Escritura de sí en las redes sociales

05/05/2018- Por Roque Farrán -

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En el presente artículo, Roque Farrán nos propone revisar el uso de la escritura en las redes sociales a partir de la noción de hypomnémata, vinculada por Foucault a las prácticas de inquietud de sí. La escritura en “Facebook”, por ejemplo, no implica necesariamente una exposición del sí mismo, una mostración narcisista y egocéntrica, sino que puede ser una práctica del decir veraz y de constitución de uno mismo a través del ejercicio escritural. “Lo que se escribe tiene un valor práctico en relación a la verdad: compromete, implica, interpela y constituye al sujeto”. De este modo, el ejercicio de escritura en redes sociales como “Facebook” puede ser una práctica de constitución subjetiva, irreductible a las dimensiones de poder que indefectiblemente las atraviesan.

 

 

 

               

 

 

 

  A raíz del reciente escándalo de filtración y manipulación de datos de Facebook por parte de Cambridge Analytica, para influir en distintas campañas electorales[1], considero que se puede -y hasta es necesario- dar una disputa al interior de estos mismos medios a partir de un uso singular de ellos y de la práctica de una escritura de sí.

 

  Se trata, en la época de la posverdad, de asumir la responsabilidad por lo que se dice y que eso tenga consecuencias en la formación del sujeto.

 

  En La hermenéutica del sujeto, clase del 3 de marzo de 1982 (segunda hora), Foucault justamente analiza el papel de los hypomnémata en relación a las prácticas de sí y lo vincula con la cuestión de la parresia, el decir veraz por parte del maestro.[2]

 

  Lo que se escribe en esos cuadernos de notas no es cualquier cosa, cualquier ocurrencia, lo que se escribe tiene un valor práctico en relación a la verdad: compromete, implica, interpela y constituye al sujeto.

 

  Y en su texto “La escritura de sí”, también aclara cómo se vincula esta práctica con la verdad: “La escritura como elemento del entrenamiento de sí, tiene, para utilizar una expresión que se encuentra en Plutarco, una función ethopoiética: es un operador de la transformación de la verdad en éthos”.[3]

 

  De alguna manera, se podría decir que el ejercicio de escritura y la exposición de pensamientos constituyen una suerte de asimilación e incorporación física de la verdad, cual sea. Sobre esto hará especial hincapié Foucault en su caracterización de los hypomnémata.

 

  Contrariamente a lo que sugiere una primera definición de índole descriptiva, los hypomnémata no son una simple ayuda-memoria sino que implican, en la constitución de sí, la disposición para la acción:

 

  “Estos hypomnémata no se deberían considerar como un simple apoyo para la memoria, que se podrían consultar de vez en cuando, si se presentara la ocasión. No están destinados a suplantar eventualmente el recuerdo que flaquea. Constituyen más bien un material y un marco para ejercicios que hay que efectuar con frecuencia: leer, releer, meditar, conversar consigo mismo y con otros, etc.

 

  Y eso con el fin de tenerlos, como dice una expresión que se repite a menudo, prócheiron, ad manum, in promptu. «A mano», por tanto, y no simplemente en el sentido de que cabría recordárselos a la conciencia, sino en el de que se deben poder utilizar, tan pronto como sea preciso, en la acción”.[4]

 

  Por eso no son escritos para tener guardados en el armario, dice Foucault, sino que son expuestos para el uso común ante las contingencias de la vida (duelos, infortunios, malestares, etc.). En ese sentido, tampoco son diarios íntimos, el movimiento que permiten efectuar no es de exteriorización, sino de constitución del sujeto en la reunión, exposición, meditación y asimilación de esos escritos:

 

  “Sin embargo, por muy personales que sean, estos hypomnémata no deben ser considerados como diarios íntimos, o como esos relatos de experiencia espiritual (tentaciones, luchas, caídas y victorias) que encontraremos en la literatura cristiana ulterior. No constituyen un «relato de sí mismo», no tienen como objetivo hacer surgir a la luz del día los arcana conscientiae cuya confesión —oral o escrita— tiene valor purificador.

 

  El movimiento que pretenden efectuar es inverso a éste: se trata, no de perseguir lo indecible, no de revelar lo oculto, no de decir lo no dicho, sino, por el contrario, de captar lo ya dicho; reunir lo que se ha podido oír o leer, y con un fin, que es nada menos que la constitución de sí”.[5]

 

  Mi hipótesis -o apuesta- es que se le puede dar al muro de Facebook un uso análogo al de los hypomnémata antiguos. Antes de pasar a describir las características puntuales de los hypomnémata que resalta Foucault, y que a su vez me permiten reorientar el uso dado a Facebook, cabe situarlos en su proyecto de revalorización de las prácticas de sí y la constitución de un sujeto ético.

