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La violación de Lucrecia, sobre la cuestión del poder en los delitos sexuales

10/10/2018- Por Laura A. Capacete - Realizar Consulta

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El texto “La violación de Lucrecia” de W. Shakespeare nos permite reflexionar sobre el ejercicio del poder político y el poder sobre los cuerpos, en tanto sexuados; a su vez que inferir aspectos ligados a la subjetividad de la víctima y del ofensor, en los delitos sexuales… Si bien la violación ocurre en el ámbito privado, en una escena íntima, sabemos que la sexualidad articula lo íntimo, lo privado y lo público. Las leyes de orden público marcan lo permitido y lo prohibido en cada cultura, por lo cual cuando una violación se hace pública, interpela a la sociedad toda…

 

 

 

                      

 

                             “Lucrecia”, óleo sobre lienzo de Paolo Veronese*

 

 

1)    Introducción

 

El texto “La violación de Lucrecia”[1] de W. Shakespeare nos permite reflexionar sobre el ejercicio del poder político y el poder sobre los cuerpos, en tanto sexuados; a su vez que inferir aspectos ligados a la subjetividad de la víctima y del ofensor, en los delitos sexuales.

    

   

2) Desarrollo

 

2.1. La obra

 

  W. Shakespeare toma el tema previamente desarrollado por Tito Livio[2] en su Historia de Roma, obra en la cual se relata la violación de Lucrecia, como hecho que desencadena un cambio en el régimen político, cae la monarquía y se instaura la República. El hecho es extraído de una leyenda que explica el fin de la monarquía en Roma y el inicio de la República, en el 509 a.C., momento en que se expulsa a Tarquino el Soberbio, último rey de origen etrusco, quien gobernaba dictatorialmente.

 

  Tarquino el soberbio había violado varias leyes, dado que por un lado había asesinado a su suegro Servio Tulio, a quien además no dio sepultura; por otro gobernaba despóticamente, sin consultar al pueblo.

 

  En cuanto al argumento, la historia se inicia cuando los romanos se encuentran sitiando la ciudad de Árdea; los jefes patricios allí reunidos, debaten sobre la castidad de sus mujeres, Colatino realza en ese grupo la virtud y la castidad de su esposa, Lucrecia.

 

  Los hombres deciden ir a Roma para constatar la conducta de sus conyugues, y encuentran a la mayoría de las mujeres de juerga, con excepción de Lucrecia, que está tejiendo[3] por la noche para su marido, por lo cual se la designa como la más casta. A partir de este viaje, Sexto Tarquino, hijo y heredero del Rey, queda embelesado por la belleza y castidad de Lucrecia; y si bien todos los hombres regresan a Árdea, él vuelve a Roma y decide violarla.

 

  Luego de este hecho, Lucrecia les informa a sus familiares lo sucedido, pide venganza y luego se suicida. Bruno se encarga de denunciar al pueblo la violación ejercida por Tarquino, lo cual promueve una rebelión, que provoca el destierro de la familia real. Se instaura entonces la República, ya no gobiernan reyes, sino los Cónsules. Cabe señalar que en la obra shakesperiana, no se menciona dicho cambio político.

 

  El autor explora aquí, lo que luego desarrollará en otras obras: la tragedia de sangre y la venganza. Para este texto, toma inspiración en otras fuentes, como la Historia de Roma, de Tito Livio, y el Fastos de Ovidio, la primera se centra especialmente en la cuestión política, la segunda presta más atención al aspecto psicológico.

 

  Al interior del texto, la obra hace referencias a citas bíblicas, al mito de Filomena, pero especialmente dialoga con un cuadro de la Ilíada, en tanto Lucrecia delibera, luego de la violación, con las mujeres allí representadas. En sus enunciados se identifica con Hécuba, emblema de sufrimiento extremo y lamentación, rostro pleno de dolor; también menciona a Helena, mujer raptada (sinónimo de violación) pero a su vez paradigma de la mujer bella e infiel. Es decir, Lucrecia dialoga con dos figuras opuestas de la femineidad, una sufriente, la otra sexuada.

 

  A nivel extra textual, este episodio mítico, ha sido tratado por San Agustín, desde la filosofía, por las artes plásticas, y por la literatura. En esta última disciplina cabe citar a Sor Juana Inés de la Cruz[4], quien toma referencias de la leyenda para denunciar el lugar otorgado por los hombres a la mujer.

 

  Menciona a Lucrecia en los siguientes poemas: “Oh, famosa Lucrecia gentil dama”, en el cual trata el tema del suicidio; en “Intenta Tarquino el artificio”, se centra en la figura del violador, quien ante el rechazo de la mujer siente más deseo de poseerla; en “Señor, para responderos”, le contesta a un caballero de Perú quien le había sugerido a Sor Juana, que cambie de cuerpo y se trasforme en hombre.

