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No se puede escribir llorando

19/07/2019- Por Nicolás Cerruti - Realizar Consulta

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¿Qué podemos escuchar de les poetas, de los poemas? ¿Por qué es importante que lo incurable sea situado por les poetas? ¿La escritura sana? Acerca de la poesía de María Magdalena en diálogo con Fabio Morábito.

  

   

 

  

  Comienzo con un párrafo de Fabio Morábito: “Porque todo escritor, bien visto, se aparta de la lengua madre para adoptar una lengua que no es la propia, una lengua extranjera, una lengua sin lágrimas. Se abdica del idioma materno porque se abdica del llanto y se abdica del llanto porque sólo dejando de llorar se puede escribir”.

 

  María Magdalena, por lo pronto dice:

 

¿Acaso no es un continuo perder la lengua materna? Anna sabe que el arte de la pérdida anuncia la única cura posible.

  Con estas palabras inauguro el elogio de lo incurable. ¿La escritura cura? ¿Sana? ¿Aminora el padecimiento? Mucho se dice de la cura en psicoanálisis, incluso la tomamos como una dirección posible. Pero en verdad el psicoanálisis es un tratamiento de lo incurable. Como la poesía. En verdad trabajamos con la verdad. No cualquiera. No vamos a prometer curar a alguien de lo que no está enfermo. Tampoco vamos a enfermarlo de curación.

 

  Pero así y todo, ¿quién le sacará esa falsa fe en la cura a los que padecen? Es como sacarles el cuerpo, y no escucharlo. El psicoanálisis es un tratamiento de lo incurable, para mantenerlo incurable. Como la poesía. Por eso propongo que escuchemos a les poetas. Nietzsche decía: “Tenemos al arte, y nada más que el arte para curarnos de la verdad”.

 

                                           *   *   *

 

  Morábito escribe: Todo escritor se aparta de la lengua materna.

Magdalena afirma: Es un continuo perder la lengua materna.

Morábito: Se adopta una lengua que no es propia, es extranjera.

Magdalena escribe:

 

Tussis nervosa, taedium vitae, fluor albus, strabismus convergens: el cuerpo traduce lo que aún no fue alcanzado por la lengua.

 

                                          *   *   *

 

  Bertha creó la lógica del psicoanálisis: hablar. Mejor conocida como Anna O., Bertha no hablaba su lengua materna. Hacía su análisis en una lengua extranjera. Y desde allí sentenció: es una “talking cure”.

 

Mi nombre es Bertha Pappenheim y seré hogar de las desamparadas: fui niña muda, mujer amante, hija pródiga: calmaron mi fuego con morfina, aprendí a hablar en el desierto.

 

  Hablar. Hablar en el desierto, para el oído del aire, del viento, de la tormenta.

María Magdalena es fanática de las tormentas. De los desmanes de la naturaleza. Viendo la obra de Tunner le comentó a su amiga poeta Maite Esquerré que ella tendría que haber acompañado al pintor a cazar tormentas y naufragios.

En el poema “Ataque de pánico”, el que inaugura Continente negro (Alción Editora, 2018), dice: “El río Duero me vio caer”.

 

  Yo estuve ahí. Frente al mismo río. Situado en la misma ciudad. No caí. Vi la belleza del río; del bote amarrado, con sus banderines de colores; la otra orilla, con sus viñedos. Vi el río, el bote, los banderines, el color y la otra orilla. Vi la belleza, y no caí.

 

  Rilke decía que la belleza no es más que el comienzo de lo terrible; y agrega, justo lo que nosotros todavía podemos soportar. “Justo” lo que “todavía” podemos soportar.

El poema que anuncia la caída se llama “Ataque de pánico” dije. Son les poetas quienes pueden decir de la caída, cayendo, todavía, justo, soportando. El cuerpo traduce, dice María, traiciona, dice Morábito.

 

Las tristísimas fantasías de poética hermosura esconden el horror de la carne sublevada. Anna engendró la cáscara de un hijo ahí donde no pudo decir el desamor. Un hombre se da a la fuga sin tristeza y sin poesía, aún no sabe de lo trágico de su descendencia. 

 

                                       *   *   *

 

  Hay una sororidad en la escritura de María. Plantea una hermandad ante el horror, la belleza, el cuerpo que cae, la enfermedad, la fantasía… el deseo. O el amor.

 

A Elisabeth le enseñaron que amar es resistir en el lecho del convaleciente, Elisabeth enseñó que el dolor puede ser una brújula: allí donde tambalea, avanza.

 

  Hay un dispositivo descomunal de sororidad en la escritura de María Magdalena, de mujeres que se pronuncian; María intercaló palabras de aquellas que leyó, incorporándolas a sus palabras, para realizar el poema. Hermanadas en lo dicho, pero también en lo no dicho; lo que el cuerpo o el acto revela.

 

La filosofía del amor le enseñó a Dora que podía amar el cuerpo delicioso de una mujer. Con el mismo ardor y la misma furia Dora se negó a que la salvaran del incendio: penetrar en el bosque denso es tarea de valientes.

 

  El cuerpo revela una geografía. El cuerpo del poema: desiertos, ríos, bosques. Son lugares los cuerpos. Hay un no apartarse del lugar que se apropia, que se traduce en cuerpo.

Hay un continuo entre el paisaje, la belleza y el cuerpo.

María entre en los paisajes, en las palabras de las otras, en las otras palabras, entra y obtiene un cuerpo, pero lo traiciona, porque vuelve a salir en forma de poema.

 

Pequeños actos mágicos para hacerle frente al terror: Anne Sexton supo que debemos construir un canto, un mantra, un rezo para protegernos de las tempestades. Como engualichadas, frotamos la piedra de la locura, repitiendo lo que aún no se escribió.

 

  Al hacer el poema nos dice algo, no de su cuerpo, sino de todo ese paseo, trabajo, tortura que podría escribir.

María ve la escritura, las palabras escritas en el paisaje, se incluye.

 

Un graffiti como una granada en una pared: pregúntate por tus miedos. A qué le temés: a la pregunta por el miedo.

 

  Estuve ahí, pasé por esa pared. Ella se detuvo. Me pidió una foto. Se incluyó en la palabra, en la pregunta.

¿Qué podemos escuchar entonces de les poetas, de los poemas?

¿Por qué es importante que lo incurable sea situado por les poetas?

Porque al hablar crean cuerpo, escriben en el lenguaje que intentamos cernir y que se nos escapa.

 

 

 

 

 

 


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