 

  Los hypomnémata, junto a las correspondencias y los registros de confesión, constituyen una parte importante de las prácticas o tecnologías de sí, las cuales a su vez se ligan estrechamente a otras: la escucha, el decir veraz, la meditación, las abstinencias, la dirección de conciencia, etc.

 

  Por otra parte, estas prácticas de sí, que permiten la constitución de un sujeto ético, encuentran en Foucault un anudamiento irreductible junto a los dispositivos de poder, o las prácticas y racionalidades políticas, por un lado, y los regímenes de saber, positividades o epistemes, por el otro.

 

  Por lo que la “ontología crítica de nosotros mismos” que nos propone Foucault es en sí una práctica mucho más amplia, un hábito o un ethos a cultivar, consistente en detectar los límites que nos constituyen al presente en tanto sujetos a determinadas relaciones de poder, formas de saber y disposiciones éticas, justamente para desplazarlos y habilitar otros modos posibles.

 

  Volviendo ahora sobre los hypomnémata, se pregunta Foucault: ¿cómo puede ser que escritos fragmentarios, de diversa índole y procedencia, puedan ayudar a constituir un sí mismo? Esto es clave para entender que la dispersión que suscitan imaginariamente internet y las redes sociales, no constituye un destino inexorable del dispositivo en sí mismo.

 

  Foucault pasa a describir, a partir de tres ejes ordenadores, el modo de uso que habilita un proceso ethopoiético: i) Limitación recíproca entre escritura y lectura, ii) regulación de la disparidad en función de la verdad, y iii) unificación de los fragmentos en función de la incorporación y producción de sí.

 

  1. Limitar la lectura infinita, el pasar incesantemente de un libro a otro (lo que podríamos denominar una suerte de consumismo cultural avant la lettre), a través de una práctica de escritura que obliga a recortar, a trabajar el estilo, la forma, la concisión. La lectura y la escritura se alternan y limitan recíprocamente:

 

  “La escritura como manera de recoger la lectura hecha y de recogerse en ella es un ejercicio de razón que se opone al gran defecto de la stultitia que la lectura infinita corre el riesgo de favorecer. La stultitia se define por la agitación del espíritu, la inestabilidad de la atención, el cambio de las opiniones y de las voluntades y, por consiguiente, por la fragilidad ante cuantos acontecimientos se puedan producir; se caracteriza también por el hecho de que vuelve el espíritu hacia el porvenir, lo torna curioso de novedades y le impide darse un punto fijo en la posesión de una verdad adquirida”.[6]

 

  El defecto de la estulticia, como se ve, no es patrimonio exclusivo de las tecnologías modernas y las posibilidades de derivación infinita que abren (la multiplicidad de links y pantallas simultáneas abiertas, etc.), el asunto del recorte y la concentración pertinentes para sostener un proceso ethopoiético de formación ha sido siempre un problema, que no depende del soporte sino del uso que se le da.

 

  2. Luego, no se trata de un simple ejercicio de estilo literario -de agradar estéticamente o de parecer ingenioso- sino de una elección de elementos heterogéneos en función de la verdad, su conveniencia y utilidad según la contingencia de las situaciones:

 

  “Sin embargo, si bien permite contrarrestar la dispersión de la stultitia, la escritura de los hypomnémata es también (y debe continuar siéndolo) una práctica regulada y voluntaria de la disparidad. Es una elección de elementos heterogéneos […] Lo esencial es que se pueda considerar la frase retenida como una sentencia verdadera en lo que afirma, conveniente en lo que prescribe, útil según las circunstancias en las que se encuentre.

 

  La escritura como ejercicio personal hecho por sí y para sí es un arte de la verdad inconexa o, más precisamente, una manera reflexiva de combinar la autoridad tradicional de la cosa ya dicha con la singularidad de la verdad que en ella se afirma y la particularidad de las circunstancias que al respecto determinan su uso”.[7]

 

  Un uso libre de la tradición que la flexibilidad de nuestros dispositivos modernos de escritura habilita ampliamente; más acá del problema recurrente de las citas apócrifas que circulan por internet (memes y demás) lo que importa valorar es el acceso liberado a fuentes bibliográficas de todo tipo y la posibilidad de producir y sostener recortes, reapropiaciones y meditaciones singulares en torno a ese material disponible.