 

  Ella le responde con un soneto en el cual utiliza el verbo “entarquinar”, que hace referencias tanto a Tarquino como a “tarquin”, que alude a barro y suciedad. En dicho neologismo queda la masculinidad asociada al embarrar, mancillar y ensuciar.

 

  Por último, Lucrecia es nombrada en el más famoso de sus poemas “Hombres necios que acusáis”, denunciando aquí el modo en que los hombres se relacionan con las mujeres, objetivándolas, como mero objeto carnal.

 

 

2.2. Perspectiva psicoanalítica

 

  La presente obra posibilita indagar aspectos subjetivos del ofensor y de la víctima, en tanto el autor no solo relata los hechos, sino nos muestra el debate en el fuero interno de cada uno de los personajes. Por otro, permite reflexionar sobre la cuestión de la justicia y la venganza, y paralelamente pensar como un delito privado interpela al orden público.

 

  La obra relata una situación privada, que cuestiona al poder político, como plantea C. Belsley[5], brinda una analogía entre la usurpación del trono por parte de Tarquino el soberbio, y la violación de Lucrecia por parte del hijo, señalando la brutalidad de ambos acontecimientos. Se puede así inferir una continuidad entre el régimen político y la política sexual.

 

  Si bien la violación ocurre en el ámbito privado, en una escena íntima, sabemos que la sexualidad articula lo íntimo, lo privado y lo público. Las leyes de orden público marcan lo permitido y lo prohibido en cada cultura, por lo cual cuando una violación se hace pública, interpela a la sociedad toda. En el caso de la obra transforma un régimen político, se pone coto al poder dictatorial[6].

 

  En función de avanzar en la articulación de ambas legalidades, cabe señalar que es propio de la condición humana, dialogar con un foro externo (las leyes y normativas de cada cultura), y con un foro interno, en el cual, vía la conciencia moral freudiana, cada sujeto debate sobre los propios actos.

 

  Dicho debate deriva o bien, en una posición culpable (ligada al campo del superyó); o bien, a una posición responsable, ligada en la conceptualización freudiana al juicio de condenación y en la formulación lacaniana al asentimiento subjetivo.

 

  La obra que nos ocupa, muestra magistralmente, el debate en el foro interno de cada personaje, comencemos por Tarquino, quien inicialmente desde una posición típicamente neurótica, expresa el conflicto entre la realización del acto y la necesidad de evitarlo. Seguidamente, en una posición típicamente perversa, decide pasar al acto, lo cual siente como un imperativo, y utiliza estrategias de manipulación en las que logra la división subjetiva de la víctima, la deja sin defensas.

 

  Ejemplifiquemos en Tarquino, ambas posiciones. Inicialmente oscila entre la tentación y la culpa que la comisión del acto le produce, lo cual expresa en los siguientes versos:

 

“Pálido de temor premedita él aquí

Los peligros de tan abominable empresa,

 Y en su fuero interior en efecto debate

Qué pesares siguientes puede de esto surgir”[7]

 

  Más adelante cambia de posición, ya no duda y se precipita al acto, ubica el respeto como cualidad de la vejez, y a la víctima como motín, expresa:

 

“Fuera, entonces, pueril temor; debate, muere!

Respeto y razón, sirvan a la edad arrugada!

Deseo es mi piloto, belleza es mi motín”[8].

 

  Cuando Tarquino se precipita al acto, realiza estrategias en las cuales al estilo perverso, intenta la división subjetiva de la víctima. Veamos los enunciados que dan cuenta de su manipulación: le plantea a Lucrecia que ella es la culpable, en tanto son sus ojos y belleza, los que le tendieron una trampa; luego la amenaza con tener un hijo bastardo; y por último, ante la negativa de la mujer le plantea que si se niega, él la matará y colocará a un esclavo en su lecho, para probar su infidelidad. En dichas estrategias queda la culpa del lado de Lucrecia, promete destruir su virtud y su honor. Los siguientes versos lo ejemplifican.

 

“Como objeto de escarnio de cualquier ojo abierto;

Tus parientes, cabeza caída ante el desdén;

Tu fruto, mancillado con bastardía sin nombre;

Y tú como autora de la ignominia de ellos,

Has de tener en rimas citada tu infracción

Y cantada por niños en tiempos por venir”[9]

 

  Otro aspecto que se reitera en el texto de Tarquino, es la alusión a su propia descendencia, al deshonor que recaerá sobre su nombre y su tumba. Sin embargo parece desconocer que aquí lo que enuncia y denuncia, es el deshonor de su padre, quien había arribado al trono asesinando a su suegro. Actúa los pecados del padre, el estrago genealógico previo.

