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El duelo por el crimen cometido

15/10/2017- Por Sergio Omar Hernández - Realizar Consulta

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Podemos afirmar que el sujeto cae, se desamarra del lazo social que lo instituye. ¿Por qué se podría pensar en un aporte desde el campo del duelo a la clínica del crimen? Porque en ambos tienen una columna vertebral común… Puesto que el sujeto se hace y deshace en el lenguaje será importante –si se quiere atender a la subjetividad de quien lo cometió– pensar de qué modo las respuestas que el Otro presta puedan funcionar como un tercero separador de lo real traumático y tener un efecto apaciguante en la subjetividad, por el contrario, si el sujeto no hace el duelo la compulsión a la repetición seguirá su siniestro curso…

 

 

 

                               

 

“Con cada crimen, con cada asesinato cometido, tenemos que aprender de nuevo la prohibición de matar.”

                  Pierre Legendre – El hombre homicida

 

“Desde siempre, lo público, lugar de lo simbólico y de las leyes, transmite en las letras de sus rituales ‘no matarás’ o ‘no gozarás’ con la muerte de tu prójimo”

                  María Elena Elmiger – Duelo. Intimo. Privado. Público

 

 

Consecuencias del Crimen: La caída del sujeto

 

  Si para el Derecho el crimen es un acto cometido contra la ley jurídica en un momento histórico dado, para el Psicoanálisis el crimen es también un acto que atenta contra la dimensión estructural de la subjetividad en el ser humano y en el lazo social, esto es, atenta contra la Ley Simbólica: aquella Ley que signando como prohibidos incesto y parricidio tiene un doble efecto. Estructura alianzas e intercambios y constituye a la subjetividad al permitir la inscripción de filiación y genealogía. A partir de esto Lacan nominará dicha instancia legislante como la Ley del Padre. De allí que todo crimen es parricida puesto que atenta contra la instancia paterna.

  Pierre Legendre, en su ensayo El hombre homicida de 1996 aborda la difícil tarea de pensar las marcas que deja el asesinato en la subjetividad de quien lo cometió. Refiere allí: “Con cada crimen, con cada asesinato, somos alcanzados en lo más íntimo, en lo más secreto, en lo más oscuro de nosotros mismos: por un breve instante sabemos que podríamos ser ese, el náufrago, un homicida. Con cada crimen, con cada asesinato cometido, tenemos que aprender de nuevo la prohibición de matar” (2008:40).

  A lo que agrega en su ensayo La fábrica del hombre occidental: “El parricidio no es una violencia corriente. La tradición lo llama “crimen increíble”, porque implica aniquilar, con este homicidio, el orden del mundo.” (2008:22)

  Al respecto dirá Nestor Braunstein (2012): “Derelicción” refiere “El abandono más completo, la soledad moral absoluta. La falta definitiva de alguien que escuche las súplicas. Orfandad que sigue al parricidio”.

 

  Vemos cómo Braunstein usando distintos términos coincide con Legendre respecto de las consecuencias del crimen en la subjetividad de quien lo comete: la orfandad de Ley.

  Podemos afirmar que el sujeto cae, se desamarra del lazo social que lo instituye. Todo el sistema de intercambios al que –junto con Lacan– denominamos Otro es puesto en cuestión, por no decir que revela inapelablemente su condición de creencia y artificio, esto es, su inexistencia más allá del lenguaje: lo que quiere decir que en verdad los seres humanos podemos hacer de nuestros partenaires uso y abuso y no hay nada que lo detenga. El sujeto ha demostrado con su acto que la Ley que lo instituye como sujeto no existe en lo real. Tamaño exceso de saber que empuja al desamparo.

  Lacan postula que el objeto a debe estar velado para que de este modo funcione en su faz de causa de deseo. Pero el crimen agujerea los velos y lo presentifica sin cobertura: sin representación.

  ¿Cómo representar la ausencia de Lenguaje? El crimen ha producido un agujero en el discurso puesto que no se puede representar la inexistencia del Otro. Lo cierto es que por ese agujero “chupa” al sujeto. Cuando decimos “agujero” decimos “presencia sin velos del objeto a”.

  Quien comete un crimen arremete contra el andamiaje simbólico que lo sostiene en la escena del mundo. Desde Lacan podríamos decir que el crimen asesta un golpe al marco fantasmático que separa al sujeto de lo real que en la fórmula del fantasma aparece como separación del sujeto del objeto a, el cual debe estar velado. En esta línea es que Lacan dirá que la angustia es ante la presencia del objeto.

 

  ¿Por qué se podría pensar en un aporte desde el campo del duelo a la clínica del crimen? Porque en ambos tienen una columna vertebral común. En ambos se presentifica el objeto a de la mano de una irrupción traumática: por un lado la de la muerte de un ser querido, y por otro lado debido a un acto del propio sujeto.

  Dice María Elena Elmiger: “Es posible proponer la subjetivación como el reencadenamiento al significante luego de la irrupción traumática de la muerte” (2016:12).

  ¿No podemos acaso del mismo modo proponer dicho reencadenamiento para el sujeto luego del crimen cometido?