 

  3. Por último, la disparidad regulada de las elecciones implica la unificación de lo heterogéneo, a partir de la incorporación física y espiritual de los fragmentos, lo que constituye en ese proceso al sí mismo (alma-cuerpo):

 

  “Dicha deliberada disparidad no excluye la unificación. Pero ésta no se efectúa en el arte de componer un conjunto: se debe establecer en el propio escritor como resultado de los hypomnémata, de su constitución (y, por tanto, en el gesto mismo de escribir), de su consulta (y, por lo tanto, en su lectura y relectura). Cabe distinguir dos procesos. Por una parte, se trata de unificar estos fragmentos heterogéneos mediante su subjetivación en el ejercicio de la escritura personal […]

 

  El papel de la escritura es constituir, con todo lo que la lectura ha constituido, un ‘cuerpo’ (quicquid lectione collectum est, stilus redigat in cor-pus). Y dicho cuerpo ha de comprenderse no como un cuerpo de doctrina, sino —de acuerdo con la metáfora tan frecuentemente evocada de la digestión— como el propio cuerpo de quien, al transcribir sus lecturas, se las apropia y hace suya su verdad: la escritura transforma la cosa vista u oída “en fuerzas y en sangre”.[8]

 

  Y continúa, en la misma vena:

 

  “Pero, a la inversa, el escritor constituye su propia identidad a través de esta recolección de cosas dichas […] Lo que es preciso constituir en lo que uno escribe es su propia alma; pero como un hombre lleva sobre su rostro la semejanza natural de sus antepasados, del mismo modo es bueno que quepa percibir en lo que escribe la filiación de los pensamientos que se han grabado en su alma.

 

  Mediante el juego de las lecturas escogidas y de la escritura asimilativa, debe poder formarse una identidad a través de la cual se lea toda una genealogía espiritual. En un coro hay voces altas, bajas y medias, timbres de hombres y de mujeres: “Ahí ninguna voz individual puede distinguirse; únicamente el conjunto se impone al oído (...). Otro tanto quiero que ocurra en nuestra alma, que disponga de una buena provisión de conocimientos, de preceptos, de ejemplos tomados de varias épocas, pero que converjan en una unidad”.[9]

 

  Entonces, para resumir: limitación, regulación, unidad de los fragmentos. Eso es lo que permite en esta singular práctica, la escritura de sí expuesta en los hypomnémata, constituir un sujeto.

 

  Nada nos impide practicarla en esta suerte de objeto o dispositivo técnico llamado Facebook, independientemente de que no podamos modificar su estructura básica (entorno, configuración, etc.), ni tengamos incidencia sobre las relaciones de poder (marco legal, visibilidades y accesos, etc.) que lo atraviesan, porque las técnicas de sí (tan invisibles como las invisibilidades que operan bajo los dispositivos de saber-poder) son irreductibles a ellos.

 

 

Nota: Este artículo formará parte del libro El uso de los saberes. Filosofía, psicoanálisis, política (Borde Perdido/Colección Golpe Ciego, Córdoba)

 

 

 

Bibliografía

 

Althusser, L. La única tradición materialista, Youkali 4, En línea: http://www.youkali.net/youkali4d%20Althusser%20launicatradicionmaterialista.pdf

Foucault, M. La hermenéutica del sujeto: curso en el Collège de France, 1981-1982, Buenos Aires, FCE, 2014.

Foucault, M. “La escritura de sí”, Estética, ética y hermenéutica, Obras esenciales, Paidós, Barcelona, 2010

Marx, K. “Prólogo a la primera edición”, El capital. Crítica de la economía política, Tomo I, vol. I, Libro Primero, Siglo XXI, DF-Madrid-Buenos Aires, 2008.

Sloterdijk, P. “La quiebra de la civilización occidental (diálogo con Slavoj Zizek)”, Clarín, 19/08/2011. En línea: “https://www.clarin.com/rn/ideas/politica-economia/La_quiebra_de_la_civilizacion_occidental_0_SJXWVCnD7e.html

Vernant, J.-P. “El individuo en la ciudad”, en AA. VV. Sobre el individuo. Contribuciones al Coloquio de Royaumont, Paidós, Barcelona, 1990, pp. 25-46.

Veyne, P. “El individuo herido en el corazón del poder público”, en AA. VV. Sobre el individuo. Contribuciones al Coloquio de Royaumont, Paidós, Barcelona, 1990, pp. 9-24.

 

 

 



[1] Véase el artículo de Zizek, S. “Sujetos felizmente manipulados, no gracias”, Página 12, 17 de abril de 2018. https://www.pagina12.com.ar/108642-sujetos-felizmente-manipulados-no-gracias

[2] Foucault, M. La hermenéutica del sujeto: curso en el Collège de France, 1981-1982, Buenos Aires, FCE, 2014.

[3] Foucault, M. “La escritura de sí”, Estética, ética y hermenéutica, Obras esenciales, Paidós, Barcelona, 2010, p. 939.

[4] Ídem, p. 940.

[5] Ibídem.

[6] Ídem, p. 941.

[7] Ídem, p. 942.

[8] Ídem, p. 943.

[9] Ibídem.

 


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