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¿Qué se defiende cuando se ataca la Ley Nacional de Salud Mental?

17/08/2021- Por Miguel Tollo - Realizar Consulta

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El artículo expone y visibiliza interrogantes claves en torno a la posición, en apariencia “desideologizada”, de aquellos que atacan la Ley Nacional de Salud Mental (26.657). Se analizan, a su vez, sus consecuencias derivadas: concepciones implícitas de Salud Mental, abordajes unidisciplinarios, institucionalización, cientificismo, normativización, medicalización, etc. Por último, se aborda el problema desde la perspectiva de los derechos humanos de las personas con padecimientos mentales.

 

                                   

                     “Extracción de la piedra de la locura”, óleo de “El Bosco”*

 

 

 

  Desde hace un tiempo se vienen sucediendo ataques a la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657. Si bien todas las objeciones puedan ser cabalmente refutadas, me pregunto: ¿qué es lo que se está defendiendo con esos ataques? ¿Qué tipo de Salud Mental se propone?

 

  En un reportaje televisivo, el entrevistado, evidentemente crítico de la Ley, expresaba que se trataba de una Ley fundamentada en un “pensamiento ideologizado”. Esta idea falaz, que prolifera entre quienes cuestionan la misma, establece que la norma solo podría adquirir validez en tanto sea avalada por “verdades científicas”.

 

  Desde esa concepción se descarta la temática de los derechos humanos y se desconoce (se desmiente) que, cuando por ejemplo, se trata de “peligroso” a un sujeto aplicándole una clasificación psicopatológica y se lo encierra, también se parte de una determinada concepción de sujeto y de sociedad. Es decir: de una ideología. Si a eso le agregamos que para estas posiciones sólo el saber médico merecería ser calificado de científico, completamos algunos de los rasgos esenciales del ideario de quienes atacan la ley.

 

  En tal sentido, el objetivo de la crítica sería defender una Salud Mental orientada por una pretendida perspectiva desideologizada de conocimientos. El enfoque cientificista que la avala se vuelve reduccionista, a tal punto, que no podría sostenerse ni dentro de la misma concepción disciplinar que pretende defender, nutrida de diversos desarrollos en la materia, no siempre convergentes.

 

  Por ejemplo, en el campo de las patologías en salud mental, y en particular las graves como el autismo, la esquizofrenia o la melancolía, no sería posible encontrar una teorización que reúna todos los aportes y los integre coherentemente. Por el contrario, vemos pluralidad y diversidad de perspectivas.

 

  Quizás por esa razón el manual internacional DSM, sobre todo en sus últimas versiones, se ha decidido por caracterizar los padecimientos a partir de composiciones o espectros sintomáticos no exentos de imprecisiones, declinando la fundamentación mediante elaboraciones teóricas. El resultado es preocupante. Muchos comportamientos, desde miradas normativizantes presuntamente neutrales y científicas, son calificados como patológicos, desviaciones o trastornos.

 

  Si esto no es ideología, ¿qué es la ideología?

 

  La aversión hacia la Ley Nacional también parece provenir de la preferencia de un modo de abordaje con preeminencia de una disciplina en desmedro de otras, las cuales pasarían a ser auxiliares. Se desmerece la interdisciplina como construcción de conocimientos variada y dinámica, y se propone como salida el recurso a la simplificada mirada unitaria de una disciplina supuestamente superior a las demás.

 

  Quienes apelan a esa estrecha forma de trabajo quizás nunca hayan participado de un equipo, un ateneo hospitalario o una junta médica, en las que es frecuente exponer un caso para decidir la mejor intervención desde diversos enfoques. Como si solo fuese confiable y posible un saber universal, generalizable y omnímodo del que se extrajera una certeza de procederes, capaz de ahuyentar cualquiera de las contradicciones y dudas con las que habitualmente nos topamos en la práctica.

 

  También se defiende a las instituciones monovalentes alegando que están forman parte de las especializadas de “alta complejidad”. Nuevamente, se extiende un criterio de orden médico al campo de la Salud Mental, produciendo conclusiones equívocas. ¿Qué es lo que caracteriza a la alta complejidad en Salud Mental? ¿La aparatología? ¿La experticia? ¿La complejidad de los casos?

 

  En Salud Mental, el recurso más importante e insustituible es el trabajador de la salud mental. ¿Cuál es la complejidad en una institución monovalente de Salud Mental, que no esté dada por la experiencia y capacitación de sus trabajadores, como ocurre en muchos otros dispositivos? ¿O acaso la existencia de un tomógrafo o una UTI, recursos disponibles en un hospital general, le acreditan esa especificidad? ¿No son a veces mucho más complejas las situaciones en el territorio, relacionadas, por ejemplo, con la violencia, las adicciones, los abusos, la fragmentación social, etc., que aquello que se puede encontrar en un “monovalente”? ¿Es que las situaciones críticas sólo se pueden pensar en términos individuales, o cabe comprenderlas en términos vinculares y contextuales?

 

  Además, equiparar (como suele hacerse) el primer nivel con Estrategia de Atención Primaria, a menudo suele atentar contra esta, que como bien decía Mario Testa, termina convirtiéndose en Atención Primitiva de la Salud. Los recursos se centralizan y los dispositivos comunitarios se descuidan. El sistema hace crisis en su accesibilidad y distribución equitativa.

 

  Los ataques a la Ley ¿buscan defender la potestad de medicar? La Ley no revoca esa facultad ni la pone en manos de otros profesionales no médicos. Sí plantea que la medicación, como otros actos terapéuticos, esté prescripta en el marco del equipo interdisciplinario. Así ocurre con la internación, el alta, el diagnóstico y otros procesos terapéuticos. Y no cabe tachar de “democratismo” el necesario trabajo en equipo, invalidando la interdisciplina que atesora otros postulados, lejos de una votación que resuelva las diferencias entre compartimentos disciplinares estancos.

 

  ¿Qué modelo de Salud Mental defienden aquellos que cuestionan la 26.657? Hasta dónde advierto, defienden una Salud Mental dominada por la disciplina médica, con un enfoque reduccionista neurobiológico y una concepción organicista de las problemáticas en salud mental, y una institución emblema: el monovalente, en perjuicio de los otros dispositivos. Si reemplazar esto por una mirada y un abordaje interdisciplinarios es vivido como un ataque a la profesión médica, entonces debería serlo para todas las otras disciplinas intervinientes.

 

  Las violaciones a los derechos humanos constatadas en monovalentes, otras instituciones de encierro y fuera de ellas, no son imaginerías de mentes “progres”, como le escuché a alguien acusar con prejuicio. En todo caso, responden a un modelo de salud mental sintónico, con una mentalidad excluyente en lo social, que en la asistencia objetaliza y manipula subjetividades.

 

  Los trabajadores de la Salud Mental tenemos la responsabilidad de transmitir a la sociedad que el sujeto que sufre un padecimiento mental no es de por sí peligroso ni tiene por qué estar privado de los derechos humanos que le asisten, tanto por la legislación nacional como por las convenciones internacionales. La Ley propone inclusión, y no exclusión o reclusión.

 

  Creo que con la Ley y su aplicación es tiempo de concretar los avances que la Salud Mental necesita, y no retroceder hacia un modelo que ha demostrado su obsolescencia y su fracaso.

 

 

Arte*: https://historia-arte.com/obras/extraccion-de-la-piedra-de-la-locura

El Bosco, el pintor holandés Hyeronimus Bosch (1450-1516) fue un absoluto adelantado a su época, con componentes surrealistas y una profusa simbología en cada obra.

 


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