  El crimen, del mismo modo que la muerte de un ser querido, confronta al sujeto con lo que Freud llamó lo traumático, y Lacan, lo real indecible. A partir de allí el sujeto tendrá que hacer un duelo, en tanto y en cuanto esto significa separarse del objeto a que ha quedado desnudo, o en las palabras de Elmiger: “el reencadenamiento al significante luego de la irrupción traumática”.

  El duelo supone que se transitará entonces por los senderos de la palabra intentando contornear el agujero que ha dejado el crimen en la subjetividad. En este recorrido advendrá la angustia. No hay duelo sin angustia, puesto que de dar significación al agujero se trata.

  Es preciso que el Otro de la justicia sostenga a quien ha cometido un crimen en una escena-ritual que lo introduzca en el sistema de intercambios con sus semejantes. Esto quiere decir que le permita testimoniar sobre su acto y lo que lo motivó. Una intervención jurídica que apunte a recomponer la subjetividad dañada, puesto que haciendo que el criminal dé cuenta de sus actos le da la oportunidad de que el mismo los signifique. De lo contrario, sin ningún registro el sujeto puede quedar compulsado no por la angustia señal sino por la angustia que toma el cuerpo y coacciona a la repetición del crimen.

 

 

Ritual – Dimensión pública de la subjetividad

 

  Puesto que el sujeto se hace y deshace en el lenguaje, no son banales las respuestas que el Otro presta al sujeto cuando éste se ha encontrado con lo real. ¿A qué nos referimos? El Otro puede funcionar como tercero separador de lo real traumático y tener un efecto apaciguante en la subjetividad, o por el contrario puede no cumplir este papel y la compulsión de repetición seguirá su curso.

  Legendre en El Hombre homicida afirma: los procesos intentados contra los asesinos tienen una sola justificación: separar de su crimen al que mata, hacer que su parte maldita se convierta en su parte de sacrificio. Esto se llama juzgar(2008:53).

 

  ¿Qué significa separar al sujeto de su crimen? ¿A qué llama “maldita” sino a esa instancia de la subjetividad que mora en todos nosotros y tienta al parricidio? A dicha instancia Freud la denominó superyó, y si bien es estructural a la subjetividad, no por ello todos matamos, aunque sí estamos tentados. Lo que sí podemos hacer todos es fantasear el asesinato. Pero una cosa es la fantasía, un sueño o una pesadilla, y otra cosa es llevarlo a cabo.

  Elmiger refiere respecto del sujeto atravesado por la muerte de un ser querido: “Necesita de todo el logos, que dará un lugar para preguntar, para gritar, para suplicar para culpar y demarcará un tiempo (también impuesto desde el logos) para re-enmarcar el fantasma; para velar el objeto que ha quedado en carne viva, desnudo; para restituir la subjetividad y el lazo simbólico con el muerto” (2016:32).

  Todo este recorrido del duelo no es otra cosa que reconstruir la estructura fantasmática. La propuesta de la autora es clara: Lo que pasa en el duelo es que se tiene que reconstruir la subjetividad. Es por esto que la subjetivación del duelo producirá un nuevo sujeto. Del mismo modo para quien cometió un crimen: o se subjetiviza el acto cometido o se multiplica la repetición.

  Con esto queremos decir que la operación del Duelo puede fracasar. Y el sujeto caído del lazo social queda desubjetivizado, en posición de objeto, huérfano de Ley, imposibilitado de circular por el lazo social y la cultura haciendo intercambio de dones simbólicos. Si el sujeto no puede contarlo, hablar, enhebrar la cadena significante, lo que va a ocurrir es del orden de la coacción a la repetición.

  Dice Elmiger: “La intimidad se pierde, justamente, cuando los velos del fantasma caen (…) Y aparecen los sujetos objetalizados, desubjetivados, maníacos, locos; que dicen, hacen, se exponen sin pudor y sin vergüenza. (…) pacientes en los que se ha desanudado la subjetividad” (2016:36).

 

 

Conclusión

 

  A partir del estudio del Duelo en Freud y Lacan realizado por María Elena Elmiger se puede pensar en un aporte desde este campo al de la clínica del crimen. Porque en ambos tienen una columna vertebral común. En ambos se presentifica el objeto a  de la mano de una irrupción traumática: por un lado la de la muerte de un ser querido, y por otro lado debido a un acto del propio sujeto. A partir de allí el sujeto tendrá que hacer un duelo, en tanto y en cuanto esto significa separarse del objeto que ha quedado desnudo, o en las palabras de Elmiger: el reencadenamiento al significante luego de la irrupción traumática.

  Puesto que el sujeto se hace y deshace en el lenguaje será importante –si se quiere atender a la subjetividad de quien lo cometió– pensar de qué modo las respuestas que el Otro presta puedan funcionar como un tercero separador de lo real traumático y tener un efecto apaciguante en la subjetividad, por el contrario, si el sujeto no hace el duelo la compulsión a la repetición seguirá su siniestro curso.

 

 

Bibliografìa:

 

-Braunstein, N.: La memoria del uno y la memoria del Otro: inconsciente e historia. México: S. XXI. 2012.

-Elmiger, M. E.: Duelo. Íntimo. Privado. Público. Los Ángeles (USA): Argus-a. 2016.

-Legendre, P.: La fábrica del hombre occidental. El hombre homicida. Bs. As.: Amorrortu. 2008.

 

 


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