 

  En la compulsión a destruir lo “virtuoso” del cuerpo de Lucrecia, se identifica con un padre homicida y despótico. Vía la identificación inconsciente con la per-versión del padre, realiza un acto que promueve su caída. Seguidamente su padre es expulsado del poder omnímodo, y en el mismo movimiento se destina a sí mismo al destierro. Ejemplifiquemos este aspecto:

 

“Oh sucio deshonor de mi tumba ancestral”

“Entonces es tan vil, tan bajo mi desvío,

Que tendrá que vivir grabado en mi semblante” [10]

“Si, aún si muero, el escandalo me va a sobrevivir

Y será algo monstruoso en mi dorado escudo”[11]

“Y mi posteridad, por eso avergonzada,

Va a maldecir mis huesos y a pensar que no peca

Si desea no haberme tenido a mí por padre”[12]

 

  Veamos ahora el debate en el foro interno de Lucrecia, aquí aparecen enunciados típicos de las mujeres víctimas de abuso sexual, por un lado la propia acusación de suponerse culpables, desde lo cual sienten su cuerpo como ajeno y sucio, y por otro la invocación a la justicia y la necesidad de venganza.

 

“Implora en un desierto donde no existen leyes,

A la bestia que ignora todo gentil derecho”[13]

“Pues si muero mi honor ha de vivir en ti;

Pero si vivo tu vivirás en mi infamia”[14]

“Y nunca mi infracción dispensaré hasta tanto

Vida y muerte exonere mi forzado delito”[15]

 “Que es mejor, vida o muerte, cuando la vida es ya

Oprobiosa, y la muerte, deudora del reproche”[16]

“Mi sucio acto de vida mi limpio fin lo absuelve”[17]

 

  Lucrecia, como muchas mujeres víctimas, tramita lo sufrido por dos vías: por un lado formula en palabras lo vivido, en tanto enuncia el hecho a su padre y a su esposo, ante quienes solicita que su crimen sea vengando. Pero por otro, se suicida, precipitándose en un pasaje al acto. Lo anterior permite señalar dos consecuencias de lo traumático: una que permite vía la palabra, su elaboración; otra, ligada a la compulsión a la repetición, desencadena una salida de inmolación sacrificial.

 

  Al concluir la obra, Lucrecia se dirige a su padre y a su marido, a quienes supone deshonrar, en tanto en esa época la mujer es considerada posesión territorial del hombre. Es decir, el delito de violación ofende a la figura masculina a quien la mujer perteneciera. Cuestión ésta que cambia desde la modernidad, época a partir de la cual la mujer pasa a ser consideraba como sujeto de derecho.

 

  Sin embargo, como plantea R. Segato[18], a pesar de los siglos trascurridos, hay en el imaginario masculino la idea de que la mujer le pertenece. Como ejemplo las violaciones en los contextos bélicos, en los cuales se intenta por esta vía humillar a los hombres de la comunidad vencida, exhibiendo la colonización sobre el territorio y sobre los cuerpos.

 

  Cabe ahora realizar, algunas consideraciones sobre la casuística actual. A nivel subjetivo, en las víctimas de la violación se da una crisis identitaria, ligada a la modificación de la percepción de sí mismas, se enuncian como dañadas, poco valiosas, culpables. Cuestiones éstas que han sido pesquisadas en el texto.

 

  Siempre hay en las víctimas un resto culpable, un saberse cómplices del hecho, que en la clínica aparece en múltiples modos de compulsión a la repetición, en la cual vía el castigo, intentan mitigar una culpa que permanece muda[19].

 

  Cabe señalar que también es el suicidio una de las consecuencias del abuso sexual, lo que ha sido probado a nivel epidemiológico, por una investigación realizada en población mejicana, por A. Collin Cabrera[20]. El riesgo suicida aparece asociado, a la ausencia de respuestas protectoras, por parte de instancias familiares, sociales o jurídicas, luego de develado el hecho.

 

  A su vez, como en Lucrecia, la necesidad ya sea de justicia, ya sea de venganza, es un anhelo que aparece en las víctimas, siempre ligada a la necesidad de reparar la humillación sufrida. En efecto en la Edad Media[21], la venganza era un modo de ejercer justicia, de reparar el honor, cuestión que ha cambiado desde la modernidad[22], época desde la cual la sanción queda delegada en el sistema jurídico.

 

  Sin embargo, la práctica vengativa sigue aún vigente, los linchamientos y la “justicia por mano propia”, frecuentes en estos delitos, lo demuestran.

