser: el viento, el agua, el fuego, el aire, el cielo, los caballos, su cuerpo. Leemos en la obra de Viel la encarnación de Dios en el hombre.

 

Soy un Adán del fin

 

“Soy un Adán del fin,

no del principio.

Mi paraíso tiene un árbol,

pero color del estallido”[16].

 

En Viel encontramos un goce del cuerpo, del que no todo puede decirse; vivencia el éxtasis, experiencia que provoca un goce que excede al sentido.

“Vengo de comulgar y estoy en éxtasis…”[17].

Este poema forma parte de su anteúltimo libro: Crawl (1982). “Crawl”, y la intención de dar un testimonio de mi fe en Cristo, al que nunca había nombrado: decía “Dios”; un dios panteísta, no el hijo, el hombre (…) Pero descubro que para escribir “Crawl” tengo que aprender a rezar, y empiezo a tener una relación distinta con la oración y con el aliento. Y al fin de todo consigo mencionarlo como “éste” o “ése”, con minúscula, porque en aquel momento de mi vida espiritual hubiera sido una mentira poner reiteradamente “Jesucristo”. A lo largo del libro lo nombro una sola vez. Yo no era dueño de ese nombre”[18].

La experiencia mística implica buscar a Dios y sentirlo en el propio cuerpo. Esto sólo es demostrable para la persona que lo experimenta, y Viel entrega un testimonio sobre esto.

“Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo”[19].

Lacan sostiene que los místicos tienen la idea de un goce más allá del falo, un “hay de más”, cuyo ejemplo paradigmático es el goce místico, no inscripto en la legalidad fálica. Este goce va más allá y es nombrado como el Otro goce. Al estar desentendido del falo, hay una entrega sin límite. Viel, lo dice así:

“Bueno, me operan del mate y a los dos o tres días salgo al jardín. Iba del brazo de mi mujer. Nos sentamos delante de un pabellón, al que llamo Pabellón Rosetto. Volaban unas mariposas y había unos eucaliptus muy hermosos, nada más que esto, y fui rodeado y traspasado por una sensación de amor tan intensa que me arruinó la vida en el mundo.

 -¿Cómo? (le pregunta Bizzio)

 Sí, la sensación de estar rodeado por cielo, y de que ese cielo me tocara como carne, y que podía ser la carne de Cristo y que al mismo tiempo lo tenía a Cristo adentro... Yo era amado con una intensidad que estaba en el límite de lo soportable. Eso duró una semana. Cuando volví a casa me tiré en el living y abrí la ventana para que el viento moviera la enredadera y estuve hasta el amanecer tratando de recuperar ese estado de comunión, pero no apareció nada”[20].

Un testimonio sobre la vivencia en el cuerpo de ese Otro goce.

Estos dos poetas permiten ubicar una diferencia clave en la iniciativa. En los místicos la iniciativa es del sujeto; mientras que en la psicosis la iniciativa es de ese Otro gozador, donde el sujeto pasa a ser objeto de goce de ese Otro.

Tanto Fijman como Viel dejan su testimonio sobre estas experiencias místicas.

Hay testimonio cuando las experiencias escapan al lenguaje y trascienden toda explicación.

Testimonios que surgen de lugares diferentes: en Fijman, su poesía es un medio para armar su delirio místico; mientras que en Viel, su poesía es un medio para escribir algo de lo imposible de escribir de ese goce Otro. Refiere sobre su último libro, “Hospital Británico, es algo que estaba en el aire. Yo no hice más que encontrarlo. “Hospital Británico” me permite creer que me salí del mundo y no sé para qué. El cielo estaba en la enfermera que pasaba...”[21].

 

Ambos eclipsan esa desolación y ese real por medio de la escritura, que echa un haz de luz y bloquea parte de lo mortífero. Logran hacer un tratamiento de ese goce inefable por medio de la palabra poética.

 

 

Bibliografía

 

-          FIJMAN, Jacobo, Poesía Completa, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2005.

-          LACAN, Jacques, Seminario 3: Las Psicosis, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1997.

-          LACAN, Jacques, Seminario 20: Aún, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008.