 

  Por lo anterior, es necesario en estos casos, la intervención del sistema jurídico penal, tercero en quien se delega la imposición del castigo. En las sociedades modernas, el sistema jurídico aleja la amenaza de la venganza, y si bien no la suprime, la limita. La represalia queda así delegada a una autoridad soberana.

   

 

     3) Conclusión

 

  La violación de una mujer, es un hecho paradigmático para pensar varias cuestiones. Por un lado, la problemática de género, en el cual el hombre ejerce su poder sobre el cuerpo de una mujer, como mero objeto de usufructo, negándola como sujeto de deseo y de derecho; lo cual conlleva a serias consecuencias en la subjetividad de la víctima.

 

  Por otro, permite pensar la cuestión del poder, y encontrar una continuidad entre su ejercicio despótico, y el arrasamiento del cuerpo del otro, en tanto sexuado. En ambos casos se atenta contra legalidades, ya sea públicas o privadas, necesariamente articuladas.

 

  El enunciado que todo crimen es político, puede aplicarse a los delitos sexuales, que si bien ocurren en ámbitos privados y suelen permanecer en secreto, enuncian y denuncian una política sexual sobre los cuerpos, que interpela a la sociedad todo. La respuesta social, tal vez identificándose con la víctima pide, a veces justicia, a veces venganza.

 

  La violencia en el ejercicio del poder, en cualquiera de sus formas, puede pensarse, como plantea J.M. Domenech[23], como específicamente humana, por cuanto es una libertad real o supuesta que quiere forzar a otra. Su apogeo no es el homicidio (que suprime al objeto), sino la tortura pues ésta asocia a la víctima, a pesar suyo a su verdugo.

 

 

 

Nota*: Paolo Veronese (“Veronés”), cultor del Manierismo, ha pintado esta obra hoy ubicada en el Museo de Historia del Arte de Viena, entre los años 1584 y 1585.

Retrata el suicidio de Lucrecia al perforarse el pecho con un puñal, como consecuencia de haber sido violada por el hijo de Tarquinio El Soberbio.

 



[1] William Shakespeare (2007): La violación de Lucrecia. Ed. Losada. Buenos Aires.

[2] Livio Tito (2000) Los orígenes de Roma, Akal, Madrid.

[3] Según Pablo Pena González, en Roma, vestir de lana era signo de patriotismo, y el hilado estaba asociado al mundo femenino, y a la mujer como virtuosa.

[4] Sor Juana Inés de la Cruz (1976) Obras completas. FCE, México.

[5] Catherine Belsley (2001) Tarquin Dispossessed: expropiatión and consent in “The Rape of Lucrecia”, Shakespeare Quarterley, 52.

[6] Dicha cuestión se ha repetido en Argentina, en la historia reciente: el homicidio y violación de María Soledad Morales, hizo caer el régimen casi feudal que gobernaba a la provincia de Catamarca; el femicidio de una joven embarazada de 14 años en la provincia de Buenos Aires, inició en Argentina, el movimiento “Ni una menos”, que interpeló prácticas sociales y jurídicas vulneratorias de los derechos de la mujer.

[7] O.C. verso, 185, pág. 41

[8] O.C. verso 280, pág. 46

[9] O.C. verso 525, pág. 57

[10] O.C. verso 200, pág. 42

[11] O.C. Verso 205, pág. 42

[12] O.C. verso 210, pág. 43

[13] O.C. verso 545, pág. 59

[14] O.C. verso 1030, pág. 82

[15] O.C. verso 1017, pág. 84

[16] O.C. verso 1155, pág. 88

[17] O.C. verso 1205, pág. 91

[18] Segato, Rita (2002) Las estructuras elementales de la violencia, Ed. Prometeo, Buenos Aires.

[19] Gerez Ambertín, Marta (1993) Las voces del superyó, en la clínica psicoanalítica y en el malestar de la cultura. Ed. Manantial, Buenos Aires. 

[20] Collin Cabrera  Araceli: Abuso sexual  incestuoso a niñas indígenas de Querétaro: una mirada analítica. hllps//sites.google.com/a/fundpsicsigmudfreud.org/trabajos.

[21] El término vindicatio traducido como venganza, en la Edad Media, significa, reparación del honor. Se consideraba la respuesta a la injuria o daño recibido. Desde Cicerón fue estudiada en sus aplicaciones penales

[22] Fundamentalmente a partir de la Escuela liberal clásica de derecho penal, basado en la división de poderes y los principios Iluministas, desarrollada, entre otros por Beccaria en  el siglo XVIII.

[23] J. M. Domenech (1995) La violencia, Ed. Cátedra, Buenos Aires.

 


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