-          LACAN, Jacques, Escritos 1, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 1985.

-          MILLER, Jacques-Alain, Clínica de las psicosis, Ironía. Marzo/Abril 1993.

-          VIEL TEMPERLEY, Héctor, Obra Completa, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2013.

-          “VIEL TEMPERLEY: estado de comunión”, Entrevista aparecida en Revista Vuelta Sudamericana, N° 12, Buenos Aires, julio de 1987. Entrevista de Sergio Bizzio.

 

 

 

 

 



[1] FIJMAN, Jacobo, Poesía Completa, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2005, Extracto de Poesía: Cópula, p. 56

[2] FIJMAN, Jacobo, Op. cit., Extracto de Poesía: Canto del Cisne, p. 45.

[3] FIJMAN, Jacobo, Op. cit., p. 20.

[4] MILLER, Jacques-Alain, Clínica de las psicosis, Ironía. Marzo/Abril 1993.

[5] FIJMAN, Jacobo, Op. cit., Extracto de Poesía: Canto del Cisne, pp. 45 y 46.

[6] Gañote: parte interna o externa de la garganta.

[7] Fijman refiere en una entrevista: “Hay un delirio poético, del que padecen los poetas, los artistas, y que no siempre es doloroso aunque provoque angustia. Pero el delirio que yo conozco en la profunda intimidad de mi ser es el del hombre que busca todos los caminos en una gran oscuridad para encontrarse con Dios. Acá, en el hospicio, hay otros delirios, pero se apagan lentamente... Siempre el delirio es como salirse de un surco, un arado que escapa del surco.

Los tribunales clasifican a los enfermos en tres categorías. Primer grupo: el de la fatuidad (imbéciles, idiotas). Segundo grupo: los frenéticos.

Tercer grupo: el de la insanía. A mí me incluyen en el tercer grupo... ¿Podrán saber que hablo con Dios, que me besan los ángeles? ¿O burdamente piensan que deliro cuando me niego a repetir que dos más dos son cuatro? Me pregunto, usted ama la poesía, pero vive fuera del hospicio, ¿eso lo salva del delirio?”. Fragmento de un diálogo que tuvo lugar en 1968, en el Hospital Borda, donde Jacobo Fijman se hallaba internado desde la década de 1940; publicado en la revista Crisis, Nº 11, marzo de 1974, e incluido en el libro de Vicente Zito Lema Diálogos. Encuentros con Jacobo Fijman, Enrique Pichon-Rivière, Fernando Ulloa y León Rozitchner, de reciente aparición (Ed. Topía). Nota en Página/12, el 05 de julio de 1912.

[8] FIJMAN, Jacobo, Poesía Completa, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2005, Extracto de Poesía: Estrella de la mañana X, p. 132.

[9] MONTEZANTI, M.: “Una muerte que da vida”, presentado, entre otros lugares, en V Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología, XX Jornadas de Investigación, Noveno encuentro de investigadores en Psicología del MERCOSUR: El cuerpo y la psicología. Su dimensión virtual, biológica, como lazo social. Prácticas contemporáneas. Buenos Aires, 27 al 30 de noviembre de 2013.

[10] VIEL TEMPERLEY, Héctor, Obra Completa, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2013, p. 118.

 

[11] VIEL TEMPERLEY, Héctor, Obra Completa, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2013, p. 32.

[12] “Viel Temperley: estado de comunión”, Entrevista aparecida en Revista Vuelta Sudamericana, N° 12, Buenos Aires, julio de 1987. Entrevista de Sergio Bizzio.

[13] Ibíd.

[14] Ibíd.

[15] VIEL TEMPERLEY, Héctor, Op. cit., p. 55.

[16] Ibíd., p. 102.

[17] VIEL TEMPERLEY, Héctor, Op. cit., p. 337 a p. 344.

[18] “Viel Temperley: estado de comunión”, Op. cit.

[19] VIEL TEMPERLEY, Héctor, Op. cit., p. 374.

[20] “Viel Temperley: estado de comunión”, Op. cit.

[21] “Viel Temperley: estado de comunión”, Op. cit.


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